'¿Todavía pueden?'

Fernando Paniagua

Fernando Pani Blanc

Juro que cuando empecé con esta columna hace unas semanas me había prometido no hablar de política (a mi editor también se lo había prometido: perdón Antonio), pero en los últimos días, con las turbulencias nacionales, no han dejado de venirme a la cabeza, sin permiso, muchos de los comentarios, cortes informativos e imágenes pertenecientes a la ingente resaca informativa de la reciente investidura fallida. Entre estos, uno que los comentaristas y tertulianos políticos han pasado casi por alto y que a mí no ha dejado de rondarme el intelecto: “seguro que podrá aspirar, incluso, a presidir el Gobierno en el futuro”. Tal vez a esta conjetura no le hubiese dado demasiada importancia sino fuese porque iba dirigida a Pablo Iglesias y porque la pronunció, en la tribuna del Congreso, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, un político de alto nivel que no acostumbra a decir tonterías y que pertenece a un partido eficiente que no suele hacer predicciones descabelladas.

Que Pablo Iglesias podría llegar a ser presidente del Gobierno de España es algo que pensamos alguna vez muchos —adeptos ideológicos y no, hasta adversarios—, pero tengo la sensación de que aquello pasó hace una eternidad. Fue antes de Vistalegre II, del pomposo chalet en Galapagar, de las exageradas campañas mediáticas en contra, de Irene Montero, de Más Madrid y de los nada exagerados problemas internos, porque los círculos son ahora las bases sumisas por las buenas o domeñadas por las malas de una pirámide muy puntiaguda. Sin embargo, la confianza de Esteban me ha sacado a la luz una duda que intuyo muchos compartimos: ¿y si todavía pueden?

Confieso que nunca he tenido claro si las élites de Podemos son señores a los que el poder y las instituciones les han venido demasiado grandes o, por el contrario, son seres inteligentísimos, expertos en política y “realpolitik”, que saben que llegar, después del sin remedio efímero romanticismo inicial, es un proceso largo que pasa necesariamente por comerse años de mierda, muchas crisis y no menos decepciones. Sobre mi primera hipótesis ya expuse las razones, pero el caso es que, pese a estas, a mí, como parece que le sucede al señor Esteban, Pablo Iglesias me sigue pareciendo que no es Julio Anguita. Y eso, de alguna manera, creo que se ha evidenciado en la investidura, porque no me imagino a la Izquierda Unida de entonces rechazando ministerios, ni siquiera negociándolos. Eran otros tiempos e IU no tenía la representación que tiene ahora Unidas Podemos, es cierto. Pero estos nuevos tiempos son así porque han aparecido señores ambiciosos como Iglesias y los suyos, quizás capaces de decir no en el marco de una estrategia maquiavélica a largo plazo para “tomar el cielo”. Tal vez todo el teatrillo de la investidura es solo parte de eso, porque no es difícil darse cuenta que, si finalmente el PSOE llega al poder con la abstención de las derechas, con o sin elecciones de por medio, después de unos meses, el único partido que podrá prometer políticas de izquierdas será Unidas Podemos y eso les devolverá opciones de caballo ganador. De esto sí estoy seguro.

La noche de la victoria electoral del PSOE, los periodistas se hicieron mucho eco de una frase que se escuchó en la calle Ferraz: “con Rivera no”, y menos de otra, muy interesante, que también se gritó en abundancia: “sí se puede”. Incluso en las celebraciones socialistas, el embrión Podemos sigue dentro, Quizás esperando paciente el momento idóneo para salir; y tal vez sea el propio PSOE, sin darse ni cuenta, la parturienta. Puede ser hasta que Iglesias y Errejón se sigan encontrando a escondidas en la salita especial de los humos verdes del campus de la Complutense en Somosaguas para hablar y reírse de sus planes maestros que, quién sabe, acabaran con uno de los dos de presidente y el otro de vice. O acaso todo esto es solo una paranoia personal excesiva.

Luis María Ansón, un cachondo periodista que se divertía redactando cartas falsas de Zapatero a Fidel Castro, que no es sospechoso de tonto ni de izquierdista radical, en una entrevista en La Sexta Noche hace unos sábados dijo que, de entrar en un Gobierno de coalición, Iglesias se podría “comer” al presidente Sánchez con “patatas fritas”. Nada nuevo. Que Iglesias es el líder político más preparado intelectualmente de este país es una cuestión difícil de rebatir. Conoce los medios de comunicación. Es un buen orador. Nadie pone en duda su doctorado y estoy seguro que, en cuanto a horas de lectura y estudio, de casi todo les lleva muchas al resto. Posiblemente también conoce mejor la realidad de gente como usted y como yo (mintámonos llamándonos “clase media”). Pero si fuese sólo por eso, yo también podría reclamar ser presidente, igual que un primo mío, famosillo poeta, reclamaba hace unos años y con cierta razón, ser candidato al Nobel después de que nominasen a Delibes. La cuestión, en este caso, es saber si toda esa preparación de Iglesias y los suyos está siendo usada para algún día ser Gobierno o, por el contrario, son sólo arribistas resistiendo con bandazos torpes llenos de ego, condenados a, tarde o temprano, caer.

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