De Soto a Soto y tiro por ser Soto

Un amanecer entre chopos.

He aquí hoy una cuestión puede que intrascendente. Pero si la adorno mejora y sugiere; ese es el intento.

Ni el llamado Garrido, del que sólo hay vestigios en la actualidad, o el conocido como Quintín, en cuyo caso puede que ni eso, fueron espacios arbóreos conocidos como sotos, muy a extramuros del recinto romano, dotados de los apellidos citados, apenas si tienen un escaso espacio en la memoria del rápido vivir moderno legionense. 

Si a continuación hablo, de las respectivas connotaciones, respecto a cada barrio, el de Pinilla y aledaños próximos al Bernesga, el Garrido; y el del barrio de Divino Obrero y el Ejido Quintín, donde de forma inevitable salta el apellido Ruano, hasta puede que surja cierto estímulo para la lectura, acaso por distracción y hasta con un puntito de curiosidad por saber en qué para el intento o de qué va la elucubración.                             

Uno y otro espacio capitalino en el recuerdo hoy, se corresponde, sensiblemente, con uno de los antiguos sotos citados, en los que nuestros chopos, si no autóctonos sí aquí arraigados con esbelta presencia, compartían identidad leonesa, al menos de cultura, o espacio en el que una parte de ésta se desarrolla. A algunos de éstos, en un relato que escribí tiempo ha, y ubicaba su desarrollo en el soto Garrido, les he podido escuchar, como autor o relator, quejarse amargamente de severa amenaza de tala. La motosierra, ese moderno hacha, actuando como guadaña de cruel parca, a la voz ordenante de los políticos, ya había surgido, transformándose en algo más que sutil: en viva amenaza. ¡Ya!

El soto Garrido

En el soto Garrido, se dejó oír un grito arbóreo de socorro –¡¡¡Nos quieren talar, hermanos!!!– comparable al identitario humano leonés por mor autonómico decapitador de lo identitario leonés. Si pervivieron algunos chopos en dicha zona, el vestigio que citaba, se debe a la decisiva actuación de una vecina del lugar, que puso freno a la tala masiva, alcanzando por ello una cita permanente mediante monolito sencillo, emplazado entre los chopos liberados, cuya placa en piedra reza: “A Miriam Arce”.

A mí me pidió ayuda, y escribí varios artículos en defensa de los chopos del lugar y de otros que también al parecer estorbaban.  

Ahora hablemos de un camisa vieja, del falangista alzado en gobernador civil de León, el camarada Carlos Pinilla, cuando la contienda estaba ganada ya por los sublevados. Leonés de Zamora, dejó en marcha un plan urbanístico, si se pretende darlo empaque, y no sólo realidad justificativa, que no es poco, en la zona aledaña al soto Garrido. Esto es, al otro lado de la carretera de Caboalles, cuando ésta gozaba de árboles es sus márgenes. Luego irían añadiéndose nuevas fases. Las nacientes lo serían más en plan bloque de pisos de modesta factura, por lo tanto muy distintas a la pretendida de vistosos chalets pioneros. 

Hoy muy modificada y con nuevas casas o ampliaciones, al estar algunos vecinos en dos sillas y mal sentados, entre San Andrés y Legio, pretenden tener relación oficial y de servicios, entiendo, con ambos ayuntamientos, mediante una única asociación gestora interrelacionada con ambos. No estaría de más que se estudiara la unión de los ayuntamientos… a futuro, como algo más beneficioso.

El ejido Quintín

Por su parte un personaje más local, pero no menos decisivo, dado su empeño en el desarrollo de un nuevo barrio, ensanche de Legio hacia el este capitalino, camino del ejido Quintín, activador de cooperativas para construir viviendas sociales en tiempo de dictadura, fue decisivo en la formación del barrio impulsando lo constructivo: el tema viviendas baratas. Y es sabido, lo fue también, de la Hermandad Jesús Divino Obrero, que presidió en su mejor y más necesario momento de formación y asentamiento. ¡¡¡Logrado!!! 

El Resucitado, muy buena obra del imaginero cántabro Víctor de los Ríos, como gran impulsor de la Semana Santa leonesa, y sus razonables deseos de posteridad artística, junto a la actuación de Ruano fueron la conjunción perfecta para el gran relato final de la Semana de Pasión.

La banda de música de la Hermandad que en determinados momentos hasta hace sonar gaitas, con la esbelta imagen en clara ascensión, citada, más la suelta de palomas, pronunciado ya el “¡¡Resurrexit, Aleluya!!!”, no sin emoción entre los cofrades en especial y en los asistentes, se cierra la semana penitencial. El barrio y los demás legionenses lo celebramos en la plaza de Regla.

Las palomas mensajeras de condición colombófila, y en espíritu portadoras de paz, una vez liberadas de sus jaulas, tomando un bien aleteado vuelo regresan a su casa, y con ellas vuelan a buen destino las intenciones de compromiso cofrade para el próximo año.

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