S.O.S Xistréu
Entre los ríos Sil y Boeza existe una 'cuña' cantábrica, desligada de la gran cordillera asturleonesa, que desciende conectando montañas y sierras desde Villablino hacia el Teleno. Un corredor verde de montañas, ríos y valles que propicia una comunicación constante entre poblaciones de especies animales emblemáticas de la península ibérica como son el oso pardo, el urogallo cantábrico, el águila real o rebeco cantábrico, verdaderos dueños de este paisaje de extensas arandaneras, profundos abedulares y pindias lleras.
Es prácticamente un milagro que los espacios naturales del Alto Sil y Gistreo / Xistréu hayan llegado a 2025 manteniendo unos niveles de biodiversidad y entorno natural de primera categoría en el sur de Europa. A pesar de décadas de cero sensibilidad ambiental, estos paisajes resisten aferrados a su incansable motor de vida, bien engrasado por las abundantes precipitaciones (aunque en descenso) de nieve y agua que refrescan los abeséos de Igüeña, Páramo, Murias, Noceda, Toreno y Palacios desde hace milenios.
El ser humano que ha habitado estos valles y castros desde los albores de la civilización también ha contribuido a gestar el paisaje actual con sus modificaciones en el mismo: un país de brañas, soutos, banzáos, eiros, molinos y caminos que se mantuvo intacto hasta la irrupción de la minería, gestando un espacio sostenible del que también se favorecieron otras especies vegetales y animales.
Todo el siglo XX y parte de este XXI han sido, sin embargo, bastantes desagradables para las aguas del río Sil, un río que desde recién nacido le enseñan a remansar su fuerza babiana en paredones de hormigón y kilómetros de canales. Uno de los ríos de España que más energía ha propiciado a hogares y empresas como Endesa, que aquí se gestó, edificando varias centrales hidroeléctricas y centrales térmicas de las cuales se beneficiaron muchas familias obreras, no sin antes pagar un alto canon de destrucción ambiental y contaminación atmosférica. Recordemos que Compostilla II fue una de las centrales más contaminantes de España durante décadas.
Pero el Sil resistió. Este río de oro no es fácil de tumbar, aunque sí de teñir sus verdosas aguas en oscuras sombras de antracita y aceite. Durante años vimos como el Sil, el Boeza o el Tremor bajaban negros como el carbón (hasta las truchas parecían salir más negras que en otros ríos). Otro canon energético (y van dos) que hubo que pagar para alimentar calefacciones y centrales. Pero especialmente para engordar las arcas de mafiosos empresarios y políticos.
Una vez pasada la tempestad minera, a la que esta zona se la jugó en una sola carta y de la que ahora vive de su recuerdo a través de escombreras, lavaderos abandonados y trenes fantasmas, ha venido la tempestad eólica.
Vestidina de verde, ecológica y renovable, esta energía también quiere aprovecharse de los cuetos, tesos y chombas del Alto Sil y Xistréu. Se ve que esta zona ha de siempre la escogida para donar sus atributos naturales al progreso energético del Estado.
El sacrificio siempre para los leoneses
Los leoneses sabemos mucho de esto, pues aquí se finalizó el último gran embalse de España, Riaño, tras haber recibido anteriormente otros severos castigos en Vegamián, Luna o Villameca.
Tierra de sacrificio, siempre elegida para arrancar de sus entrañas oro, carbón, agua o viento. Pero nunca para devolverle nada. Quizás una escombrera, como esa de Alinos que tanto `afumó´ durante años.
Y ahora que hemos visto que nada sirve ser siempre una colonia energética, de ser una despensa de energía para el beneficio de unos pocos, parece que se nos ha olvidado y queremos volver a apostar a que empresas eléctricas dirijan el destino de los solemnes valles de Catoute.
Altas torres, largos cables, anchas pistas, pretenden instalar en parajes repletos de vida, donde juguetean esbardos y esguilos, y se sumergen nutrias y desmanes. Espacios sagrados, donde castañales, camponas, truébanos y xistras han alimentado a varias generaciones en una sabía economía de mutuo respeto con el medio ambiente. Quizás son los últimos reductos del urogallo cantábrico, testigo en vida de las últimas glaciaciones en la península ibérica y todo un símbolo de orgullo en todo el noroeste.
Los vecinos de estos valles son sabios, pero no sus representantes públicos, quienes parecen solo mirar la sucia plata, envenenada con chantajes y promesas, en vez de apostar por la dignidad y los principios de amor y defensa de la tierra que pisamos.
Esa dignidad si la han demostrado los vecinos de Páramo del Sil, representados por su alcaldesa Alicia y sus concejales, que están estos días manteniendo un pulso de titanes, dando un ejemplo de orgullo y dignidad a toda España, mientras otros ayuntamientos como Igüeña o Noceda están abriendo las puertas al desembarco de Repsol por un dinero manchado con cobardía y traición.
Recordemos que Páramo ha perdido toda su industria minera, hasta una central térmica, en los últimos 10 años. Por eso mismo, más valor tiene este pequeño ayuntamiento del Sil que, a diferencia de otros, ha entendido que es mejor tejer un futuro sostenible a largo plazo que vender sus recursos, su fuerza, su esencia, a despiadadas eléctricas por un dudoso cheque en blanco lleno de presiones y chantajes. Un canon que esta vez no pagaremos sino va a repercutir positivamente y directamente en los vecinos de estos pueblos y los venerables montes del urogallo y el xardón.
Alejandro Díez González es el editor de lasendadelhayedo.com