Cuando los nuestros no tienen razón

Mortadelo y Filemón.

Estamos infantilizados. Eso no se puede negar. Cada vez hay más gente con esa mentalidad de Mortadelo, en la que los que tienen razón persiguen con justa cólera a los que no la tienen, mientras los equivocados huyen.

No, de verdad: el mundo real no es así. La razón se construye posteriormente a los hechos, de manera que explique lo sucedido, pero tener razón o no, desde el punto de vista de la lógica, incluso de la lógica más kantiana, no te ayuda a ganar una batalla.

El problema, que escinde y aliena a la gente, especialmente a esa pequeña proporción de gente que tiene pensamientos propios, es que la lógica y los intereses no van siempre en el mismo saco. También es posible, y hay que aceptarlo, que la lógica y la razón estén de parte del enemigo, y que no nos interese nada su triunfo. Para mí, el ejemplo más claro es el de Palestina e Israel. Los palestinos tienen razón, pero los israelíes son los nuestros, los que hacen de tapón en Oriente Medio a los enemigos de Occidente. Parece que a estas alturas está claro que los sionistas (nada que ver con judíos y hebreos) son una banda de criminales que disfrutan matando mujeres y niños, pero lo cierto es que, en la narrativa de la Historia, así, con mayúsculas, están en nuestro bando, impidiendo el avance del mundo islámico hacia Occidente.

Lo cierto es que somos ricos porque hay un montón de gente pobre, trabajando a dos dólares la hora, por medio mundo, y eso convierte a nuestras clases trabajadores en extractores directos de la riqueza de otros. Quizás eso explique, como ya mencioné otro día, que por estas latitudes los pobres voten a la derecha.

Lo cierto es que, por mucho que nos quejemos de los americanos, son ellos, y a sus expensas, los que mantienen fluido el comercio internacional imponiendo la seguridad en los mares, para que las cadenas de montaje puedan seguir empleando insumos generados en múltiples latitudes, sin retrasos, sin violencia, y sin miedo a lo que pueda suceder en esas rutas, tan largas y tan naturalmente inseguras, hasta que aparecieron las flotas norteamericanas y sus portaaviones.

Hay que acostumbrarse a ello, aunque no sea bueno para nuestra salud mental. Hay que reconocer que lo justo y lo que nos conviene son terrenos separados. El peligro es convencerse de lo contrario, del otro lado de la moneda. El peligro es ir por ahí diciendo que, como fumamos, fumar es bueno.

Las contradicciones están para asumirlas, no para integrarlas. Curioso matiz, ¿verdad?

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