Josefina Blanco Tejerina: actriz y viuda de Valle Inclán y primera separada de España

Josefina Blanco Tejerina junto a Ramón del Valle-Inclán (a la derecha de la imagen).

Josefina Blanco Tejerina fue una reputada actriz leonesa, que se casó con Ramón del Valle Inclán y que fue la primera mujer en separarse en España en 1932. Su vida ha sido reconstruida por su nietos Javier y Joaquín del Valle Inclán.

Nació en León en una familia humilde, su apellido Blanco denota que su padre era hospiciano (todos los apellidos Blanco lo son). Su madre falleció cuando ella tenía 5 años, este luctuoso hecho cambió su vida, pues fue prohijada por su tía Concha Suarez que era actriz., con quien aprendió a leer, escribir, francés, tocar el piano; comenzó a hacer teatro con 7 años, habiendo, a lo largo de su vida, estado trabajando en varias compañías, como la de Matilde Moreno, Emilio Mario, Margarita Xirgu, Francisco García Ortega y María Guerrero. Entra en el teatro por causalidad, no la apasionaba, si bien, trabaja en España y en América y tiene muy buenas críticas, habiendo sido actriz principal en muchas obras tanto en Argentina, como México y en España. Se codeaba con lo más selecto de la intelectualidad de la época, incluido Valle Inclán de quien primero se hace amiga, para acabar casándose.

Su carrera como actriz, más bien su finalización, la marca su matrimonio en 1907 con Valle Inclán, pues en ese momento, a pesar de ser una actriz reconocida, comienza a ser “la mujer de”, llevándola un segundo plano, si bien no la eclipsó del todo. A partir del matrimonio, empieza a tener papeles secundarios por sus obligaciones familiares, sobre todo, el nacimiento de su primogénita Después nacerán los demás hijos, no pudiendo compaginar su trabajo en el teatro y su maternidad. Ante la disyuntiva deja el trabajo para dedicarse en exclusiva a la familia: atender a sus hijos, como era lo normal en la época. 

Viene a España Rubén Darío del que se hacen muy amigos, así que de su mano, en 1910 vuelve a escena con un viaje a países latinoamericanos, acompañada de Valle Inclán, en la compañía de Matilde Moreno, para después continuar con la de María Guerrero.

En 1912 se retira totalmente, debido a las obligaciones familiares por el nacimiento de más hijos, se van a vivir a Galicia, donde ella se queda, a pesar de que Valle Inclán está en Madrid, lo que la sume en una profunda melancolía y la rebela por la desigualdad en el plano intelectual y familiar entre ella y su esposo, pues queda en Galicia, desterrada y haciéndose cargo en exclusiva de la familia... muere su hijo Joaquín en 1914, lo que la sume en una profunda tristeza. 

Los pleitos de la primera separación de España

En 1918 regresa a los escenarios brevemente y en 1926 realiza teatro experimental. Su renuncia al trabajo supone una rebeldía, que unido a que Valle Inclán vive en Madrid, rodeado de artistas y ambiente intelectual, la lleva, en 1932, a tomar una decisión drástica, y contraria a su religión, pues se confiesa católica: se separa de Valle Inclán, siendo la primera mujer que lo hace en España. Su Abogada es Clara Campoamor, del Partido Radical. El juicio dura años. Le otorgan a Valle Inclán el cuidado de sus hijos mayores y a ella de los menores de edad, pero, le obligan a pagar la cantidad de 2.500 pesetas mensuales para el mantenimiento de sus hijos. Esto a Valle Inclán le parece excesivo y pleitean durante años por la rebaja de la pensión. El pleito dura hasta que él fallece, el 5 de enero de 1936. Escribe diatribas contra los togados que van contra él.

En ese momento, nuevamente el carácter fuerte, indomable, su sentido del deber y su lucha por la igualdad emergen, pues se hace cargo –como no podía ser de otra manera– de sus hijos, pero también del legado literario de su ex esposo Custodia el mismo valientemente, con energía, como a sus hijos. Se fue a vivir a Madrid, pero no tuvo buena relación con el Gobierno del Frente Popular, de hecho se opuso frontalmente, saltando a las páginas de la prensa madrileña la polémica entre la viuda de Valle y los organizadores de un “homenaje popular” al escritor gallego que se iba a celebrar en el madrileño Teatro de la Zarzuela, que consistiría en la representación de una obra que nunca fue del agrado de Josefina Blanco, Los cuernos de Don Friolera. Ella quería impedir a toda costa que la compañía Nueva Escena diese vida a los personajes y recurrió, de la mano de su abogada Clara Campoamor, ante la Dirección General de Seguridad para prohibir la puesta en escena, y por sí misma a don Manuel Azaña, rogándole que no permitiese que su nombre figurase “en ese cartel de rapiña”. De nada valieron sus gestiones, pues la obra se representó finalmente aunque Azaña declinó su asistencia. Por miedo a las represalias, se fue a vivir a Barcelona, donde le prometieron editar la obra de Valle, pero no fue cierto. Rehusó ofertas editoriales que le resultaron inaceptables.

Instalada en Pontevedra

Cuando acabó la guerra, Josefina Blanco se instaló en Pontevedra. Aquella mujer menuda se convirtió en la mejor valedora de quien fuera su marido y lo hizo de la única manera que cabe cuando se habla de un escritor: editando sus obras, incluso fundó una editorial Rúa Nova. El 13 de enero de 1940 solicitó autorización al Ministerio de Industria y Comercio para ejercer como “editor de sus propias obras” y ese mismo año la editorial Sopena puso en las librerías Tirano Banderas y La corte de los milagros. Al tiempo, mantuvo abiertos los canales de comunicación con otras casas editoriales, por ejemplo, Espasa, y personas vinculadas a ese mundo en el extranjero, como María de Maeztu, quien en 1941 le expone su deseo de editar en Argentina, de la mano de la editorial citada anteriormente, una antología de autores españoles del siglo XX. Entre 1941 y 1944, la Editorial Rúa Nueva sacó 21 tomos en la colección Ópera Omnia. No era fácil, pues su marido había trabajado para la República, no había derechos civiles y la censura estaba muy presente, convenía aguardar hasta que las obras de Valle-Inclán pudieran circular libremente en el mercado editorial. Fue ayudada por Azorín y Jacinto Benavente, que prepararon los prólogos para las obras completas que se imprimieron en la Tipografía Rivadeneyra en 1944. Todavía en 1953 hubo sus más y sus menos con la censura, pues se le denegó la autorización para editar las cuatro Sonatas en un volumen.

No le gustaba hacer declaraciones, ni mostrarse en la prensa. Tan sólo se conoce una entrevista publicada en el número 2 de la revista La Estafeta Literaria de 20 de mayo de 1944, firmada por José Filgueira, en la que declara su preferencia por las novelas de su difunto esposo, en especial por Tirano Banderas, y el poco aprecio que sentía hacia la obra de teatro Los cuernos de Don Friolera.

Falleció en Cambados el 19 de noviembre de 1957 y está enterrada en su cementerio con su hijo mayor, Joaquín, cuya muerte fue traumática para ella.

Como dice Javier del Valle Inclán Alsina: “Y allí reposan sus restos, bajo los arcos de Santa Mariña de Dozo, cubierta por una bóveda celeste que, según los días, se ilumina o se torna gris: Como su vida”.

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