¿Y ahora insinuaciones a León de inducción al asesinato?

Están proliferando acusaciones injustas y alucinantes contra el leonesismo.

En el artículo El peligroso mantra ‘castellanista’ de propagar que los leoneses “fomentan asesinatos” se entera uno de cosas tremendas. Al parecer se nos imputa haber creado un clima hostil en toda la autonomía como consecuencia del trato vejatorio dispensado por los leoneses a sus vecinos pucelanos. Bueno, si en las plazas de España se acusa de mafia a un gobierno que se tambalea pero sus adversarios no son capaces de derribar, poco me parece que a nosotros nos tachen de agresivos agentes subversivos. Ya me imagino yo a un señor de Izagre lanzando insidias y calumnias con el fin de que menudeen los muertos por las calles de Mayorga y sus cabezas pendan de los cuatro brazos del rollo de Justicia que luce en su plaza.

El despropósito no puede ser mayor así es que vamos a ir desmenuzando el contenido del susodicho artículo por ver que se pudiera extraer del mismo. En primer lugar no conozco a ningún leonés de mi entorno al que haya escuchado decir que hay que ejercer acciones violentas contra cualquier otra persona por pertenecer a tal o cual provincia. Es verdad que hay leoneses desquiciados que se manifiestan contra derechos autonómicos ajenos sin ver que ellos no tienen ninguno. Más allá de eso, tal afirmación es una solemne majadería.

Cierto es que renegamos de la provincia en la que ha implosionado el resto de la autonomía con evidentes ventajas para ella y que nunca se ve ahíta. Oscar Puente, al que se le paran los trenes, suspira porque Valladolid sea la macrourbe que lo engulla todo, la capital financiera, industrial y comercial. Quede la ruralidad y la despoblación para el resto. El coro de palmeros que espera sacar tajada de tal propuesta, como Mañueco y sus acólitos, pese a las aparentes diferencias ideológicas, suscriben el proyecto. ¡Hay que tener cuajo para que un obeso pida a otros ocho comensales que hagan dieta porque no vayan a engordar en exceso!

¿Con este escenario pretenden las fuerzas vivas vallisoletanas que León aplauda? No, no aplaudimos pero hombre, no querrán que les demos caramelos. Castilla y León se ha convertido ‘de facto’ en Valladolid y sus colonias. Hay en León quienes creen que, como no hay sede autonómica designada, ésta no existe. ¡Vaya si existe! Pero ya que de fuerzas vivas hablamos, vayamos entrando en materia. Al parecer, periodistas de la provincia adyacente han vituperado a ILEÓN por dar la noticia de que un hijo putativo de Valladolid trató de eliminar un bien patrimonial leonés serrando las raíces del tejo de San Cristóbal de Valdueza. Claro, mejor callar su origen y darle las gracias por la ocurrencia.

Vamos al caso, la prensa vallisoletana ha estado presidida por El Norte de Castilla que, según se lee en algunos textos, fue creación de los harineros vallisoletanos, entre cuyas excelencias estuvo promover el movimiento falangista que tuvo en esta provincia uno de sus máximos exponentes. Valladolid se caracteriza por arrojar al panorama nacional personajes de los que conviene cuidarse, una de las debilidades que no contemplaron de los padres leoneses de la Constitución que regalaron nuestra condición de entidad propia

Los ejemplos son numerosos: el duque de Lerma, un gran corrupto que pegó pelotazos urbanísticos trayendo la corte de Madrid a Valladolid ya en el siglo XVII y tomó los hábitos cardenalicios cuando vio que su cabeza peligraba, dejando el puesto en el cadalso a su valido Rodrigo Calderón. Natural de Tordesillas, como el anterior, fue el general Queipo de Llano, singular personaje que se sublevó contra la monarquía con la cuartelada de Cuatro Vientos, y después contra la República, exhibiendo grandes dotes de carnicero contra la población civil. Otro eximio pucelano fue el fiscal general del estado Jesús Cardenal, en cuya contribución a la Justicia estuvo la de impedir que el dictador chileno Pinochet fuera extraditado de Inglaterra para ser juzgado en España por delitos de sangre. También está el inefable José Luis Rodríguez Zapatero, y ya tenemos buena muestra de lo que podemos esperar.

Así pues, los ladridos que llegan desde el Pisuerga son aullidos de lobo y ya se sabe que el lobo devora borregos, con especial predilección si son lanares borreguitos de León. ¡Ah, y me parece un fraude que sólo le caigan tres años de cárcel, que se quedarán en nada, al vándalo que quiso cercenar nuestro tejo milenario! ¡Si es que los caballeros que persiguen al Toro de la Vega son unos pobres infelices que se ven acometidos por la fiereza de los leoneses! En cuanto a comentarios de Twitter y otras vainas de redes sociales, apliquémonos la frase que se atribuye al Quijote aunque tal frase no aparezca en dicha obra: “Ladran, luego cabalgamos”.

Y por último algunas apreciaciones sobre la agresión sufrida por las vallas colocadas por Conceyu en León y Ponferrada, a las que hace referencia el citado artículo. No soy partidario de emborronar ni tachar señales de tráfico, vallas y otras señalizaciones. Entiendo que la frustración pueda conducir a ello, pero no deja de ser un signo de impotencia.

¿Nos tienen miedo?

Un servidor discrepa de numerosos puntos que sostiene Conceyu y lo hace con la autoridad del leonés que quiere y, cuando tiene ocasión, defiende a su tierra, pero hago mío el ultraje de sentir que tratan de silenciar la voz de los que, como Conceyu, defienden públicamente la causa leonesa. ¿Acaso tienen miedo? Me causa repulsión que los enemigos de nuestra autonomía se ensañen contra toda manifestación a favor de León. ¡Qué arrojo! ¡Qué inquina! ¡Cuánta miseria! Yo creo que todo es fruto del resentimiento de constatar que todavía en León quedan rescoldos de oposición a perder sus señas identitarias, que aún no estamos convenientemente doblegados y que buena parte de León sigue sin ser permeable a Castilla.

Quiero terminar este escrito con dos llamamientos. El uno a Conceyu para que asuma esta brutal agresión como el tributo que se ha de pagar en el ara del sacrificio por León que algún día, esperemos que pronto, sea reconocido por la ciudadanía. Y el otro es apelar a esa misma ciudadanía para que de una vez abra los ojos y vea que somos escoria en el seno de esta autonomía, semovientes de carga a los que se amenaza con el descrédito, la sierra o el bote de pintura.

La historia no absolverá a los leoneses sometidos y sometedores al yugo castellano. Si aún nos queda un átomo de dignidad este trato degradante no se puede seguir consintiendo.

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

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