El relato del inicio de la Guerra Civil en León
El pasado 28 de julio se publicaba en este digital un artículo titulado '¿Se ha contado bien el inicio de la Guerra Civil en León?' y firmado por Javier Fernández-Llamazares. Como en el mismo se aludía –entiendo que laudatoriamente, y así lo he agradecido– a mi persona, por ello, y porque, a mi modesto entender, algunas de las afirmaciones que en él hace su autor merecen ser matizadas o aclaradas, me permito responder, hasta donde yo sé y alcanzo, a la pregunta que plantea el titular de dicho artículo.
Vaya por delante que creo conocer toda la obra publicada por Javier Fernández-Llamazares; que la estimo valiosa; que es por ello una de mis fuentes (entre otras muchas de variada índole) en las investigaciones sobre León y su provincia en las que llevo no poco tiempo ocupándome; y que así la cita (faltaría más) este aficionado indagador cuando de ella toma algún dato o información.
Sentado lo anterior, y centrándome en el inicio de la Guerra Civil en León y el modo en que este ha sido contado, mantiene Fernández-Llamazares que, la narración de toda la contienda en realidad, y no solo en León, “está desfasada y con graves problemas no sólo de interpretación sino de autoría”, y pasa a acusar acto seguido a dos reconocidos historiadores leoneses (Wenceslao Álvarez Oblanca y Secundino Serrano), pioneros en la investigación sobre la Guerra Civil en León, además de expertos en otras temáticas, de plagiar en su libro del año 2009 “una parte de la gran obra (y ‘excelente’, además de ‘rigurosa’) del periodista e historiador franquista Joaquín Arrarás Iribarren sobre la Guerra Civil Española, rellenando los huecos o vacíos argumentales de Arrarás con teorías indocumentadas”.
No voy a pretender yo defender a nadie aquí, pues sobrados medios tienen con toda seguridad los así aludidos para su defensa, si desearen hacerla. Apuntaré tan solo algunas cuestiones que entiendo elementales y que proceden de historiadores consagrados, solventes, y reconocidos en la historiografía sobre la Guerra Civil española y sus tiempos anteriores y posteriores, de los cuales no citaré más que al profesor Ángel Viñas, quien afirma que “no hay Historia definitiva” sobre hecho alguno del pasado, y que esta disciplina del conocimiento, esta ciencia, está “sujeta a una permanente revisión” de lo hasta un cierto momento conocido, en función de nuevas fuentes que alumbran datos nuevos o de novedosas interpretaciones de lo ya sabido. Tampoco suele comenzarse desde cero en el estudio sobre cualquier hecho o periodo histórico, y el conocimiento viene siendo acumulativo, acrecentando o aquilatando, y a veces variando o matizando, lo ya conocido, en una labor de conjunto en la que suman muchos esfuerzos en pro de obtener la verdad más objetiva posible sobre lo investigado.
Señalaré también que en la bibliografía consultada del libro “La Guerra Civil en León” incluyen sus autores la obra de Joaquín Arrarás “Historia de la Cruzada Española” (de 1939) que el señor Fernández-Llamazares tanto encomia (y otra de 1970 del mismo autor), y relacionan y referencian sus imágenes, citando a Arrarás como una de las colecciones particulares de las que alguna procede.
Joaquín Arrarás y otros “historietógrafos”
Por otra parte, calificar hoy, a estas alturas, los trabajos del periodista (que no historiador) Joaquín Arrarás (nacido en 1898, no en 1935 como seguramente por error involuntario se dice), y sobre todo su “Historia de la Cruzada…”, de “gran obra”, de “rigurosa y profunda”, y afirmar que “nadie le puede objetar un solo error en lo publicado”, y que su autor “sigue siendo el mejor historiador que haya tenido esta provincia sobre lo acontecido en la guerra fratricida de 1936” es ignorar, solemne y culposamente, todo lo mucho que desde la publicación de tal obra han asentado sólida y documentadamente tantos consagrados historiadores españoles y extranjeros, algunos de los cuales (Hugh Thomas y Herbert R. Southworth, por no citar más que a estos dos de una enorme pléyade) ya desmontaron nada menos que desde 1961 y 1963 uno a uno, con solvencia, rigurosidad, y con fuentes de toda fiabilidad, tantos mitos, falsedades, tergiversaciones, mixtificaciones, ocultaciones y mentiras sembradas por los pretendidos historiadores franquistas, en realidad hagiógrafos y propagandistas del franquismo y de su Caudillo (“historietografos” los han nombrado otros insignes historiadores, estos sí) que prostituían una y otra vez la verdad histórica –a sabiendas muchos de ellos– con el objeto de justificar lo injustificable: lo que llamaron “el Alzamiento” (un golpe de Estado sanguinario y muy premeditado en realidad) y la necesidad de perpetrarlo.
Algunos supuestos historiadores lo continuaron haciendo, y varios lo hacen todavía, con poca originalidad, por cierto, pues siguen atropellando hoy las mismas verdades que ya arrasaron desde el principio los vencedores con su interesada y falaz “Historia” oficial, y única, impuesta y propalada por “el Régimen” (les llaman a veces “revisionistas”, pero realmente son “negacionistas” de la Historia). Disiento del señor Fernández-Llamazares: sí es cierto que los vencedores escriben la Historia, y lo hacen en su provecho, falsificándola. Tan cierto es esto, que hasta usted se refiere a “lo acontecido en la guerra fratricida de 1936”, reproduciendo, tal vez sin ser consciente de ello (lo que denotaría hasta qué punto ha calado y perdura una de las varias acomodaciones sufridas a lo largo de los años por la Historia oficial franquista), o desconociéndolo, un relato interesado que prescinde del golpe militar, mitad exitoso y mitad fallido y que por ello desencadena y origina la guerra (que los sediciosos preveían, y en algunos lugares un tiempo de desórdenes), que tiene unos responsables, los implicados en la enésima conjura contra un régimen surgido de la voluntad popular y de las urnas, una guerra que no se debe al cainismo de los españoles, condenados así por el destino a enfrentarse entre hermanos… Un relato falso y tan interesado, que, olvidando el golpe de Estado y sus autores e intereses, nos endosa otra falacia: la de unir con la guerra la (denostada) República, y hacer a esta responsable de la contienda….
Le acepto, señor Fernández-Llamazares, que hay que someter a examen minucioso los relatos procedentes de Victoriano Crémer, dado, como otros muchos, a falsear, retocar, y someter a algún lavado su biografía. Desconocía que lo mismo suceda con José Vela Zanetti (este modesto indagador llega tan solo hasta dónde llega), y se lo doy por bueno, si usted lo afirma. De todos modos, convendrá conmigo en que descubrir y rechazar narrativas falseadas es más fácil si en la investigación de que se trate se cuenta con numerosas fuentes. Por cierto: investigar sobre el periodo histórico de la República, la Guerra y la posguerra en nuestro país viene a ser en realidad y sobre todo ir sustituyendo mitos y falacias por verdades contrastadas, o por datos objetivos y lo más aproximados a la verdad de lo sucedido.
En cuanto a su alusión a la ideología del investigador, permítame que le diga que me temo que, inevitablemente, cada cual y toda persona tiene la suya; usted también, y yo, por supuesto, y desde luego. Si me permite que le hable de la mía, le diré que me enorgullezco de tenerla, y nunca la he ocultado. También le digo que creo que no tiene que ser la ideología de cada quien óbice para conseguir en el terreno de la investigación histórica un trabajo serio, riguroso, honesto e imparcial, construido con arreglo a los cánones y al buen hacer establecido para la ciencia de la Historia. Sinceramente le digo que en ello me esfuerzo especialmente por mi parte, y que creo tener indicios de que, sino del todo, lo voy logrando en alto grado. Me permito citarle de nuevo al profesor Viñas, quien afirma que es posible ser, historiando, todo aquello, lo que no supone ser neutral, pues en una Historia en la que hay agresores y agredidos, verdugos y víctimas, es siempre obligado estar con los segundos.
La supuesta revolución socialista preparada para octubre de 1936
Siguiendo en buena parte el orden de lo que usted expone, me ocupo ahora de su afirmación sobre “ese previsto nuevo golpe o revolución violenta para octubre de 1936 que el partido socialista preparaba a nivel nacional, mejor planificado que el de octubre de 1934”. Como usted bien sabe, procede la información de dos sumarios de la Auditoría de Guerra de León, en el Archivo de Ferrol, en uno la declaración de un apresado (con toda seguridad bajo tortura), en el otro la afirmación de Modesto Sánchez “Cadenas” en mayo de 1936 en el congreso secreto o reservado en el que los socialistas leoneses someten a crítica interna lo actuado por unos y por otros en la revuelta de octubre del 34. Se hizo lo mismo entonces por los socialistas astorganos, sin que se tratara, según las Actas, nada ni de lejos parecido.
Mostrando mis dudas sobre que los militares sublevados en León conocieran antes del golpe tales propósitos y previsiones, pues el socialista apresado lo es el 20 de agosto (tras una breve detención el 20 de julio), y los documentos de “Cadenas” sobre octubre de 1934 los obtienen en el registro de su domicilio el 16 de agosto. Resulta que con estas dos afirmaciones tenemos un problema: no cuadra lo mantenido en estas fuentes con lo que hace ya muchos años diversos y no pocos historiadores, todos muy cualificados y prestigiosos, dan por bueno: la supuesta y esperada (para diversas fechas) revolución de la izquierda (comunista), contra la que, para impedirla, adelantándose, se habrían alzado los golpistas conjurados, es un mito, un absoluto “camelo” hace ya tiempo “deconstruido”, creado por los rebeldes para tratar de justificar el golpe de Estado. Son muchas las evidencias publicadas, y de variado tipo, en las que se basa tal aserto. Algunas de ellas las he recogido en diversos pasajes de mi última obra. A ellos lo remito.
A mayor abundamiento, resulta curioso, e impensable, que, de ser cierto lo que esos documentos muestran, no se explotara favorablemente por el franquismo en la Causa General (de Oviedo y León en este caso), y cuesta lo suyo pensar que perdieran los sublevados tan magnífica ocasión de apuntalar con ellos su mentira de la revolución izquierdista en preparación y abortada con su “Alzamiento”. Trayendo de nuevo al profesor Viñas, que precisamente publicaba el 29 de julio en el digital InfoLibre un artículo que titula “Desmontando el bulo de que ‘la Guerra Civil salvó a España del comunismo’ que tanto repitió el franquismo”, una de cuyas ricas aportaciones a la Historia es la importancia como fuente de la “evidencia primaria relevante de época” (epre), afirma este que forma parte del trabajo de historiar analizar, valorar, contextualizar e interpretar las fuentes, todas, también las documentales y primarias, esas solas a las que parece que fía usted en exclusiva todo y siempre, y que al parecer no se concede cotejar y contrastar con otras, de todo tipo, también las secundarias, en aras de depurar y aquilatar con mayor grado unas y otras.
Es la interpretación de los datos obtenidos, que puede ser variable y un tanto subjetiva, lo que hace de la Historia una ciencia “liquida” (y no “sólida” o exacta), al decir del mismo Ángel Viñas, pero aun así, tal interpretación debe de ajustarse a la coherencia y a la congruencia con el contexto de los hechos estudiados y con lo que se desprende de otros datos y fuentes, so pena de hacer la disciplina tan “gaseosa” que deje de ser ciencia.
Le daré mi opinión, si me lo permite, sobre el informe de “Cadenas” y lo declarado por el joven coyantino Antonio García Pérez: deduzco yo del contexto, y de las consideraciones de los “porqués” y los “paraqués”, que las afirmaciones de esas fuentes se hacen, además de en “el interno” del partido socialista, para el “consumo interno” de sus militantes, y valen en tal contexto lo que valen, al menos hasta hoy. Tal vez mañana, en algún lugar, aparezcan nuevos datos en alguna hoy desconocida o inaccesible fuente que avalen los que muestran esos dos documentos, y toque así reconsiderar y revisar lo hasta ahora asentado como veraz por los expertos.
Volviendo a las fuentes, las bibliográficas, le diré, señor Fernández-Llamazares, que no debería usted despreciarlas como tales. Si lo hace y alardea de ello, y si afirma sobre la bibliografía, por partida doble en sus dos libros del año 2020 (en las páginas 69 a 72 de uno de ellos se halla prácticamente tal cual su artículo que ahora contesto), “he renunciado en tales trabajos a perder el tiempo con una retahíla innecesaria de títulos que no he leído, ni falta que hace” (páginas 301 y 69 de uno y otro), creo que se autolimita y se recorta sus posibilidades de acercarse lo máximo posible a la verdad investigada, y dudo que ello favorezca precisamente los fines de historiar.
Sus afirmaciones a propósito de los capitanes Rodríguez Lozano y Eduardo Rodríguez Calleja, y sus papeles y peripecias en los inicios del golpe militar (más que de “la Guerra Civil”), y antes, las comparto en lo esencial. También lo referido al papel del coronel Vicente Lafuente Baleztena, y al del general Carlos Bosch. Pero, permítame: todo eso era ya conocido, y forma parte de lo sabido en términos muy generales sobre lo sucedido en el golpe de julio de 1936 en la ciudad de León desde las publicaciones de los primeros investigadores leoneses. Se sabía igualmente de los multados por los rebeldes por abogar por Miguel Castaño (y otros condenados a muerte como él por los golpistas), pero faltaba en esto, ciertamente, conocer los detalles de cuántos y quienes fueron los multados y las respectivas cantidades de las multas, y a usted y a su documento se debe conocerlos.
Mi relato del golpe militar en la provincia de León
Hablando de detalles, y contestando ahora a su pregunta “¿Se ha contado bien el inicio de la Guerra Civil en León?”, se la responderé, a riesgo de ser tachado de inmodesto, por lo que a mí respecta: Yo he trabajado, no poco, durante mucho tiempo, manejando y cotejando muy numerosas y variadas fuentes, para contar en “Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León”, los días del golpe militar que van del 17 al 31 de julio de 1936 (pero no solo; he abarcado mucho más) en la ciudad de León y en toda la provincia, ampliando en muchos casos lo que ya era conocido, y dando a conocer por primera vez y por escrito en otros muchos lo hasta ahora ignorado, y lo he hecho (a lo largo de unas 1750 páginas en dos partes o tomos) con extensión y con sumo detalle, narrando día a día, y a veces hora a hora, lo que fue sucediendo en aquellas dos semanas cruciales en numerosos lugares de nuestra provincia, en los más significados al menos, de modo que está hoy disponible para quien en ello se interese una obra que, afirmo, es la más completa, actual y detallada sobre las jornadas del golpe de Estado de julio de 1936 en los pueblos, villas y ciudades de la provincia de León, a ella vuelvo a remitirlo.
No sé si el objeto de mi investigación está en dicha obra bien contado o no. Lo que si le digo es que de los lugares de los que ya había información hay ahora mucha más, y ha empezado a haberla, y no poca, y minuciosa, de los otros muchos de los que no la había, toda ella, por supuesto, debidamente referenciada en cuanto a las fuentes que la avalan. Tampoco sé si esto que le digo hará variar su apreciación de “considerar tarea fallida hasta ahora la de recomponer debidamente la Historia de la Guerra Civil en León”.
La fiabilidad del coronel Lafuente Baletzena
Volviendo al coronel Lafuente, y sus “detalladísimos, fríos, precisos y profesionales informes militares de aquellos días de julio”, le diré que está claro que el coronel fue un golpista, el máximo golpista, el “director” de la conspiración en León, y entiendo yo que (como con Arrarás) sería muy arriesgado conceder alta credibilidad a su relato, que tendrá sin duda “interés de parte” (fue el coronel fuente de Concha Espina en su relato sobre las astorganas “Princesas del martirio”, nada fiable, según en mi citada obra he demostrado). No conozco esos documentos. Si, por lo que cita del Archivo Militar General de Ávila, se tratase de informes incluidos en el Expediente militar personal del coronel (y pronto general) Lafuente, le recomendaría que, en cuanto a su crédito, tuviera en cuenta lo que el profesor Viñas (una vez más) ha estudiado, y publicado en el año 2022 en su libro “El primer asesinato de Franco”, sobre el modo en que en los años de la guerra y los siguientes elaboraban y reelaboraban a su gusto y conveniencia sus respectivos Expedientes tantos militares rebeldes.
En cualquier caso, estimo que será ese que usted dice poseer un documento valioso, y pienso que ayudaría en la labor (que yo creo común) de ir completando entre muchos el puzle de la historia leonesa de ese periodo que usted lo diera a conocer, facilitando así confrontar su contenido con lo que ya nos resulta, por otras fuentes, conocido.
La documentación de AERLE
Coincido con usted en lo inadecuado e inasumible de que el que fue (¿y es?) responsable de AERLE custodie documentación obtenida con dinero público, pero tengo que corregirlo: no custodia “sentencias militares”, ni “para acceder a ellas hay que contactar obligatoriamente con él”. Custodia y dispone, solo, de las copias digitales de tales documentos (y ya es mucho que no estén estas disponibles para el público). La documentación original sigue en el Archivo de Ferrol, a disposición de quien la quiera consultar, ciertamente con los condicionantes de la consulta presencial, un Archivo que, por cierto, algunos ya consultábamos años antes de que AERLE se creara, y una situación, la de esa guarda privada de las copias digitales, que particularmente y con otras personas en ocasiones, vengo hace años denunciando y urgiendo a que se le ponga fin.
Valoro, como usted, los estudios arqueológicos realizados en el Frente Norte, y desconozco el alcance de esas “limitaciones de Hismecon” a las que usted se refiere. Le hago notar, en cualquier caso, los avances que en la investigación sobre la guerra y la posguerra en León suponen las recientes tesis doctorales sobre la represión de género y sobre la represión económica (está accesible en la red) de dos excelentes investigadoras que forman parte de ese colectivo.
Remataré esta respuesta a su escrito previo, que espero no le resulte larga en demasía, asegurándole que, contra lo que usted afirma al final del mismo, en cuanto a ocultaciones y reescrituras de la Historia, fue precisamente el franquismo, por medio de historiadores falsarios como el que usted alaba y en el que tanto fía, el que interesadamente la ocultó, tergiversó, escamoteó, y reescribió, siendo, como ya le señale, esencialmente labor de los posteriores investigadores del pasado, de aquel pasado, ir sustituyendo tantas mentiras inventadas por el mayor alto grado posible de objetividad y de verdad. En ello seguimos y ya llevamos algunos mucho tiempo.
José Cabañas González tiene una página web: www.jiminiegos36.com