Un leonés en el epicentro de un escándalo nacional: la autoamnistía de Alfredo Nistal en 1932 (II)
Sobrepasada la mitad de enero de 1932 proseguía el escándalo por las graves faltas en la hoja de servicios del funcionario postal. Como mostramos en la anterior entrega, eran muchas las voces que exigían al leonés Alfredo Nistal, por entonces director de Correos, la dimisión por su decreto que borraba de sus expedientes personales las suyas y las de todos los funcionarios postales que en el pasado habían sido sancionados.
El 19 de enero, el redactor del diario vespertino La Tierra escribía que todo el mundo suponía que “a estas horas el señor Nistal habría dimitido”. “No ha sido así. Esto de dimitir en los que sin mérito y en entredicho ostentan cargos de esplendida remuneración es algo que no les pasa ni por la imaginación. Cree que con la defensa de vulgar leguleyo que le hizo en el Parlamento el ministro de la Gobernación ya está a salvo de toda duda su capacidad ética para continuar al frente de Correos, pero a pesar de los subterfugios del ministro tuvo este que dar la razón plena al señor Rodrigo Soriano en su exposición de las faltas graves que obran en su expediente, y ello equivale a que persiste su entredicho, y a que, con otra epidermis del interesado, su dimisión debió ser fulminante. Pero sin duda en el 'socialenchufismo', en cuanto a dimitir, se sigue la misma táctica del famoso coro ministerial de la divertida opereta 'Los cadetes de la reina': ¡Todo menos dimitir!”.
'Matando' al mensajero
Al día siguiente, 20 de enero de 1932, titula La Tierra, también en primera página: “La inviolabilidad del señor Nistal. Anoche fue de nuevo denunciada y recogida por La Tierra. Por defender al Cuerpo de Correos de unas injurias vertidas por dos funcionarios”. Se relata que decididamente el señor Nistal es inviolable, goza de un fuero especial y de un privilegio excepcional dentro de la República. Y se protesta de nuevo tras este segundo “atropello análogo, injusto y abusivo, en virtud de querella del ministerio fiscal, y que atenta contra la libertad de pensamiento y de crítica consagrados en la Constitución del Estado (artículo 34), máxime cuando la crítica es depuradora de vicios, lacras y corruptelas, abuso al que se contrapone que se proteja desde el Poder público a un funcionario en entredicho ante el Parlamento y sobre el que de modo oficial pesan cargos graves, investido al parecer de un fuero de privilegio superior al del propio jefe del Estado, que de él carece, según la Constitución de la República”.
[Ciertamente, había salvado el Gobierno en diciembre de 1931 la inconstitucionalidad de lo dispuesto en la excepcional Ley de Defensa de la República de 21 de octubre del mismo año, incluyendo dicha Ley en la Carta Magna el día anterior a ser esta votada, con urgencia y sin discusión parlamentaria, como un artículo adicional y transitorio de la propia Constitución, vigente tal artículo hasta la sustitución de aquella Ley por la de orden público de 28 de julio de 1933, una argucia que algunos diputados y juristas protestaron].
El periódico prosigue relatando: “Llegan con copiosidad a nuestra redacción escritos y cartas, firmados por empleados de Correos, en los que nos exponen antecedentes interesantísimos sobre el caso Nistal, y han visitado nuestra redacción esta mañana dos nutridas comisiones de funcionarios postales para contarnos cosas sabrosísimas y expresarnos su adhesión y solidaridad con la campaña que hemos emprendido para contribuir al prestigio, moralidad y crédito de la República”.
La campaña del rotativo prosigue el jueves día 21. En la cuarta página se inserta un artículo titulado: “El Cuerpo de Correos y La Tierra. La autoamnistía del señor Nistal”. Se trataba de seguir mostrando “la vergüenza por la que pasan la mayoría de los funcionarios postales, y los desmanes y los ultrajes a la dignidad corporativa de quien, en la más favorable de las apreciaciones, habría que calificar como empleado inepto o negligente recalcitrante, y al que solo el cambio de régimen y la confusión que su admirable y rápido advenimiento produjo podían hacer llegar a presidir el organismo postal”.
A continuacón pasa a citar detalles de algunos textos legales a propósito del perdón que a sí mismo se ha decretado el director general del ramo. Se trataría seguramente de “los antecedentes” y las “cosas” de la mañana anterior: “La real orden de 12 de mayo de 1930 sobre invalidación de correctivos impuestos a los funcionarios de Correos por faltas cometidas en el servicio, que no ha sido derogada, y que hace así innecesario el decreto de amnistía firmado por Nistal, dispone que la misma no tiene efectos retroactivos, y su eficacia rige a partir de la fecha en que esta se determine. Otras condiciones de la invalidación se refieren a los plazos entre las faltas y su revocación, a la reincidencia en las faltas y la excepcionalidad de su abrogación, y a su anotación en el expediente personal de los interesados, empleados de un Cuerpo, el de Correos, creado por el insigne Pi y Margall por decreto de 27 de mayo de 1873, disuelto al poco de fenecer aquella Primera República, y establecido de nuevo por real decreto de 12 de marzo de 1889, fecha que servía de conmemoración”.
La orden ministerial de 20 de mayo de 1931, para solemnizar el primer aniversario de la creación del Cuerpo de Correos bajo el régimen republicano, concede amnistía general para todas las faltas administrativas cometidas por funcionarios postales que estuvieran sancionadas y calificadas en tal fecha, exceptuando algunas faltas graves, entre ellas las que constituyan delito. Además, se dispone en su Reglamento que “la reincidencia en falta ya cometida se castigará con la pena superior inmediata”. Ante esto, el periódico se preguntaba “¿cómo se podría en lo sucesivo apreciar si un empleado ha sufrido o no corrección si con arreglo a la flamante circular del señor Nistal desaparecen de las hojas de servicios las notas de las correcciones sufridas? El asunto entraña gran interés y La Tierra no cejará en su labor depuradora para así defender y velar por el prestigio del régimen republicano”.
El personal de Correos contra su director general
El viernes 22 de enero, aparecen en La Tierra noticias como que en medio de “la agitación obrera que se vive en varias localidades” catalanas y otras, se suspende por la autoridad gubernativa el mitin organizado para el domingo próximo en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona por la formación Extrema Izquierda Federal, en la que militan entre otros los también diputados “jabalís” José Antonio Balbontín, Salvador Sediles, Eduardo Barriobero y el famoso aviador comandante Ramón Franco Baamonde. [Este último es hermano de quien sería más tarde “Caudillo de España por la gracia de Dios], o que la Federación de Asociaciones de Inquilinos de España reclama que ”para no dar lugar hasta a un conflicto de orden público, es urgentísima la reforma y aclaración del decreto de alquileres“.
También publica aquel día el rotativo una nota de la Agrupación Postal Republicana de Barcelona, que titula “Contra una imputación injuriosa. El Cuerpo de Correos se defiende”, artículo en el que desmiente la difundida días antes por los dirigentes del Sindicato Nacional de Empleados Técnicos de Correos -una Sección en el total del sindicato- tratando de justificar en nombre de todo el Cuerpo las anomalías de la hoja de servicios de Alfredo Nistal, “que ni son normales ni generales en el personal postal (al que tal sindicato no representa en su totalidad), orgulloso ahora más que nunca de poseer expedientes exentos de mácula”. Señalan que las anotaciones adversas del señor Nistal son anteriores a la Dictadura primoriverista y defiende que carecen por ello del alto valor de persecución por rebeldía que tendrían si, además de ser de otra índole, se hubieran producido durante “aquel régimen ominoso”.
Se anuncia en la misma nota la asamblea general extraordinaria que se apresta a celebrar en la noche del mismo día el Sindicato Nacional de Correos para enjuiciar a los dirigentes Muñoz y Rojo, presidente y secretario del Comité ejecutivo de la Sección de Técnicos, por la defensa oficiosa que en su escrito hicieron del director del ramo, en el que vertieron imputaciones calumniosas contra los funcionarios postales, disconformes e indignados muchos de ellos con la conducta de ambos responsables del sindicato ugetista.
Uno y otro, acusados de defender antes los intereses socialistas que los de los empleados postales, eran destituidos en aquella junta “por una mayoría abrumadora (de 500 afiliados), en una mala jornada para la UGT”, según titula la noticia que al día siguiente, sábado 23 de enero, subscribe de nuevo en La Tierra el diputado Rodrigo Soriano. Afirma que le es muy doloroso al señor Nistal abandonar el coche oficial y el pingüe sueldo que disfruta, en contra de la opinión de la mayor parte del personal, entre el que hay “más de 500 empleados de la escala técnica del Cuerpo que superando los nueve años de servicios cobran algo más de siete pesetas diarias (menos que los jornaleros), habiendo reportado Correos en 1930 más de 37 millones a las arcas del Estado”, se recuerda al ministro de Comunicaciones desde un recuadro del periódico.
La dimisión
Giran las noticias en la prensa de las siguientes fechas sobre todo en torno a graves cuestiones como la insurrección de proletarios anarquistas en diversas localidades del bajo Llobregat, en Cataluña, y a la contención del movimiento revolucionario y las severas medidas que el Gobierno aplica contra los insurgentes. También sobre la expulsión de la Compañía de Jesús y la expropiación de sus bienes. Se habla de la crisis obrera y las numerosas huelgas, cierres de sindicatos cenetistas y otros incidentes laborales que salpican el país. Y entre tales acontecimientos, una gacetilla anuncia el martes 2 de febrero en El Diario de León que “han dimitido el director de Correos y el de Comunicaciones. Se admitió (por la mañana en el Consejo de ministros) la dimisión presentada por el director general de Correos don Alfredo Nistal Martínez”.
Se afirma en La Tierra en el mismo día que “no podía hacer otra cosa el señor Nistal después de haber quedado en entredicho en el Parlamento como consecuencia de la intervención del diputado Rodrigo Soriano”. “Resultaba intolerable que ejerciera tan importante cargo un funcionario con expediente tan poco edificante. La Tierra, por contribuir a depurar el prestigio del régimen, sufrió dos recogidas policiacas por efecto del caso Nistal”. [Volvería a ser retirado el 11 de febrero en Barcelona, según El Diario de León de aquella fecha, aunque tal vez lo confunda con el periódico 'Solidaridad Obrera']. Y se añade en un suelto encabezado por “Dimisión aceptada. El director general de Correos cesa en su cargo” que ahora el Gobierno, al decretar su cese, “coincide con nuestra posición y nos da la razón plena”.
La edición de esta fecha era de nuevo denunciada y recogida por la noche, esta vez por un artículo del anarquista redactor jefe Eduardo de Guzmán sobre torturas a los detenidos en la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, “como en los años del pistolerismo patronal”.
Todo oficial
Firmada el 3 de febrero de 1932 por Santiago Casares Quiroga como ministro de Comunicaciones, se publica en la Gaceta de Madrid el día 6 la Orden en la que se acepta la dimisión de Alfredo Nistal. Se encarga interinamente el despacho ordinario de la Dirección General de Correos a un jefe de negociado de primera clase. [Cuando, tras el golpe de Estado, desde Burgos el 23 de febrero de 1937 Alfredo Nistal es separado definitivamente del servicio junto a otros muchos, y dado de baja en el escalafón del Cuerpo de Correos, figura como jefe de negociado de segunda].
El mismo miércoles 3 de febrero aparece en La Tierra el último suelto dedicado al “asunto Nistal”. Bajo el título “La razón es hija del tiempo. El cese del ‘camarada’ Nistal en la Dirección de Correos”, se dice que el Cuerpo de Correos “está de enhorabuena con el cese de Nistal –lo de la admisión de dimisión es pura fórmula– en un alto cargo que exige no solo competencia, sino también ejemplaridad de conducta en su servicio al Estado”. Prosigue: “Ha caído de su pedestal el funcionario cuya hoja de servicios no era modelo de recto proceder ni de austeridad profesional. La Tierra, al secundar la labor gallarda y digna de Rodrigo Soriano, sufrió sañuda persecución, inspirada por el propio director de Correos, que había sido declarado inviolable”.
Defienden editorialmente que sin embargo “ahora los hechos vienen a dar la razón al señor Soriano y a La Tierra. El señor Nistal, justificadamente en entredicho, con todo el digno Cuerpo de Correos enfrente, no podía permanecer en un puesto que exige otras condiciones morales y de inteligencia que las del que lo desempañaba, y a la fuerza dimitió, como único medio de dar cumplida satisfacción al cuerpo de Correos y al país”.
“Ya no es director de Correos el ”camarada“ Nistal -prosiguen en La Tierra-. El inviolable y engreído es ya un simple funcionario, con siete u ocho faltas graves en su expediente. Esta ha tenido que ser la razón que al Gobierno ha inspirado su resolución de ayer. Pero a nosotros, que se nos han causado grandes quebrantos económicos por haber proclamado la verdad, ¿quién nos va a indemnizar de lo que por causa -mala causa- del señor Nistal hemos sufrido? Ha caído un 'socialenchufista'. El síntoma es satisfactorio. Pero la sanción del caso Nistal, que se decía perseguido por la Dictadura, cuando de esta no recibió sino favores de excepción, no basta. Es preciso seguir expurgando otros muchos nistales enquistados en la gobernación de la República. Y para terminar, suponemos que el señor Casares Quiroga, cuando se decida, en otra ocasión, a tomar la defensa de alguien, estudiará mejor las condiciones morales del defendido”.
Se suprime el ministerio de Comunicaciones
El 11 de febrero de 1932, en sus “Noticias de última hora” señala El Diario de León que “el Gobierno ha suprimido el ministerio de Comunicaciones”. Detalla que tras el Consejo de ministros manifestó su presidente, Manuel Azaña, a los corresponsales de prensa que finalizado el mismo se llamó al subsecretario de Comunicaciones para darle cuenta de la supresión del Ministerio, pues con los servicios que tenía encomendados no era posible sostenerlo. Se mantendrá la subsecretaría por la importancia de Correos y Telégrafos, pero afecta al Ministerio de la Gobernación, “que es donde deben de estar todos estos servicios”.
Tales cambios no se materializarían hasta abril de aquel mismo año, confirmándose entonces en el cargo de director general técnico de Correos a quien interinamente sustituyera a Alfredo Nistal Martínez. Antes, una orden ministerial del 15 de febrero de Organización de la Dirección General de Correos, con la que se pretende “transformarla en un órgano vivo para que responda a su elevada misión en beneficio del interés público”, proclama que obedece, además de a otras transformaciones que se estiman necesarias, a que “es de la máxima importancia que los expedientes por faltas cometidas en el desempeño de los diferentes servicios, queden sometidos a uniformidad en cuanto a la apreciación de hechos y a la propuesta de correctivos, evitando diversidad de criterios que sólo por esta circunstancia se apartan inevitablemente del más elemental espíritu de justicia”.
Censor y censurado comparten exilio
Pasados unos años, ambos, Rodrigo Soriano y Alfredo Nistal, perseguidos uno y otro por la dictadura franquista impuesta por los sublevados contra la República el 18 de de julio de 1936, terminaron exiliados en Chile. Allí sus vidas se cruzaban, tangencialmente, de nuevo.
Nistal llegaría desde Francia con toda su extensa familia en febrero de 1940 a bordo del carguero Lipari. Soriano sería nombrado embajador en el país andino antes del golpe militar, y desde Chile gestionaría junto con el poeta Pablo Neruda la acogida de más de dos mil republicanos españoles arribados desde los campos franceses de la derrota y la ignominia en agosto de 1939 en el barco Winnipeg. Uno de los llegados en aquel navío era Antonio Buendía Aragón, marxista y masón cordobés, que se desposaría con Consuelo Nistal Martínez, comunista como él.
También Nistal se ocupó en ayudar a los compatriotas transterrados. En Chile, en la capital de la nación, fallecerían ambos: en 1944 Rodrigo Soriano; Alfredo Nistal en 1952. Uno y otro tuvieron antes ocasión de conocer y de tratar a un joven socialista llamado Salvador Allende. Pero eso es otra historia.
José Cabañas González es autor del libro 'Cuando se rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León'. Con una 'Primera Parte: El Golpe“' de julio de 2022, y la 'Segunda Parte: La Guerra', de junio de 2023, ambas publicadas en Ediciones del Lobo Sapiens. Esta es su página web.