Agustina, 100 años cosiendo los sinsabores y las alegrías de la vida
La residencia geriátrica 'El Valle' de Villablino se ha vestido de fiesta para rendir homenaje a la primera residente que alcanza la edad de 100 años, Agustina Castro. Una mujer que disfruta su siglo de vida repleta de vigor, alegría y felicidad, con una sencilla receta: “Me lo hacen todo y mi familia, mis sobrinos, me quieren mucho”.
Agustina Castro Rubio, es natural del pueblo de La Cueta, donde nació, del que emigró y al que regresó. Ella misma resume escuetamente con gran capacidad de síntesis su vida en tres etapas: “La primera, muy negra y mala; la segunda muy buena y feliz; y la tercera, suave, con sus luces y sombras”.
No le gusta recrearse mucho, pero esa primera fase, la de más dolor, contiene el hito de que “con 14 años quedé huérfana de padre y madre, sin nada, y fueron unos años muy duros para los hermanos, para lograr sobrevivir y salir adelante”.
La mejor se corresponde plenamente con su tiempo de matrimonio: “Me case en 1950 con Leonides (Martínez Pérez) y la convivencia fue muy feliz, primero en el pueblo y luego nos fuimos a León en 1972”. En la capital, ambos trabajaron, “yo en un bar 7 años”, pero cuando Leonides se jubiló regresaron al pueblo, donde convivieron hasta su muerte en 2012. El matrimonio no tuvo hijos y su familia ahora la integran sus sobrinos, de ambas partes.
La tercera fase es la de la ausencia y la soledad. Bueno, ella matiza que “soledad no, que los vecinos del pueblo y mis sobrinos siempre han sido mi compañía, pero la ausencia de mi marido, sí”. Incluso en este periodo disfrutó de la compañía de su hermana: “Apenas dos años” pudieron convivir. Cuando las dificultades de movilidad comenzaron a ser decisivas “me fui con mi sobrino para el puerto de Somiedo”.
Y ahora ya, para no estorbar a su sobrino, “que tiene que atender a su ganadería, me vine el año pasado, el 1 de febrero, para la residencia”. Y allí asegura estar alegre y feliz, porque “me lo hacen todo, coso a ratos y convivo con mis compañeros”. De hecho, tan solo encuentra un inconveniente: “Que hay que pagar”.
No quiere despedir este año tan redonda celebración de 100 años de vida sin enviarles recuerdos de cariño y agradecimiento “a mis sobrinos, repartidos por León y Asturias, a mis vecinos de La Cueta, en especial a Estrella y su marido, del bar del pueblo, que siempre han sido muy buenos conmigo”, se emociona incluso.
Si compara la vida que llevaba en el pueblo y la actual, asegura que ha mejorado. En el hogar pasaba los pasaba ocupada en las labores de la casa y hacerse la comida. Y ahora, en cambio, “me lo hacen todo, coso a ratos o hago otras cosas, y además tengo compañía de continuo”. Es modesta Agustina. Porque comentan las encargadas de la residencia que lo de coser “es digno de ver, lo bien que lo hace”. Ha sabido coser un siglo de existencia y vivir para hilarlo.