Pablo Alonso, un berciano al frente de protocolo y la restauración en los palcos VIP del Mundial de Catar

Pablo Alonso, en el estadio Khalifa de Doha.

César Fernández

Cuando el día 1 de diciembre la Roja esté probablemente jugándose contra Japón su futuro en el Mundial de fútbol de Catar, habrá cientos de aficionados españoles en las gradas del estadio Khalifa de Doha. Uno de ellos apenas podrá seguir el partido. Nacido en Ponferrada en 1975, Pablo Alonso presume y ejerce de berciano incluso pese a que la vida lo ha llevado por distintas partes del mundo y ya es la segunda vez que está en el país asiático, ahora para vivir en primera persona un evento histórico. Lo hará como responsable de protocolo y restauración de palcos VIP en la competición futbolística más importante del mundo con presencia también en el estadio Lusail, donde se disputará la final.

Con padre de Tejedo de Ancares (Candín) y madre de Villadepalos (Carracedelo), Pablo Alonso tenía apenas cinco años cuando marchó a vivir a Oviedo y luego con once se trasladó a Santander. La familia se movía al compás de los destinos laborales de su padre, que quiso tener un médico y un abogado. “Yo cursé Derecho, pero no me hacía mucha gracia. Lo que a mí me gustaba era el turismo”, cuenta antes de relatar una trayectoria laboral itinerante con paso ya por Catar, donde trabajó como director de ventas de uno de sus mastodónticos hoteles entre los años 2014 y 2016. Así que ya sabía en parte a lo que se enfrentaba cuando fue contratado por la principal empresa concesionaria de los servicios de protocolo y restauración de la Copa del Mundo.

Su 'fichaje' se fraguó tras atender durante tres días en Málaga un viaje de promoción procedente de Catar. Y aterrizó en el país árabe a mediados del pasado mes de septiembre, con el termómetro rondando los 40 grados centígrados. “Yo llevo bien el calor. He estado en verano a 50 grados a la sombra”, dice por teléfono el fin de semana previo a la festividad de Todos los Santos en España, en uno de sus últimos días libres de un régimen laboral de 12 horas diarias (serán 14 los días de partido) para que ningún detalle quede al azar en la escala más alta de los palcos privados, la inmediatamente inferior al nivel del palco de autoridades, por lo que presumiblemente le tocará atender a directivos y celebridades del mundo del fútbol y otros ámbitos.

Pablo Alonso tendrá a su cargo a un total de 54 trabajadores, que en el estadio Khalifa ofrecerán un servicio exclusivo con una variada (aunque adaptada a las leyes del país) oferta de comida y bebida para un total de 36 palcos con capacidad para diez personas cada uno, acristalados y con acceso a las mejores localidades. El berciano no conoce a ningún otro español en la plantilla de su empresa, que ha 'tirado' de personal ruso que ejerció este tipo de funciones durante el Mundial de 2018. En la larga preparación hacia el Campeonato del Mundo han tenido que superar incluso algunos 'exámenes sorpresa' para comprobar que todo esté en perfectas condiciones cuando el balón empiece a rodar este domingo 20 de noviembre.

Con 54 trabajadores a su cargo, Pablo Alonso lidera un equipo que ofrecerá servicios de protocolo y restauración en los palcos de más nivel por debajo del de autoridades en partidos como el España-Japón de la primera fase y la propia final del Mundial

Lateral derecho de un equipo modesto durante su estancia en Cantabria, Pablo Alonso reconoce que era un jugador “del montón”. Dice seguir con especial interés los partidos de la Ponferradina, el Atlético de Madrid y el Barcelona. Pero ya es consciente de que apenas podrá disfrutar del fútbol en el estadio Khalifa, el más antiguo de las sedes mundialistas (data de 1976 y tiene capacidad para 40.000 espectadores), que acogerá seis partidos de la primera fase hasta ese teórico decisivo encuentro entre España y Japón, todo un guiño del destino que apenas le dejará pestañear. “Con suerte acaso podré ver algunos segundos”, asume al revelar que el servicio de protocolo y restauración comienza tres horas antes del partido y se prolonga hasta dos horas después del final.

El Khalifa también acogerá un encuentro de cuartos de final y el correspondiente al tercer y cuarto puesto. Pero eso no quiere decir que su actividad se detendrá dado que ejercerá el mismo rol en el estadio Lusail, la joya de la corona, con capacidad para 80.000 espectadores, donde se disputarán un partido de cuartos de final, una de las semifinales y la gran final del día 18 de diciembre, con la Navidad a tiro de piedra en un Mundial atípico que tuvo que salirse de sus habituales fechas veraniegas por el excesivo calor en el país y rodeado de polémica por la elección de un estado considerado como una monarquía absolutista alejada de los valores democráticos occidentales.

Un mensaje de tranquilidad a los aficionados

El berciano no esquiva la polémica. “Yo jamás tuve ningún problema”, afirma sin dejar de advertir que en el país no está permitido beber alcohol en la calle ni vestir de manera provocativa, pero lanzando un mensaje de tranquilidad a los aficionados. “Catar necesita una exposición internacional que no ha tenido. Ellos son conscientes de que tienen que dar la mejor imagen posible”, expone sobre un país que se mueve fundamentalmente en torno a su capital, Doha, y cuyo nivel de turismo internacional es hasta la fecha residual. Y pese a que el fútbol no figuraba entre las pasiones de una población no familiarizada con los deportes de equipo, ahora subraya que “la gente está entusiasmada”. “El Mundial está presente en todo”, dice al referirse a gigantescas fachadas serigrafiadas con motivos futbolísticos como las grandes estrellas que participarán en la competición.

"Catar necesita una exposición internacional que no ha tenido. Ellos son conscientes de que tienen que dar la mejor imagen posible", señala Alonso, que trabajará 14 horas los días de partido para que todo esté a punto

Pablo Alonso vive, sin embargo, en Sumaysimah, a unos 35 kilómetros al norte de Doha y en medio del desierto, desde donde cada día toma un autobús a las 7.00 horas para afrontar jornadas que serán todavía más maratonianas los días de competición. Con todo, el hecho de estar lejos de su familia es la mayor 'penitencia' de formar parte de una cita histórica para este berciano que presume de que su tierra de nacimiento fuera cuna de Endesa y de la MSP, locomotora económica en la posguerra hasta ser considerada como la 'Ciudad del Dólar' y un paraíso paisajístico ahora que su mujer y sus hijos disfrutan de las playas fluviales en verano. Alonso renunció a su trabajo para estar en el Mundial. Así que, como España contra Japón, se juega en el Mundial su futuro profesional con la esperanza de que el evento le sirva de trampolín. Ahora que no puede comer carne de cerdo, cuando regrese al Bierzo siempre le quedará el pincho de oreja del bar Gundín de Ponferrada. Y eso sí que será como meter un gol por la escuadra. 

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