La huella de Zuloaga que pervive en León un siglo después de su muerte
El año del centenario de la muerte de Daniel Zuloaga (Madrid 1852-Segovia 1921) es el del resurgir en León de la obra del pintor y ceramista que dejó huella en distintos puntos de la ciudad con piezas de motivos diversos, encargadas por particulares o instituciones, algunas de las cuales se conservan en buen estado mientras otras están en vías de recuperación.
Los fondos europeos Edusi (Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible Integrado) permiten recuperar -con una inversión que supera los 220.000 euros- el conjunto de ocho bancos y fuente diseñados por el taller de Zuloaga e instalados en los jardines de la plaza de la catedral hasta 1948. El Ayuntamiento decidió en esa fecha trasladar los bancos a la actual residencia de mayores Virgen del Camino y enterrar 'in situ' la fuente, que salió a la luz con motivo de las obras de peatonalización acometidas en 1998 y cuyos azulejos se trasladaron a los almacenes municipales.
Esta apuesta supone convertir en realidad una intervención reclamada e incluso diseñada hace tiempo, que pondrá en valor los elementos más relevantes en León del legado del artista al que se atribuye la introducción en España de los estilos neorrenacentista y modernista, además de la creación del suyo propio.
Pero la ciudad atesora otras piezas que principalmente son fruto de la relación que mantuvo con el arquitecto Juan Crisóstomo Torbado, de cuya mano llegaría Zuloaga a León para trabajar en varias de sus obras.
La calle Sierra Pambley acoge la conocida como Casa de Fernando Merino, cuyo portal número 3 acoge una colorida muestra de la presencia de Zuloaga, no lejos de los dragones que adornan la fachada de un inmueble en la calle Ancha. El altar de la iglesia de San Francisco de la Vega también deja testimonio de su paso por León.
Otras obras ya no pueden ser visitadas en la ciudad, como el gran mural de la catedral que decoraba la pescadería Mardomingo, compuesto de casi un millar de azulejos, o los rótulos de la fábrica de embutidos Santa Teresa, de los que se conserva un boceto. También recibió Zuloaga encargos para el rótulo de la fábrica de tejidos José Fernández Rius para el edifico Botines de la capital y para la capilla del Palacio Episcopal de Astorga.
Considerado un personaje bohemio, son varias las ciudades que este año acogen muestras que exhiben su obra, buena parte de la cual fue subastada el pasado año. El hostelero segoviano Eleuterio Laguna fue el mayor coleccionista de las piezas de Zuloaga, que había comprado a su familia y expuesto inicialmente en un museo. Sus herederos decidieron sacarlas a subasta.
Dos joyas en León
Víctor Miguélez, al que desde pequeño le llamó la atención el hoy portal de Casa Merino, y que se considera “pequeño coleccionista de arte” es el orgulloso propietario de dos obras de Daniel Zuloaga, por las que pujó en dos tandas de la gran subasta. Una de ellas, de cerámica vidriada, representa un león rampante, mide 40x40 centímetros, y contiene motivos geométricos.
En la segunda, de 110x80 centímetros, aparece el Panteón de los Reyes de la Colegiata Basílica de San Isidoro, donde se puede ver una imagen sobre-dimensionada del Cristo de Carrizo. “El biznieto de Zuloaga me dijo que perteneció a su familia hasta 1990, cuando la vendieron con el resto de piezas a Eleuterio Laguna”, explica Miguélez, quien contactó con él tras la compra. “Es singular porque utiliza algo que no se llegó a usar en los bancos, los reflejos metálicos, que incrementan el valor del objeto”, detalla.
Reconoce sentirse satisfecho con el precio que pagó por estos cuadros de cerámica que -lamenta- quizá son menos conocidos o valorados de lo que merecen. “Requieren una técnica compleja que Daniel Zuloaga y su familia consiguieron. Hay veces que no apreciamos el valor por el contexto, porque no está en un museo. Hay piezas simplemente bonitas y otras excepcionales que merecen detenerse en ellas”, reflexiona.
La venta en cierto modo apresurada que planteó la subasta, justo al inicio de la pandemia -él hizo la compra en marzo de 2020- pudo favorecer que las piezas no alcanzasen el precio que ya tendrán ahora o que hubiese menos pujas de las que se podrían esperar. Víctor no entiende que las instituciones de los territorios directamente vinculados a la trayectoria de Daniel Zuloaga como Madrid, País Vasco o Castilla y León dejasen “escapar” el legado. “Las administraciones deberían haber pujado por la colección. Dejar que se pierda y disgregue no tiene ningún sentido”, concluye.