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Cine
'Frankenstein': el monstruo
Parecía cuestión de tiempo que un realizador tan obsesionado con el género fantástico como Guillermo del Toro, un tipo capaz de trasladar al cine con personalidad y una deslumbrante potencia visual todos esos mundos ajenos a la realidad más prosaica, decidiera afrontar la eterna historia del moderno Prometeo. La novela con la que Mary Shelley inauguró la ciencia ficción es una de esas historias que se enraízan en el imaginario colectivo para perdurar ajena a modas coyunturales o fascinaciones generacionales, para convertirse con el paso del tiempo en una referencia cultural universal y cargada de simbolismos. Todas las complejidades morales que esconde la ciencia cuando pretendemos asumir la creación y destrucción de la vida, cuando jugamos a ser Dios, son abordadas en Frankenstein. Concebida cuando la revolución industrial daba sus primeros pasos, la obra es una alegoría sobre los males que puede traer el desarrollo tecnológico cuando es utilizado para abordar la mayor empresa posible, la de crear vida. Y aunque es una historia muy arraigada a esa época concreta en la que el descubrimiento de la electricidad y de otros muchos avances científicos propulsarían el desarrollo de la humanidad, los dilemas éticos que plantea están más vigentes que nunca en un presente cada vez más sometido a la IA. ‘No me asusta la inteligencia artificial, sino la estupidez natural’, aseguraba el director en una reciente entrevista.
Guillermo del Toro llevaba toda su vida detrás de este proyecto. Vio el filme de 1931 cuando tenía siete años. A los 11 leyó la novela original y se sintió definitivamente fascinado, atraído e incluso identificado con esa criatura cargada de humanidad. Una obsesión que no se atenuó con el paso del tiempo y que por fin ha podido concretar en una película que quizás pueda ser algo irregular en su ritmo narrativo, pero que sin duda es una experiencia fílmica apabullante, un viaje para los sentidos que derrocha una potencia visual y sentimental fuera de lo común, una de esas películas que explican el poder sugestivo del cine.
Frankenstein (2025) es una declaración de amor del cineasta a ese personaje que llega de la muerte para finalmente descubrir la belleza del mundo y revelarse contra su creador. Dividida en dos partes, una primera más fría que nos cuenta el proceso de creación del monstruo y otra más emocional donde vemos sus peripecias vitales por el mundo, la cinta es en su conjunto una obra estilísticamente ambiciosa y narrativamente muy fiel a la novela original. Y con permiso de esa joya paródica que es El jovencito Frankenstein (1974), estamos ante el mejor acercamiento al personaje que nos ha dado el cine desde el clásico de James Whale.