Un día en el verano de... Juan Carlos, forestal de la Brif
Juan Carlos tiene 33 años. Es el mes de julio. Se levanta a las siete de la mañana porque debe viajar de su casa en Astorga a la base de la Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales, donde entra a las 8.00 horas. Lo primero es la reunión de información, coordinación y planificación, que se denomina briefing.
Si ha habido incendio en la víspera, hay que saber dónde y cómo está. Si no hay novedad, tocan dos horas de preparación física “muy completa, con carrera, circuitos de pesas para el tren inferior y el superior, abdominales... casi de deportista de elite”. Después, como máximo 45 minutos de alerta en base para relajar y posteriormente formación específica, bien teórica o prácticas con maquinaria o equipos.
Juan Carlos en la base de la Brif de Tabuyo.
Tras una nueva alerta en base, en torno a la una de la tarde, toca almorzar y a las 14.15 horas otro entrenamiento, como “marcha con herramientas, mochila, prácticas de líneas de defensa...”. No es militar ni se prepara para una competición deportiva. Juan Carlos González Vidal es, y lleva siendo 7 campañas, forestal. En primera línea de fuego. Este es su verano, el verano de quien nos defiende a todos de los horrores de los incendios forestales para que no nos amarguen nuestra estancia en la playa o en el pueblo.
Esta rutina, que sólo cambia de horarios si toca turno de tarde, es la rutina de un día tranquilo. Como lo suelen ser “muchos en julio, porque la peor época para nosotros en agosto y septiembre, salvo este año, claro”.
Agua, muchísima agua
Pero esa rutina salta por los aires demasiado de vez en cuando. Cuando llega una alerta hay que dejar lo que se esté haciendo, “preparamos equipo, mochilas de avituallamiento, con ropa, comida y sobre todo muchísima agua y salimos en los helicópteros”. Cuando todo está en orden, porque este año por ejemplo la imprescindible aeronave llegó “con semanas de retraso”. “Lo normal es reconocer bien el terreno desde el aire y que te posen lo más cerca y lo más seguro posible respecto al frente”, aunque otras veces la orografía obliga a hacer “una buena pateada”. Porque un mandamiento es básico: “La seguridad está por encima de todo”.
Es en esta circunstancia, con el monte quemándose, cuando el turno de trabajo se vuelve absolutamente impredecible. González lo explica: “Con suerte, en 2-3 horas está todo controlado pero si la cosa es gorda a veces superamos el máximo establecido de 12 horas, hasta 14 máximo, con ciertos descansos organizados, claro”. Este verano, ha sido el caso del incendio de Fabero y, por su puesto, el de Quintana del Castillo.
“Todos los montes dan pena; pero en 2012 se quemó el nuestro”
Pero algo que no se conoce es que el radio de acción de una Brif es nacional, de modo que “no será la primera vez que nos toca ir incluso a las Islas Canarias o hasta Portugal”, relata. Y todas las tragedias forestales duelen, “todos los montes te dan pena”, pero sin duda “el peor incendio en el que muchos de nosotros, los de Tabuyo, hemos estado, fue cuando en 2012 tuvimos el incendio de Castrocontrigo porque era nuestro monte, en el que trabajamos en invierno haciendo limpieza, ayudando a quemas, inculcando una nueva cultura del fuego a la gente”.
“Castrocontrigo-Tabuyo fue durísimo física y emocionalmente porque entonces ardió durante seis días tu paisaje, casi tu casa”, dice, y deja ver un atisbo de emoción, porque un trabajo “que en casi todos nuestros casos es una vocación” provoca sentimientos muy encontrados, para los que también hay que prepararse: “A veces te abate la impotencia, otras muchísimas satisfacción, porque conseguir detener la fuerza horrible de un fuego es muy gratificante”.
¿Qué hace un Brif en su tiempo libre?
Pero, ¿qué hace un forestal de la Brif cuando descansa? “En general, tomos tenemos mucho apego al monte; yo, sin ir más lejos, lo llevo en la sangre, hacía rutas con mi padre y mi abuelo, te educan en una conciencia de lo valioso que es un bosque”.
Por eso, aunque parezca mentira, parte del tiempo libre de estar pateando el monte por obligación se dedica a patearlo por afición. Bueno, y también “a salir con los amigos, a leer, estoy en un grupo de teatro, una pachanga de fútbol... lo que todo el mundo, vamos; en mi caso, además, he tenido protagonismo en impulsar Podemos en Astorga”. Y siempre “la preparación física, en nuestro caso es obligatoria, no todos los colectivos lo tienen”, remarca.
Para un Brif hay una palabra que no existe como para el resto: veraneo. Porque su verano es obligación, esfuerzo y dureza. Juan Carlos admite que “sí, lo echas de menos un poco, sobre todo cuando tus amigos y tu familia se van... pero qué remedio, al cabo de los años te mentalizas, y poco a poco te acostumbras a algo que a veces piensas y es duro: que con nuestro trabajo, la conciliación es muy difícil”.
La obra lucha: la de la dignidad laboral
Este es el verano de un forestal. Un verano, éste, que está siendo además muy duro por el número de intervenciones necesarias pero sobre todo por la lucha que el colectivo mantiene por sus condiciones de trabajo, salarios que apenas superan 900 euros al mes, falta de categoría profesional y escasa seguridad de futuro. Es la otra lucha que mantienen quienes se dejan la piel para intentar que el fuego no sea la peor noticia del verano.