Un estudio pionero señala que uno de cada cuatro estudiantes de Enfermería ha sufrido intimidación o acoso en sus prácticas

Imagen de archivo del Hospital de León

Sara Lombas

Uno de cada cuatro de estudiantes en cuarto curso de Enfermería en los campus de Ponferrada y León sufrieron episodios de intimidación o acoso durante sus prácticas obligatorias. Estos son los resultados que ha obtenido un el Grupo Enfermero de Investigación en Salud que ha realizado el estudio 'Análisis de la intimidación y acoso experimentado por estudiantes de Enfermería de cuarto curso durante sus prácticas clínicas'.

“Es la primera vez que se investiga en España la intimidación y la violencia que sufren los estudiantes de enfermería durante sus prácticas”, cuenta el enfermero, profesor de la Universidad de León y uno de los autores del estudio, Jesús Antonio Fernández. Para este primer estudio han preguntado a un total de 83 alumnos de cuarto curso de Enfermería, de los cuales el 83% son mujeres jóvenes, con 23 años de media.

Aunque Fernández quiere destacar el buen ambiente general en las prácticas clínicas de Enfermería, el estudio arroja una prevalencia del 26,5% entre los estudiantes de cuarto curso encuestados; uno de cada cuatro. Un porcentaje menor al que se han encontrado en otros países como Canadá (88%), Reino Unido (81%), Italia (34%) y, el más llamativo, Estados Unidos (100%), pero que saca a la luz por primera vez en España un problema no abordado hasta el momento y “cuyo impacto en los estudiantes, a nivel físico, psicológico, social y académico puede estar aumentando por el crecimiento progresivo de estudiantes matriculados en el Grado en Enfermería en España, que alcanzan los 49.438 en el curso 2020-2021”, indica el estudio.

Porcentajes de agresiones verbales, físicas e intimidaciones “históricamente arraigados”

El estudio destaca que el acoso en el personal de Enfermería se considera “especialmente preocupante” por el mayor riesgo que tiene la profesión a la hora de brindar un servicio a otras personas, ser un fenómeno históricamente arraigado y que el origen de la intimidación y que “el acoso suelen ser otras enfermeras y otros profesionales de la salud o incluso los pacientes y sus familiares”.

De hecho, según la encuesta realizada a los alumnos los autores de episodios de intimidación y/o acoso fueron identificados en su mayoría como familiares o acompañantes de los pacientes, un 31,3%, seguido del equipo sanitario encabezado por los supervisores (un 27,7%), enfermeras (un 25,3%), auxiliares (21,7%) y médicos (15,9%).

La intimidación y el acoso en el lugar de trabajo implica el abuso verbal, físico, social o psicológico por parte de otra persona o grupo de personas, según especifica el estudio. En este sentido, un 34,9% han sido objeto de agresión verbal, un 21% ha sido expuesto a comentarios de género (hay que recalcar que más de un 80% de los estudiantes de enfermería son mujeres), un 18% ha sufrido comentarios machistas, un 3,6% ha sido empujado, un 2,4% pateado y un 1,2% golpeado. Un 51,8% de los estudiantes manifestó haber sido testigo de algún tipo de episodio de acoso o intimidación.

ILEÓN ha hablado con dos enfermeras que han terminado recientemente sus prácticas de cuarto curso, que prefieren mantener su anonimato para hablar de lo vivido en su experiencia clínica estudiantil. Ambas afirman haber tenido dificultades en algún momento de sus prácticas: “Cuando tuve que hacer unas prácticas en quirófano coincidí con una enfermera que no quería atender a los alumnos”, cuenta una de ellas, “No respondía a mis preguntas y cuando lo hacía era de forma despectiva”.

Sentirse ignorado en unas prácticas, que en esta carrera son obligatorias ya que son la forma de que las futuras enfermeras aprendan su profesión, es la experiencia más frecuente entre los encuestados, un 78,3% dice haberse sentido así alguna vez. Una de las consecuencias prácticas es el impedimento a obtener conocimiento necesario para desempeñar su labor profesional, el 43,4% dice que se le han negado oportunidades de aprendizaje: “Lo que nosotros queremos al acabar es haber aprendido todo lo posible trabajando en todos los servicios que podemos. Lógicamente si te pasas dos meses en un sitio en el que no quieren enseñarte eso te va a perjudicar”.

Lógicamente si te pasas dos meses en un sitio en el que no quieren enseñarte eso te va a perjudicar

Otra de las antiguas estudiantes de enfermería cuenta haber tenido que pedir por favor a enfermeras que le permitiesen ayudarlas: “Llegar y que tengas que pedir por favor que te dejen ayudar y que te contesten 'No, no te preocupes', de mala manera. Eso limita tu aprendizaje y lo que nosotras queremos es aprender, porque luego repercute en los pacientes”.

Un 60,2% de los encuestados afirmaron haber sido criticados injustamente por su trabajo: “En público hay enfermeras que te humillan delante del paciente. He vivido experiencias propias y he visto que muchas veces se te inculpa por un error que tú no has cometido”, cuentan las enfermeras, “Tú llegas como alumna, y llegas sin autoridad. Yo he trabajado muchos años de cara al público, pensaba que en este sector no pasarían las cosas que te pasan por ejemplo en hostelería. Me sorprendí mucho. Algunos comportamientos llaman mucho la atención de una profesión que se dedica al cuidado”.

La anécdota más impactante que recuerdan los entrevistados es aquella en la que una enfermera abofetea a una alumna de prácticas. Esta agresión no se incluye en la encuesta porque no la vivió ningún alumno de cuarto de enfermería en el curso 2021-2022. A pesar de ello, los datos de la encuesta dicen que un 3,6% ha sido empujado, un 2,4% pateado y un 1,2% golpeado.

Aunque los entrevistados hacen hincapié en la buena relación que existe en general entre compañeros, es conocido entre los alumnos de prácticas que hay ciertos sanitarios que pueden “complicarles más la vida”: “Nos avisamos entre nosotros. Depende mucho de la planta y del servicio en el que estés trabajando”, dice una enfermera.

Un colectivo “especialmente vulnerable”

El colectivo de alumnos realizando sus prácticas clínicas es “especialmente vulnerable a la intimidación o el acoso” por parte de pacientes u otros trabajadores sanitarios, según refleja el estudio, debido a su “relativa inexperiencia, el elevado tiempo de contacto con los pacientes, los frecuentes cambios de unidades y el desafío de encontrarse con un nuevo entorno”.

Según muestra el estudio los estudiantes de cuarto curso de Enfermería más jóvenes padecen una mayor tasa de intimidación o acoso, especialmente por parte de médicos, pacientes y sus familiares o acompañantes. 

Después de esta primera encuesta, protagonizada solo por estudiantes de cuarto curso de Enfermería, la muestra se aumentó para añadir la participación de los estudiantes de segundo y tercer curso de la Universidad de León (los demás años en los que se realizan prácticas clínicas) obteniendo una muestra de 271 estudiantes. 

Aunque la muestra todavía se está analizando, los primeros datos reflejan que la media porcentual de alumnos que aseguraban haber vivido acoso o intimidación en sus prácticas bajaba del 26,5% al 19,6%. El porcentaje de alumnos de segundo curso que habían pasado por estas experiencias es del 22,7%, mientras que entre los de tercero el porcentaje baja bastante; un 12,4%. 

Hay que tener en cuenta que las horas de prácticas no son las mismas para los alumnos de los diferentes cursos, siendo los de segundo los que menos hacen y los de cuarto los que más. Esto podría implicar que un menor contacto con los pacientes y los sanitarios reduce la posibilidad de experimentar intimidación o acoso, pero no explica por qué el porcentaje entre los alumnos de tercero, que hacen aproximadamente el doble de prácticas que los de segundo curso, tengan el porcentaje menor. 

La vicedecana del campus de León de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de León, Nélida Fernández argumenta que la encuesta es pequeña, dedicada a un solo curso, y que han tenido que realizar sus prácticas durante el 2021, año pandémico, lo que habría provocado que los sanitarios “tampoco han podido dedicar todo el tiempo que quisieran a la atención de los estudiantes, como es lógico. Debido a ello, quizá algún estudiante ha podido sentir que no se le ha hecho todo el caso que le gustaría o ha podido sufrir alguna situación de estrés”. 

Jesús comparte también este razonamiento: “La situación de los hospitales (ya sean públicos o privados) en el año 2021, un año con una mayor presión asistencial, con trabajadores sometidos a una incertidumbre constante pudieron provocar ”que los niveles de estrés y ‘burnout’ de los trabajadores fueran más elevados que antes de 2020“. 

Yo me preguntaba si había hecho algo para molestar a la enfermera y nunca me respondí afirmativamente a esa pregunta

A pesar de ello, y según los datos de la encuesta, los estudiantes no solo han sentido que no se les ha hecho caso o sufrido situaciones de estrés, como dice la Universidad, sino que refieren agresiones verbales, comentarios respecto a su género, machistas o, en menor medida, agresiones físicas (empujones, patadas o golpes). “Te dicen que este trabajo quema mucho, y te encuentras con una responsabilidad brutal, pero de eso no tienen culpa los alumnos”, dice una enfermera, “Yo me preguntaba si había hecho algo para molestar a la enfermera y nunca me respondí afirmativamente a esa pregunta”. 

“Esto no es un problema exclusivo de que haya habido una pandemia de por medio ni de que los profesionales estén cansados, porque ¿Qué culpa tienen los alumnos de que a ti el hospital no te trate bien?”, dice otra de las enfermeras, “Ya no es el hecho de que cambien los porcentajes sino de que existe un problema, lo que pasa es que no se le ha dado visibilidad”.

Ya no es el hecho de que cambien los porcentajes sino de que existe un problema, lo que pasa es que no se le ha dado visibilidad

Para atajar la raíz del problema de acoso o la intimidación entre alumnos y sanitarios las enfermeras entrevistadas por este periódico lo tienen claro: hay que diferenciar entre las enfermeras del complejo universitario que quieren enseñar de las que no: “Creo que se debería hacer un cribado de todos los servicios para ver quién quiere tener alumnos a su cargo, con ganas y disposición de enseñarles”, razona una de las enfermeras. “Las enfermeras deberían decidir si quieren enseñar o no. Hay gente que no sabe trabajar en equipo. A mí no me gusta especialmente tener alumnos porque no me siento preparada para enseñarles todo lo bien que quiero”, cuenta otra. 

Las enfermeras colaboradoras con las prácticas clínicas suman méritos por las prácticas (entre otros) para poder optar a un complemento denominado ‘carrera profesional’, por el que reciben entre 150 y 600 euros mensuales dependiendo del Grado. 

El problema es que son demasiados alumnos para las enfermeras que hay en plantilla, por lo que reducirla a las enfermeras que quieren enseñar podría hacer que el número de alumnos por profesional fuese inabarcable: “Somos muchos alumnos y así habría poca disponibilidad por parte de las enfermeras”, reconoce una de las sanitarias, “A pesar de todo, yo soy fiel creyente de que hay más gente que quiere enseñar de la que no quiere”. 

“Hay muchos compañeros que ya han manifestado su negativa a tener que enseñar y tener que hacerlo por trabajar en un hospital universitario”, asegura Jesús, “Yo siempre he pensado que tener alumnos cerca me hace ser mejor enfermero porque, para que ellos aprendan lo mejor posible, te hace hacer las cosas perfectas”.

Muchas consecuencias y pocas denuncias

Las consecuencias para los alumnos de Enfermería de estas experiencias de intimidación y/o acoso afectan a su futuro desempeño profesional, ya que su aprendizaje se ve limitado por el trato dispensado por algunos de los sanitarios. 

Un 25,3% de los alumnos encuestados se ausentaron de sus prácticas debido a situaciones de intimidación o acoso, a un 34,9% les producía temor comprobar las instrucciones, un 19% de los estudiantes manifestó que su nivel de atención se vio afectado negativamente. Todo ello puede repercutir negativamente en los pacientes a los que atiendan estos futuros sanitarios. 

No solo se trata de consecuencias prácticas, sino también psicológicas. Un 44,6% de los alumnos se sintieron deprimidos alguna vez durante el desarrollo de sus prácticas por experiencias de acoso o intimidación, un 31,3% se sintieron ansiosos, un 66,3% enfadado, un 47% humillado y un 66% inseguro. “En mi caso no fue una experiencia traumática”, dice una de las enfermeras, “pero he visto a gente salir llorando de sus prácticas”. 

“Cuando hice uno de los rotatorios lo único que quería era llegar a casa, dormir, que sonara la alarma y que el día siguiente pasase ya. No había terminado ya el día y quería que el siguiente acabara”, cuenta otra de las enfermeras, “Ese rotatorio me quitó las ganas de vivir, lo pasé fatal anímicamente durante esos dos meses. Me preguntaba ¿por qué estoy estudiando esto? ¿por qué me ha tocado este servicio? ¿por qué tengo que estar aquí así?”. A pesar de todo, solo el 7,2% de los alumnos pensaron en dejar Enfermería.

Ese rotatorio me quitó las ganas de vivir, lo pasé fatal anímicamente durante esos dos meses. Me preguntaba ¿por qué estoy estudiando esto? ¿por qué me ha tocado este servicio? ¿por qué tengo que estar aquí así?

Un dato llamativo es que el estudio señala que solo tres estudiantes (el 3,6%) llegaron a formular algún tipo de denuncia por situaciones de intimidación o acoso. Solo uno de esos estudiantes refirió que el problema se había solucionado satisfactoriamente. En cambio, tanto la Facultad de Ciencias de la Salud de León como el Complejo Asistencial Universitario de León (CAULE) niegan haber recibido ningún tipo de queja o denuncia en este sentido. 

Jesús Fernández supone que esto se debe a que las denuncias se hacen de forma verbal a los profesores asociados y que son ellos quienes resuelven o intentan resolver esa situación. “De las tres denuncias que declararon los estudiantes, dos fueron en centros sanitarios y sociosanitarios de León y Ponferrada, entiendo que a los profesores asociados clínicos, y una de las denuncias fue en la Universidad, supongo que dicha denuncia la haría (también de forma verbal) ante el profesor responsable de la asignatura” ya que cada rotación se corresponde a una asignatura del Grado de Enfermería. Jesús supone que ese profesor universitario responsable de la asignatura se hizo cargo de la denuncia.

Los motivos por los que los estudiantes deciden no denunciar son varios, y están reflejados en el estudio. Un 16,9% de los estudiantes no lo denunciaron porque creían que ese tipo de comportamientos formaban parte del trabajo, un 43,7% creen que aunque denuncien no se tomará ningún tipo de medida, a lo que se suma un 28,6% que teme ser victimizado si denuncia. “La gente tiene miedo de que no haya ningún cambio y que eso repercuta en su aprendizaje. Sabemos que la supervisora como mucho va a llamar la atención a una enfermera pero nada más. Y entonces la enfermera ya sí que va a pasar de ti”, argumenta una de las enfermeras. 

“Creo que no denunciamos porque no nos sentimos apoyados”, cuenta otra de las enfermeras, “Al final, los alumnos prefieren pasarlo mal unos meses y ya está”. 

No denunciamos porque no nos sentimos apoyados. Al final, los alumnos prefieren pasarlo mal unos meses y ya está

El problema es que, incluso si quieren denunciar la mayor parte de los estudiantes de enfermería no saben cómo hacerlo. En la encuesta un 51,5% de los alumnos aseguraron no saber cómo, ni dónde denunciar un episodio de intimidación o acoso. El 83,1% no conocían ninguna política que abordara el acoso en sus prácticas clínicas. Ninguna de las enfermeras preguntadas por ILEÓN fueron informadas al inicio de sus prácticas clínicas de lo que tenían que hacer si vivían episodios de acoso o intimidación: “No nos dieron información. No se habla de lo que te puedes encontrar”, dicen.

Desde el CAULE apuntan a la figura del Profesor Asociado Clínico, sanitarios con plaza fija en Sacyl que adquieren también plaza como profesores, como la figura a la que los estudiantes deben acudir en caso de que tengan alguna experiencia en este sentido. Estos profesores cobran por su plaza en Sacyl y también por su puesto como profesores de la Universidad. Además de sus tareas habituales tienen que dedicar unas horas a tutorizar a los alumnos que, en todas las plazas de León y Ponferrada, son 3 horas de atención directa con los estudiantes y otras 3 horas de tutorías a la semana. 

Por su parte, la explicación de la vicedecana no detalla los medios y protocolos que se llevarían a cabo para solucionar estos episodios: “Si se produjese la más mínima situación de este tipo, sería identificada por los tutores y transmitida a los responsables de la Universidad y de los Centros Sanitarios quienes cuentan con medios y protocolos para tomar medidas al respecto y solucionarlas”, asegura.

“Nos gustaría que la Universidad y el Hospital reconozcan que hay un problema. Creemos que tienen que implantar protocolos para que sepan cómo tratar estos incidentes y crear mecanismos de apoyo a los denunciantes”, defiende Jesús al respecto. 

Además, en el estudio destacan el importante aspecto de la formación e información de los estudiantes sobre acoso o intimidación para que puedan entender e identificar este tipo de incidentes y sepan cómo y dónde denunciarlos. 

Este estudio es una pequeña muestra de lo que vendrá, ya que el Grupo Enfermero de Investigación en Salud está ampliando la muestra a lo alumnos de segundo y tercero del Grado de Enfermería de la Universidad de León y se trabaja también en un proyecto a nivel nacional en el que poder trabajar con más variables como los efectos de la pandemia: “Nos gustaría repetir el estudio más adelante y con más número de estudiantes”, asegura Jesús, “De hecho, acabamos de presentar y solicitar un Proyecto de Investigación a nivel nacional para recoger datos en todas las Facultades de España donde se imparta el Grado en Enfermería”.

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