TRIBUNA DE OPINIÓN
Urbicum Flumen

Un epitafio para San Justo de la Vega

Entrada al Vertedero Provincial en San Román de la Vega, cercano a San Justo.

Dentro de la Ría de Arosa, relativamente cerca de la costa de la localidad coruñesa de Ribeira, se encuentra un islote, que allí denominan illa de Rúa. Se trata de afloramiento granítico separado de la tierra firme más próxima por más de cuatro kilómetros de distancia. Cuenta el lugar con un lindo faro de cantería e imponentes pedruscos que sirvieron de inhóspito refugio a fenicios y corsarios en tiempos pretéritos. Sin embargo tiene algo que la hace totalmente singular y es que, por paradójico que pueda resultar, tiene una fuente de la que mana agua dulce lo que la hace muy atractiva para la avifauna marina.

Valga todo este largo exordio para demostrar que el agua es caprichosa y asoma por donde menos se la espera y en los lugares más inverosímiles. Viene esto al caso de que la milonga que se nos quiere endosar –otra más, y bien saben a quién– acerca de la pretendida inocuidad de la instalación de un macrovertedero de Residuos Industriales Peligrosos (RIP) en la localidad de San Justo de la Vega. Naturalmente este tipo de proyectos se tornan muy apetecibles para entidades con escasa o nula preocupación medioambiental y que, curiosamente, movilizan jugosas sumas de dinero que contribuyen a reducir las trabas administrativas.

El procedimiento para su implantación es de manual. Primero se hace un lavado de cara para presentarlo en público muy aseado, condición que después no volverá a exhibir nunca. Se le concede a tal fin la rimbombante denominación de Parque Medioambiental de Tratamiento de Residuos de San Justo de la Vega. ¿No me negarán que el nombre parece idílico? Los dos términos de parque y medioambiental ya son por sí mismos una invitación a pedir que el engendro se instale sin más trámite. El término de tratamiento ya es más neutro y engañoso. El único que rechina un poco es el de residuos ¿pero que supone si va enmascarado por un ‘parque’ y ‘medioambiental’? ¿Quién puede tener entraña de negarse a su advenimiento? 

El rechazo inicial suele edulcorarse con la indefectible promesa, fraudulenta por cierto, de que va a generar puestos de trabajo y un gran beneficio para el pueblo ‘agraciado’. Después llega toda la maquinaria administrativa puesta al servicio de la clase política involucrada y descaradamente interesada en esta ubicación. Trámites, papeleos, llegado el caso publicidad en los medios de comunicación, y con ella el secular intento de untura a cargos decisorios locales, que ya se sabe que las necesidades son muchas, el dinero es tentador y funciona como los cuernos en el matrimonio, que duelen al salir pero suelen acabar dando de comer.  

En la pomposa exposición de las bondades de su implantación contempla que se va a proceder a la ‘valorización’, otra palabreja confusa que pretende ocultar algo contraproducente para la ciudadanía pero con la apariencia de ser muy conveniente. Supone retirar aquello que sea aprovechable para unos pocos beneficiarios y endosarle al vecindario todo aquello que, además de inservible, acabará siendo una escombrera de residuos inertes, o no tan inertes. ¿Se han presentado estudios científicos e independientes de que dichos residuos no contaminarán acuíferos con sus lixiviados? ¿Se conoce el tiempo de desintegración de los materiales que se van a enterrar?

El vertedero próximo San Román contribuirá a una mayor contaminación del terreno, quien sabe si también a las aguas, recuérdese lo del islote de Rúa. ¿Acaso hemos olvidado que de algunas fuentes de la zona mana agua con arsénico? Y eso con un solo vertedero operativo. De dónde ha salido este elemento tan tóxico. ¿Por la sequía, como se achacó en su momento? Peregrina explicación. ¿Y si después de su instalación aparecieran nuevos sustancias tóxicas, metales pesados, etcétera? ¿Cuándo se recuperarían esos acuíferos? Esto es una campaña orquestada que se encuadra en el más absoluto de los desprecios en los que ha caído León, el cual ya sólo se concibe como un macroestercolero de las inmundicias más variopintas.

Atufa a pelotazo

Esto atufa a pelotazo, póngale cada quien el nombre a sus promotores, sin olvidar que cuando la Junta de Castilla y León intenta echar capotes que tranquilicen a los leoneses, es para echarse a temblar. Esta mala praxis de hacer lo que me dé la gana sin que me importe la ciudadanía, porque jamás se me exigirá rendir cuentas ante ella, es tan antigua como España misma y sin que se alcance muy bien a saber si es herencia de los moros o de los pueblos bárbaros que se acomodaron por estas tierras. Los romanos extraían materiales pero dejaban obras colosales, los jefes astures se suicidaban cuando fracasaban en la defensa de su gente. Los inverecundos políticos actuales nos traen desechos y se llevan dinero a cambio.

El asunto es tan sangrante que hasta la prensa se refiere a estos Residuos Industriales Peligrosos por sus iniciales (RIP). No se me alcanza mejor oráculo de lo que será un cementerio de los más nocivos materiales, ni de la inquietante amenaza que supone para toda esta comarca. Nadie se olvide que RIP figura como epitafio en muchas estelas funerarias y quiere decir Requiestcat in pace (descanse en paz). Deseo suerte a mis paisanos de San Justo de la Vega y espero, con no pocas reticencias por cierto, que sus regidores quieran anteponer la salud de sus convecinos a su propio futuro económico y político, por encima de las imposiciones y conveniencias de sus respectivos partidos políticos. 

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

Etiquetas
stats