HUMOR GRÁFICO Los accidentes del verbo

Paradoja de Ulises y la hipoteca

A Borges lo que más le gustaba de la paradoja de Zenón con Aquiles y la tortuga sobre la velocidad (Aquiles no alcanza nunca a la tortuga porque antes de moverse un metro, debe avanzar medio metro y antes la mitad de ese medio metro y antes la mitad...) no eran sus fracciones o la imposibilidad secuencial del movimiento, sino que el filósofo la hubiese dotado de un héroe y una tortuga. A Borges le perdía la literatura. Tampoco era un gran hallazgo. La elección tanto del jicho (¡el de los pies ligeros!) como la de su contrincante (la más lenta y apacible de las criaturas) resultaba inevitable. Para mi comparación no muy paradójica sobre el incremento de los precios en la vivienda y el alquiler me conviene el galápago, pero elegiría como su contrincante más bien a Ulises u Odiseo (el de los múltiples ardides); porque, hablando de casas, escoger a aquel cuyo único deseo es regresar a ella compitiendo contra una criatura que la lleva de serie resultaría más oportuno. ¿Es el domicilio propio lo que hace vencedora a la tortuga? ¿Es que el bicho la posea lo que imposibilita al héroe el alcanzarla?

Recordemos que la casa (con bicho o sin bicho dentro) no se pilla ni en el cuento ni en la paradoja ni, me temo, en las últimas décadas. Pocos ámbitos se miden en tiempo/años: solo la vivienda, su precio o su adquisición (dos, diez, veinte, treinta años de sueldo) y las distancias intergalácticas. Y por la misma razón: sus inimaginables dimensiones, que requerirían más un Eratóstenes que un Zenón.

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