Villalar: otro fasto infausto
Corríjame amigo lector si no comparte mi opinión, pero creo que el mensaje de fin de año que vino a grabar el presidente Mañueco, con la catedral de León como telón de fondo, ha sido una maniobra de preparación para la conmemoración abrileña. Ha llegado en modo conquistador, dando por expugnada la plaza, convencido de que su presencia allanará el camino del éxito y confiando en que la contestación leonesa comienza a resquebrajarse y a ser neutralizada.
El triunfalismo de este Lazarillo de Castilla, como gustan autodenominarse los salmantinos que esperan pingües beneficios de su adscripción incondicional al ente castellanoleonés, sabe que está más que justificado porque la falta de concienciación de la ciudadanía leonesa, a la que todo parece darle igual, ajena en su mayoría a su decrepitud galopante, es terreno abonado para proclamar las bondades de una autonomía asfixiante. De no contar con la escasa perspicacia leonesa que no asocia los problemas cotidianos con las medidas políticas que se toman primero en Madrid, luego en Valladolid y nunca en León, no estaríamos en la situación de postración en la que nos hallamos.
Por si esto fuera poco todavía cuenta con la militancia de su propio partido, el PP, y la del PSOE para disuadir de toda contestación. Ambas militancias, destajistas a nivel autonómico, estajanovistas a nivel provincial, seguirán negando el pan y la sal a sus propios paisanos para agradar a sus superiores mientras engañan a sus parroquianos arguyendo, de forma irracional, que una autonomía leonesa sería inviable y que lo mejor para los leoneses es que nos sigamos dejando desvalijar sin rechistar. Son voluntariosos dinamiteros, alguno de ellos natural de Soria, simpático parodiando al Papa pero feroz detractor de toda posibilidad de que León se valga por sí. Mejor aherrojado que libre. PP y PSOE son un parto gemelar en la política leonesa.
Y si acaso aún no llegara con todo ello todavía le queda un as en la manga a nuestro ínclito presidente. Se trata del cuarto poder, la de casi toda la prensa escrita y digital leonesa, excepción honrosa es la publicación de ILEÓN, que aún nos reconcilia con este medio de comunicación. Ese sector mayoritario de la prensa leonesa lleva, como Europa frente al conflicto palestino, décadas mirando para otro lado, haciendo como que no ve, ignorando la evidencia o poniendo sordina a cualquier conato de insurgencia, en León todo menos servir al interés real de sus lectores. Es una prensa negacionista ‘a sabiendas’ y al servicio de su amo.
El infausto festejo de Villalar
Frente a toda esta amalgama, variopinta en su colorido pero homogénea en su proceder, estos fastos infaustos del festejo de Villalar –¡Cómo será él que hasta el mismo alcalde de esta localidad cuestiona su celebración allí!– se halla la irreductible hinchada leonesa, dispar, disparatada a veces, errática casi siempre y desunida a tiempo completo, sólo la une un rechazo visceral a la pertenencia a un ente que nos engulló sin consultar la voluntad de los leoneses y que nos enlaza y zurce como un hilo de seda frente al que se posponen, al menos ese día de autos las notables diferencias que nos separan.
Nuestra resistencia se mostrara deshilachada, como corresponde a los hijos de una tierra que tiene el individualismo a gala, lo que siempre es un regalo de incalculable valor para los feriantes que volverán, como las oscuras golondrinas de Becker a colgar su tingladillo propagandístico de nuestros balcones, esperando que de una vez por todas doblemos la rodilla ante el dueño del cortijo castellano, es decir, a que rindamos sumisa pleitesía a la Junta Castilla y León, como hacen muchos leoneses con cargo oficial, mamandurria sin cuento, pelotas de cupo y militantes insidiosos de PP, PSOE y otros, que pretenden persuadirnos, como los médicos de la Revolución Francesa, que el enfermo ha muerto sano porque ellos así lo han dictaminado.
Así pues, si el tiempo no lo impide y la autoridad lo permite – ¡Vaya si lo permitirá!– León, como otras ciudades perjudicadas de esta infausta comunidad, ‘celebrarán’ un festejo sacado de la manga. En nuestro caso, cabe esperar que la capital, como el año pasado tenga el corazón ‘partío’ entre sumisos y interesados hooligans castellanoleoneses frente a la irreductible ciudadanía que tan sólo se siente leonesa y que además de no sentirse concernidos por estos fuegos de artificio y, como las aldeas galas de Uderzo y Goscinny, no tienen la palabra sometimiento en su vocabulario.
Alto y claro: no somos 'castellanoleoneses'
Así pues, tenemos delante otra oportunidad de oro para presentar nuestras credenciales, para volver a decir alto y claro que no somos castellanoleoneses, que no queremos ser vasallos de un ente de diseño que nos ha estrangulado en todos los ámbitos de la vida y pretende seguirlo haciendo. Posiblemente el rostro agrio del consejero de la cosa ambiental vuelva a posar con los pobres enfermos de ELA, posiblemente vuelva a haber tenderetes para atraer incautos a la causa de Castilla Y León. Éxito sería que tuvieran que volver a subirlos al camión e ir con ellos a otra parte y la asistencia de los nuestros fuera superior a la de 2024.
Pero creo que deberíamos corregir errores y adelantarnos a los acontecimientos. En primer lugar no olvidar que el año pasado ya nos enviaron a la Policía Nacional en previsión de tumultos que sólo existen en la imaginación de los organizadores. No obstante algo me dice que este año habrá más presencia policial y como no es de esperar juego limpio, cabe la posibilidad de que este año quieran hacer que la policía tenga que intervenir y presentarnos como salvajes que no merecen más que estar enjaulados y tras las rejas. Suerte si no hay alguna acción de falsa bandera.
Por todo lo dicho es muy conveniente guardar las formas sin aflojar un ápice. Creo que además de manifestarnos civilizadamente, sin palabras gruesas, sin estridencias, sin gritos –quién tiene sobradas razones, no necesita gritar– así que si es preciso se puede rodear los reales de la ‘fiesta castellanoleonesa’ a condición de no tener ningún altercado aunque sea atribuible a actos de ‘falsa bandera’, bastaría con que los manifestantes leoneses rodeen el recinto elegido por los organizadores y tener una actuación pacífica, todos dándoles la espalda para que públicamente, el resto de la autonomía sepa de nuestro rechazo total. Si además llevamos un lacito alusivo ya tenemos la labor hecha.
Y para terminar un toque de distinción. Nada de quemar castillos de cartón, no somos Torquemadas con instintos asesinos, ni pirómanos, menos aún inquisidores que mandan a sus adversarios a arder en la hoguera. Torquemada era de Palencia, no de León. Digamos civilizadamente ante el resto del mundo que no cejaremos en nuestro empeño y que León no quiere formar parte de este engendro. ¡Elegancia por favor!
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata