El himno sonó y los pendones se izaron

Pendones y tradición por San Froilán en León.

Podemos decir, y con un punto de emoción rezumando en las letras, que las fiestas de San Froilán 2022 volvieron, una vez más, a ganar en vistosa altura, en la plaza de San Marcos, más bien en la explanada adjunta, (no de la Junta) en la que ha tomado digna ubicación el grupo escultórico, que recoge “un primer tiempo de izado permanente de un pendón” lugar al que deseamos nominar, sin injerencias: 'Explanada de los Pendones Leoneses'.

Apenas eran ya las 10,30 cuando llegué, el domingo 2 de octubre, al punto de salida. Los pendones, a partir del Tierra, el de la Sobarriba, estaban prácticamente en su totalidad enarbolados reposando sobre la verja que circunda San Marcos. Era esos momentos de nerviosa espera. Los pendoneros y grupos afines charlaban, comentando peripecias y proponiéndose un desfile vistoso. Yo, paseando calmosamente entre ellos, en plan observador pretendía vivir de cerca la emotividad del arranque. En verdad nada reseñable en sí, pero todo formando parte del gran encuentro sanfroilanero que toma corporeidad afectiva en los más.

En un momento dado, llamó mi atención una señora, quien, con los que suponía sus nietos, niño y niña de la mano, a uno y otro lado suyo, parecía conducirlos en plan didáctico entre el personal y próximos a las enseñas, haciendo un recorrido parecido al mío, supuse que con pareja intención. Le hacían preguntas, de modo especial la niña y les hablaba de la vistosidad, colores y supongo que las razones de ello, no era cuestión de ponerse a escuchar, pude percibir, de pasada, “mirar qué altos son y sus colores guapines, luego veremos cómo los mueven”. La lección era clara, llamar la atención ante lo bello, dándolo el soporte de lo tradicional leonés, vivirlo. 

Podemos decir que, con puntualidad, un grupo de dulzainas, tamborín, bombo y demás, acometieron con firme decisión la interpretación del Himno a León. Con ellos esta música nuestra suena popular, digna y de especial regusto. Si bien yo prefiero para nuestro himno la sensación de marcha y prestancia que le otorga el ser interpretando por una banda musical y no digamos la solemnidad cuando surge de una orquesta sinfónica. Y, por supuesto, ¡¡cantarlo!!

Pude saludar con gran agrado, pues hacía mucho tiempo que no coincidía con él, a Luis Bandera, el actual presidente de la Asociación Pendones Reino de León. Aunque fue muy breve charla, dado el apuro del momento de puesta en marcha del desfile de los pendones, sobre éstos, en connotación diferente al acto, obtuve una respuesta a la pregunta que, de tiempo atrás, tenía gran interés en formulársela, y que, probablemente, en otro momento habré de comentar.

Arrancado ya el gran desfile...

Arrancado ya el gran desfile, en la proximidad de la puerta de la iglesia que regentan los Jesuitas, me fijé en tres niños sentados en el suelo, con la mirada hacia el cielo, en algo más que mimético gesto, infantilmente absorto observaban el paso de los altos pendones, una peripecia de altura.

De pie, justo delante de la entrada del Hostal, mirando hacia la plaza de la Inmaculada, finalmente podía contemplar, con la lógica dificultad que a la vista añaden los años, el bello y enfilado caminar flameante de los pendones, portados con la ilusión que supone el esfuerzo, al que se añade la destreza adquirida o el gozoso aprendizaje; no en balde se trata de mostrar al gran público las particulares enseñas, cada cual SU PENDÓN, y que unidos lo son... ¡¡De todos los leoneses!! 

No conviene banalizar, distinguir los momentos lúdicos locales, comarcales o regionales, de la circunstancia de gran representatividad identitaria de un reino que nuestras enseñas atesoran. Más de trescientos pendones y pendonetas, se decía, de casi doscientos pueblos. Todo un récord que los “niños” en su naciente 'ser leonés' querrán conservar y si es posible mejorar.  

Evidentemente los festejos patronales tienen un sabor distinto, propio, y aún más los que dedicamos al santo anacoreta, que allá en la gran puerta del Santuario de la Virgen del Camino, en bronce representado, obra y diseño de Subirats, le tiran los romeros de las cada vez más brillantes narices. Un gesto moderno, que encaja como repetible por aquello de la tangibilidad de lo que se quiere celebrar, y que, antaño, no era posible en el antiguo y bello edificio derruido, pues no estaba resaltado. 

Pero la estampa de aquel templo sigue estando presente en el recuerdo tan tradicional como “¡¡Carro a la Virgen!!”, donde íbamos a pie la generalidad de los leoneses, o en el autobús de Martiniano…

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