Depende de con quién me compares

Hombre encogiendo los hombros.

¿Qué tal? ¿Qué tal vas? ¿Cómo te va? ¿Qué tal estás? Todas son variantes de la misma y coloquial pregunta que pretende mostrar interés por tu persona, pero que en realidad no es más que una fórmula protocolaria para romper el hielo cuando nos encontramos a alguien por la calle o en la puerta del ascensor. Lo peor es cuando ese alguien se la toma en serio y te contesta sin escatimar detalles al sentirse verdaderamente aludido sobre su situación personal, emocional o física. Tú solo querías ser amable, lanzar una expresión comodín de cortesía, intentar ser un vecino educado. Pero en este mundo hay gente que probablemente esté muy sola, o directamente sea muy pesada y necesite soltar su particular chapa al primer incauto que se encuentra en la tienda del barrio. Ya saben, como decía el escritor, dibujante y humorista El Perich: ‘Un pesado es aquel que te priva de la soledad sin darte compañía’.

En cualquier caso la mejor respuesta posible para cualquiera de esas formas de preguntar por tu estado de animo o situación personal sería aquello de: depende de con quién me compares. Así, esa distendida e informal conversación iniciada con un qué tal seguiría con una replica incuestionable, con una verdad absoluta. Porque nadie puede rebatir que todo depende de con quién te compares. Es así y punto, es una respuesta irrebatible que podría fastidiar el resto del día de nuestro ocasional interlocutor, que podría dejarle preso de una melancolía difícil de digerir, como un niño que descubre que el Ratoncito Pérez son los padres o como cualquiera de nosotros cuando nos asalta repentinamente una certeza impecable y bella. 

Sí, así es, en este mundo nuestro todo depende de con quién nos comparemos. El tamaño de nuestras tristezas y alegrías, de nuestros éxitos o fracasos, solo es medible al enfrentarlo con el de nuestros vecinos o amigos, de nuestros coetáneos o enemigos. Incluso una relación de pareja, pasado ese primer e intenso momento del amor en el que solo existe el uno para el otro, tiene que ser cotejada con otras para encontrar su propia entidad. Puede parecer de una simpleza tremenda pero es así, vivimos en sociedad y necesitamos la continua valoración de los demás, la apreciación de nuestros actos u obras para que alcancen su valor intrínseco. Por eso son tan importantes los buenos amigos que nos dicen la verdad aún sabiendo que no nos gustará, y tan prescindibles por el contrario los doradores de píldoras o vendedores de motos.

Aunque si hay alguien que siempre te expresa lo gran tipo que eres y te demuestra su amor incondicional con una lealtad y fidelidad a prueba de decepciones, ese es tu perro.

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