De políticos y superpoderes

Pedro Sánchez, Koldo García, Santos Cerdán y José Luis Ábalos según una IA.

En esto de los superpoderes cada cual tiene sus preferencias. Gracias a esa maravillosa capacidad que nos distancia del resto de los seres vivos y nos permite abstraer y deformar la realidad a nuestro antojo, el abanico de posibilidades que la imaginación humana ha creado a lo largo de los siglos es infinito. Podemos elegir a la carta, la predilección por uno u otro dependerá de nuestra edad o de una situación vital concreta. De niños soñamos con ser los más fuertes, surcar el cielo con nuestra capa o ser una antorcha humana. En la adolescencia cobra una enorme importancia lo de ser invisibles. No es que antes no la tuviera, lo que ocurre es que eso de poder mirar sin ser visto es una jugosa y recurrente fantasía para un chaval cuyas urgentes prioridades pasan por satisfacer el insaciable apetito del contumaz onanista en que se ha transformado por obra y gracia de la revolución hormonal. Cuando nos convertimos en adultos, y exceptuando la ambición desmedida de todos esos políticos especialistas en medrar, fantasear con ser un superhombre deja de ser divertido para convertirse en un claro síntoma de inmadurez.

En cualquier caso, el camino que sigue cualquier individuo al adquirir alguno de esos extraordinarios dones siempre comienza con el descubrimiento casual del superpoder y la demostración práctica de sus asombrosas habilidades, para terminar con una moraleja final que acostumbra a ser una variante de la misma idea: todo poder conlleva una responsabilidad. Aunque no estoy muy seguro de que esta última afirmación incluya la infinita codicia de muchos de esos políticos que nos han tocado en suerte.

En estas últimas semanas ha vuelto a la actualidad política el más común entre todos los turbios talentos que adornan a esos incorregibles vendedores de humo elegidos por el pueblo, lo que coloquialmente llamamos 'poner el cazo'. Básicamente consiste en que el político utiliza su posición (aquí tenemos el superpoder) para adjudicar obra pública a unas determinadas empresas de las que por supuesto obtendrá una comisión o mordida a modo de pago por el favor. Sencillo de entender y de ejecutar, un clásico entre los clásicos. Y en esas estamos de nuevo. Cómo si no fuera suficiente con los mecanismos electorales y sus servidumbres, los manejos de los candidatos, los asesores de imagen, la fabricación de líderes, los intereses ocultos, el cinismo y la hipocresía, el juego sucio, las medias verdades y todas esas formas posibles de corrupción que son tan inherentes a la clase política y que perduran gobierno tras gobierno ajenas a cualquier tipo de compromiso cívico.

Etiquetas
stats