Cuando los magistrados juegan a ser políticos
Es cosa sabida que el tercer poder del estado, es decir, el Poder Judicial, no está sometido a ningún tipo de control por parte de los otros poderes (ejecutivo y legislativo) tan sólo se deben al Imperio de la Ley, lo que es tanto como decir que todos estamos sometidos a la oscuridad de la noche. Un brindis al sol y una manera de convenir en que asumimos la ecuanimidad de los jueces sin pruebas, lo que no deja de ser un acto de fe en que sus señorías obrarán con justicia.
La judicatura comprende un colectivo de personas a las que, así como al soldado se le supone el valor, a los jueces y magistrados se les supone imparcialidad y equidad a la hora de dirimir los pleitos y desacuerdos que ellos han de resolver. Este gremio de libérrimos privilegiados de los que a lo sumo se puede discrepar de sus sentencias, acatándolas siempre, tiene algunas particularidades gloriosas: Es la única profesión cuyos miembros no tienen empacho en reconocer que incluso cuando aciertan, 'fallan'. Por otra parte tampoco precisan un profundo sentido de la justicia, su mayor obligación, en esencia, no es ser justos sino escrupulosamente rigurosos e imparciales en la aplicación de las leyes, aunque éstas vayan contra natura.
El sentido de la justicia muchas veces está más arraigado entre el pueblo que entre los jueces, si bien el conocimiento de las leyes es su mayor activo. Pero la ley no es una magnitud invariable y admite interpretaciones, lo cual abre un infinito abanico de posibilidades para que dos casos prácticamente idénticos puedan acabar con alguien en la cárcel o siendo exonerado y hasta indemnizado por alguna administración del estado.
La potestad de impartir justicia por parte de los jueces siempre ha sido vista con recelo por la ciudadanía como lo demuestran algunas frases célebres. Pedro Pacheco, exalcalde de Jerez, afirmó que “la Justicia es un cachondeo” o aquella otra de Larra: “el que no ve con los ojos abiertos excusa tapárselos para no ver”; en clara alusión a la imagen de la Justicia que se presenta con una balanza y una venda en los ojos como alegoría de su imparcialidad. O las aún más causticas de Gracián: “Justicia hay, y no puede estar muy lejos estando tan cerca la mentira”. “Mandó luego ahorcar, sin más apelación, un mosquito y que lo hiciesen cuartos porque había caído el desdichado en la red de la Ley. Pero a un elefante que las había atropellado todas, sin perdonar humanas ni divinas, le hizo una gran bonetada al pasar cargado de armas prohibidas, bocas de fuego, buenas lanzas, ganzúas, chuzones, y aún le dijo que si era servido, le irían acompañando todos sus ministros hasta dejarle en su cueva”.
¿Jueces saltando a la política?
Un mandato constitucional impide a jueces y magistrados pertenecer a sindicatos y partidos políticos, pero su condición de cargos inamovibles o el Imperio de la Ley, concepto intangible, no impiden que sus señorías se integren en distintas asociaciones de diverso sesgo ideológico como son 'Juezas y Jueces para la Democracia', de carácter progresista, 'Asociación Profesional de la Magistratura', de carácter conservador, etcétera. El ordenamiento jurídico español es tan elástico que permite que algunos magistrados hayan dado el salto a la política, entendiéndose que entonces su hipotética imparcialidad no desaparecerá.
Los magistrados leoneses, Margarita Robles o Juan Carlos Suárez- Quiñones son buenos ejemplos del paso a la política. Margarita Robles, como buena leonesa, nunca ha mostrado deferencia alguna con su tierra natal, antes al contrario puede presumir de haberle propinado recortes insidiosos. En su calidad de ministra de Defensa ha tenido detalles muy feos con sus paisanos, llegándose a rumorear la 'deslocalización' de la Unidad de Aviones No Tripulados del Ejército del aire hacia la comunidad de la Rioja ¿Les suena el procedimiento? Primero alargamos la deliberación de su ubicación y luego, como el Incibe, lo segregamos del todo y finalmente lo trasladamos. Cuatro pataletas en prensa y se acabó. ¡Total, los leoneses como ya se sabe nunca dicen ni pío...! Su actuación en la DANA en Valencia ha dejado mucho que desear y su justificación televisiva ante dos inquirientes mozalbetes valencianos. Patético.
El caso del ínclito consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de la muy Noble y muy Leal Junta de Castilla y León es aún más deprimente. La Wikipedia insinúa que hubo escuchas telefónicas que lo relacionarían con el Caso Enredadera, del que habría salido sin ser imputado. Sea como fuere su nefasta gestión en el incendio de la Sierra de la Culebra en Zamora o su indigna intervención, fotografiándose con enfermos de ELA ante San Marcos para tratar de salvar la cara de la Junta –que vio como León le daba la espalda a los fastos junteros el 'Día de la Comunidad'– con un acto improvisado, mientras un gentío de leoneses se manifestaba ante sus ojos en repulsa de su pertenencia a esta comunidad y sus festejos, dan buena prueba de su catadura moral y su 'patriotismo'.
Así pues es evidente que los magistrados no son buenos para funciones ajenas a su saber y si son leoneses, peor aún. Bueno, peor para León, porque fuera de nuestra demarcación pueden ser tenidos por mirlos blancos y señores encantadores. Miren: ¿Saben lo que les digo a los dos? ¡Que se vayan a hacer puñetas! Al menos no ofendan nuestra inteligencia queriendo pasar por denodados luchadores por el interés general. El interés de León no puede ser más injustamente defendido que por estos magistrados.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata