Boogie days
I said a hip hop, the hippie, the hippie / To the hip, hip hop, and you don't stop / The rock it to the bang, bang, boogie / Say up, jump the boogie to the rhythm of the boogie, the beat (The Sugarhill Gang. Rapper's Delight, 1980). ¿Les suena? Igual si lo pronunciamos: Aserejé, ja, dejé dejebe / Tu dejebere seibiunouva / Majabi an de bugui an de buididipí (Las Ketchup. Aserejé, 2002) resulta más familiar. Sí. Hoy el boogie será mi asunto. En verano el calor dilata los materiales, pero no los entendimientos. Por lo menos el mío. Trataré de ir en orden cronológico aunque ya me lo he saltado dos veces. Primeros principios: los Padres Agustinos y su extraña concepción de la enseñanza. Iniciación al inglés. ¿La lección? El verbo to can (poder) que coincide temporal y mágicamente con el Yes Sir, I Can Boogie de las Baccara (1977). El yes y el sir lo teníamos dominado de antes y el I (yo), de la clase anterior. Interrogado por el misterioso término que nos faltaba nuestro profesor don Orestes –en serio–, que poseía un desconocimiento acerca del idioma de Shakespeare tan perfecto como sobre las otras tres lenguas que impartía, no nos pudo ayudar. Por cierto que solo cambiando boogie por otro verbo queda clarísimo que el tema del dúo madrileño/logroñés trata del orgullo por resultar excelente en su profesión de una prostituta de lujo, pero me salgo del tema. Estamos en 1978 y el boogie ataca de nuevo serpenteado por Michel Jackson cuando todavía era negro y hermano de personas llamadas Tito. Blame It on the Boogie. No le eches la culpa al sol ni a la luna, ni a los buenos tiempos. Échasela al boogie. Rayos. Se multiplican las polisemias. Pasa el tiempo y me doy con LA CULTURA PLÁSTICA. Un temprano cuadro de Mondrian –¡nada menos!– se llama Broadway Boogie Woogie (1943). Ahora sí que no entiendo nada. La clave, de todas formas, estaba ante mis ojos, en una traducción del Starman de Bowie (1972) después de donde yo entendía en vez de He'd like to come and meet us –Le gustaría venir y conocernos– He likes tambors and guitars –Le gustan los tambores (??) y las guitarras–; claro que con el inglés de Nuestra Madre del Buen Consejo bastante tenía con pillar que no estaba en español. Más digresiones. Me lío. A lo que iba: en una traducción colombiana de la canción citada vertían uno de los versos siguientes –Let the children boogie– como: Dejad que los niños BAILOTEEN. ¡Al fin! To boogie es bailotear. Claro, joder. Todo encaja. Una versión española del Starman rimaba lugar –Soy Estaarman / soy de otro lugaaar– con Gibraltar. Pero ese también es un tema muy otro. Ah, la woogie –con uve doble– del cuadro de Mondrian sería una joven que hace woo! –o sea ¡uuuuh! de forma habitual junto a otras chavalas igualmente ululantes–. Conclusión: que eso de la autonomía unirregional o trirregional para León es una patochada e íbamos a ser tan tontos, fachas y pobres solos en un futuro como acompañados ahora. Igual tal inferencia o deducción parece –y lo está– traída por los pelos. De aquella tradujeron Rapper's Delight como La gozada del rollista. En esos rollos y bailoteos seguimos.