Beatus ille

El vastísimo terreno de la opinión se extiende desde la ignorancia más ofensiva (la voluntaria) hasta los hechos contrastados (pero ahora mismo según parece, ¡ay!, discutibles). En tan oceánicos predios pastamos la mayoría. El otro día oí llamar polémico al dueño de un sanguinario grupo de mercenarios que, después de sembrar el terror en África ahora estaba llevando fuego y destrucción a Europa. Supongo que para tener opiniones impopulares uno debe ser, primero, popular. Bien, alejado de estas dos tentaciones ya que no soy ni polémico ni popular, puedo subirme sobre mí mismo y decir que lo más me gusta de León es que no exista y de Castilla y León, que ni siquiera tenga capital (¡ni himno!). A los ríos y a las lenguas les dan la risa los mapas políticos, que parten de un violento malentendido para llegar a un sólido (e histórico) disparate. Castilla y León es un artefacto elocuentísimo que debería ser ejemplar. Toda frontera es arbitraria, claro; especie que pone muy nerviosa a la gente que vocea mi tierra sin haber mirado antes el catastro. La deseada uniformidad de la tribu (un solo anhelo, una sola lengua, un solo Dios) es idéntica a la que viví en el ejército, donde les parecía mal de principio que las botas fueran en diferentes números o que los reclutas tuviéramos diferentes pies y les parecía ya inadmisible que ambas cosas ocurrieran al mismo tiempo. La mecha (que es como decimos a la tolerancia a la frustración) de un nacionalista o de un regionalista puede parecer corta, ya que siempre están enfadadísimos por agravios comparativos imaginarios o no, pero en realidad es larga como una procesión de Semana Santa y les da igual tener enemigos que puedan permitirse infinitas bajas. La historia (imaginaria también o no) les contempla. Yo estoy tranquilo y me puedo permitir tener opiniones impopulares. A mí, que me daría igual que a este territorio se le denominase con una matrícula (¡Sin LU-34372M no hubiera España!), la bandera fuera el símbolo de Batman y el himno, el pasodoble En er mundo, no me contempla nadie.