Tribuna de Opinión Trece Escalones

Agradecimiento, ruido y dinero

El alumbrado navideño en la Plaza Mayor de León.

Gracias de verdad a los que le bajaron los humos y el volumen a los diabólicos angelotes tonantes de la plaza de la catedral. No sé si fue por las buenas, por las malas o por las regulares, pero las gracias hay que darlas igual. Otros no han sido tan afortunados y siguen soportando, en diversos puntos de la ciudad, la matraca continua de las atracciones infantiles, aunque me consta que también se ha hecho algo para reducir las molestias a los vecinos.

No se trata de quitarle el papel en el tebeo al pitufo gruñón, como algunos creen, sino de diferenciar lo esporádico de lo constante. Cuando en un determinado lugar hay jarana, conciertos y lo que haga falta unos días al año, como en las fiestas de San Juan o en las de San Froilán, o en Semana Santa, entendemos todos que hay que sacrificarse por el bien social. Pero cuando la molestia dura del quince de noviembre al quince de enero, hablamos ya de dos meses, y eso no es esporádico, sino que la molestia, con sus consecuencias respeto a la salud y el descanso, cobran ya carta de naturaleza, mala naturaleza, para convertirse en una especie de derecho adquirido a tocar los huevos.

Y si fuesen solamente dos meses, algunos lo celebrarían por todo lo alto. Pero hay quien me ha venido con la suma de los días totales de molestia al año y hay lugares donde hablamos de cien y hasta más días. Casi un tercio del año de altavoces y linchamiento sonoro. No voy a entrar en lo particular de esta o aquella plaza, de este o aquel jardín, pero lo cierto es que hay que buscar algún tipo de equilibrio entre una ciudad con actividad y una ciudad habitable donde determinados lugares emblemáticos sean algo más que un parque de atracciones al aire libre.

Por cierto, y en ese sentido, me hace mucha gracia lo que pesa el dinero y la influencia a la hora de elegir los sitios que se degradan. Si hay que montar bulla y mercadillos en la plaza de la catedral, se hace. Si hay que poblar de camiones taberneros el Jardín de San Francisco, se hace. Si hay que atiborrar de atracciones y puestos el entorno de Botines y el Palacio de los Guzmanes, o hasta el entorno de San Isidoro con el mercado medieval, se hace también. Me parece correcto porque en algún sitio hay que hacer esas cosas. ¿Pero no os parece llamativo que en una plaza tan amplia y cojonuda como la de San Marcos nunca pongan nada? Allí no, que estorba a los ricos.

Ya. Nos ha jodido. Sólo se les ve un poco el plumero a los que organizan y reparten estas cosas.

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