Noventa años de la fallida Revolución del 34 en la provincia de León

Nemedio Pascual, uno de los cabecillas mineros de la Revolución del 34, custodiado en Bembibre.

Jesús María López de Uribe

Se cumplen estos días 90 años de la llamada Revolución del 34, una de las mayores amenazas a la Segunda República, si no la mayor, antes de la sublevación militar de julio de 1936 que dio comienzo a la Guerra Civil.

Una situación que también afectó a la provincia de León, sobre todo a sus zonas mineras, cuestión que queda absolutamente opacada por la llamada Revolución de Asturias –con la que acabó el general Franco a sangre y fuego–, y también por la proclamación del Estado Catalán Federal el 6 de octubre, que terminó en desbandada general de los independentistas catalanes en poco más de un día.

La Revolución de Octubre del 34 se produjo por la entrada de la derechona de entonces en el Gobierno. El 1 de octubre, las Cortes Españolas se reunieron y la CEDA anunció que retiraba su apoyo al gobierno del Partido Republicano Radical, liderado por Ricardo Samper, exigiendo su participación en el próximo gobierno. Al día siguiente, el gabinete de Samper, que había intentado alcanzar un acuerdo con Companys sobre la ley de contratos, cayó. El 4 de octubre, Alejandro Lerroux formó un nuevo gobierno, en el que, por primera vez, se incluyeron ministros de la CEDA. De inmediato, los socialistas convocaron una huelga general revolucionaria en toda España para el día siguiente.

La revolución fallida en León capital

Pero algo tenían preparado los socialistas si en la noche del 5 al 6 el acaudalado pintor, pero de ideas revolucionarias, Modesto Sánchez Cadenas explica en sus memorias “el fracaso del levantamiento” en León. Para él, en los días previos y durante el levantamiento de octubre de 1934, se dieron una serie de decisiones y movimientos cuestionables entre los líderes de la insurrección, que han quedado reflejados en varios testimonios. Agapito Fernández, uno de los implicados, es señalado por haber recibido un telegrama de aviso sobre el movimiento el 4 de octubre a las 8 de la noche, pero no entregó el mensaje hasta el día siguiente a las 10 de la mañana, lo que generó dudas sobre su actuación.

Por otro lado, Alfredo Nistal también recibió críticas de Cadenas por su participación. En una reunión el 5 de octubre, celebrada en el bar Buenos Aires, no se acordó ejecutar los ataques previstos en un encuentro anterior, el 3 de octubre. Además, se cuestiona por qué no se realizó el ataque al aeródromo planeado para la noche del día 5 y por qué, al día siguiente, Nistal dio órdenes a los mineros de Laciana de retirarse cuando estaban cerca de León.

Las decisiones de Nistal no terminan ahí. Modesto Sáncjez Cadenas denunció que había acudido a trabajar el 6 de octubre, en lugar de coordinar las acciones del levantamiento, y que había transmitido mensajes confusos sobre la concentración de fuerzas en San Andrés. Según algunos testimonios, se ordenó a los mineros que se retiraran, y finalmente, no acudió nadie al punto de encuentro, dejando el levantamiento sin dirección clara. Estos hechos reflejan una serie de descoordinaciones y decisiones que afectaron el desarrollo del movimiento en esa fase crítica. Y la capital leonesa se libró de las acciones revolucionarias.

Curiosamente Modesto Sánchez Cadenas, que huyó a Bélgica, pero volvió a León tras la anmistía del Frente Popular en 1926 (para defender en el PSOE volver a repetir la Revolución en octubre de 1936), fue fusilado al principio de la Guerra Civil, mientras Alfredo Nistal huyó. Éste último tiene calle en León mientras el pintor comunista ha sido casi completamente olvidado.

El comandante del aeródromo de La Virgen que se negó a bombardear

Otra circunstancia curiosa se produjo aquellos días en el aeródromo de La Virgen del Camino, que no había sido asaltado por los obreros como se ha podido leer anteriormente.

El día 6 se produjo un conato de motín entre los soldados de la base aérea, que tuvo que controlar el comandante, Ricardo de la Puente Bahamonde. Existía un plan para que los soldados y empleados, algunos de ellos asturianos, tomaran la base y evitaran que los aviones bombardearan Asturias, pero la falta de apoyo externo y la ausencia de municiones frustraron el intento. A pesar de la resistencia interna, los oficiales lograron controlar la situación, aunque muchos pilotos se mostraban reacios a luchar contra sus compatriotas. La base aérea, contaba con numerosos simpatizantes de izquierdas, entre ellos su jefe, conocido por sus ideas republicanas y su afinidad con el movimiento obrero. Aunque e Éste era el primo del general Francisco Franco, y durante los días de la Revolución de Asturias intentó impedir que se bombardeara “a otros españoles”.

El comandante De la Puente Bahamonde, primo de Francisco Franco, destacó por su comportamiento humanitario, ordenando a los pilotos lanzar las bombas en el monte en lugar de sobre los mineros. Mientras tanto, en tierra, el capitán Lozano, abuelo del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, cumplía las órdenes de Franco de manera estricta, contribuyendo a la represión.

A pesar de las tensiones internas en la base, la participación de las unidades aéreas en la campaña fue limitada debido al mal tiempo y a los “fallos técnicos” –y posiblemente a una orden del comandante que recomendaba tirar las bombas a los bosques para no matar a compatriotas– aunque algunos pilotos sí recibieron distinciones por sus acciones en Oviedo. En este reportaje de ILEÖN se cuenta más a fondo lo ocurrido entonces en el aeródromo leonés.

El comportamiento del Bahamonde, que realizó vuelos de reconocimiento y bombardeo, pero no convenció a sus superiores, provocó su traslado el 12 de octubre de 1934. La relación entre los primos Franco y De la Puente, que de niños habían sido cercanos, se deterioró a raíz de estos eventos. El historiador Francisco Sánchez Montoya señala que la negativa de Ricardo a colaborar en la represión de los mineros fue el detonante de su destitución, llegando incluso a recibir de Franco una advertencia: “Un día voy a tener que fusilarte, Ricardo”.

Represión muy severa de la Segunda República

La represión gubernamental fue especialmente severa en las cuencas mineras, que se levantaron durante seis días, a partir del día 6 de octubre; aunque la mayoría de ellas estaban pacificadas el 10 de octubre, pero los últimos resistentes consiguieron entretener al Ejército y la Guardia Civil hasta el día 12 pasando a Asturias.

En ese levantamiento leonés de los mineros se dio uno de los episodios más significativos en la historia del Bierzo durante 1934 ocurrió pocos días después de que estallara la revuelta: el conocido como Cristo 'Rojo' de Bembibre. Según relataba la revista La Estampa, “el domingo 7 de octubre de 1934, a las once de la mañana, 2.000 mineros de la cuenca del Sil descendieron en masa desde las montañas y tomaron el control de Bembibre”. Los insurgentes se dirigieron al Ayuntamiento, destruyeron toda la documentación y proclamaron la República Socialista.

Posteriormente, incendiaron la iglesia tras rociarla con gasolina, aunque antes de hacerlo sacaron la imagen del Sagrado Corazón, colocándola en la plaza con un cartel que decía: “Cristo Rojo, a ti te respetamos por ser de los nuestros”, según los testimonios de la época.

Esta república socialista de Bembibre fue extremadamente efímera, con una duración de apenas diez horas. Sin embargo, lo que siguió fueron meses de torturas y abusos, que el diputado de Izquierda Republicana por León, Félix Gordón Ordás, documentó en un informe presentado ante las Cortes. Dicho informe denunciaba la brutal represión que el gobierno de la CEDA desató o permitió tras los sucesos de octubre en las cuencas mineras de Asturias, León, Bierzo y Palencia.

Franco acabó el 18 de octubre con la Revolución de Asturias

La revolución fue brutalmente aplastada dos semanas después de su inicio en Asturias por los mismos mandos militares que dos años después se rebelarían contra el Gobierno, provocando la Guerra Civil. Se le encargó al general Franco (sí, ese mismo, que entonces era el Jefe del Estado Mayor de la Repúblilca) que entrara con la Legión a sangre y fuego en Asturias, una vez controlada la sublevación minera de León. El 18 de octubre las hostilidades cesaron con los mineros apresados debido a la dureza combativa del Ejército.

El levantamiento armado contra el gobierno republicano de derechas dejó, en un plazo de quince días, entre mil quinientos y dos mil muertos, aunque algunos autores elevan la cifra a hasta cuatro mil. De estos fallecidos, alrededor de 320 eran guardias civiles, soldados, guardias de asalto y carabineros, y aproximadamente 35 eran sacerdotes. El resto incluía a obreros, jornaleros, mineros y 38 miembros de los somatenes catalanistas. La ciudad de Oviedo resultó prácticamente destruida, y se estima que entre quince y treinta mil personas fueron detenidas y procesadas en toda España por su participación en la revuelta.

La Legión permaneció en Asturias de guarnición hasta marzo de 1936 cuando el nuevo gobierno del Frente Popular decidió devolverlos a Marruecos. De haberse quedado allí hasta julio, el Frente Norte de la Guerra Civil posiblemente no hubiera existido en las montañas de la Cordillera Cantábrica de León al estar allí un contingente militar tan potente que hubiera decantado la zona para los sublevados pese a la fuerza que tomaron los mineros. O el asedio hubiera sido a Gijón y no a Oviedo con los republicanos defendiéndose.

Lo que deja en el aire una pregunta: ¿Qué tuvo que pasar para que aquellos, como Francisco Franco, que defendieron la legalidad republicana sin dudarlo a finales del 34, en menos de año y medio se alzaran contra ella? Pues que no aceptaron el gobierno del Frente Popular y que éstos perdonaran los delitos cometidos en octubre del 34. Que el PSOE debatiera si repetir en octubre del 36 los hechos de hacía dos años, como demuestran documentos de Modesto Sánchez Cadenas, es irrelevante.

La decisión de acabar con la democracia ya estaba tomada y no cabe excusa alguna: los militares fueron tan crueles que hasta el primo de Franco, el aviador Ricardo de la Puente Bahamonde que no quiso bombardear a los mineros, fue fusilado por permanecer leal a la Segunda República, sin que el que luego fuera dictador hiciera absolutamente nada para salvarle.

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