La marcha 'vintage' por Senén Blanco, el ciclista que pasó de comprar la bicicleta en el estraperlo a correr con Bahamontes

Senén Blanco, con el brazo en alto, vencedor en St. Johann (Austria) del Mundial de Ciclismo para veteranos de 1984.

César Fernández

El chaval que compró la bicicleta en el estraperlo; el joven que ayudaba a Federico Martín Bahamontes a escribirle cartas a su novia; el hombre que montó tienda y taller en Suero de Quiñones; y el veterano que se proclamó varias veces campeón de España y del mundo. Todo eso fue Senén Blanco (Garrafe de Torío, 1923-León, 2011). Y ahora, más de 13 años después de su muerte, su figura es la catalizadora de la I Ruta Clásica Leonesa, una iniciativa que cuenta como aliado con el fervor por lo vintage que multiplica la nostalgia por aquellas máquinas con los cables de los frenos por encima del manillar, las manetas de los cambios en el cuadro y unos desarrollos con dos catalinas y cinco piñones como todo margen de maniobra. La marcha, organizada por el Club Team Legio con la colaboración del Ayuntamiento de Sariegos y las inscripciones todavía abiertas, está programada para el próximo domingo 29 de septiembre.

La I Ruta Clásica Leonesa Memorial Senén Blanco, que propone un recorrido de alrededor de 75 kilómetros con salida y llegada en torno al Bernesga, subida a la Collada de Llanos de Alba y paso por parajes como el pantano de Selga, tiene como banderín de enganche la figura de aquel ciclista que nació en Garrafe de Torío, se trasladó de chaval a La Virgen del Camino y trabajó de camarero en León hasta que se compró una bici en el estraperlo y abrió una carrera de unos 15 años que lo llevaría al campo profesional. Comenzó a pedalear en plena posguerra, fue pionero en fichar por un equipo extranjero (el italiano Fiorelli) y apenas le quedó la espina de no haber acudido tras ser preseleccionado al Tour de Francia, la gran ronda que un paisano, el berciano Victorino Otero, terminó en su dantesca edición de 1924, y que uno de sus compañeros de fatigas, Federico Martín Bahamontes, ganaría por primera vez para España en 1959.

Como el Águila de Toledo se defendía mejor escalando el Tourmalet que escribiendo cartas de amor, Blanco ayudaba en ocasiones a Bahamontes a redactar las misivas que enviaba a Fermina, su novia de entonces convertida luego en su esposa. El leonés y el toledano coincidieron en Barcelona, donde el primero tuvo como cómplice a otro paisano, el mítico delantero del Barça César Rodríguez, el máximo goleador azulgrana en partidos oficiales hasta que irrumpió un tal Leo Messi. Y Blanco traspasó fronteras en aquella España marcada por la autarquía hasta firmar por el equipo italiano Fiorelli y trasladar entrenamientos (al país transalpino iba en coche) que, cuando estaba en León, podían sustanciarse en pedalear hasta Guijuelo (Salamanca) y volver al día siguiente. A falta de participar en el Tour de Francia, corrió varios años la Vuelta a España y una edición del Giro de Italia.

El destino se empeñó luego en que siguiera ligado a la bicicleta. Habiendo puesto fin a su carrera ciclista, montó una granja de gallinas. “Vino una fiebre y murieron todas”, rememora su hijo Alfonso para explicar cómo cambió de idea y se instaló con una tienda y taller de bicis en la avenida Suero de Quiñones. El establecimiento se convirtió en una referencia que fue más allá de lo local (“por allí pasó todo León”) cuando el céntrico vial era una especie de frontera entre Asturias y la meseta. Además del antiguo compañero Bahamontes, por allí pasaron el segundo español en ganar el Tour de Francia, Luis Ocaña, o el lacianiego que llegó a la ronda gala y fue olímpico en los Juegos de Tokio 1964, José Manuel López Rodríguez. Con vivienda encima del local, Alfonso Blanco se crio en aquella tienda y taller en la que “a cualquier hora, se montaba una tertulia ciclista”.

En esta primera edición, en aras de promover la participación, los organizadores han transigido para estirar los requisitos de antigüedad de las bicicletas hasta 1998

El propio Alfonso Blanco quiso tomar el relevo. Comenzó saliendo con su padre en grupetas hasta el Puerto de Aralla o el Alto del Manzanal y terminó llegando hasta el pelotón profesional con ilustres como Ángel Arroyo, Faustino Rupérez o Pedro Delgado. Corría para el Chocolates Hueso la Vuelta a los Valles Mineros de 1982 cuando, subiendo el Brañillín, un chaval le estaba aplaudiendo en la cuneta. Precisamente con aquel chico, Pedro Prada, que pasó luego por el mountain bike y fue amateur a principios de los noventa, ha forjado ahora la Ruta Clásica Leonesa que honra la memoria de su padre. Los dos son hijos de otro tiempo. Blanco, que colgó la bici por los estudios en 1982 justo un año antes del boom ciclista en España al calor de las retransmisiones televisivas de la Vuelta, evoca el olor a “linimento” en Suero de Quiñones. Prada, en mitad de una saga (su padre, Santiago, corrió con Senén en veteranos y su hijo Gabriel es el vigente campeón provincial leonés de juveniles), se queda con el del “desengrasante”. Ahora están tratando de impregnar en León el aroma a lo clásico.

El resultado es una marcha vintage que trata de despegar. En esta primera edición, en aras de promover la participación, han transigido para estirar los requisitos de antigüedad de las bicicletas hasta 1998. Sueñan para el futuro con consolidar una ruta ciclista anual con máquinas fabricadas hasta mediados de los ochenta y participantes con vestimentas clásicas hasta donde permita la normativa respecto a elementos como las míticas chichoneras. Como no se conforman con un simple paseo, han diseñado un recorrido de media distancia con avituallamiento en el que ha primado la belleza del entorno y sin carácter competitivo con la opción, eso sí, de dar media vuelta en La Robla y regresar por la carretera de Lorenzana. La salida y la meta está en Sariegos, valiéndose de las “muy buenas instalaciones” municipales, señala Prada, que empezó restaurando una bici antigua de su padre y ahora trata de lanzar una marcha.

La Ruta Clásica Leonesa se alimenta de la nostalgia de un tiempo sin frenos de disco, potenciómetros o pinganillos. “Hasta el viento era más fuerte antes”, decía otro mítico como Joaquín Fernández Joaco, repesca Pedro Prada, mientras Alfonso Blanco rememora la figura de su padre con los tubulares al hombro. Su recuerdo, el de un hombre que también fue presidente de la Federación Leonesa de Ciclismo, estará muy presente en una marcha que, sin haberlo pensado de antemano, coincidirá el mismo día de la prueba masculina para profesionales en ruta del Campeonato del Mundo de Zurich (Suiza), a menos de 400 kilómetros de distancia de la St. Johann (Austria). Allí, en el Tirol y ya rebasados los 60 años, la fotografía sitúa a Senén Blanco levantando un brazo como ganador del Mundial para veteranos (hoy máster) de 1984 con una chichonera de la época y un maillot que remite a León. 

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