Carolina Rodríguez, premio Castilla y León del Deporte: “Las medallas están en un cajón; lo mejor es transmitir valores”

La gimnasta leonesa Carolina Rodríguez.

César Fernández

Hay una suerte de magnetismo en la sonrisa y la expresividad de la exgimnasta Carolina Rodríguez que le daba puntos sobre el tapiz y también ahora en la distancia corta frente a una grabadora. Lejos queda ya la alta competición y sus experiencias en finales de rítmica de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y Río de Janeiro 2016 con una retirada y Londres 2012 por el medio. Su carácter la ha llevado por el mundo en charlas y masteclass en las que cuenta la experiencia de una niña que tenía que entrenar en una vieja iglesia y que llegó a ser olímpica. Ahora pasa las mañanas estudiando una oposición tras cursar Psicología y las tardes entrenando en el Club Ritmo, el origen de una carrera que le ha valido el Premio Castilla y León del Deporte que recoge este viernes 21 de abril. A veces, ante algunas preguntas, se para a pensar. La sonrisa nunca la pierde.

¿Cómo acogió el premio? En una primera reacción dijo que se sentía como una niña pequeña.

Es un premio inesperado. Cuando has dejado la alta competición hace ya siete años, no te esperas que te llegue un premio de tanto prestigio. Yo estaba saltando de alegría. Fue muy bonito porque están reconociendo, aparte de tu trayectoria profesional, el legado que dejas.

¿Se siente como una niña que prolongó su infancia o como una mujer que tuvo que madurar ya desde muy niña?

Casi más lo segundo. Siempre fui muy infantil. De hecho, con 30 años viajaba a Las Vegas y me hacía la misma ilusión que a una niña de 7. Soy una mujer metida en un cuerpo de niña, pero a su vez tuve que madurar desde bien pequeña porque yo a los 11 años ya cogía vuelos sola. Y eso me ha permitido madurar.

Usted comenzó en la gimnasia rítmica al verse fascinada por una niña. Pero seguro que muchas niñas empezaron por usted. ¿Supone eso un plus de responsabilidad?

Al principio no te das cuenta. Y luego todo cobra muchísima importancia. Cuando tienes días malos y de repente ves a una niña que está con ilusión y una sonrisa, eso ya te cambia todo. Y eso lo ves cuando un día te haces la coleta de una manera determinada y al día siguiente la niña te copia. Sí tienes esa responsabilidad. Pero eso va con cada uno. La forma de educación que he tenido aparejada al deporte me ha permitido tener en cuenta estas circunstancias y no cometer ninguna locura delante de la gente que me sigue.

¿Cuándo una niña es consciente de que un hándicap como la situación de sus padres (ambos sordomudos) va a ser un aliado en su carrera deportiva?

Yo no era consciente. Lo fui a base de escucharle a mi entrenadora (Ruth Fernández) que había que explotar esa parte de mí. Me acuerdo de que, cuando entrenábamos en la iglesia vieja de Puente Castro, me ponía delante del espejo a repetir sin parar cosas de expresividad. Y yo me preguntaba por qué. Sabía que era una forma de potenciar una de las facetas que yo tenía. Luego sí notaba que tenía facilidad a la hora de poder expresarme con la música.

No me imaginaba que con 30 años iba a estar disputando otra final olímpica. Pero creo que la edad no es del todo un impedimento para hacer lo que uno quiere. Al final siempre hay tiempo para todo

Hablábamos antes de la necesidad de madurar de repente, como tuvo que hacer cuando falleció su hermano justo antes de un Mundial. ¿Cómo se gestiona esa situación y de qué manera eso sirve para el futuro?

Perder a un ser querido siempre es duro. No sé ni cómo me recompuse. Fue una situación peculiar. Yo estaba en Madrid entrenando con la selección española. Fui la primera en enterarme del fallecimiento. Y se lo tuve que comunicar a mis padres. Sé que todos estamos aquí por un tiempo. La suerte que tengo es la de rodearme de gente que te quiere. Al final el ser humano es un ser social. Y eso es lo que me da fuerza para seguir. He vivido momentos increíbles y experiencias brutales incluso al lado de mi hermano. Y gracias a él en parte he conseguido llegar a unos Juegos Olímpicos.

En ese mismo camino de madurez, ¿cómo afronta una que con veintipocos años le digan que ya no vale para aquello que ha elegido hacer? ¿Cómo se digiere eso?

Veníamos de una etapa un tanto mala. Lo que no te esperas es que te digan que no cumples con las expectativas y que ya no tienes margen de mejora. Y luego se demostró aquí en casa que sí lo había. Tampoco me imaginaba que con 30 años iba a estar disputando otra final olímpica. Pero creo que la edad no es del todo un impedimento para hacer lo que uno quiere. Al final siempre hay tiempo para todo.

Siempre se ha dicho que usted reaccionaba mejor al afecto que al 'látigo' en los entrenamientos. ¿Cómo se debería conciliar la disciplina de un deporte tan exigente con la empatía para que niñas con talento no acaben abandonando la gimnasia rítmica?

Yo caí en las manos apropiadas. La niña tiene que querer. Es un deporte exigente, como todos en los que llegas a un alto nivel. Pero también existe el deporte por hobby. Cada uno se lo toma a su manera. A mí me gustaba mucho el deporte, era bastante disciplinada y se me dio bien. Cuando la cosa empezó a ponerse seria, no me importaba sacrificar muchas de mis cosas. Yo, desde pequeña, quería ser olímpica. Tenía las cosas muy claras. Hay que saber que no todo es un camino de rosas. Pero de ahí a los tópicos sobre el deporte de alto rendimiento, o en este caso de si las niñas tienen que estar delgadas... Al final son tópicos. Yo he llegado hasta superar los 30 años. Es verdad que la cabeza a veces te juega malas pasadas. Mi entrenadora ha tenido que ejercer de psicóloga. Y eso lo sabe hacer muy bien. Tú tienes que saber discernir entre lo personal y el respeto que le tienes a tu entrenadora.

Decía antes que este premio también era en parte un reconocimiento a su legado. ¿Uno de los principales legados es hacer ver que con 30 años se puede llegar a una final olímpica de gimnasia rítmica?

Ya no tanto por los resultados, que también son importantes. Las medallas se quedan en un cajón, pero al final has dado la vuelta al mundo por tu forma de ser o de transmitir con una sonrisa. Yo no me imaginaba que, tras esta carrera, fuera a viajar por todo el mundo trabajando con otros países para charlas, masterclass, campamentos. Te contactan gracias a las redes sociales. Y ves que empatizas con niñas de diferentes culturas. No hay mejor legado que transmitir valores a otras niñas. A lo mejor a la número uno no la llaman y a mí, que estaba entre las diez primeras, sí. He viajado a muchos países, sobre todo de Latinoamérica por el idioma

¿Es más difícil llegar a unos Juegos Olímpicos con 30 años o hacerlo desde León fuera del circuito habitual?

Si te digo la verdad, no lo sé. Aquí tenía facilidades; no todas las del mundo, pero las tenía. Me refiero a la parte de mi entorno: el antiguo CAR (Centro de Alto Rendimiento) de León, me apoyaba el Comité Olímpico y me permitió estudiar en la UCAM (Universidad Católica San Antonio de Murcia) con una beca. Por parte de la Federación sí eché en falta algo más, aunque no me puedo quejar porque he sido de las privilegiadas que he podido estar ahí. A la larga, ahora que estoy retirada, sí me he sentido más olvidada por parte de la Federación. Pero la vida sigue.

El deporte deja lecciones aplicables a la vida como el saber estar en todo momento o la tolerancia a la frustración en cierta manera

La cuestión es si esas circunstancias complican el hecho de que en el futuro más chicas lleguen desde León a unos Juegos Olímpicos.

No tiene por qué pasar. Si hemos conseguido resultados entrenando en una iglesia, somos capaces de cualquier cosa. Y a la vista está que tenemos alguna gimnasta internacional que está entrenando aquí. No tenemos al CAR de León como teníamos antes, pero se están consiguiendo igualmente resultados. Aquí el secreto es la constancia, el trabajo y la ilusión.

¿De qué manera una experiencia deportiva de alto nivel sirve para la vida posterior? ¿Qué lecciones son aplicables al futuro?

Creo que casi todo: el saber estar en todo momento o la tolerancia a la frustración en cierta manera. Ya no me gusta competir, ni siquiera cuando salgo con el grupo de corredores. Pero es verdad que te hace marcarte unos objetivos y eso es lo que te mantiene con la motivación diaria. Cuando vas por pura inercia, al final uno acaba cansado y quiere que llegue el fin de semana porque ya no aguanta más. El deporte ayuda mucho a eso.

'Si quieres la paz, prepárate para la guerra', dice su estado de whatsapp en latín. ¿Cuál es ahora la guerra en la que está Carolina Rodríguez tras vivir tantas batallas?

Quizá la estabilidad, aunque ya sé que eso es un tópico. Quiero volver a tener una vida plena y poder estar en familia. Y ahora mismo tengo a mi pareja fuera y una hija pequeña. Mi ilusión es poder cerrar un círculo para poder empezar una vida nueva. El ciclo de la vida es un constante cambio. Y tras haber vivido un proceso superintenso, quiero volver a tener algo que me llene.

En los Premios de Castilla y León va a ser de algún modo la representante de León, una provincia que está perdiendo población y de la que se marchan jóvenes. ¿Cuál es la guerra que tiene que dar León para mantener el pulso?

De León sale gente buenísima, como sin ir más lejos los dos chicos seleccionados como astronautas. En otras ocasiones que he tenido la oportunidad de que me hicieran entrevistas en institutos, te das cuenta de la cantidad de gente que sale de esta tierra como científicos, médicos, deportistas. Me parece una pasada que salta gente tan brillante de una población tan reducida. Y es una lástima que mucha de esa gente se tenga que ir fuera. Pero al final es ley de vida: somos ciudadanos del mundo. 

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