León concentra en el centro la mayoría de las esculturas urbanas, consideradas de deficiente calidad artística

La última estatua urbana inaugurada en León ha sido polémica, pero un gran éxito de público. / Uribe

Jesús María López de Uribe

La capital leonesa concentra en el centro las cuatro quintas partes de las esculturas, o mobiliario urbano, y más de las dos terceras partes de las fuentes. Y lo colocado, artísticamente, tiene una calidad “muy deficiente” para los estándares del arte contemporáneo y el urbanismo actual, puesto que también adolecen de una ubicación adecuada en los lugares donde se sitúan.

Al menos esto es lo que considera el profesor de Historia del Arte de la Universidad de León, Roberto Castrillo, que apunta a que la mayoría de las estatuas y bustos de la ciudad “podrían considerarse figurinas”. “Hay algunas obras de calidad, pero artísticamente el conjunto es desigual... digamos que la media es muy deficiente, debido a que las escogen los políticos, gente sin preparación artística para decorar espacios urbanos y generalmente con poco criterio al colocarlos en ellos”, asegura.

Según el Inventario de Bienes Muebles de Valor Histórico Artístico del Ayuntamiento de León, la capital de la provincia disponía en 2015 de 25 fuentes y 55 esculturas urbanas, a las que habría que añadir las últimas cinco colocadas desde entonces: los pendoneros, los bustos de los reyes Alfonso V y Urraca de León, la estatua de Alfonso IX en Santo Martino y la última, el león saliendo de la alcantarilla regalo de Saleal. También se encuentran, 43 pinturas o series de ellas y 9 vidrieras junto a 9 objetos varios en el listado.

El presente de la mancomunidad del Saneamiento a la ciudad de León, el león saliendo del suelo, que se colocó la semana pasada frente al Ayuntamiento viejo de San Marcelo, conocida popularmente como plaza de las Palomas, provocó un considerable revuelo en las redes sociales –las que indican en la actualidad cómo se mueve parte de la opinión pública– entre los que destacaban los que la detestaban por considerarla poco menos que un insulto o inadecuada por mostarlo en un sumidero; pero, sin embargo, a la vez resultó ser un éxito absoluto con una enorme cantidad de gente haciéndose fotos con la pieza.

¿Cuál debería ser el criterio para la instalación de este tipo de esculturas urbanas? ¿O mejor llamarlo mobiliario urbano? Según uno de los artífices del León de Saleal, Alejandro Sáenz de Miera –junto a Juan Antonio Cuenca, basado en un boceto inacabado de Kiko Miralles y fundida en el taller Esculturas de Bronce– se toma la polémica de forma positiva. “Si no la tuviera es que sería una pieza invisible, que no merece la complicación técnica que ha tenido realizarla”, afirma. “Pero al final el éxito ha sido enorme y no sólo es que haya muchísima gente haciéndose fotos con ella, sino que hasta hay personas que la están poniendo como avatar en sus perfiles de las redes sociales y eso es, en los tiempos que corren, símbolo de que la pieza será una de las que más visibilidad tenga en los próximos años”.

Un león para la diosa romana Cloacina

La nueva escultura fue encargada por Saleal y fue terminada hace dos años “con gran corazón por parte de quienes la planificaron como un regalo a la ciudad, pero que no se inauguró entonces por los procesos electorales, para que no se vinculara con la política”, explica Sáenz de Miera. La estatua se basa en simbología romana, la diosa Cloacina –la de las cloacas– y la propia ciudad de León, que surge de Legio. “Es curioso que haya gente que piense mal de que un león salga de las profundidades, pero en realidad es para conmemorar el esfuerzo que la ciudad ha realizado por tener limpias sus aguas, algo de lo que los romanos se vanagloriaban como uno de sus logros de civilización, su sistema de salud pública”, ilustra.

“De todas maneras no hay que buscarle cinco pies al león, es lo que es y ya está. No tiene que gustar a todo el mundo”, reconoce afirmando que se esperaba “hasta más polémica”; indicando que “ha sido una obra de gran complicación técnica tanto por la complicada fisonomía de un felino rugiendo, que ha costado cientos de horas de trabajo, como para el fundido con todos los pelos de un animal que sale mojado”.

Lo que sí cree es que, “quizás podría haber tenido una mejor ubicación, pero no es decisión nuestra” y reconoce que es similar a el Pocero de Bratislava: “Lo bueno que tiene es que está a la altura de la gente, es realista, reconocible y sabes que por eso va a gustar”.

“Me hubiera parecido mejor que se hubiera colocado en un lugar menos esperado, menos expuesto. Que te la encontraras de repente al dar la vuelta a una esquina; pero hay que reconocer que tiene una interacción enorme con la gente, y eso también es importante en este tipo de mobiliarios urbanos, que la obra interactúe y que sirva para dar a conocer León. Estoy convencido de que es una obra de la que se va a hablar mucho fuera de la ciudad en los próximos años”, manifiesta.

Un conjunto con deficiente valor artístico y urbanístico

Por la parte artística, el conjunto de los muebles urbanos de la capital leonesa no satisface al profesor Roberto Castrillo, que imparte en la Facultad de Filosofía y Letras leonesa las asignaturas de Arte Contemporáneo Español, Arte Contemporáneo hasta la Segunda Guerra Mundial, Crítica de Arte y Fuentes e Ideas Estéticas del Arte Contemporáneo. “La mayoría de las piezas se han colocado para decorar intervenciones urbanísticas despersonalizdas y anodinas, para evitar que se quede en una ciudad gris; es algo que se ha venido haciendo desde los noventa del siglo pasado y hasta la primera década del siglo XXI en muchas ciudades y en León destaca tras la peatonalización del casco histórico”, explica.

“El problema es que la mayoría no tienen calidad artística, y las esculturas deberían colocarse para educar el gusto y transformar los espacios urbanísticos, pero en casi todos los casos son figurinas que no tienen más valor que decorar el espacio y ofrecer cierta simpatía”, enuncia Castrillo. De hecho, sobre el león saliendo de la alcantarilla apunta que “es una obra anecdótica que sí es cierto que crea cierta simpatía al ver que sale de la alcantarilla, aunque un poco infantil. Hace gracia, es una curiosidad, funciona desde un punto de vista de que es un buen lugar para hacerse una fotografía. ¿Pero qué aporta o qué impacto tiene en el espacio, o qué atribución tiene para que la Sociedad piense en la ciudad? Nada de nada, es otro muñeco más de los que hay por toda ella. Y si no estuviera no pasaría nada”.

La colocación de estatuas urbanas es una cuestión meramente política, que tiene mucho más que ver con el interés de los políticos de 'quedar bien' llenando espacios que de expertos en arte, considera el profesor de la Universidad de León. “El transfondo de una escultura pública debe de ser que aporten todas algo para la sociedad y el espacio, que interactúen con la ciudad y la sociedad, no que se coloquen objetos sin recorrido” y critica también la deficiente disposición de ellas en los espacios urbanos en los que se encuentran. Algo en lo que coincide con Alejandro Sáenz de Miera, que considera “que muchas de las estatuas en León no están bien colocadas en sus espacios”.

Roberto Castrillo apunta de nuevo a los políticos por la falta de calidad del mobiliario urbano, pero reconoce que hay que entender que “ellos no son expertos en arte”. “En los museos hay gente con criterio para elegir las mejores obras de arte contemporáneo, y en las ciudades la responsabilidad de la elección no recae tanto en la calidad artística como de quien decide. Para mejorar el espacio público tendrían que contar con los expertos, pero éstos no deciden sino la política. Para evitar acciones que afean el espacio y no aportan nada a la Sociedad, lo mejor sería contar con criterio formado”, concluye.

¿Cuáles son las mejores estatuas de León?

¿Pero entonces cuáles son las mejores y peores de todas las instaladas en León? En una inteligente respuesta, Roberto Castrillo prefiere hablar de las que él considera que son las mejores, porque no le merece hablar de las peores. Y en una de ellas coincide con Sáenz de Miera como una que destaca, sobre todo, por su ubicación. Y es una que mucha gente observa con cariño y que muchísima más ni siquiera se ha fijado en ella. Es la titulada Los Chopos, de Francisco Chamorro Pascual, situada a un lado del edificio Pallarés en la calle Pilotos Regueral, en la parte de atrás de Botines.

Según Castrillo, la obra de Chamorro “es de mucha valía; muy bella, discreta, elegante, dibuja esas formas de una manera muy sensible, me parece una obra bonita de verdad, bien elegida y está muy bien emplazada en el espacio”. Según Saenz de Miera, “está perfectamente situada, y si miras los picos de la obra y luego a las torres del palacio de Gaudí encuentras unas sinergias mágicas”.

Otras esculturas urbanas que destaca el profesor de arte de la Universidad de León son el Arco Viajero de Corinne Van Bergen en la plaza de Torres de Omaña: “Está bien ejecutada, bien hecha y transforma conceptualmente el arco y en el espacio con el que dialoga, una vieja plaza del Camino de Santiago; es una obra también de enorme valía”.

Y pone especial énfasis en las de Amancio La Vieja Negrilla, en la plaza de Santo Domingo y la Figura Sentada con Pájaro Muerto en una de las plazuelas de la calle del Cid: “Son magníficas, bien emplazadas y colocadas, no sólo es un acierto la elección de la obra sino el lugar”.

Pero no todo ha de ser contemporáneo, ya que también apunta que “fuera del arte contemporáneo también hay en León cosas de muchísimo valor, como las fuentes del siglo XVIII y la estatua de Guzmán”.

¿Y las estatuas de Arroyo en Puerta Castillo?

Es imposible no hablar con un especialista en Arte Contemporáneo y un creador y dejar de preguntar sobre las obras escultóricas de Eduardo Arroyo –el fallecido Premio Nacional de Artes Plásticas de España en 1982, aclamado por la crítica como uno de los mejores– en el entorno de Puerta Castillo. Más allá de Las Moscas en la muralla también están el Eolo y el Unicornio (suspendido de una grúa) en la zona. Unas obras que muchos en León consideran feísimas y una aberración –lo mismo que le ha pasado al león recién inaugurado–, y que otros, sobre todo con las dos últimas, se quedan absolutamente maravillados con ellas.

Los dos coinciden en que se esperaban la pregunta y en que son obras excepcionales. Castrillo da el punto: “Lo de Arroyo en Puerta Castillo es una intervención que está inacabada y por tanto nos hemos quedado sin poder contemplar toda su mirada irónica, lúcida, brillante e iconoclasta, burlona y desmitificadora; era un artista de lo más mordaz rompiendo lo clásico. Pero el problema es el precio que se ha pagado por todo ello. El coste quizás fue excesivo, hasta obsceno, y es un coste alto que tendrá que valorar la Sociedad si merece la pena; es su único pero”.

Lo que sí está claro para él es que Arroyo propuso una intervención “rompedora e impactante, porque aún sin terminar todo el mundo habla de esta obra y no pasa desapercibida; el problema de la mayoría de las esculturas es que no llaman la atención y casi nadie sabe dónde están, no ocurre en este caso”.

Para Sáenz de Miera, que el Eolo sobre el arco peatonal sea una escultura en que se muestra el viento es algo fantástico, pero que Arroyo colocara el Unicornio sobre una grúa “porque no le dejaron ponerlo en la muralla” es “una alegoría de unos tiempos en que todo estaba lleno de grúas, cuando el boom de la construcción y para mí, aparte de la genialidad de suspender la estatua, es algo tan crítico, tan mordaz que me parece una genialidad que recuerda aquellos tiempos de exceso y desmán”.

En todo caso, la cuestión subyacente es que las obras de arte son importantes “cuando la gente habla de ellas”, y esta es una de las formas de repensar la colocación del mobiliario urbano de la capital leonesa. Sólo hace falta preguntarse cuántas de las sesenta estatuas de la ciudad recuerda cada vecino. Y cuántas fuentes. Y dónde están. Y a partir de ahí, considerar si es necesario un cambio en la política del embellecimiento de la ciudad. Lo de rugir con el mero gusto personal por cada una que se inaugure tiende a ser indiferente cuando hay que mirar por el conjunto.

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