Un espejo para la Virgen de la Encina

César Sánchez / ICAL Camarín de la Basílica de la Encia de Ponferrada en el que se volverán a exponer los espejos venecianos después de su restauración

V. Silván/Ical

El Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León, ubicado en Simancas (Valladolid), ultima la restauración de uno de los seis espejos venecianos que durante cientos de años han decorado las paredes del camarín de la Virgen de la Encina en Ponferrada. Según el historiador Vicente Fernández Vázquez 'Tito', estas valiosas piezas fueron donadas por el rey Felipe V en el siglo XVIII, tras conocer los tres milagros de María Manuela de Mendoza, atribuidos popularmente a la intercesión de 'La Morenica'.

“Felipe V y su segunda esposa donaron dos retratos suyos realizados por el pintor asturiano afincado en la corte, Miguel Jacinto Meléndez, y seis espejos venecianos de gran mérito artístico”, recoge Fernández Vázquez en 'Ponferrada artística y monumental'. De esa manera llegaron estas “joyas” a las paredes del camarín, donde permanecieron durante tres siglos hasta que las obras de rehabilitación de estas dependencias, explica el rector de la basílica, Antolín de Cela, obligó a su retirada y plantear su restauración, ya que estaban muy deteriorados.

“Vimos que se estaban muy deteriorados, los retiramos y los guardamos para que no sufrieran más desperfectos hasta que hemos tenido la oportunidad de iniciar una restauración porque no hay muchos lugares donde estén especializados en este tipo intervenciones”, cuenta De Cela. Así, la oportunidad llegó de mano de la Dirección General de Patrimonio Cultural, tras tantear otras opciones como el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que tiene una sección de vidrio arqueológico, o la Real Fábrica de Vidrio y Cristales de La Granja.

Fue el año pasado cuando el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales asumió el reto y se planteó la posibilidad de abordar el estudio y restauración de uno de los seis espejos, todos de idéntico tamaño y diseño, “representando una excepcional colección, atípica en su género”. Tras meses de intenso trabajo, desde Patrimonio prevén que la actuación finalice en unas semanas y la pieza restaurada se pueda conocer a través de su presentación pública y una exposición temporal de la obra en el propio templo, en la capital berciana.

En el “quirófano” de Simancas

La restauración de esta pieza, que partía de un proceso de investigación asociado, está enmarcada en el plan Pahís 2020. Así, según explican desde el centro de Simancas, dicho espejo presentaba un estado de conservación aceptable cuando llegó a sus talleres y su técnica constructiva sigue la tradición veneciana, es decir, “el asentamiento de multitud de piezas de vidrio ancladas -atornilladas- a un alma interna de madera, que queda oculta por el total recubrimiento de las piezas de vidrio”.

En este sentido, señalan que la principal alteración en el conjunto es consecuencia de la pérdida de elementos originales, ya sea por desprendimiento de estos soportes o por posibles fracturas que dificultan su anclaje para su reubicación. Asimismo, destacan las alteraciones que presenta buena parte del azogado o espejado, ya que la propia técnica de elaboración utilizada en la época, con una mezcla de estaño y mercurio, dificulta su adherencia original al vidrio. “La presencia de humedad a lo largo del tiempo ha podido acelerar este proceso de alteración”, advierten.

Por otro lado, los expertos también reconocen varias intervenciones de reparación “no especializadas”, así como algunas sustituciones utilizando varillas de vidrio semejantes, aunque de otras secciones, “en un intento de conservar una pieza ya considerada valiosa desde el momento de su fabricación”. Así, los estudios que han realizado en colaboración con tras instituciones y centros de investigación han permitido, entre otras cuestiones, caracterizar la naturaleza de los vidrios y sus técnicas de producción e identificar algunos de los procesos seguidos en su decoración.

César Sánchez / ICAL Estado inicial de uno de los seis espejos venecianos del camarín de la Basólica de la Virgen de la Encina de Ponferrada

Tras analizar la pieza y con la investigación realizada, la intervención se ha centrado en la retirada de elementos originales que tuviesen un riesgo de desprendimiento para, a continuación, realizar una limpieza mecánica y retirar sistemas de anclaje inapropiados de los vidrios, así como eliminar productos de corrosión. El siguiente paso en el “quirófano” de Simancas fue la limpieza química de todos los depósitos adheridos que enmascaraban color, brillo y transparencia.

“Uno de los aspectos fundamentales ha sido el proceso de restitución de elementos desaparecidos partiendo de realizar plantillas de los vidrios originales, que han sido repuestos a través de la colaboración con un taller de vidrio artesano”, puntualizan desde el Centro de Conservación y Restauración, que aclara que, por último, se han realizado los anclajes de las nuevas piezas y la fijación de todos los elementos que pudieran entrañar algún riesgo.

Los tres milagros de María Manuela

Algunos historiadores, como Vicente Fernández Vázquez 'Tito', relacionan la llegada de los seis espejos venecianos con la devoción del rey Felipe V por la imagen de 'La Morenica'. Una devoción que estaría relacionada con que habrían llegado a sus oídos noticias de las novenas dedicadas en este templo para pedir la victoria del monarca, en plena Guerra de Sucesión, y con los tres milagros de María Manuela de Mendoza, una joven burgalesa que llegó a Ponferrada allá por el año 1706, con sólo 24 años, huérfana y paralítica.

“Teniendo especial devoción a la milagrosa imagen de Nuestra Señora de La Encina de la villa de Ponferrada, y deseando manifestarla, he resuelto encargaros (como lo hago) paséis por vuestra persona o uno de los prebendados de esa santa iglesia a la referida villa de Ponferrada a decir una misa en el altar de la santa imagen por mi real intención; y que, al mismo tiempo, reconozcáis qué género de don es más necesario para el culto y adorno de esta imagen”, escribía el propio Felipe V en agosto de 1707, según la carta que recoge el presbítero Augusto Quintana en el libro 'La Virgen de la Encina' (1951).

El mismo Quintana hace referencia a los milagros de María Manuela de Mendoza, de cómo paso por la capital berciana en su continuo peregrinar en busca de un remedio a la enfermedad que la tenía incapacitada, cuando se dirigía a Santiago de Compostela, y oyó hablar por primera vez de la Virgen de La Encina. Tras encomendarse al apóstol sin ningún resultado, en su regreso a Burgos, paró de nuevo en Ponferrada para encomendarse a 'La Morenica', a la que prometió servir durante el resto de sus días si se curaba.

“En la noche del 5 al 6 de noviembre de este año de 1706, tuvo un sueño consolador”, relata el presbítero, que describe el milagro por el que María Manuela recuperó la movilidad de sus piernas y volvió a andar. Durante los siguientes meses, la joven cumplió su voto con entrega y rigurosidad, hasta que empezó a sentir nostalgia de su tierra y tomó la decisión de regresar a Burgos, dejando de lado su promesa. Cuando el 5 de julio de 1707 acudió a la iglesia de La Encina a despedirse de la imagen, “volvió el rostro hacia la puerta principal con ánimo de salirse, para efectuar luego su viaje, estando en pie, le dio de repente un accidente y, privándola de los sentidos, se cayó en tierra”.

María Manuela quedó impedida totalmente, “hasta la cabeza no tenía movimiento”, en lo que se consideró un nuevo milagro de la Virgen tras el incumplimiento de su promesa. Esa misma noche, ya en casa y postrada en la cama, la joven tuvo que responder a la pregunta de una amiga: “¿Prometes de veras ser esclava de María Santísima de La Encina y servirla en su santa casa?”. “Siempre me he tenido por esclava de Nuestra Señora, y lo seré en adelante de todo corazón”, respondió entre lágrimas y suspiros. Tras esas sinceras palabras le invadió un gran alivio y consuelo, se levantó de la cama, se puso en pie y empezó a andar. Era el tercer milagro.

Otra historia tras el espejo

Por otro lado, el rector de la basílica de La Encina, Antolín de Cela, apunta a la existencia de otra creencia popular que relacionaría los espejos del camarín con otra historia, que también tendría como principales protagonistas a un miembro de la realeza española y un milagro de 'La Morenica'. “La Reina Isabel II realizó parada en Ponferrada en un viaje hacia Galicia y se alojaba en el castillo, ya que entonces todavía en la zona de palacio había algunas habitaciones para gente noble, cuando su mejor y más eficiente camarera-cargo palaciego que estaba al cuidado de la persona y las habitaciones de la reina de España- cayó muy enferma”, cuenta De Cela, que relata que fue atendida en el Hospital de la Reina y que, dada su gravedad y fiebre, “pensaron que se moría y la pusieron bajo la intercesión de la Virgen de la Encina”.

Así, la camarera de Isabel II salió adelante y se recuperó. Un milagro que, añade el párroco, la reina atribuyó a la patrona del Bierzo y como señal de agradecimiento “cuando regresó a Madrid envió los seis espejos como donación”. “Los colocaron aquí, en el camarín, la pieza más lujosa de la iglesia, que nació para la intimidad de la Virgen de la Encina, aunque en la actualidad tenga un carácter distinto, de intimidad espiritual, para dar un espacio de retiro tanto a algunos miembros de la Hermandad de Jesús Nazareno como algunos curas, que rezamos aquí las horas”, añade De Cela.

“Calle del Paraisin, adiós Virgen de la Encina con tu hermoso camarín”, recita el rector de la basílica, que insiste en que es “el lugar más sagrado del templo”. Un espacio que fue construido entre 1707 y 1710, adosándolo al testero y levantándolo sobre el nivel de la iglesia, quedando oculto tras el retablo mayor, en cuyo centro se sitúa 'La Morenica', escoltada por San Pedro, con las llaves del cielo, y San Pablo, con la espada y los libros. Precisamente bajo esas dos imágenes se esconden las puertas que sirven de paso a estas desconocidas dependencias, incluso para muchos bercianos, con una bella bóveda de media naranja y parte de la sillería del que fuera convento de Nuestra Señora de la Peña, en Congosto.

La Virgen de la Encina está ubicada sobre una especie de torno para que, con su giro, pueda verse desde la nave de la iglesia o desde el propio camarín, especialmente útil cuando tiene que ser vestida y adornada -tiene más de una decena de mantos-. En la actualidad, el interior de este espacio está presidido por una réplica en plata oscurecida -96 kilos- de la talla original de madera, donada por un devoto a mediados de los años 80. “Y ahora que hemos dado el primer paso con uno de los espejos, ojalá que sigan adelante con la restauración y completen la colección de estos seis espejos venecianos, que son una maravilla y únicos, para que vuelvan a ocupar su sitio en el camarín”, deseó Antolín de Cela.

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