Cine

'Cómo entrenar a tu dragón': la suspensión de la incredulidad

Imagen promocional de la versión de 'Cómo entrenar a tu dragón' en imágenes reales.

Antonio Boñar

Cualquier espectador, sea cual sea su condición o edad, ha de posicionarse mentalmente de una manera determinada cuando se enfrenta a una ficción, ha de apartar de forma voluntaria su sentido crítico ante la verosimilitud o el realismo de lo que está viendo o leyendo. Es lo que se conoce como suspensión de la incredulidad, un compromiso del espectador o lector para poder disfrutar de historias que beben de géneros como el fantástico, o incluso de cualquier tipo de relato que utilice la infinita libertad creativa de su autor para canalizar determinadas emociones, para llegar a todos esos lugares que la prosaica realidad no permite. Son muchas las películas o libros que no se pueden juzgar bajo un patrón cortado por las reglas del mundo real. Por esa misma razón es tan enriquecedora y maravillosa la ficción, porque permite que nuestra imaginación pueda romper o desordenar a su antojo los códigos que rigen la rutinaria realidad.

La suspensión de la incredulidad nos permite aceptar la existencia de dragones o superhéroes, creer a pies juntillas en asombrosas hazañas o en rocambolescas peripecias. Se trata de un extraordinario talento que derrochamos cuando somos niños y que empezamos a perder cuando la vida nos va recetando pequeñas dosis de cinismo al crecer. Una añorada capacidad que ya siendo adultos solo podemos aspirar a rescatar en contadas ocasiones, como cuando disfrutamos de una película o un libro, de esos oasis de fantasía que abren las ventanas de nuestra rutina para airear los días y permitirnos soñar. Por todo esto es imprescindible recuperar la mirada del niño que fuimos para disfrutar de maravillas del cine fantástico como la cinta que nos ocupa.

La magia que escondían los dibujos animados se mantiene intacta en esta adaptación con imágenes reales de Como entrenar a tu dragón, cinta que llega quince años después del estreno de la primera de aquellas versiones animadas. El cine fantástico y de aventuras se reivindica de forma contundente con esta estupenda película que se despliega sobre la pantalla como un asombroso juguete, con una fuerza visual capaz de llenar la sala de cine de ojos como platos y con una narrativa que mezcla sabiamente comedia y acción.

Cine para disfrutar, para recordar la mágica credulidad de aquel niño que soñaba con seres extraordinarios y héroes indómitos.

Aunque solo sea por el tiempo que dura ese embrujo llamado cine.

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