Ana Flecha Marco: “Las bibliotecas son uno de los últimos bastiones de un mundo antiguo, pero lleno de futuro”

Ana Flecha Marco

Abel Aparicio

En las pasadas fiestas de San Froilán se pudo escuchar, entre otras muchas propuestas, la voz y la música de Ana Flecha Marco, integrante de Ajuar. Esta leonesa, nacida como dice su biografía un domingo de 1986, es traductora (actividad por la que ha recibido varios reconocimientos), intérprete, música, escritora, ilustradora y otras muchas cosas, y todas ellas buenas. Ha vivido en lugares como Noruega, Alemania y Francia. Lo mejor, estamos seguros, está por llegar. Mientras tanto, hablamos con ella sobre lo que fue y lo que está por venir.

Uno ve tu hoja de ruta, una de las más multidisciplinares que conozco, y se pregunta, esta mujer, ¿cuándo descansa?

¡Pues muchísimas veces al día! Acabo de echarme una siesta, por ejemplo.

En tus libros, concretamente ‘Piso compartido’ y ‘Dos novelitas nórdicas’, se ve continuamente un irónico sentido del humor. ¿Crees que a veces la seriedad nos hace perdernos demasiados buenos momentos?

La seriedad es necesaria en muchos momentos de la vida, pero no está reñida con el humor. John Rutherford, hispanista y traductor al inglés de, entre otras cosas, El Quijote y La Regenta, una vez me dijo una frase que siempre tengo muy presente: «el humor no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido».

Quizá me equivoque, pero veo en tu obra varias alusiones a las bibliotecas. ¿Qué te aportan estos lugares tanto a tu obra como a ti?

Las bibliotecas nos aportan muchísimo a todos, aunque a veces parece que no nos damos cuenta. Si no existieran y a alguien se le ocurriera poner a disposición pública un montón de libros, discos y películas que la gente pudiera disfrutar allí o llevarse en préstamo a su casa, salas de lectura, ordenadores con wifi y espacios de actividades gratuitas, nos parecería un disparate. Cada vez quedan menos sitios donde podamos encontrarnos sin consumir. Y mucho menos en las ciudades y a resguardo de los elementos. Las bibliotecas son uno de los últimos bastiones de un mundo que nos parece antiguo, pero que está lleno de futuro.

Una persona se va forjando a medida que aprende lo que ve aquí y allí. ‘Historia de Ø’ es uno de los relatos mejor construidos que leí. ¿Hay alguna vivencia tuya en él?

Muchísimas gracias por esas palabras. En todo lo que escribo, y en todo lo que soy, hay vivencias mías, claro. La provincia de León está llena de pueblos anegados, aunque por motivos distintos a los de mi novelita, que además tiene ecos de las personas y lugares que he conocido, muchos de ellos en Noruega, claro, pero también en otros territorios.

En ‘Piso compartido’ vemos una parte de fantasía, pero me atrevo a decir que es más real que mucha literatura denominada de no ficción. Las protagonistas tienen mucho de esta tierra…

Mucha gente me dice que ve a sus abuelas en esas señoras. No se me ocurre mayor piropo. Soy una persona muy curiosa, por no decir cotilla, e igual que me acuerdo de aquella frase de John Rutherford, me quedo siempre con el tono y el contenido de las cosas que oigo por la calle. En las conversaciones, incluso en las que parecen insustanciales, hay muchísima verdad, y Piso compartido es un libro de conversaciones.

Ajuar es un proyecto con canciones populares con un giro feminista. Una persona cercana, me contó que en el concierto que disteis en León había a su lado una mujer que no paraba de asentir al escucharlas. ¿Hacen falta muchos ajuares?

El concierto de León fue una maravilla. La gente se sabía las canciones originales, claro, porque muchas son leonesas, y parece que nuestras letras fueron muy bien recibidas. Existen muchos ajuares, por suerte. Mucha gente que disfruta de la música tradicional como la expresión cultural viva que es.

El cine y la literatura son creadores y espejos de comportamientos machistas, pero quizá la música sea lo que más impregne por lo pegadizo. ¿Somos conscientes de lo que cantamos?

Yo creo que los comportamientos machistas existen, y el cine, la literatura y la música los reflejan, porque los hacemos las personas. Personalmente me preocupan bastante menos las letras de las canciones que las cosas que hacemos y decimos en nuestra vida cotidiana.

León es una tierra de grandes escritores, pero cuando nos piden recitarlos de carrerilla, casi todos nos salen hombres, y no es porque no hay escritoras buenas.

Esto no es algo exclusivo de León, claro. El canon es eminentemente masculino, no porque no haya escritoras buenas, sino porque la sociedad, de nuevo, es machista. Hay escritores leoneses buenísimos, por supuesto, y también muchas escritoras excelentes, como Josefina Aldecoa, por decir una clásica y Noemí Sabugal, por decir una moderna.

Otra de tus facetas es la edición. Vamos, que tocas todos los procesos para la elaboración de un libro…

Sí, me falta tener una imprenta, que igual me venía un poco mejor a nivel económico. Desde este año dirijo vía postal, una colección del sello Mr. Griffin que edita libros de cartas de distintos países y regiones, escritos por mujeres listísimas. El primero, que ya está en librerías, es Cartas portuguesas, de Rita Barata Silvério.

Para finalizar, ¿puedes hablarnos de tus próximos proyectos?

Dedico la mayor parte del día a traducir las historias de otras personas, casi siempre noruegas. También estoy editando los dos próximos libros de vía postal, que nos llevarán a Grecia y a Suecia y Finlandia. Poco a poco voy alimentando borradores para próximos libros propios, pero aún no tengo nada lo suficientemente definido para poderlo contar.

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