Que Madrid no te impida ver tu pueblo

La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco

El último domingo de septiembre, cuando el desfile de pendones impregnaba de pueblo la capital leonesa, hablé, entre otras, con dos personas de las que guardan un breve silencio antes de pronunciar una respuesta o iniciar una conversación, y son estas las que suelen aportar más argumentos y reflexiones. Las elegidas no son muy abundantes. Yo, por ejemplo, estoy trabajando en rebajar la impulsividad.

La primera, pongamos de nombre ficticio Marta, con la que llevaba sin entablar una conversación más de veinte años, me dejó dos frases lapidarias. Ante el paso de ambos por Madrid, le comenté:“Madrid te desgasta”; a lo que ella, tras ese breve silencio del que les hablo, me respondió: “No, Madrid no te desgasta, te destroza. No puedes asimilar como rutinario lo que debería ser excepcional”. La siguiente reflexión que me dejó fue: “Madrid tiene que saber lo que quiere ser, porque aún no lo sabe”.

La segunda persona, pongamos por nombre ficticio Samuel, fue la autora de la frase que hace tiempo se hizo viral: “Si falades más d´Ayuso que de Mañueco, ye q´estades colonizaos”. Samuel, después de pujar el pendón de su pueblo y dejarlo apoyado en la verja de la catedral junto al resto, mientras de fondo sonaban los pandeiros y las gaitas en una céntrica plaza, me comentaba que, por lo general, no tenemos la costumbre de escuchar, leer o ver las noticias sobre el País Leonés. “En Catalunya, en Euskadi, en Galicia o en Andalucía, por lo general, tienen la necesidad de saber lo que ocurre al lado de sus casas. Aquí conocemos la última bravuconada de Ayuso, pero no sabemos lo que ocurre en el ayuntamiento de Villafranca del Bierzo, en Sanabria con el AVE, en el Puerto de Pinos con la disputa de sus pastos o quién tiene las competencias en sanidad, educación y medio ambiente”. Pista sobre esto último, las comunidades autónomas.

Esta semana, por motivos laborales, estuve en Madrid dos días, y lo que vi, nuevamente, me sorprendió. El centro cada vez menos habitable y más parque temático. Las paradas de metro del centro y las de autobús de las afueras, pasadas las diez de la noche, llenas de trabajadores y trabajadoras para volver a sus casas, principalmente inmigrantes explotados y mal pagados por esos españoles de pulserita a los que no les molesta la inmigración, les molesta que tengan derechos. Yo, como muchos y muchas, me formé en León, y a la hora de trabajar y cotizar, me tuve que ir a Madrid, aunque, por suerte, pude volver antes de la jubilación. Los hay que quieren y no pueden, como los hay que no marcharían si tuvieran oportunidades en su tierra.

Meme Ayuso y León

Uno de los puntos que visité en la villa y corte fue el Congreso de los Diputados, donde trabajan unas tres mil personas al día, más que habitantes tiene la población que mencioné anteriormente, Villafranca del Bierzo. Las sedes de los sindicatos, de los partidos políticos, de los medios de comunicación, de las grandes empresas (por ser paraíso fiscal), de los ministerios, de las compañías de transportes y un largo etcétera tienen su sede en Madrid, con todos y todas las trabajadoras que esto implica. Por otra parte, nuestros representantes públicos, que son un reflejo exacto de lo que somos las personas que los votamos, están más pendientes de su asiento en Madrid, en Valladolid o en las diputaciones de León, Zamora y Salamanca que en sus propios vecinos y vecinas.

La próxima semana, la diputada popular Ester Muñoz de la Iglesia le va a cantar al diputado socialista, Javier Alfonso Cendón en el Congreso de los Diputados todas las promesas incumplidas por el Gobierno de España en la provincia leonesa. Quizá hable del Tren del Oeste, de Torneros, del lazo de Manzanal, de la llegada de Feve al centro de León, de la autovía Ponferrada-Ourense, de la León-Bragança, de la vía rápida Ponferrada-La Espina, del Incibe (convertido en centro de colocación) y otras tantas que se me quedan en el tintero. El problema, es que, si fuese a la inversa, si los populares estuviesen gobernando, como lo hicieron de 1996 a 2004 y de 2011 a 2018, las promesas incumplidas serían las mismas, por no hablar de que en la Junta de Castilla y León llevan haciéndolo desde 1987.

Volviendo a esa plaza leonesa, Samuel me hablaba de la planta de lodos de Piedralba, del macrovertedero de San Justo de la Vega, del Programa R que la Diputación tiene sin resolver desde hace un año o de que ninguna Casa de León, ya sea en España o en el extranjero, reciba fondos desde hace al menos tres. Ambos pensamos que, a la mayoría de la población leonesa, con un poco de suerte, estos temas le suenan de refilón, pero seguro que saben de memoria la vida y obra de Begoña Gómez y quizá algo de la de Alberto Quirón.

Si ponemos la mirada a kilómetros de distancia y no leemos, vemos o escuchamos a los medios provinciales, continuaremos a la cola de todo, menos en despoblación, que, en eso sí, vamos en cabeza. Fiscalizar al poder es una obligación, y su círculo en esta tierra es perverso. El hijo de un consejero trabajó para el dueño de una empresa a la que se le concedió una autorización comprometida y el hijo del director de un medio de comunicación lo hace para ese mismo consejero. Que esto siga así, depende de nuestras ganas y capacidad de pedir cuentas a quien tiene responsabilidades, aunque siempre es más fácil pensar que la tienen en exclusiva los que gobiernan a trescientos kilómetros de distancia sin mirar lo que ocurre a nuestro lado. El Estado español lleva décadas marginando al País Leonés, pero sin la complicidad interior, esto no ocurriría.

La pregunta que me hizo Samuel, con banda sonora de música tradicional de fondo fue: ¿Hasta cuándo aguantaremos así?

Etiquetas
stats