Rompe que alguien pagará, el ayuntamiento

Pintadas

Luis Álvarez Pérez

Destrozo de la señalización en parajes de interés (castro de La Muela), rutas de montaña, robo de bancos en el área de recreo del mirador geológico de El Feixolín o en el parque de Las Rozas, robos de material en centro de interpretación de Los Castros, rotura de papeleras y señales de tráfico, quema de contenedores de basura, y pintadas, muchas pintadas. Son un recuerdo de los actos vandálicos más recientes que padecemos los vecinos del municipio y que se deben reparar con el dinero de nuestros impuestos, porque en la mayoría de los casos a los causantes les salen gratis:

“Nosotros estamos denunciando todos los casos ante la Guardia Civil, para ver si algunos se pueden remediar sin coste para las arcas municipales” y también como única medida o posibilidad de buscar a los responsables. Aunque Rivas es consciente “que es muy difícil identificar a los autores, excepto en los robos, donde puede aparecer el material robado”.

En la zona de Laciana, estas prácticas se han cebado últimamente con las propiedades la empresa Coto Minero Cantábrico, que desde la declaración de quiebra de la empresa, ha sufrido en demasía el destrozo y robo de materiales, en sus instalaciones mineras de los distintos grupos, estación y talleres del FFCC, Lavadero. En estos dos últimos lugares los robos y roturas han llegado a ser sonrojantes: Por no librarse ni las restauraciones de los cielos abiertos se han visto libres de los amigos de lo ajeno, como en El Feixolín donde se llevaron cientos de metros de tala metálica del vallado con los postes de sujeción incluidos.

Respecto a las instalaciones mineras, no es nuevo, aún con actividad en la empresa era habitual que los grupos mineros que se cerraban, se viesen atacados por un tipo de “hormigas” pacientes que día a día se iban llevando, una puerta, el marco de otra, los enchufes, las chapas metálicas, una barandilla de escalera, cualquier cosa les fuese útil para su “hormiguero”. Dejando al final un paisaje de ruina provocada.

Las pintadas respetan muy poco, por no decir nada. Es lo mismo la pared de un edificio de viviendas, que la de la iglesia, la del edificio de los sindicatos, la Casa de la Cultura, el Ayuntamiento, los colegios o los institutos y hasta los muros de los prados. Y es válido cualquier soporte para un menaje rijoso, político, amoroso, grosero, insultante y a veces hasta gracioso. Desde que los hombres hemos aprendido la escritura nuestro afán continuo ha sido dejar muestras de nuestra presencia allá donde vayamos, primero con cincel, luego cuchillos y navajas, después con pluma y ahora, con los mas diversos métodos. Ni los muros de Facebook, ni el resto de soportes de las redes sociales creo que van a conseguir, que cuando se nos ocurra algo, queramos protestar, manifestar nuestro acuerdo o desacuerdo, olvidemos dejar constancia de ello de la forma más perramente que creamos oportuno.

Quizá la solución esté en habilitar muros permanentes donde podamos dar satisfacción a nuestro ego pseodoliterario.

Aunque desde las instituciones quizá agradeciesen un poco más la colaboración ciudadana para acabar con la impunidad de ese gamberrismo ya constituido en hábito.

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