El pueblo de Picos de Europa entrenado por la nieve en evitar apagones: “Es bueno que el resto sepa qué es estar aislado”

Imagen de uno de los habituales apagones por temporal de nieve en los pueblos de Oseja de Sajambre en León.

Carlos J. Domínguez

Toda la Península Ibérica está afectada por la pérdida total de suministro eléctrico. ¿Toda? ¡No! Una pequeña aldea poblada por irreductibles leoneses resiste, todavía y como siempre, también al gran apagón. Comienza así, como si de un comic de los galos Astérix y Obélix se tratara, una historia que ayer, sin necesidad de poción mágica, tuvo final feliz en un pequeño municipio del Parque Nacional de Picos de Europa, en la frontera de la Montaña Oriental de León con el Principado de Asturias.

Oseja de Sajambre suma 120 habitantes estables todo el año entre sus cinco pueblos, encajados en una orografía tan bella como accidentada entre las moles rocosas de Picos de Europa. Es un paraíso de inmensas dificultades cotidianas y, aunque no es la peor, la de quedarse sin suministro eléctrico era hasta hace no mucho el pan suyo de cada nevada.

Sin embargo, este lunes 28 de abril estas cinco aldeas leonesas brillaron con luz propia, consiguieron no darse cuenta apenas de lo que angustiaba y dificultaba lo más básico en el resto de España, salvo las islas. Y es que el valle de Sajambre se ha preparado para funcionar así: “en isla”.

Es el término técnico y muy gráfico de algo que es más complejo de lo que parece, como explica su veterano alcalde, Antonio Mendoza (Partido Popular): “Aquí tenemos tres centrales (hidroeléctricas) pero todo lo que se genera aquí tiene que pasar primero hacia Asturias, allí se engancha con la red nacional y desde ella vuelve para darnos la luz que vamos necesitando, a los efectos de cobrar por lo que consumimos y demás”. Un sistema complejo que, cada dos por tres temporales, llevaba décadas martirizando a los aislados vecinos que se quedaban absolutamente desconectados, entre ventiscas y unas nevadas que son de órdago, “siempre con fallos en las cumbres” por las que la línea eléctrica atraviesa.

Por eso, el regidor, que ya lo era entonces, hace más de una década consiguió convencer a la compañía Los Navarros, propietaria de las centrales -hoy lo gestiona la compañía Alta Generación-, de una idea muy simple: “Sacan luz de nuestros recursos, del agua, y la exportan, pero luego no nos sirve cuando vienen mal dadas: lo mínimo era que hicieran lo necesario” para no sufrir esa oscura situación. Finalmente, tras invertirse cerca de 50.000 euros (“una buena inversión, muy costoso en su día, la verdad”) se acordó una solución de autosuficiencia energética.

La solución

Consiste en que, ante cualquier eventualidad, se corta automáticamente el flujo general de corriente hacia Asturias, los técnicos acuden raudos a una de las tres centrales, la situada en el pueblo de Ribota de Sajambre, y enganchan la energía en ella generada a la red local: los cinco pueblos pasan así a disponer de su propia energía, más que suficiente.

Esta ingeniosa solución se puso en marcha ayer, día del gran apagón nacional en España, Portugal y otros países, de modo que aquí el 'desenchufe' energético duro apenas “unos 40 o 45 minutos” . “Yo ni me enteré, subía en coche de un acto oficial en León y a la altura de Cistierna me llamó un concejal diciéndome que había un apagón general” y que se ponía en marcha “la isla” de Sajambre. Por eso, “muchos vecinos ni se dieron cuenta, continuaron viendo la tele como si nada”, y de hecho “muchos no supimos hasta mucho tiempo después que el resto de España estaba parada”. Tan solo porque nadie respondía al otro lado de su valle.

Según relata Elfielato.es, esta misma solución benefició además a otros pueblos del concejo asturiano de Amieva que reciben el suministro de la misma compañía y por la misma red “en isla”, tales como Argolibio, Amieva, Camporriendi, Carbes, San Román o Vega de Cien.

Mendoza, satisfecho por aquella justa decisión para evitar que el aislamiento y la despoblación dejara de penalizar aún más a sus envejecidos vecinos cada invierno, en cada temporal, es sincero a la hora de valorar como ayer se cambiaron las tornas: “Antes teníamos una impotencia terrible cada vez que nos pasaba, y consiguías bajar hacia Asturias o León y nadie sabía lo que estabas pasando, porque a ellos les lucía el sol” y las bombillas. Y los móviles y todo. Ahora, “no me alegro, ojo”, advierte; pero sí “pienso que es bueno que se den cuenta fuera de aquí, en las grandes ciudades, en el resto del país, lo que significa la angustia de quedar aislado, de quedar sin nada”, de acogerse a la pura resignación “como si le importáramos a nadie”. Ayer, al menos, vieron la luz al final del túnel.

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