“No se puede hacer esto”: un niño leonés con autismo, “vetado” en un campamento de verano de Jesuitas en Asturias

Campamento de verano Ignatian English House de Jesuitas en Asturias.

Carlos J. Domínguez

A pesar de haber aparecido en su vida los pocos años lo que “muy recientemente se ha diagnosticado” como autismo, la vida de Daniel, un pequeño leonés de 11 años en Primaria en el Colegio Sagrado Corazón de Jesuitas de León, es “una vida totalmente normal al ser de grado 1: es totalmente autónomo”. Lo demuestra el hecho de su rendimiento escolar y sus aficiones, que van, como en tantos pequeños, del deporte a los estudios de música, de viola, en el Conservatorio.

Como colofón a lo que su madre, Alicia Pérez, tilda como “un año horrible, nefasto” que ha incluido “denuncias de acoso escolar, insultos, empujones...”, la llegada del verano y la promesa de una ilusionante actividad de campamento en Asturias, a orillas del mar Cantábrico, ha resultado terminar con un caso de discriminación. Así al menos es como consta en la denuncia que la familia de Dani ha interpuesto en la Comisaría de León este mes de junio, denuncia que también sigue otra vía administrativa ante la Inspección de Educación en León.

El caso no era tal, sino una ilusionante actividad inmersiva, cuando “el 1 de febrero nos confirmaron la plaza” que solicitaron para Daniel en el campamento Ignatian English House que el Colegio Inmaculada Concepción Jesuitas de Gijón impulsa cada año en Celorio (Llanes).

Todo estaba listo y los 1.200 euros fueron abonados religiosamente de dos plazos, recuerda la madre. Ella asegura que había comunicado el grado leve de autismo de Daniel a la organización en todo momento, desde cuatro meses atrás, no ocultando el diagnóstico TEA (Trastorno del Espectro Autista) de carácter leve, con síntomas como timidez en la interacción social, un poco de rigidez cognitiva “y punto”. “Es un niño normal, maravilloso”, zanja Alicia, de modo que el pasado verano participó sin problema alguno en un campamento de la empresa leonesa Guheko en la localidad de La Vecilla.

Pero la calurosa ilusión veraniega de este año recibió un jarro de agua helada en forma de correo electrónico y carta el 10 de junio. Una “desagradable sorpresa” en la que el responsable del campamento de inglés en Celorio comunicaba que se cancelaba sólo para Daniel. “Hubo cero contacto previo”, asegura la madre, tampoco desde la dirección del colegio de Jesuitas en León, desde donde se aduce que nada tienen que ver, que la actividad es del centro asturiano. “Aunque todo pertenece a la red noroeste de Jesuitas”, remarca la madre.

El correo, tras cuatro meses “de silencio”, en el que se comunica que no ven opciones seguras para que el pequeño acuda al campamento ya pagado habla de que “nos está suponiendo un problema inesperado y muy importante la gestión de la plaza de Daniel” y concluye simplemente: “Lamento la situación”. La carta adjunta abunda en temores de convivencia, compartiendo habitación o en ciertas actividades, como surf o juegos exteriores de noche, que “nos preocupan en exceso en su caso”. Todo eso, argumentan, después de “reuniones con personal del colegio cualificado pidiendo consejo y orientación”.

“Se enfrenta cada día a sus miedos”

Alicia fue clara y directa en su respuesta: “Hemos recibido todos sus correos con la información del campamento y los pagos. Lamentablemente ni correos ni llamadas para interesarse por Daniel. Le hubiera contado que es un niño que a pesar de ser autista es excepcional y que lo único que requiere quizá es más atención que un niño sin esa condición, pero que puede participar en cualquier actividad y se enfrenta cada día a sus miedos y a que los demás no le juzguen por la condición que tiene”. Concluye comprendiendo “es un gran problema esto para gente como ustedes, sin ningún tipo de sensibilidad y a los que se les llena la boca con la educación en valores, con la integración y todo eso, que en el papel les queda genial pero en la vida real les viene muy grande”.

La versión del centro organizador es, en parte, distinta. Eusebio de la Vega, que coordina estos campamentos durante años, niega la mayor con firmeza: “En ningún momento le hemos echado del campamento”, sólo que “veíamos que podían surgir algunos problemas, que nos preocupaba, y no tenemos personal especializado”. Y después de eso “la familia nos pidió la devolución del dinero”, lo cual se zanjó al día siguiente.

“Respeto” y falta de comunicación

De la Vega asegura que afronta “con respeto todo lo que haga la madre” -en referencia a las denuncias, que dice no haber recibido- si se han sentido discriminados, a pesar de que no lo comparta. Y especialmente admite y lamenta (“lo reconozco”) que desde febrero a casi mediados de junio no se trasladaron a la familia de Daniel las preocupaciones que les producía sobre todo el hecho de que el niño acudiera al campamento “solo, sin ningún compañero” de su mismo colegio y curso colegio con quien, por ejemplo, compartir habitación y sentirse más seguro, más arropado.

Mientras las denuncias siguen su curso, el pequeño afronta el inicio de las vacaciones un poco ajeno a la polémica, gracias a la protección familiar: “Dani sabía que iba a ir al campamento, claro, se confirmó hace cuatro meses... y ahora le hemos dicho que cambia un poco la fecha, sin más”. Porque “le hemos buscado alternativas sin problema”.

Incluso al trascender su caso, el gran disgusto se ha convertido, también, en una inesperada y emotiva lección de solidaridad. Así lo han sentido tras recibir la llamada de “una chica, Blanca, con total discreción que le querían regalar a Dani una estancia en la Escuela de Equitación EquaLeón, en Villarodrigo de las Regueras, un detallazo”. Dani se subirá, pagando lo que corresponda, a lomos del verano gracias a “quienes piensan que no se puede discriminar así a los niños que”, más allá de diagnósticos, “están en la escuela ordinaria y son como todos los demás”.

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