La carta de un enfermo leonés en la que explica cómo sobrevivió al coronavirus

Box de la UCI en un Hospital. / Eduardo Margareto / ICAL

Juan (Funcionario de prisiones)

Hola a todos. Soy Juan funcionario de prisiones en Soto del Real (“el de León”).

Caí enfermo a causa del coronavirus. Me gustaría contaros mi experiencia. Que ha sido la más dura de mi vida. Por si os puede ser de alguna utilidad. Tengo tantas cosas de contar, que para que no se me pase ninguna, he decidido narrarlo de manera cronológica, dividiéndolo en tres partes; y al final unas conclusiones personales. Espero no ser muy pesado.

Primero os voy a contar los primeros diez días en casa hasta el ingreso hospitalario.

13 de marzo

Después de comer me empiezo a encontrar mal. Se parece al comienzo de una gripe, pero en un par de horas comienzo con unos escalofríos y una tiritona terrible. Me sube la fiebre a mas de 38 grados en muy poco espacio de tiempo, empiezo a tomar paracetamol. Aun tomándolo la fiebre no me baja de los 38. Esa noche apenas puedo dormir.

14 de marzo

Me encuentro muy mal. Tengo claro que esto no es una gripe. Llamo al teléfono de atención del coronavirus de Adeslas-Muface. Me dicen que me tengo que dirigir al teléfono de Castilla y León del coronavirus que son los que se van a encargar de ello. De todos modos me dicen que me llamara un médico para consultarme telefónicamente (todavía estoy esperando a que me llame). A continuación intento llamar al teléfono del coronavirus de Castilla y León. Es imposible, no te deja en espera. Si entra tu llamada de milagro, bien. Y si no, comunica (intente llamar unas noventa veces aproximadamente).

Hablando con una amiga que es enfermera me recomienda tomar Nolotil y paracetamol, alternándolo cada 4 horas. La fiebre casi no me baja de 38. Otra amiga que es médico me receta Azitromicina y comienzo a tomarlo. Por la noche no consigo dormir nada. La fiebre no me baja en toda la noche de 38,5. A las tres de la mañana llamo al teléfono del coronavirus. Consigo hablar con ellos tras varios intentos. Me dice: “Tiene una gripe, tome paracetamol”. Le insisto que estoy muchísimo peor que con una gripe, a lo cual no me hace ni caso. Además cuando le digo que pertenezco a Adeslas-Muface me dice que entonces de mi no se hacen cargo, que me dirija a Adeslas. ¡Me quedo sin palabras!

Recapitulando. Adeslas-Muface me remite al Sacyl (Sanidad de Castilla y León) y estos me remiten a Adeslas. Se pasan la pelota unos a los otros. Eso sí, aunque me dicen que tengo una gripe, me informan de que me tengo que quedar en aislamiento domiciliario en casa 14 días.

15 de marzo

Sigo igual. La fiebre apenas baja de 38. Paso un mal día. Tengo mucha tos, pero no seca sino con mucosidad, que no consigo expulsar y que me dificulta la respiración. Me duele la garganta. Tengo diarrea. Dolor muscular y articular, y un malestar general brutal. Lo único que no tengo es disnea. Sobre las 22.00 horas, de repente, sin ningún motivo, empiezo a sudar de una manera exagerada. Me empiezo a encontrar mejor, la fiebre me baja de golpe a 35,5 grados. Es todo tan raro...

Esa noche puedo dormir y descansar.

16 de marzo

Por la mañana me encuentro bastante bien. Por la tarde ya empeoro, pero no mucho. De todos modos no me encuentro en condiciones de ir hasta Madrid a trabajar. Llamo a Jefatura de Servicios y les comunico que no podre ir a trabajar el 17. Les explico mi situación y como es probable, por los días de incubación de la enfermedad, que me haya contagiado mientras trabajaba en Soto.

Me dicen que le mande un correo electrónico al subdirector de Personal, poniendo en su conocimiento que días había trabajado y donde había prestado servicio. Ignoro si por parte de la Dirección se comunico a los compañeros con los que había trabajado mi situación para que tomasen medidas o se aislasen 14 días, ya que habían estado en contacto conmigo. Yo por mi parte intente hacérselo saber y creo que me puse en contacto con todos ellos.

17 de marzo

Vuelvo a empeorar. Duermo mal y no descanso por la noche.

18 de marzo

Sigo empeorando. Casi no duermo.

19 de marzo

Empeoro más. Vuelvo a llamar por teléfono a Adeslas. Ésta vez tras atenderme en plan bastante brusco, me dicen que tengo un proceso bacteriológico. Que siga con el paracetamol y que no me dan permiso para ir a urgencias en el Hospital de Regla; que es el que me corresponde en León. Me dicen que me llamará un médico (esta llamada también la sigo esperando). A continuación llamo al teléfono del Sacyl, que siguen sin querer saber nada de mí. Que me tengo que dirigir a Adeslas-Muface.

Les comunico que como funcionarios de prisiones se supone que hemos sido considerados como servicio esencial y que se supone que tenemos preferencia para que me hagan un test para ver si tengo coronavirus. Me da la razón. Pero me dice que tiene que ser la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias la que lo solicite al órgano administrativo que corresponda y entonces me harán el test.

A continuación escribo un correo al subdirector de Personal, pidiéndole por favor, que ya mi estado se agrava por momentos, que solicite que se me haga el test a través del cauce administrativo correspondiente (a día de hoy, 12 de Abril, todavía estoy esperando su respuesta).

20 y 21 de marzo

Sigo estando igual de mal. Y casi no duermo por las noches.

22 de marzo

Sigo con todos los síntomas del coronavirus menos la disnea, pero a partir de media mañana, empiezo a estar muy mareado. Pienso que, seguramente, porque me empieza a faltar el oxígeno en sangre. Me miro la tensión. Tengo 182 de máxima. Me encuentro cada vez peor, pierdo fuerzas y por minutos cada vez estoy más débil. Mis sensaciones son malísimas. Siento como que me estoy apagando.

Decido volver a llamar al teléfono de Adeslas. No sé como me encontrarían de mal por teléfono que, tras hablar un minuto con él, me dice que a continuación me llamará un médico. Y, efectivamente, a los cinco minutos me llama un médico y, tras tres o cuatro preguntas, me da autorización para acudir a urgencias.

Sobre las 14.00 horas llamo a un taxi porque casi no soy capaz de caminar (me protejo como puedo para no contagiar al taxista, al que aviso de mi estado). Llego a Urgencias, me hacen una radiografía de los pulmones, y según la ve la medico de urgencias llaman a una ambulancia para que me lleven al Hospital Universitario de León.

Llego en ambulancia. Casi se me sube un gemelo al bajar de la ambulancia (estoy destrozado). Me ve inmediatamente el médico de urgencias y me pasan a un 'box' y me hacen varias pruebas entre ellas el dichoso test (tienes que estar medio muerto para que te lo hagan).

A las dos horas más o menos, me suben a la planta segunda de medicina interna e inmediatamente me empiezan a dar medicación. Tomo retrovirales, cloroquina, azitromicina y otro medicamento que me ponen por la vía todos los días a las ocho de la tarde. Ésto aparte de paracetamol, Nolotil, y alguna cosa más que me metieron en los días siguientes por la vía; aunque debido a mi estado no me enteraba mucho. Tambien me tienen que poner oxígeno, ya que tengo la saturación sobre 86-88.

Los diez días de ingreso hospitalario

23 de marzo. Ya estoy ingresado y pienso que ya todo irá a mejor. Quiero ser optimista, pero no fue así: me equivocaba. La noche del 22 al 23 no puedo dormir en absoluto. Ni siquiera tomando un ansiolítico que pedí a la enfermera (yo que nunca había tomado este tipo de medicación en toda mi vida).

La fiebre me sube cada vez más me llega hasta los 39 grados y apenas me baja cuando me ponen algo. Me cuesta trabajo hablar. Tengo muchísima tos. No soy capaz de comer. Solo puedo beber unos batidos de proteínas que me dan, y eso porque me obligo a ello. Tengo la tensión disparada sigue sobre 180. La saturación es baja, pero por encima de 90 con el oxígeno.

24 de marzo

La noche del 23 al 24 tampoco duermo nada. Tengo la fiebre tan alta y tanto malestar que no puedo conciliar el sueño. A primera hora de la tarde viene el médico y me comunica que he dado positivo en el test, y que tengo neumonía bilateral. Este día todavía me encuentro peor, la fiebre me sube hasta 39,9. La tensión sigue muy alta. Me encuentro muy mal. La saturación sigue baja aunque tengo el oxigeno puesto.

Mi cabeza esta lúcida y empiezo pensar en cuánto tiempo podrá mi cuerpo aguantar esta tortura. De pronto me sorprendo a mí mismo y comienzo a rezar. Es mi última esperanza. Solo rezo y pienso en mi mujer y en mi hija, que tiene dos meses. Esta enfermedad me ha llevado a mis límites físicos y mentales.

Y así consigo pasar el día. A última hora no sé lo que me ponen por la vía pero consiguen bajarme la fiebre, después de los dos días y medio peores de mi vida. Ese día por la noche me meten un compañero de habitación también enfermo de coronavirus. Una persona encantadora, profesor de universidad de 48 años. Tenemos muchas cosas en común y me ayudó mucho la compañía que me hizo en esos días.

25 de marzo

La noche del 24 al 25 por fin consigo dormir unas horas gracias a los ansioliticos, aunque me despierto bañado en sudor. Sigo encontrándome mal, pero la fiebre baja hasta mantenerse sobre los 38 grados y la tensión se normaliza; aunque la sigo teniendo algo alta.

26, 27, 28 y 29 de marzo

Sigo durmiendo a medias por las noches. Solo unas pocas horas (yo que siempre he sido una marmota). La fiebre comienza a bajar. Me estabilizo entre los 37,5 y los 37,8 grados, y cuando me dan medicación me baja; aunque en tres o cuatro horas desde que me la dan, vuelve a subir.

La saturación con oxígeno me va subiendo mucho hasta valores de 96. A mi compañero de habitación le dan el alta el 28, aunque en el test que le han hecho ha dado positivo y se encuentra mareado con mala saturación de oxigeno en sangre. Le tiene que sacar un celador del hospital en silla de ruedas. Y le tiene que venir a buscar su mujer con el coche desde una distancia de 50 kilómetros (yo estaba flipando, no sabía ni que decirle; solo pude darle las gracias por la compañía y los ánimos que me había dado).

30 de marzo

Duermo razonablemente bien. Es el primer dia que no tengo fiebre. Me repiten el test del coronavirus para hacerme el PCR. Consigo empezar a comer. Hago esfuerzos y me como todo lo que me traen, me guste o no, no importa. Soy consciente que lo que importa es coger fuerzas.

31 de marzo

Duermo bien, saturo con oxígeno 99, y sin oxígeno 89-90. Viene el médico y me dice que he dado negativo en el PCR, que me van a hacer una placa a ver como voy de la neumonía bilateral y si eso me dan el alta. Paso un día bueno en el hospital. Como con ganas. Saturo muy bien con oxígeno, y tengo normalizada la tensión y las pulsaciones.

A las 20.00 horas vienen los radiólogos y me hacen la radiografía. A las 23.00 vienen y me dicen que me dan el alta, sin decirme como estaba de la neumonía. Mi médico dejo los papeles del alta hechos a las 13.00. Daba igual como saliese la radiografía, me iba a dar el alta igual. Lo importante es la estadística de altas (esta es mi conclusión). Me tiene que venir a buscar con el coche mi mujer con la niña (ésto es lo que más me molestó).

La recuperación en casa, 12 días de abril

1 de abril. Llego a casa de madrugada. Me quito todo lo que llevo. Me ducho. Meto la poca ropa que llevaba y las zapatillas a 60 grados en la lavadora. No toco nada. Me aíslo en mi habitación y me meto en la cama e intento descansar. Pero no puedo dormir en toda la noche, ya que al quitarme el oxigeno tengo la saturación sobre 89-90. Respiro mal, me aumentan las pulsaciones en unas treinta más de las normales; con lo cual tengo taquicardias.

Y además me noto ruidos en los pulmones al respirar. En casa no tengo oxígeno y me encuentro muy mal. Hablo con mi médico de toda la vida y se sorprende cuando le cuento que me han dado el alta saturando entre 89-90. No me puede mandar broncodilatadores, ya que con este virus pueden tener un efecto contrario, y me receta ansiolíticos; porque me dice que es la única manera de bajar el malestar general y de poder dormir. Y si me encuentro muy mal, también puedo tomarlos durante el día. Consigo un pulsioxímetro para medirme la saturación, ya que si me baja de 90 debería de volver a urgencias. La recomendación de aislamiento en una habitación la tengo que romper, ya que solo puedo estar sentado en el sofá. Ahí puedo respirar más o menos normal.

2, 3 y 4 de abril

Parece que al pasar las primeras 24 horas sin oxígeno mi cuerpo empieza a adaptarse y dejo de sufrir tanto, pero sigo sin encontrarme bien. La saturación me sube a 92, donde se me quedara estancada. Parece que me estabilizo, pero el 4 de abril por la mañana me vuelvo a encontrar muy mal. Me baja la saturación a 89-90. Aguanto a ver si pasa, y a final de la mañana me normalizo; y por la tarde me encuentro mejor.

5 de abril

Veo que me voy estabilizando cada día más. Empiezo a tomar batidos de proteínas, ya que me lo recomendó mi amiga médico porque es bueno para la regeneración de los tejidos dañados en los pulmones. Y por recomendación de mi amiga enfermera comienzo a moverme. Aunque solo puedo dar unos paseos por el pasillo.

6 de abril

Sigo igual y continuo con los paseos por el pasillo. Lo que puedo.

7, 8, 9, 10, 11 y 12 de abril

Comienzo a hacer ejercicios que movilizan los grandes grupos musculares y ejercicios que me pasan de rehabilitación respiratoria para gente que ha tenido el coronavirus. Me cuesta un mundo hacer esto. Pero veo que cada día que pasa voy recuperando fuerzas. A costa de mucho esfuerzo y sufrimiento.

Mis conclusiones

Si este virus te ataca fuerte como a mí, te lleva a los límites físicos y metales como os había comentado más arriba. En mi caso no tanto mentales (ya que he tenido mucha dureza mental para aguantar tantos días de enfermedad y aislamiento), como físicos. Este virus me ha dejado destrozado físicamente. He perdido unos 10 kilos de peso y una parte importante de mi masa muscular.

Lo más preocupante, después de tener la enfermedad Covid-19, es saber cómo te van a quedar los pulmones. Si has desarrollado una neumonía bilateral como es mi caso. Hasta el 15 de abril que me ve el neumólogo no lo sabré, ya que nada me dijeron en el hospital ni lo pone en el informe de alta.

Así que ahora por mi cabeza rondan mil preguntas: ¿Me quedaran los pulmones igual que antes? ¿Podré hacer vida normal? ¿Podré volver a hacer deporte? Y aquí estoy, sin respuesta hasta el día 15. Si es que la pueden dar.

¿Cuántos delitos se cometen por no dar EPIs a los trabajadores?

No entiendo porque Instituciones Penitenciarias, y en concreto la Dirección de Madrid V Soto del Real, no respeta el artículo 17.2 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Que señala su obligación de proporcionar a los trabajadores equipos de protección individual (EPIs) adecuados para el desempeño de sus funciones, y velar por el uso efectivo de los mismos cuando por la naturaleza de los trabajos realizados sean necesarios.

Los equipos de protección individual deberán utilizarse cuando los riesgos no puedan evitarse o no puedan limitarse suficientemente por medios técnicos de protección colectiva o medidas, métodos o procedimientos de organización del trabajo. Desde mis conocimientos jurídicos considero que entramos de pleno en la descripción que nos da este artículo 17.2. Y aún lo entiendo menos, ya que por el incumplimiento de este articulo se puede incurrir en responsabilidad administrativa por el artículo 12.16 de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social.

En responsabilidad civil, por la obligación de indemnizar a los trabajadores por los daños y perjuicios causados derivados de un accidente de trabajo, de conformidad con el artículo 1902 del Código Civil, cuando se haya incurrido en una conducta culposa o negligente.

Cada vez que recuerdo como entraban a mi habitación en el hospital las enfermeras protegidas con bolsas de basura y con cinta de embalar para unir el conjunto, se me ponen los pelos de punta; los mandan a la guerra sin fusil y sin balas

En responsabilidad penal, según el tipo de lesión o accidente que se produzca, pudiendo cometerse delito de puesta en peligro de personas. Delito de omisión por no proporcionar los EPI adecuados. Delito de comisión por omisión. Todos ellos penados con el tipo del artículo 318 del Código Penal que marca penas que van de los tres meses a los tres años de cárcel.

Todo lo cual hago extensible al Ministerio de Sanidad estatal. Ya que al asumir las competencias autonómicas tras el Decreto del Estado de Alarma han sido incapaces de facilitar las EPIs adecuadas a médicos, enfermeras y auxiliares que trabajan en los hospitales. Cosa sobre la que puedo dar testimonio directo (cada vez que recuerdo como entraban a mi habitación en el hospital protegidas con bolsas de basura y con cinta de embalar para unir el conjunto, se me ponen los pelos de punta; los mandan a la guerra sin fusil y sin balas).

Y por último, y no menos importante, desde aquí quiero expresar 'mi profundo agradecimiento' a la Dirección de Soto, la cual no ha dejado de 'interesarse' por mi estado. No ha 'faltado' el día en que se pusieran en contacto conmigo para preguntarme como estaba y desearme una rápida recuperación. Ni una sola llamada he recibido por su parte.

Ya lo tenía claro antes, pero esta es la confirmación definitiva: solo somos números y no importamos nada. Somos prescindibles y reemplazables por otro número. Muy triste, pero cierto. Y no tiene pinta de que esto vaya a cambiar con el nivel tan por encima de la media que tienen los funcionarios de prisiones, tanto personal como educativo.

Ya lo dice el Cantar del Mio Cid: “¡Dios que buen vasallo si hubiera buen señor!”.

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