La amiga que montó donde aparecieron bolso y arma insiste en que no vio ni notó nada aunque “había claridad”

Simulacro de cómo podría haber ido el bolso de Fornarina a los pies de la testigo Leticia González de haber estado en el coche de Raquel Gago, algo que ella cree difícil.

C.J. Domínguez / M. Cuervo

Un testimonio clave, el de Leticia González, la amiga de la policía Raquel Gago que se montó el mismo día que asesinaron a Isabel Carrasco en el mismo espacio de su coche donde a la noche siguiente aparecería el bolso de Fornarina con el arma homicida. Y a preguntas del fiscal y de las acusaciones, aseguró con seguridad que cuando se montó “me monté normalmente y no noté nada, sólo vi unas bolsas de plástico”, admitió, añadiendo estar segura de que cuando se montó en el breve período de tiempo de bajar de la calle a la plaza de garaje de Raquel Gago “había claridad” suficiente en la calle y buena luz en el interior del aparcamiento.

Este importante detalle fue ampliamente rebatido por el abogado defensor de Raquel Gago, recordando que oficialmente ese día 12 de mayo a las 21,35 ya se consideraba de noche, a lo que la testigo insistió en que “había claridad, seguro”, aunque al final el letrado consiguió que admitiera que “estaba tensa” con la noticia del asesinato de Isabel Carrasco y la detención como sospechosas de su amiga Triana Martínez y su madre.

Aquel día del asesinato, Leticia acudió a la casa de Raquel, como lo hicieron varias amigas más junto a la hermana de la policía local, pero ella montó en su coche y en el lugar clave. Al principio, valoró que quizá pudo haber estado en ese asiento detrás del copiloto “uno o dos minutos”, aunque luego no puso en duda la duración de 17 segundos que el defensor de Gago demostro con ayuda de un vídeo. “¿Qué les dio tiempo a hablar en 17 segundos?”, quiso saber el Fermín Guerrero. “Si había terminado la clase bien y poco más, estábamos impactadas”, respondió. “¿Y miró lo que había bajo los asientos del copiloto? ”No. Hablaba con ellas, le pregunté si le ayudaba a coger algo y ya está“.

Leticia recordó a preguntas del defensor que el asiento que tenía delante “estaba normal, me hubiera llamado la atención si estuviera muy echado para adelante”. Y albergó más dudas que al principio cuando Guerrero quiso saber si “si hubiera un objeto similar, es posible con su pie del 38 que no lo hubiera tocado, en 17 segundos?”. “No sé si es posible o no, yo no noté nada ni lo vi, poder estar, podría estar. Raquel cogió una de las garrafas y subimos para casa”, concluyó.

La testigo crucial Leticia González en un momento de su larga presencia en el juicio.

Respecto a la actitud de ese día su amiga Raquel, por si pudiera parecer sospechoso de algo, Leticia González la definió como “una persona muy seria, muy responsable”. “¿Y aquel día tuvo un comportamiento normal, la vio aturdida o algo? Ninguna estábamos normales, todos nerviosos. Estaba como todas, recibiendo llamadas...”.

La insistencia en alquilar garaje y las “cervecitas ricas”

Ahora bien, lo que para nada le pareció normal a esta joven es que su también amiga común Triana Martínez le insistiera “varias veces” en convencerla para compartir los gastos de alquilar una plaza de garaje “supongo que se refería a la avenida Condesa -donde vivía Isabel Carrasco-”, porque “hablaba de buscar enfrente de mi trabajo, que está en el Paseo de Salamanca”. No fue sólo una vez, aseguró ante el fiscal, sino una idea insistente. “Ella me decía que nadie lo supiera, sólo me dijo que era algo bueno para ella, para que mejorara, que no me preocupara, que iba a pasar de algo malo a algo buenísimo”, recordó, sin saber a ciencia cierta nunca a qué se refería la joven ahora acusada del asesinato. “Me insistia mucho, me hizo sentir una mala persona por no ayudarla, pero me opuse, yo no quería engañar” al dueño del garaje que fueran a elegir.

A toro pasado, después de su presunta implicación con el crimen, admitió Leticia González que aquello “pudo tener alguna relación” con el asesinato, aunque lo pensó “lógicamente después”.

Esta versión suya la mantuvo con cierta insistencia incluso ante las duras preguntas del defensor de Triana Martínez y su madre, José Ramón García, quien buscó incluso saber si la noche en el pub Chelsie en el que se produjo con seguridad al menos una de las conversaciones entre ambas sobre el alquiler del garaje “no habría bebido varias cervecitas muy ricas” de modo que pudiera haber malinterpretado, ya que según Triana en realidad ella quería hacer un favor a Leticia para que no le costara tanto aparcar junto a su trabajo, ya que vive a varios kilometros de León.

Otra amiga común, Lorena Pulgar, no vio el bolso metido

Lorena Pulgar, amiga de Triana Martínez y también de Raquel Gago, recordó a preguntas del fiscal que el bolso que encontraron el 13 de mayo en el coche de la policía local “no estaba debajo del asiento” sino “como posado en el suelo” mientras “Raquel ya lo sostenía”, aunque “no puedo afirmar más concretamente” si alguien que se hubiera sentado allí lo habría advertido con claridad. “Dónde estuvo el bolso antes de cogerlo Raquel, yo no lo puedo saber”, detalló posteriormente a preguntas de Fermín Guerrero, defensor de Gago.

Ella no vio el revolver que Raquel sí vio, “estaba muy nerviosa porque aquello estaba ahí dentro y nos dijo entonces que la tarde anterior había visto a Triana, que había tomado café en su casa -el día del asesinato-, que había parado luego en la tienda de manuales, que habló con el controlador de la ORA, llegó triana y le tijo si tenía el coche abierto, y de manera automática accionó el mando del coche, y Triana se fue a la frutería; y como no volvía, se montó en el coche y se había ido”, relato con detalle.

Admitió ante el abogado de Raquel que encontrar el bolso cambió la actitud de Raquel por completo: “Estaba cerca de la histeria, lloraba sin parar”. Y que los dos policías de Burgos -que negaron durante semanas, incluso ante el juzgado, haber acudido- fueron los que dirigieron las principales preguntas a la policía local. Y luego “sacaron el bolso del coche, lo apoyaron para mirar dentro”.

A continuación, otra amiga común, Silvia Fernández, no aportó mucha novedad respecto a lo ya preguntado al resto de amigas que compartieron algunos momentos de la noche del asesinato en casa de Raquel Gago, si bien recordar aquellos duros momentos, que a ella le coincidieron con un ingreso de su propio padre, hicieron que abandonara la sala deshecha en lágrimas.

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