Más de un siglo de experiencias

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Cilinia Diez Mallo nació el 10 de Mayo de 1914 en la localidad de Benllera. Hija de Rosaura Mallo y Manuel Diez también descendientes de esta localidad. Como por aquella época, dedicados a la labranza del campo y al ganado.

Es la menor de cuatro hermanos, Florento, Jesús, María y ella Cilinia; quién quedó huérfana con tan solo 16 años de ambos progenitores, por lo que fueron sus hermanos los que se ocuparon de ella al ser la pequeña.

Fue a la escuela en Benllera, donde aprendió a leer y escribir. Y donde también se dedico a las labores del campo. Estando soltera trabajó sirviendo en casa de una familia en Piedrafita de Babia.

Más tarde se casó con Julio García, nacido en la población cercana de Selga de Ordás. No tuvieron hijos, aunque sí sobrinos por ambas partes. Vivieron en Benllera donde tenían su casa, dedicándose también a las labores del campo.

De los hermanos de Celinia solo dos se casaron, aunque únicamente tuvo descendencia Jesús, casado con Tita. Tuvieron ocho hijos, a los cuáles Cilinia ayudó a cuidar, echando una mano a su familia. Tanto es así, que una de las sobrinas, Aurora Diez, cuando contaba tan sólo nueve años, se fue a vivir con ella y su marido Julio, llegando a considerarla como su propia hija.

Vivieron varios años en Benllera y cuando se fueron para León a trabajar, la llevaron con ellos. Trabajaron como porteros de la casa de Joaquín Blanco, situada en la Plaza de la Inmaculada, hasta que se jubilaron.

Ya en León, Aurora, sacó los estudios de Corte y Confección y vivió con ellos hasta que en 1975 se casó con Francisco Javier del Río. En ese día tan importante, Celinia fue su madrina de boda.

Aurora y Javier, tuvieron cuatro hijos a los que Celinia siempre considero como sus nietos, y viviendo todos los momentos importantes como abuela.

Al jubilarse se trasladaron al barrio de Pinilla, donde fue muy querida y consiguió crear grandes amistades, que aún mantiene, incluidos la familia de Rosario de los Barrios de Luna, su hija Caridad, su marido Víctor y los hijos de éstos, Víctor Ángel y Cristina, que también se consideran parte de su familia, sentimiento que es recíproco.

En 1983 quedó viuda, pero siguió viviendo en su casa haciendo vida normal en su barrio, participando en todas las actividades de la parroquia, de la que era asidua.

Hace cuatros años y medio sufrió una caída y por problemas de salud, tuvo que dejar su casa. Actualmente vive en la Residencia Ordás (Callejo de Ordás), donde ha encontrado, según sus propias palabras, otra nueva familia. Allí escribe, lee, juega al bingo, hace gimnasia y reza, con lo que demuestra que sus facultades mentales están al cien por cien.

Hablar con ella te lleva a otros tiempos, descubriendo cosas sobre la familia, cómo se vivía antes, sus anécdotas, cantares y romances de la época, comentan sus familiares.

Celinia ha vivido feliz, pero también ha sufrido grandes pérdidas de personas importantes en su vida. Primero sus padres, luego hermanos y marido pero sobre todo por Javi, al que quería como un nieto.

Lo que más la hace feliz, es ver como su familia Aurora y Javier junto con sus hijos Eva, Sergio, Aurora, Germán y David; y sus sobrinos Ana Ma, hermana de Aurora y Modesto su marido y hermano de Javier, junto a su hija Vero y Víctor, están siempre pendientes de ella y cuidándola. Pero sobre todo es digno de ver la cara cuando ve a su “biznieto” Javier.

Son 101 años vividos, 36.865 días, muchas experiencias y una larga vida difícil de exponer aquí. Cien años de vida, un siglo de experiencias, alegrías y tristezas.

Ya un sabio dijo que cumplir años es la única manera que hemos encontrado para vivir mucho tiempo, ya que no nos volvemos viejos con los años, sino nuevos con cada día que amanece.

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