Los psicólogos que tratan la huella emocional del fuego: “Hay alta probabilidad de casos de estrés postraumático”

Intervención de psicólogos con vecinos de pedanías de Ponferrada evacuados por el incendio al polideportivo José Arroyo de la ciudad.

César Fernández

24 de agosto de 2025 22:26 h

El monte todavía arde cuando ellos intervienen. La mente de los afectados también bulle. El combustible, en este caso, es una mezcla de incertidumbre, miedo y hasta culpa. El nivel de riesgo, la manera en la que en estos días se mide en los partes la gravedad de los incendios forestales, es máximo ante una situación con una alta probabilidad de derivar en estrés postraumático. El fuego, que arrasa fincas, montes, casas y patrimonio, deja también una huella emocional que los psicólogos tratan de gestionar tanto en pabellones habilitados para acoger a los evacuados como en los lugares donde muchos lo han perdido todo.

“Nosotros somos como las ambulancias”, define gráficamente el coordinador de Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, Emergencias y Desastres de Castilla y León, Vicente Martín, en estos días de ruidos y señales de alerta: los de los helicópteros que sobrevuelan las llamas y las de los cuerpos de seguridad ordenando desalojos. La atención psicológica, una toma de contacto sobre el terreno, se centraba en los primeros días en las “víctimas sobrevivientes”. Con brigadistas, bomberos, operarios de los dispositivos y vecinos voluntarios conteniendo el avance de las llamas, los profesionales han estado principalmente en los puntos de evacuación con las familias.

El Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, Emergencias y Desastres de Castilla y León, una herramienta surgida a raíz de los atentados del 11M en Madrid en 2004, ya contaba con una experiencia muy similar derivada de los incendios de la Sierra de la Culebra (Zamora) del verano de 2022. Vicente Martín se retrotrae más en el tiempo para hacer un paralelismo con el accidente del avión de Spanair en el Aeropuerto de Barajas en agosto de 2008. “Hemos dado noticias de muertes”, añade ante una crisis que ya se ha cobrado tres vidas en la provincia de León, las de dos voluntarios que colaboraban en atajar el incendio que entró al sur desde Zamora y la del operario de una autobomba en Espinoso de Compludo (Ponferrada). Hace apenas unos meses estaban también sobre el terreno para gestionar el drama por la muerte de cinco mineros de Laciana y El Bierzo en el accidente de Cerredo (Degaña, Asturias).

Intervención de psicólogos con vecinos de pedanías de Ponferrada evacuados por el incendio al polideportivo José Arroyo de la ciudad.

¿Cómo hay que transmitir las malas noticias? “Nosotros vamos entrando en conversación con las personas muy lentamente”, responde el coordinador sobre casos de familias que “lo han perdido todo”. “Y todo es todo: su casa, la nave, los tractores, los animales”, abunda. El perfil del atendido en los primeros días era principalmente el de personas mayores. “La gente joven se ha quedado en los pueblos. Esos son los que han defendido España”, señala Martín. Los evacuados tratan, a veces sin éxito, de contactar con los hijos o los nietos que permanecieron sobre el terreno. Y los psicólogos tienen que gestionar a veces esos momentos eternos en los que los seres queridos tardan en coger el teléfono.

El coordinador de los psicólogos, que en estos días se organizan en turnos de mañana, tarde y noche, habla de “incertidumbre”, pero también cita el “miedo” y hasta, en ocasiones, “la culpa”. “Ha habido un porcentaje elevadísimo de dudas en la decisión de si era mejor evacuar o quedarse en los sitios”, afirma al hacerse eco de una frase oída recurrentemente estos días: “Me tenía que haber quedado en mi casa”. La crisis ha llegado, además, en pleno agosto, con pueblos en fiesta que han decidido suspenderla y población flotante. “Hay muchísimas personas de vacaciones en los pueblos. Y ahí hay menos sentimiento de pérdida por las casas afectadas”, añade.

Nosotros vamos entrando en conversación con las personas muy lentamente a la hora de dar malas noticias

Vicente Martín Coordinador del Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, Emergencias y Desastres de Castilla y León

Hay personas que exteriorizan el drama y otras que lo interiorizan. “Y nosotros nos acercamos a los que están callados y mirando al infinito”, cuenta Vicente Martín para reseñar cómo hay que empezar por resolver cuestiones rutinarias y garantizar, por ejemplo, que cada desplazado tenga la medicación a mano tras desalojos improvisados y resueltos en apenas unos minutos sin tiempo para la reflexión. Esta oleada de incendios, advierte este psicólogo, es “una situación potencialmente traumática”. “Hay una alta probabilidad de casos de estrés postraumático. Porque se producen situaciones de riesgo de perder la vida o la integridad física tuya y de tus familiares”, agrega ahora que, en una sociedad global con imágenes que se viralizan en apenas unos minutos, en algún pabellón ha oído un “grito” acompañado de expresiones como “mi casa está ardiendo” ante la pantalla de un teléfono móvil.

Vecinos de las pedanías pertenecientes a Ponferrada evacuados por el incendio al polideportivo José Arroyo de la ciudad.

“Nosotros somos como las ambulancias”, repite Vicente Martín para reconocer que la atención a medio y largo plazo “ya le tocaría a salud mental”. El panorama es complejo. Los jóvenes que se han quedado a defender el monte son, en muchos casos, emprendedores que habrán visto arder sus tractores. Y los mayores que fueron evacuados a pabellones se encontrarán a su regreso al pueblo no sólo sin casa, sino también sin las gallinas a las que daban de comer o las sendas por las que paseaban a la sombra de la vegetación.

La consciencia de lo perdido será más notoria incluso en la primavera y el verano de 2026, cuando lo negro prevalezca sobre el habitual verde y haya que buscar motivos para la esperanza. Siempre los hay. Y también han aparecido en estos días en que muchos voluntarios y particulares se han acercado a esos pabellones inundados por la incertidumbre, el miedo y hasta la culpa para decir un “qué hace falta” a personas que lo han perdido todo.

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