Marisa Flórez, fotoperiodista: “La Transición ha sido denostada, pero todos la hacen protagonista”

La fotoperiodista Marisa Flórez, en una imagen reciente.

César Fernández

Marisa Flórez (León, 1948) estudió en el colegio de las Carmelitas y frecuentaba con su abuela el Cine Condado (“como mínimo una vez a la semana”, apostilla). “Fueron tardes fantásticas. Me metía en la vida de los personajes”, recuerda. Cuando concluyó el Bachillerato y se trasladó a Madrid, comenzó a ser testigo de la propia película de un país que iba dejando atrás la dictadura. La realidad dejaba actores como el entonces secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, apareciendo de improviso, todavía en la clandestinidad, en una rueda de prensa a la que los periodistas fueron convocados en distintos puntos de Madrid.

La fotoperiodista leonesa, que empezó en Informaciones para luego pasar el resto de su vida laboral en El País, fue notaria gráfica de la Transición con una especie de trilogía. Son suyas las fotos de Susana Estrada con un pecho al aire recibiendo un premio de manos de Enrique Tierno Galván, de Rafael Alberti y la Pasionaria bajando las escaleras del Congreso de los Diputados y de la soledad del presidente Adolfo Suárez en el banco azul, la primera que El País publicó en portada a cinco columnas. Fue luego redactora jefa de fotografía y editora gráfica del rotativo en plena 'transición' a lo digital con la premisa clara de que la calidad debe imperar en cualquier formato.

Comenzó a trabajar en la recta final de la dictadura. ¿Cómo era ser fotoperiodista en esas circunstancias? ¿Sufrió la censura?

La censura existía. Yo tuve suerte porque entré a trabajar en Informaciones, dirigido por Jesús de la Serna, que era el periódico más progresista de ese momento. Aunque ya había comenzado la apertura, la censura estaba ahí. Hacía mucha calle y temas sociales. Y te encontrabas con limitaciones, algunas derivadas del hecho de ser mujer. Padecí comportamientos machistas. A la mujer se la miraba con lupa.

Muerto Franco, se incorpora en 1976 al diario El País. ¿Cómo los fotoperiodistas hicieron su propia transición en el trabajo?

Ahí otra vez tuve suerte. Me llamaron para trabajar en El País, que marcó una época en todos los sentidos, también en la defensa de las libertades. Pude estar en esa redacción y disfrutar de toda la libertad posible. Poco a poco la gente empezaba a aprender. Era un caminar juntos e intentar cosas nuevas. Fue un momento muy ilusionante.

En la dictadura te encontrabas con limitaciones, algunas derivadas del hecho de ser mujer. Padecí comportamientos machistas. A la mujer se la miraba con lupa

Al margen de las fotos que han quedado como icono de la Transición, estuvo presente en momentos trascendentales como la primera rueda de prensa que ofreció Santiago Carrillo, todavía en la clandestinidad. ¿Cómo es posible concentrarse en el trabajo cuando la actualidad le pone a uno frente a noticias para la historia?

Yo era muy joven. Y ese momento fue alucinante. Te pones nerviosa ante lo que tienes delante. Pero tienes que reaccionar. Cuando estás ahí, no te das cuenta de la trascendencia. Tienes que poner los cinco sentidos en intentar captar lo que crees que puede contribuir a dar una mejor información. Te impresiona porque aquellos personajes eran mitos. Es con el paso del tiempo cuando esas fotos se convierten en icónicas.

Buena parte de su trabajo durante la Transición se centró en el Congreso de los Diputados. Desde un punto visual, podría pensarse que ofrecía una imagen muy uniforme dado que la mayoría de parlamentarios eran hombres y vestían de traje y corbata. ¿Cómo se logra sacarle punta fotográfica a ese panorama?

Durante las tres primeras legislaturas hice prácticamente la vida del diputado. Podría pensarse que tenía ante mí una imagen gris por la poca diversidad, pero allí ocurrían cosas importantísimas. Y muchas de las leyes se fraguaban en restaurantes y bares y en reuniones prácticamente clandestinas. Era un trabajo muy ilusionante. Cada día ocurría una cosa nueva.

También hizo trabajo en la calle, cubriendo movilizaciones. ¿Hasta qué punto lo que ocurría fuera y el tratamiento informativo que se le daba aceleraban los cambios que luego se refrendaban en el Congreso de los Diputados?

La sociedad civil fue un elemento importantísimo en la Transición. Los políticos fueron generosos. Pero la sociedad estaba a una con ellos. El panorama era muy complicado, con huelgas y manifestaciones y varios atentados a la semana. Creo que la sociedad civil estuvo muy en su sitio. Un ejemplo fue el entierro de los abogados laboralistas de Atocha, donde el PCE demostró que podía formar parte del hemiciclo al dar una demostración de comportamiento y disciplina.

Muchas de las leyes se fraguaban en restaurantes y bares y en reuniones prácticamente clandestinas. Era un trabajo muy ilusionante. Cada día ocurría una cosa nueva

¿Qué siente cuando desde algunos ámbitos políticos se hace una especie de enmienda a la totalidad a la Transición y se habla de ‘régimen del 78’?

La Transición ha sido denostada, pero todos la hacen protagonista. Nada es perfecto. Pero nadie pensaba que se podría haber llevado el proceso de aquella forma teniendo en cuenta de dónde veníamos. Algunos no querían salir de la dictadura y, sin embargo, primó la tolerancia, la valentía y el consenso. La clase política dio una lección. Y eso permitió que el país haya vivido sus mejores años. Quien reniega de ese proceso no sé si lo ha vivido realmente. Costó lágrimas y vidas. Fueron años muy duros. Y hubo que afrontar también otras cuestiones complejas como la reconversión industrial.

¿Había entonces alguna otra cobertura informativa que fuera más atractiva profesionalmente que hacer la Transición?

La profesión te permite formar parte de los acontecimientos. No es cuestión del lugar, sino de enforcar tu trabajo. Cualquier circunstancia te permite poner algo de ti. Fue una época muy bonita. Pero hoy se hacen fotos fantásticas de cosas no tan relevantes. Yo tuve la suerte de vivir aquel momento.

El 23 de febrero de 1981 estaba en el Congreso de los Diputados durante el golpe de Estado. Le requisaron el carrete. Si ahora lo pudiera encontrar, ¿con qué fotos cree que podría encontrarse?

Como las cámaras eran analógicas, hasta que no llegabas al laboratorio no sabías exactamente con lo que te ibas a encontrar. Yo sí intentaba sacar las fotos que quería hacer. No sé qué fotos habrían salido de ese carrete, pero sí que Tejero habría sido el protagonista.

Veníamos de un solo personaje (por Franco). Y en la Transición todos se convirtieron en protagonistas absolutos. La época dio gente muy interesante tanto en la izquierda como en la derecha y el centro

 Dice el lugar común que los políticos que vinieron después no tenían el carisma de aquellos. ¿Coincide en esa apreciación? ¿Los siguientes eran menos fotografiables?

No lo sé. Aquellos consiguieron el estatus de personajes. Veníamos de un solo personaje. Y todos estos se convirtieron en protagonistas absolutos. La época dio gente muy interesante tanto en la izquierda como en la derecha y el centro. No me gusta comparar. Yo he hecho fotos de todos los presidentes del Gobierno menos del actual. Y cada uno tenía su forma de expresarse y de llegar a la gente. Hay que ir más allá de la primera imagen y buscar más dentro de cada uno para hacer que llegue al lector. Yo lo he intentado tratando de retratar también su vida más personal.

¿Qué trabajos de aquella época sitúa al mismo nivel de importancia que las fotos políticas de la Transición?

He hecho bastantes temas de la mujer en los que he tratado desde la incorporación al mundo laboral hasta la vida de monjas de clausura. Y ese trabajo ha permitido ver la evolución no tanto de la mujer como de la sociedad hacia la mujer. Me gustaba abordar temas sociales como la inmigración. Me sentía a gusto en el día a día. Me gusta la información.

¿Y qué personajes de otros ámbitos le causaron más impacto en las entrevistas?

He tenido la suerte de conocer a gente interesantísima. Son tantos que no sé a cuál destacar. Pero del ámbito cultural me quedo con Gabriel García Márquez y Ernesto Sabato.

Casi en el 90% de las fotos de portada de la final del Mundial se veía arriba la Copa del Mundo. Y he visto tres o cuatro portadas que han hecho algo diferente. Eso es lo que a mí interesa

¿Hizo también muchas fotografías de fútbol y toros? ¿Se logró el objetivo de ir más allá de la clásica foto puramente informativa?

De fútbol hice muchas fotografías en la época de Kubala como seleccionador. Y de toros fui a muchas Ferias de San Isidro, que es la más importante del mundo. Hubo años de hacer más de treinta corridas. Ahí yo tenía un conflicto. El periódico te pedía un pase natural, pero a mí me interesaba el reportaje taurino como arte. Cada uno tenía su modo de expresarse. Y yo he tratado de aportar esa mirada personal.  

¿Y con el fútbol? Venimos del Mundial de Catar. ¿Ha visto buenas fotografías?

Siempre hay que intentar hacer cosas diferentes, aunque no siempre se consigue. Estuve revisando las portadas del día siguiente a la final. Casi en el 90% de ellas se veía arriba la Copa del Mundo. Y he visto tres o cuatro portadas que han hecho algo diferente. Eso es lo que a mí interesa. Con la cobertura que ofrece la televisión hay imágenes que quedan ya muy machacadas. Y así, o das algo diferente, o la gente ya no pierde el tiempo. Lo que puedas dar que sea nuevo es lo que va a marcar la diferencia.

¿Qué ha ganado y qué ha perdido el fotoperiodista con la revolución digital?

Me pone enferma ver a compañeros que se ponen a ver y a comentar el trabajo que han hecho con el que tienen al lado. Lo que está pasando sigue ocurriendo. Y te puedes perder el momento de la noticia. Te tienes que centrar en lo que está pasando. Yo no estoy en contra de todos los avances que supongan una ayuda. Poder subir una foto al periódico en dos minutos es una maravilla. Pero primero tienes que saber lo que quieres hacer; y luego ya tienes que ver lo que se puede hacer. Hay siempre que tener en cuenta que detrás de la cámara hay alguien que dispara.

Hay que partir de una premisa: el fotógrafo tiene que ser el primer editor de su propio trabajo. No se trata de disparar por disparar

¿Y cómo vivió su propia transición de hacer un trabajo de calle a ser primero redactora jefa de fotografía y luego editora gráfica de El País? ¿Cómo se lidia desde hace años con la abundancia de información y de imágenes?

Tuve otra vez la suerte de vivir el trabajo en tres fases diferentes. El trabajo en equipo es fundamental. Como editora, la cantidad de imágenes que se recibían era de tal volumen que tenías que echar muchas horas y tener disciplina. Pero ver fotos es de las cosas más interesantes que te pueden pasar. Y también conseguir que una imagen llegue a ser la foto de portada. Hay que partir de una premisa: el fotógrafo tiene que ser el primer editor de su propio trabajo. No se trata de disparar por disparar, ni de hacer 300 fotos al día con un móvil.

¿Está preparada para que llegue un día y no haya periódicos, ni por lo tanto fotos de portada, en los quioscos?

Llevo años escuchando esto. Creo que el futuro está en lo digital. Pero esa ya es una cuestión más empresarial. Hay una generación que todavía tiene como un rito el hecho de coger el periódico en papel. Creo que sí podrá sobrevivir un periódico de fin de semana, más de reportajes y más personalizado en el que sepas qué tipo de reportajes te van a dar.

¿Qué perderá el lector en términos visuales si se acaban los periódicos en papel?

Un muchacho de 20 años ya no concibe el papel. Y tenemos que concienciarnos de que lo digital no es un cubo de la basura. Pero para ello hay que cuidar la edición. Hay que elegir las mejores imágenes y que estén bien editadas. Lo digital te ofrece muchas posibilidades como la de hacer fotogalerías. Las hay maravillosas. Pero a veces me enfada que se meta lo sobrante. La calidad tiene que primar en cualquier soporte. Y si veo algo en digital que está bien hecho, volveré a ese sitio una y mil veces.

Ahora se dedica al comisariado de exposiciones tras una etapa docente en la Escuela de Periodismo UAM (Universidad Autónoma de Madrid)-El País. ¿Qué le aportó esa experiencia?

Fue interesantísimo. Los chicos venían de distintas carreras, pero su obsesión era desarrollar este trabajo. Entran a un mundo que les apasiona. Y funcionan casi como si fuera una redacción paralela. También los profesores aprendemos en ese proceso.

Lo digital te ofrece muchas posibilidades como la de hacer fotogalerías. Las hay maravillosas. Pero a veces me enfada que se meta lo sobrante. La calidad tiene que primar en cualquier soporte

Otra cosa quizá son las expectativas de futuro de generaciones que han sido sucesivamente vapuleadas por crisis económicas.

Sí. Pero quien lo elige es porque le entusiasma poder trabajar en ello, aunque las condiciones sean un poco peores.

¿En los años de ejercicio profesional le tocó hacer coberturas de asuntos o personajes relacionados con León? ¿Quizá la llegada a Madrid de alguna Marcha Negra de los mineros?

Sí. Hice varias visitas con presidentes del Gobierno o con el rey. Y también recuerdo la llegada a Madrid de la Marcha Negra. Hicimos el paso anterior por algunos pueblos. Y veías una emoción tremenda en las gentes al ver el paso de los mineros y valorar aquel esfuerzo. No hacía falta que hablaran. 

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