“Es muy cómodo actuar con el público español. No tiene miedo a reírse, y se trata de un público de risa inteligente”

Tiene la barba blanca y desordenada, y algo en sus gestos que hace que no puedas apartar la mirada de su persona. Avner Eisenberg derrocha sensaciones, sin palabras, su maestría a la hora de actuar en acciones tan sencillas como tomarse un agua con gas acaparan toda tu atención. Y, es que, Avner Eisenberg es un personaje diferente, un polifacético. Mago, clown, malabarista, y mimo, este artista estadounidense contempla muchas disciplinas.

El espectáculo atrapó su vida en 1971, cuando decidió estudiar artes interpretativas en la Universidad de Washington.
En 1974, amplió su formación en París en la escuela de Jacques Lecoq, “maestro del teatro del gesto y del movimiento”, apunta Avner.
Eisenberg, al principio de su carrera, fue funambulista, y trabajó en varios festivales al aire libre.
“Mis espectáculos eran muy completos, en 5 minutos podía suceder de todo, pero hacía lo posible para no realizar mi número. Me entretenía con cualquier cosa, al principio me daba miedo”, confiesa divertido.
Cuando descubrió la filosofía de la magia, -“no la magia de 'gran mago', sino la que envuelve tu carácter y te sorprende, en la que ocurren cosas que yo tampoco me espero”, explica-, entendió la importancia de interactuar con los espectadores. “Se trata de un nivel de comunicación con el público”.
Y si nadie se ríe...
El mimo considera que la risa “es una epifanía, un descubrimiento”. “Recuerdo una noche que otro cómico, cenando me preguntó: '¿Qué podemos hacer si un día nadie se ríe?'. No me preocupa que la gente no se ría conmigo, se convierte en un reto de mi carácter, un trabajo por hacer”, argumenta el clown. “La risa es una interrupción, es la paradoja de la comedia, se necesita, pero hay que trabajarla, hay que buscarla. Si no hay risa no hay comedia”, añade contundente.
La inspiración de Avner es la vida, la experiencia y tantos años de trabajo
Guarda en su sombrero muchas anécdotas, pero cuando se le solicita que relate alguna, la más divertida, el vodevil cuenta “cuando en uno de sus espectáculos sacó a una chica al escenario para hacer un truco y de los nervios se hizo pis encima”. Además, conquistó a su mujer a través de la risa.
Buscar la empatía con el público
Clown es una palabra difícil, y Avner reconoce que la mayoría de la gente la relaciona con un payaso para los niños. Pero hay una sicología detrás del clown; “se necesita un trabajo dramático, y un carácter con empatía”. Como ejemplo el norteamericano explica como en el mundo del circo basta la simpatía, y no es posible la empatía con las bestias: “Basta que los números hagan reír”. “El símbolo de la inhibición es el alcohol, y los borrachos tienen la nariz roja... como los payasos”, bromea el clown.
Su obra, que se representará este miércoles a las 21.00 horas en el Auditorium de la ciudad, transcurrirá sin una palabra. “Utilizo todas las que existen, el lenguaje universal”, apunta Avner refiriéndose a la expresión corporal. “No utilizo música, solo la risa, la música del público”.
“El arte es como una montaña rusa, entre el miedo y la risa. La tensión del miedo y la distensión de la risa”, expresa el artista.
Avner es un enamorado de España, donde realiza muchas galas. “Es muy cómodo actuar con el público español. Es muy civil y no tiene miedo a reírse. Además, se trata de un público de risa inteligente. Me gusta, porque mi espectáculo es muy complicado”, finaliza el clown, mientras hace desaparecer la doble impresión de un de sus tarjetas de visita, con naturalidad, con empatía.
