El Belén familiar de los Velasco en Villamuñío: medio siglo de tradición y doscientas piezas animadas

Manuel Velasco, con su Belén artesano en Villamuñío.

Elisabet Alba / Antonio Vega

La tradición familiar del Belén de los Velasco en Villamuñío (calle Nueva, 39) cumple medio siglo, supera ya los dos centenares de piezas animadas y recibe más de un millar de visitantes al año.

Los días transcurren con actividad frenética y melodía de villancico en apenas un minuto, antes de que la oscuridad y la quietud se apoderen del Belén y las estrellas iluminen el firmamento del nacimiento, que componen sobre el tablero cientos de figuras artesanales y debajo de él 80 motores reciclados de viejos electrodomésticos que le dan vida.

Las piezas más antiguas están talladas en madera por Manuel Velasco, con más de 50 años de tradición belenística a sus espaldas. Las de escayola fueron la transición hasta dar con que el forespán era más fácil de moldear, muy ligero y sencillo de pintar. Poniendo a éstas últimas elementos metálicos, hacer que se moviesen era solo cuestión de echarle imaginación y muchas horas hasta conseguirlo.

Herrero de profesión, Manuel empezó a montar el nacimiento en casa sobre una mesa camilla cuando sus hijos eran solo unos niños. Pero se les quedó pequeña enseguida. De casa pasó al taller, luego al garaje y desde hace algo menos de una década ocupa una nave que están pensando ya en que necesita ampliarse “unos metros más”.

La casa del pueblo junto al pozo, unas señoras jugando a la brisca en la calle, el pelotari, el grave incendio de Castrocontrigo o la plaga de topillos que hace unos años echó a perder la cosecha son algunas de las escenas reales que representa. Hay además tradiciones como el juego del aro o niños saltando a la comba, la matanza, la vendimia o la hierba y oficios y labores como esquiladores, carpinteros y pescadores. “Yo soy de un pueblo de Zamora”, cuenta a ILEÓN, “y allí se recoge la aceituna”, que también está plasmada en su Belén.

“A mí me tocó hacer eso”, explica señalando aquí y allá las diferentes escenas de su nacimiento. Igual que él, muchos de los visitantes que recibe y se emocionan explicando a los más pequeños lo que tienen delante, “ahora que los niños están más interesados en los móviles y las tabletas y muchos ya no saben lo que es una vaca o una oveja”. Por eso su Belén es más que una representación religiosa, es artesanía, tradición, costumbrismo e historia viva de la provincia de León.

Pero no está terminado. Las páginas de su libro de visitas están llenas de peticiones y sugerencias para que siga creciendo. “Lo último que me han pedido es una mina”, dice con los ojos encendidos. A través de ellos se puede intuir ya el boceto de las vagonetas dando vueltas, los mineros picando y cómo hacerlo. “También tengo pensado hacer un lago con barcas”, porque ahora que ya está jubilado tiene más tiempo que nunca para hacer las figuras nuevas.

Todo el Belén está enmarcado en dos lienzos pintados a mano por una de las hijas de Manuel Velasco. El principal y más grande, de 12 metros de largo por dos de alto, lo hizo en primero de Bellas Artes. “Es un lienzo de una pieza entera y para pintarlo hubo que hacerle una estructura de madera”, recuerda orgulloso. El segundo, más pequeño y posterior, “ya se nota que tiene una técnica mejor”. 'Las tripas' del Belén, que le dan vida, están escondidas bajo el tablero y un faldón de tela hasta el suelo. “Tengo una camilla para meterme por debajo y hacer las reparaciones”, que no son pocas habida cuenta de usar motores reciclados para sus mecanismos.

Hasta el más mínimo detalle esconde una larga historia detrás, que Manuel está encantado de contar a los curiosos visitantes. Esta Navidad ya ha recibido a cientos, a nuestra visita eran 266 recogidas en un contador manual. “Me gustaría haber contado también las horas que he dedicado...”

El horario de visitas coincide cuando Manuel o su familia están en casa. “Siempre andamos por aquí”, subraya. Por las mañanas de once a dos y por las tardes de cuatro a ocho, “por ejemplo”, aunque reconoce que “más de un día y de dos, ¡se alarga!”

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