El asesinato del joven conde García en mayo de 1029 en León que causó 36 años después la creación del Reino de Castilla
Es León ciudad de magnicidios, como se definen a los asesinatos de cargos públicos importantes. Que se sepan hay tres bien relevantes: el de Isabel Carrasco el 12 de mayo de 2014, el de Fernando González Regueral el 17 de mayo de 1923 y otro que está un poco olvidado en la Historia –pese a la gran importancia de aquel hecho posteriormente para la creación del Reino de Castilla– que es el del joven conde castellano García, el 13 de mayo de 1029.
Todos en mayo, sí. Y en el espacio temporal en fechas de aniversario de menos de una semana, sí. Han leído bien, sí. León, ciudad de magnicidios en mayo.
En el caso que ocupa a este artículo, producido hace 995 años, las consecuencias fueron cruciales para el Reino de León. Ese 13 de mayo de 1029 se gestó la posterior desaparición histórica del Regnum Legionense, el imperial de la península ibérica. Un verdadero 'True Crime' medieval repleto de política, conspiración, luchas de poder y crueldad. Digno ya no sólo de un libro sino de una película, o una serie de absoluto éxito comparable a Succession; porque todo lo ocurrido quedaba en familia (regia en este caso) y los giros de guión para heredar el imperium [que en aquella época tenía aún el significado original en latín de 'ejercer el mando', no como lo entendemos ahora que es como si fuera un monarca con el poder de Napoleón Bonaparte] que venía asociado al solio leonés heredero de los reinos visigodos son verdaderamente escabrosos.
El asesinato del joven conde García Sánchez (1009-13 de mayo de 1029), con posiblemente 19 años, dentro de una maquiavélica conspiración política, desembocó en una serie de acontecimientos que provocaron, 36 años después, la creación del Reino de Castilla; que en tiempos del rey Alfonso V (el de los Buenos Fueros) no estaba ni se le esperaba. La Corona Leonesa se componía del reino principal, León (heredero del reino de los Astures de Pelayo, el solar astur-cantábrico: las actuales Asturias y Cantabria) y el protocolario de Galicia, supeditado políticamente por completo a este. Castilla era un condado de frontera del Reino de León con el reino de Nájera-Pamplona (el que posteriormente se llamaría Navarra) en aquella época en disputa entre los dos reinos cristianos principales de la península ibérica, justo después de las terribles razias de Almanzor.
El reino de Aragón no nacería hasta la muerte de uno de los grandes protagonistas de este truculento suceso en León, el rey navarro Sancho Garcés III, en 1035. Y el de Castilla hasta la muerte del mayor beneficiado por la muerte a puñaladas dentro de las murallas de la urbs legionense del adolescente García Sánchez, en 1065.
Una visita real para el matrimonio de la hija de Alfonso V
El crimen del aún adolescente conde castellano, hijo de Sancho García –que a su vez era el nieto de Fernán González–, sucedió en una engalanada ciudad de León el 12 de mayo de 1029 para acordar un acuerdo nupcial (una pre-boda politica) con la hermana del rey legionense menor de edad, de 13 años, Vermudo III: la infanta Sancha (de once años). Los dos, hijos del recién muerto Alfonso V por un flechazo en el asedio de Viseo el 7 de agosto de 1028 –casualmente de la misma manera que moriría 171 años después el inglés Ricardo Corazón de León en el sitio de Châlus-Chabrol en el Lemosín francés– a los 34 años de edad.
El conde de Castilla venía acompañado por su preceptor, valedor y guardián, el poderoso rey pamplonés Sancho Garcés III, que, sorprendentemente, no quiso entrar en la ciudad de León –como le correspondería protocolariamente al deber ser alojado en el palacio real, que entonces estaba frente a Palat de Rey– y notificó que se quedaba acampado en Puente Castro (entonces llamado 'Castro del Rey'), a menos de cuatro kilómetros de las murallas leonesas. Algo muy, muy extraño para las costumbres de la época.
La leyenda dice que su protegido, el joven conde castellano, no pudo esperar por el ansia juvenil y quiso entrar en la ciudad de León para conocer personalmente a su prometida; pese a las advertencias de que en la urbe podían estar los Vela: una familia alavesa que tenía un fortísimo enfrentamiento con los de la familia de Fernán González porque estos les habían arrebatado el condado de Álava. La cuestión es que el joven adolescente no les hizo caso y consideró que tomar la precaución de embozarse para que no le reconocieran sería suficiente. Entró temerariamente solo al amanecer del 13 de mayo sin permiso ni conocimiento de nadie en la ciudad... y en la entonces Iglesia de San Juan Bautista (la de tierra y canto anterior a la actual basílica de San Isidoro) fue interceptado por unos facinerosos y allí murió apuñalado.
Lo que iba a ser una fiesta por una grandiosa boda de la realeza se convirtió en un drama y un escándalo de proporciones mayúsculas. El primer magnicidio de importancia histórica en la ciudad leonesa. Que ya mostraba entonces su carácter ciudadano maquiavélico, como el que se imbricó en el asesinato 985 años después de Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación de León en 2014.
La escritora leonesa Ara Antón describió el suceso en su primera novela, El Velo (premio Camilo José Cela en 1999); ya descatalogada, pero que está reinterpretada en su obra El Reino de León (2013), la reedición de aquella su primer novela y su segunda, La única puerta (2000). Novelas en las que cuenta la historia de las poderosas mujeres del Regnum Legionense –la reina Sancha y su hija la infanta Urraca (la del cáliz que podría ser el Calix Domini vinculado con la leyenda del Santo Grial) mas otras nobles y plebeyas– con el escenario de fondo de las desgraciadas disputas familiares que dieron lugar a la feroz pugna entre Alfonso VI de León, Sancho I de Castilla y García II de Galicia por hacerse con el control del Imperio Leonés; tras la creación del reino castellano más de tres décadas después del magnicidio del joven noble.
La 'zorrupia' jugada del rey navarro
Nada más conocerse la noticia de que el joven García yacía muerto en las estribaciones de lo que hoy sería San Isidoro, el rey de Nájera-Pamplona montó en cólera. Grandemente. Enormemente. Habían matado a su protegido en los dominios del rey niño Vermudo, el tercero de su nombre. Y decían que habían sido los Vela. Los archienemigos de su ahijado castellano. Montó en cólera. Amenazó con todo lo habido y por haber... exageradamente. Tanto... que su ominosa y belicosa actitud mostraba que algo olía mal en Puente Castro...
Y es que el Sancho el Mayor se cuidó mucho de no contar que durante años había tenido protegidos a los Vela en su reino. Y que el matrimonio del joven noble castellano, hijo y heredero de su cuñado Sancho García (porque la reina de navarra; Muniadona, era la hija de éste y hermana del adolescente conde finado), le venía terriblemente mal para su política expansiva sobre el condado de Castilla; en el que, “aprovechando la minoría de edad del tercer Vermudo –que a la vez era familia política por estar prometido con Jimena, la hija del rey de Nájera y Pamplona–, le movía los mojones de la frontera y tenía controlado aquel territorio para los intereses navarros”, explica la medievalista Margarita Torres-Sevilla.
[FACT CHECK LINGÜÍSTICO: la grafía castellana 'Bermudo' es inconsistente con la propia naturaleza del nombre de Vermudo, que proviene del visigodo Weremund, que pasa al latín evolucionado medieval a Ueremund y da en el romance asturleonés –cuyas primeras palabras se escriben en la Nodicia de Kesos del año 959 en el Monasterio de Rozuela en León, treinta o cuarenta años anteriores que las Glosas Emilianenses y Silenses castellanas– Urmundu (el actual Armando) o Veremundu/o. Lo mismo ocurre con Vellido, un nombre que significa 'soldado' ya que proviene de velite en latín (pronunciado 'uelite'), que pasa a uelliz-velliz-vellit, por lo que cuya grafía castellana 'Bellido' sería incorrecta etimológicamente al igual que la del nombre regio. Esto ocurre porque el castellano tendió a cambiar tanto la 'v' como la 'w' a 'b' (de hecho la uve doble fonéticamente es determinada como 'b' en el español actual) y cambió la grafía más ajustada a su origen imponiendo su forma castellana debido al castellanismo imperante desde el siglo XVI, muy remarcado con el romanticismo del siglo XIX y sus coletazos franquistas del XX]
Vaya. Cosas políticas. Y un asesinato conveniente. Tan conveniente, tanto, que lo primero que hace el rey pamplonés es marcharse con cajas destempladas de las estribaciones de León, tras fuertes amenazas de declarar la guerra a la corona leonesa. ¡Y eso que la reina madrastra que regentaba la corona leonesa de Vermudo era Urraca Garcés, su hermana! (Todo quedaba en casa al fin y al cabo). Y cuando llega a sus territorios navarros se apresta a nombrar –¡Oh, qué casualidad!– nuevo conde de Castilla a su cuarto hijo, Fernando Sánchez. “El más listo de sus hermanos, que fueron reyes de Pamplona (García III) y de Aragón (Ramiro I) que no tenía herencia por ser un tercerón en la línea de sucesión”, explica la historiadora.
[Spoiler: Fernando terminaría matando en batalla al primero y su hijo Sancho, también en lucha campal, al segundo: su tío].
Pues a conde muerto, conde puesto. Y navarro. La jugada más zorrupia de toda la plena Edad Media se gestó con este conveniente magnicidio un 13 de mayo en León. ¿Y quién pagó los platos rotos? Pues el Reino de León, ya que el imberbe rey Vermudo veía cómo perdía completamente su influencia sobre los condados castellanos, e incluso la primacía del propio reino leonés. Aconsejado por su madrastra ante las amenazas de su tiastro de declararle la guerra, se vio obligado a ponerse bajo su protección. Con lo cual Sancho Garcés se subió a la parra y se empezó a titular como Rex ibericus e Hispaniarum rex; además de 'rey de Castilla' (cuando aquel reino no surgió hasta 1065) e, incluso y con total atrevimiento, de León en algún diploma absolutamente propagandístico (porque eso no fue efectivo jamás: el honor protocolario correspondía al rey de León, no al de Pamplona y Nájera).
Pero hete aquí que al cumplir Vermudo los 16 años, en 1032, intentó revertir la situación y terminó enfrentándose en batalla campal al navarro. “Aleja a los hombres fieles de Sancho el Mayor que le rodean y prescinde de su madrastra, del obispo de Oviedo que se ve obligado a huir refugiándose en la corte del rey Sancho y de numerosos nobles que allí ocupaban oficios. Las tropas de ambos reyes se encuentran frente a frente en posición de desafío en el otoño del año 1032, separadas por el río Cea [...]. Antes de fin de año Sancho ha retornado a León y habiendo existido solamente algunos choques menores, se llega a suscribir una paz por la que el rey navarro conseguía astutamente la mano de Sancha (con ya 14), hermana del rey Vermudo, para Fernando (con unos 18 años). Sin embargo, continuó el litigio y el rey Sancho habría tenido que volver pronto a León donde fue ganando en todos los choques con Bermudo hasta entrar en la capital en enero del año 1034”, comenta Carlos Sánchez-Marco en su excepcional blog sobre la Historia del Reino Medieval de Navarra.
Las cosas se le ponen de cara, “Sancho el Mayor asiste al desmembramiento del imperio califal de Córdoba pero muestra muy poco interés por hacerse con sus restos”, explica Sánchez-Marco“. Con lo cual no tiene contrincante musulmán, y entonces ”su mirada se fija más en los estados cristianos que le rodean, reinos debilitados por veinte años de guerra con los moros de Almanzor que todo habían destruido, mermando considerablemente las poblaciones. Navarra sin embargo había sufrido muy poco en este azote de Almanzor con su política de neutralidad o acomodación, practicamente de servidumbre al Califato [...] a dinastía leonesa decae, mientras crece en importancia e influjo la monarquía Navarra“, relata el escritor navarro.
Todo bien, salvo por una cosa: intentando ser el rey de León, el primarca de la Hispania Cristiana, desplazando a la dinastía astur-leonesa por la navarra, Sancho Garcés concedía, irónicamente, la primacía política al Reino de Léon sobre el suyo propio.
Pero aún así, el rey navarro fue hasta su muerte, el 18 de octubre de 1035 en León, era tan el puto amo de la situación, que incluso su hijo Fernando era conde nominal de Castilla pero no ejercía como tal sino que en la práctica lo era su padre. El Dominus Optimo Maximo del tercer decenio del primer milenio en Hispania, el megacrack dominador político; vamos, el fucking master del momento. El puto amo hispánico –con el permiso del Califato de Córdoba (hasta 1031)– vaya.
La muerte legendaria de los Vela
Bueno, no sólo el reino de León. A los Vela (o Los Velas) los acusaron del delito, ya que dicen las crónicas que además se vanagloriaban en público de haberlo ejecutado personalmente. Pese a que Margarita Torres afirma que “posiblemente no fuera así, porque no vas a ser tú el que mate a un conde en sede regia por tu propia mano, sino que enviarían secuaces o un sicario; que era mala cosa que te vieran coser a puñaladas al que iba a ser cuñado del rey y ahijado del monarca navarro, que además los protegía”.
La leyenda dicen que lo hicieron así:
Salieron los fijos del conde Vela del palacio, é fuéronse para la posada de Íñigo Vela, é hobieron ende su consejo malo é falso de cómo matasen al infante don García. E dijo Íñigo Vela: Yo sé bien en qué guisa lo matarémos, é qué razón é achaque podemos levantar para ello. Alcemos un tablado en medio de la rua, é los caballeros castellanos, como son homes que se pagan desto, querrán venir a solazarse, é nos volverémos con ellos pelea sobre el lanzar, é matarlo-hemos ende, é así fue fecho. E los traidores, luego que lo movieron, mandaron cerrar las puertas de la villa, porque non podiesen entrar nin salir ningunos...
El caso es que se cuenta que la propia Sancha, tras superar “el dolor y el llanto” por la muerte de su prometido –una descripción bastante machista, cuando es probable que igual ni le conociera aún; pero así era la época y hasta hace no mucho se compraba este tipo de definiciones de las amantísimas mujeres– reclamó “enorme venganza”. Así que proscribieron a toda la familia y la infanta se dedicó a financiar una frenética e incansable persecución a todos los de la familia Vela hasta darles una cruel muerte.
[FUN FACT (anécdota divertida): el nombre y apellido Vela, según Wikipedia, proviene directamente del visigodo Vigila o Vegila (Wigila/Wegila, en alemán moderno Weigel). De Vigila se transforma en Veila y más tarde en Vela. Un conde con ese nombre aparece en el año 510 en la corte del rey godo Alarico, cuya muerte se registró en Barcelona. Si la zona era vascohablante o no, Vélez o Vélaz y Belasco eran términos intercambiables para referirse a los descendientes del conde Vela Jiménez (pero el apellido no tiene que ver con el significado de 'cuervo', vela en vasco; ya que aunque da los mismos apellidos son otra familia distinta). Si tu apellido es Velasco, puede que tengas algún vínculo con los acusados de este magnicidio que resonó en toda Hispania]
Los poetas medievales, con la mayor exageración literaria posible, narraron la venganza de la novia asegurando que el rey navarro quemó en Monzón a los autores del crimen. Lección número uno del conspirador máximo: usa a los que te deben algo (los tenía viviendo en su reino) y, después dales lo que quieren (venganza), pero para no quedar en evidencia la lección de primero de política conspiratoria es procurar que paguen el precio de sus actos y abandónalos para que carguen con todas las culpas. Y hazte el longuis. Que no se sepa que has sido tú, y si lo dicen ellos... ¡Escandalízate y grita mucho que es una injuria y una afrenta!
Sin embargo, esta versión novelesca (y la de las crónicas legendarias) carece de fundamento histórico. Aunque es cierto que después del crimen los Vela no vuelven a aparecer en documentos leoneses, hay indicios de que Rodrigo Vela se trasladó a Galicia. Allí, un conde llamado Rodericus Velaci estuvo involucrado en unas revueltas en Santiago de Compostela en 1118. Por el nombre y las fechas, es posible que fuera nieto del Vela del crimen de León. Íñigo tampoco fue quemado, ya que en 1032 vendió una viña en Grañón, y su hijo Ladrón Vélaz aparece en la corte de Alfonso VII. Aunque los Vela perdieron su gran influencia en la corte leonesa tras el crimen, siguieron apareciendo en las crónicas, como Rodrigo Vermudez, hijo de Vermudo Vela y Anaia Velidiz, y Juan Vela, quienes huyeron de León por su participación en las guerras civiles de la época.
Por no decir que es harto improbable que una cría de once años, como era Sancha en ese momento, sufriera por amor por un adolescente, sí; pero que casi le doblaba en edad y podía perfectamente ver como un viejo con la forma de ver la vida que tienen las niñas. O que siquiera pudiera exigir, por muy infanta que fuera, que ajusticiaran a nadie; y más en un reino donde los derechos de sus ciudadanos y la Justicia estaban enormemente regulados gracias al Fuero de León de 1017. Y sin juicio no cabría la posibilidad de una vendetta personal sin saltarse todas las leyes. Harto improbable hasta para ella; o más imposible para ella, hija de rey, por lo de dar ejemplo de legalidad e imparcialidad absoluta, uno de los atributos de los monarcas como juez supremo. Y ya se sabe que la familia del que manda no sólo ha de ser honrada, sino parecerlo...
Un fenomenal lío de familia
Pero es que además hay que prestar atención a otras derivadas de la jugada de rata peluda del rey navarro. Aprovechó un fenomenal lío de familia –la genealogía de los reyes cristianos hispánicos es una fantasía, con una complicación extrema de primos y hermanos en los linajes de las cortes reales–, ya que Sancho Garcés III el Mayor había tejido una conspiración política de alto voltaje aprovechando que tenía a la futura reina de León (su hija Jimena) prometida con Vermudo, y que su propia mujer, Muniadona de Castilla, era... ¡La hermana del finado! Es decir, la heredera natural del condado de Castilla. La muerte le venía de lujo para, en una época en la que todavía la mujer no podía ostentar el mando (faltarían 90 años para que Urraca I de León lo consiguiera como la primera reina privativa de un reino cristiano en la Europa Occidental), para atraer –él creía que definitivamente– a los condados castellanos (porque no era uno sólo sino varios: Cantabria, Vizcaya, Álava, Lantarón, Cerezo, Burgos, Amaya, Castrojeriz, Clunia, Osma... un montón de ellos) a la órbita navarra poniendo a su vástago al frente.
¿Y su manía de proclamarse 'rey de León'? Ya no sólo es que supiera que era el reino más importante del momento, el fetén, el del honor del imperio hispánico (como primacía política, un primus inter pares; no como si fuera Carlos V o Napoleón, recuerden), el título más molón del momento; sino que, además, la madre del rey pamplonés era nada menos que Jimena Fernández, de la más alta alcurnia leonesa que había apoyado fortísimamente a Ramiro III y había emparentado con miembros de la familia real leonesa. O sea, que bien podría verse en el trono si le pasaba algo a su protegido niño Vermudo. Por conservar la tradición con los que tenía a su cargo, y tal.
[FUN FACT (anécdota divertida): Castilla, antes llamada Bardulia, era entonces un territorio nobiliario de agregación de condados al igual que Cataluña (que son una docena con Barcelona como el principal) y los dos se llaman en realidad igual: “tierra de castillos”, porque en la Lengua de Oc 'castellano', el que manda en un castillo, es 'châtelain', que en el romance ibérico de la Marca Hispánica carolingia da la palabra 'catalán' ]
Margarita Torres-Sevilla explica el fenomenal lío familiar –como ya indicamos digno de las series más enrevesadas de la ficción actual de las plataformas de streaming, salvando los presentismos históricos– así: “Vermudo está casado con una infanta navarra. En el momento en que Vermudo tenga hijos, el Reino de León tira para adelante. Sancha es su única hermana. Y la prometen con el castellano García, cosa que le viene bien a Vermudo, que no a Sancho el Mayor. Y claro, el navarro dice: 'Vaya, he estado corriendo los mojones de Navarra, a costa de Castilla, todo el tiempo que me ha dado la gana, aprovechando que el hijo de mi cuñado castellano era menor de edad. Pero el chaval ya tiene edad de matrimoniar. Si me lo casan con la hermana del rey de León, me hacen un hijo de madera; y eso no puede ser'. Con lo cual... pues blanco y en botella”.
Aunque la cosa parecía calmada, llevándose aprentemente muy bien todos como buenos primos y hermanos, por las estancias de palacio las cosas entre ellos no iban tan despacio y mucho menos en calma. Pese a ser familia, todo era pura fachada, hipocresía y educación protocolaria. Vermudo no podía ver al rey navarro, posiblemente por abusón (y por estar quitándole el territorio castellano). Torres-Sevilla continúa: “¿Qué pasó? Yo soy el suegro del rey, Vermudo III. Entonces, como estoy acampado en Puente Castro digo que no quiero entrar en León. No vaya a ser que me vinculen con el asesinato”.
“Álava pertenecía al Reino de León, en tanto que vinculado con el condado de Castilla de toda la vida y aprovechó la enemistad de los Vela con los 'González-García' para vengarse de su cuñado, el padre del muerto. Que era un pieza que se lo hizo pasar fatal al reino de León y de Pamplona; llegando a aliarse con Almanzor. El rey navarro con toda la jeta, o bueno, tentado por las circunstancias se dijo que, total –como había descontentos entre varias familias, no solamente esa y otras más en la zona limítrofe entre León y su reino– como da la casualidad de que una concreta eran enemigos de Fernán González, desde la época en que suben las huestes de Ordoño IV y Sancho I, que son los Vela... pues qué casualidad que en medio de todos sus movimientos para conseguir la primacía hispánica, justo cuando se va a matrimoniar el chavalete, le cogen entre 'cuatro Velas', y, lo sacan de la partida. Como decía aquel cómic maravilloso de La auténtica y genuina Historia de León de Carlos García Valverde, se vanagloriaban con un 'menudo cirio hemos montado' en la viñeta que relata el asesinato”, cuenta divertida.
Pero los cuentos, y los cómics, cuentos son: “Evidentemente no lo matarían el conde fulano o el conde mengano, cogerían un sicario; porque si te pillan, tienes que echarle la culpa al melón”.
Con lo cual podría interpretarse la situación con los cuatro Velas localizando al conde castellano según entraba a León y agarrándole del brazo, diciendo.
—Hombre, García. ¿Todo bien por aquí? Caray, qué bueno verte...
Y por detrás, mientras le convencerían quizá “para tomar las ricas pastas de nuestra madre para desayunar, que están recién hechas”... unos supuestos desconocidos facinerosos que pasaban por ahí casualmente le darían unas puñaladas por la espalda pillando por sorpresa a todos... ¡Quién lo iba a pensar!
Sería probablemente algo así. Para que no se les cayera todo el peso de la Justicia encima. Que si lo ve alguien no dijera: “Es que lo han matado ellos mismos físicamente”. Porque luego ellos, muy nobles, se dicen inocentes de la muerte.
“Pero claro, es mucha casualidad que cuando cae muerto –aparte del romance del infante don García, que está chulo cuando dice que 'hay que despedijarlos vivos', señala Torres-Sevilla–, lo que es curioso es la secuencia posterior del rey navarro. O sea, asesinan al chaval que en teoría estaba protegiendo y monta un espectáculo tremendo”.
—¡Oh, Dios mío, han matado a mi cuñado! ¡Horror, horror, qué ha pasado! ¡Oh, me enfado contigo rey de León! ¡Oh, ahora nombro yo heredero de Castilla!
“Con todos esos esparabanes, siendo él el responsable de su protección –pero habiendo hecho una clarísima dejación de funciones el rey navarro– parece que queda bastante claro lo que pasó. Que le venía fantásticamente bien que el joven García muriera de esa forma”, concluye la medievalista.
Las jugadas políticas que desembocaron en el magnicidio
La cosa es compleja, por las relaciones familiares tóxicas de aquellas familias. Ni Juego de Tronos, lo puede superar. Según la medievalista, “Sancho III Garcés de Navarra está casado con Muniadona Sánchez de Castilla, alias la Mayor, porque es la primogénita del conde Sancho García (pista: el padre del chaval asesinado; y ella, por tanto, su hermana). Y el joven García se había criado a los pechos de Sancho Garcés. Entonces el cuñadito cuando se hace mayor, quiere tener opinión propia. Y eso puede estropear la táctica del rey navarro de ir corriendo los mojones de Castilla para su corona pamplonesa. Y ahora, con la alianza del zagal con el otro cuñado, Vermudo, se iba a liar y el navarro podía perder la jugada y poner en riesgo su partida”.
Volvamos la vista atrás. En explicaciones de Torres-Sevilla, para no liarnos más. Año 1017, cuando Alfonso y su madre Elvira firman el Fuero de León. Sancho García de Castilla –un más que problemático noble, tío del rey de León– muere. Gracias a Dios, porque las ha liado pardas. El mismo año, un poquito antes de su muerte, le ha nacido un hijo, que es García Sánchez de Castilla, que es este niño que luego morirá asesinado. El conde de Castilla potente, es decir, Sancho García, el que muere en 1017, tiene una hija ya casada, o a punto de casarse, que se llama Muniadona, que la casan con Sancho III Garcés de Navarra. Será la madre del rey García de Navarra, del recién nombrado conde de Castilla Fernando, de todos estos. Y como ella es la mayor de las hijas, de los hijos, del difunto conde rebelde y traidor (llegó a aliarse con Almanzor), se lleva con ella a criar a Navarra a su jovencito hermano el conde García Sánchez de Castilla.
“Así, el zagal se cría en Navarra. Y en su minoría de edad vive en la corte de Nájera y Pamplona, porque el rey 'era muy buena gente', digamos irónicamente”, apunta la medievalista. “Lo que hace es manejar la situación aprovechando la minoría de edad de Vermudo III, moviendo la frontera castellana hacia el oeste. Porque además la hermana de Sancho III, Urraca Garcés, resulta ser la segunda esposa de Alfonso V. Por lo tanto, la madrastra de Vermudo III es una navarra. Por eso se habla, en términos nuestros de la actual historiografía, 'del partido Navarro'. Entonces tienes, por un lado, a la reina viuda y madrastra de Vermudo y Sancha, que es hermana de Sancho Garcés III. Vermudo, un guaje. Sancha, una guaja. Sancho de Navarra, haciendo lo que quiere ganando territorio a costa de Castilla (y del Reino de León). Pero cuando se hace un hombre casadero su protegido el conde castellano, pues ya no le puede seguir mandando por más tiempo sobre Castilla”, interpreta.
—¡Al final me va a mandar a freir espárragos, con razón, y ya verás tú la que liamos con el corrimiento de los mojones y con el de León enfadado, como no me ande vivo“ —, diría el rey pamplonés en una recreación de lo que pensaba para este artículo.
“Aprovechando que todavía soy más fuerte que él, porque lo otro insisto, era un chavalín, pues lo que hace es casarle con una de sus hijas”, explica la historiadora.
—Las dos hijas bien casadas y una, reina consorte de León, de puta madre. Así ya soy su suegro y por edad me deberán respeto y podré controlar la situación en favor de mi Navarra, patria querida —, concluiría el monarca con Corte en Nájera y Pamplona.
“Vale, la jugada es esa”, desentraña Margarita Torres-Sevilla. “Pero llega el momento de casar a Sancha. Entonces, con muy buen ojo, es Vermudo –que no Sancho, porque al que no le interesa el matrimonio es al rey najerense y al que sí le interesa es al rey leonés– el que contraataca”.
—¿Cómo se puede contrarrestar a mi tiastro y buscarme un mando intermedio que me arregle el problema de la frontera castellana? —Preguntaría el niño Vermudo a sus nobles palatinos.
—Pues cojemos al García este de Castilla, lo prometemos para casarlo con la hermana de nuestro señor rey de León y así, al hacerlo, se convierte cuñado real. Con hacerle primer nobre del reino, y que solucione su propio problema con su cuñado el navarro, pues estaría hecho.
—Y yo no me mojo las manos con mi futuro suegro —, podría llegar a decir el monarca infante.
Vamos, que a García lo pretendían subir de nivel y le hubieran puesto una tarjeta de visita, como súper excelentísimo jugador estrella de primera división en el Regnum Legionense. Para meter goles a los navarros, claro.
“De esa manera aquel matrimonio habría beneficiado muchísimo a León y a Castilla, porque al castellano lo enaltece al casarse con una infanta de León y así solventa el problema a Vermudo, porque lo más probable es que supiera que no en mucho tiempo terminaría enfrentándose al rey pamplonés y necesitaría todos los aliados posibles”, estima la historiadora de la Universidad de León.
Choca si es una visita familiar que el rey de navarra, que es el guardián del joven conde castellano, no quiera alojarse en Palat de Rey y se quede en Puente Castro. Luego también que la familia que mata a García sea una familia alavesa que había acogido el rey pamplonés en sus tierras. Y más que, una vez asesinado, nombre a su hijo Fernando conde castellano y lo case con Sancha. Huele a conspiración claramente
“Claro. ¿Que a quién no le interesa? A Sancho Garcés III, por eso hace lo que hace”, continúa Torres-Sevilla. “No le interesa un condado de Castilla fuerte, porque un condado de Castilla potente es un reino de León superior al navarro. Y encima le van a reivindicar las tierras que había adquirido con añagazas. Con lo cual aprovechas una familia que tiene ganas de toda la vida a los condes castellanos y tiras de ella aprovechando una visita tuya para que el joven cuñado y conde de Castilla, García, se case con la hermana del rey Vermudo. Entonces tú te vienes a León de buen rollo, además a ver a tu hija que está prometida con Vermudo III y hasta ahí todo parece una visita familiar. Pero claro, choca si es una visita familiar que no te acojas a dormir en el Palacio Real, a Palat de Rey dentro de las murallas. O sea, que viene un rey de visita, que siempre se acogen en los palacios reales y este, casualmente, se queda fuera de la ciudad justo en el Castro del rey. Choca. Y mucho. Luego también que la familia que mata a García sea la familia que había perdido el condado de Álava a manos de la familia del finado; pero, vamos a llamarlo así, que había acogido el rey pamplonés en sus tierras para evitar problemas”.
Así que Sancho Garcés III hace el paripé, y va y le da cuatro voces al pobre Vermudo:
—¡Te traigo a mi cuñado... ¡Y me lo matas! ¡Vaya yerno de mierda que eres! ¡¡Esto es motivo de guerra!!
Mientras Vermudo diría: “¡Que yo no he hecho nada! ¿Qué ha pasado aquí?'”
Para que a continuación el navarro se fuera gritando y haciendo esparabanes —¡Pues me marcho! ¡¡Me vengaré de esta afrenta!! ¡¡¡Ya te acordarás de este día!!!
“Vamos montando un espectáculo impresionante que no parece dejar mucho espacio para pensar que igual está ocultando algo”, señala la historiadora. “¿Por qué? Porque a partir de este momento el heredero del condado de Castilla es su santa esposa”, revela.
Fernando, el nuevo conde de Castilla... rey de León
En este capítulo de 'Jugando con el trono leonés' el rey de Nájera-Pamplona usa la carta de 'Heredero de Castilla' [Tanto la fuerza como la resistencia del heredero de Castilla son iguales al número de condados que controles. Regenera al conde castellano. Grandeza. Si descartas otra carta llamada 'Heredero de Castilla', busca en tu biblioteca hasta dos cartas de condado, pero ponlas en juego giradas. Luego baraja tu biblioteca] para nombrar a su hijo Fernando (de 22 años) conde.
“Entonces tiene que preparar muy bien la jugada porque ahí a Sancho de Navarra se le abren dos escenarios con esta muerte oportuna y ahí tienes que pensar siempre a quién beneficia el crimen”, valora Torres-Sevilla. “Escenario A: hacer valer los derechos de Muniadona y como nos llevamos muy bien, me lo pongo a mi nombre. Algo harto improbable porque un rey no puede ser vasallo de otro rey y menos cuando le consideras imbécil (hay que recordar que se llevaba a matar con Vermudo)”, puntualiza
“Segundo escenario, el B. Hay que buscar una alternativa: 'Yo tengo un hijo que es mucho más inteligente que el mayor que es Fernando que es el mejor de todos mis hijos pero tengo que buscarle una salida. Pues qué mejor salida que poner a un navarro a cargo de Castilla. Porque al ser mi hijo, no nos vamos a pegar por un mojón arriba o un mojón abajo. Pero vamos a dejar los mojones navarro-castellanos donde están ahora hasta donde los he movido yo en vida y tú ya te buscas la vida con el de Leon. ¿Entiendes?'. Así que opta por nombrarlo conde de Castilla porque así a él le viene fenomenal. Con esta jugada asegura claramente su frontera navarra y Fernando se habrá de bregar con Vermudo, poniendo una pica en Castilla porque Fernandín es de esos que se las trae”, remarca.
Pero además el rey navarro realiza otra jugada magistral. Tras amenazar con la guerra y arrasar los campos leoneses amenazando con destronar al rey legítimo de León (por eso usa esa intitulación en los diplomas, para presionar)... propone que el acuerdo de matrimonio de Sancha con el conde de Castilla no se rompa. No casándolo con el muerto –eso no cabe ni en el pensamiento cristiano del siglo XI ni en el del siglo XXI– sino con el que lo es ahora: su hijo Fernando.
Y Vermudo, qué remedio, acepta. “Por eso cuando él negocia el casamiento de Fernando y Sancha le viene de puta madre todo y al monarca niño en el fondo no le queda otra que el trágala. Pero el rey de León, aún consciente de lo que ha ocurrido y de las condiciones en que tiene que ceder a su hermana, tiene una baza protocolaria política que jugar: que es su primacía sobre el nuevo conde castellano”, evidencia Margarita Torres-Sevilla.
—O sea, por mucho que seas príncipe igual que yo de nacimiento en el momento en que te conviertas en conde de Castilla eres mi vasallo. Punto pelota —, se diría el niño rey, bien aleccionado de quién era respecto a los demás.
Y a partir de ahí es otra dinámica en plan: “Tú, Fernando, no eres rey, sólo eres un príncipe así que aquí mando yo”.
“Entonces en el fondo para Vermudo es un buen matrimonio, para Sancha es un buen matrimonio, para Sancho Garcés III es la solución perfecta. Como de hecho después pareció que lo fue”, arguye la medievalista.
Dos años más tarde, efectivamente, lo fue; pero de forma inesperada y aumentando la apuesta de la jugarreta de Sancho Garcés III después de muerto. Vermudo III, intentando imponerse a su cuñado, el conde castellano Fernando –que intentaba mover los mojones de la frontera dentro de León tras las estrecheces territoriales en que le había dejado su padre y sin entrar en conflicto con su hermano el rey de Pamplona García III–, termina muerto en la batalla de Tamarón en una extraña situación de esas que deja la historia superando siempre a la ficción.
Contemos qué sucedió concretamente: en 1035, Vermudo III contrajo matrimonio efectivo con su prometida, Jimena Sánchez, hija de Sancho Garcés III de Pamplona y la reina Muniadona de Castilla. Esta unión familiar convirtió a Vermudo, Fernando y García el de Nájera en cuñados por partida doble. Sin embargo, las disputas por territorios pronto encendieron la chispa de la guerra entre ellos. Algunos historiadores sugieren erróneamente que este período marcó el momento en que el conde Fernando adoptó el título de rey de Castilla, aunque no existe documentación que lo confirme. Hasta Gonzalo Martínez Diez en su libro El condado de Castilla, 711-1038: la historia frente a la leyenda, afirma que es falso: “Podemos y debemos afirmar con absoluta certeza el hecho de que Fernando nunca fue rey de Castilla, y que esta nunca cambió su naturaleza de condado” en vida de Fernando.
La muerte de Vermudo en la batalla de Tamarón en 1037
La ruptura de relaciones entre Vermudo y Fernando ocurrió a principios de 1037 y durante la primera mitad de ese año ambos bandos se dedicaron a reunir sus ejércitos. Las tropas castellanas contaron con el apoyo del ejército del rey García de Pamplona. Las huestes se encontraron en las cercanías de Tamarón (hoy en Burgos) el 1 ó el 4 de septiembre, con consecuencias fatales para la dinastía asturleonesa; que fue reemplazada por la navarra ese mismo día.
Vermudo terminó muerto antes casi de empezar la batalla. En realidad en el primer lance de la misma. Por valentía dicen algunas fuentes, o más bien temeridad de juventud al espolear tanto su caballo Pelayuelo que entró en solitario a una buena distancia de sus soldados. Es decir, dentro de las líneas enemigas que, aprovechando la extraña situación –“¡El rey leonés está solo!”– lo rodearon y mataron allí mismo; con lo que la batalla se acabó prácticamente en aquel instante.
La autopsia de los restos de Vermudo el Mozo (así se le conoce porque tenía veinte años a su muerte) deja claro que lo mataron con verdadera saña. Las crónicas medievales relatan que el último rey de la dinastía asturleonesa del Reino de León fue lanceado, asaeteado y atravesado con espadas y puñales en unas 42 ocasiones.
“Cosido a lanzadas”, detallaron los narradores del siglo XI. Sin embargo, la autopsia reduce los lances comprobados, casi todos mortales, a 16“, asegura Vicente G. Olaya en este artículo de El País. Al menos se sabe tras la autopsia forense de los restos que una lanza le atravesó un ojo y lo mató en el acto.
Las crónicas medievales relatan que el último rey de la dinastía asturleonesa del Reino de León, Vermudo III, murió al espolear demasiado a su caballo Pelayuelo que era tan rápido que se alejó de sus caballeros y entró en solitario dentro de las filas enemigas. Sería lanceado, asaeteado y atravesado con espadas y puñales en unas 42 ocasiones, recibiendo una muerte en batalla con mucha saña por parte de navarros y castellanos
Un momento también para pensar que algo raro hay en esa muerte. ¿Cómo que Pelayuelo era más rápido que sus huestes y dejó atrás a sus caballeros? No es una época de ir a cargar contra las filas enemigas a lanza como los caballeros de las películas –esa forma de luchar a la normanda se introduciría un cuarto de siglo más tarde–, ya que los jinetes leoneses lo que hacían era hostigar al enemigo con armas arrojadizas como, jabalinas y venablos y disparando flechas con arco a caballo en una especie de cabalgada en rueda; o sea, en espiral para no ser alcanzados por la infantería pero ir acosándolos cada vez más.
En una época en la que las batallas campales pocas veces se producían pese a encontrarse algunos cientos (o como mucho miles) de soldados frente a frente –ya que se parlamentaba antes para ver si se podía llegar a un acuerdo y no partirse la cara o destrozarse la cabeza a espadazos o mazazos– es bastante extraño lo que le pasó a Vermudo. Quizás el ímpetu del joven casaba mucho menos con los intereses de cierta parte de la alta nobleza asturleonesa –el obispo de Astorga era de la facción navarra– que la forma táctica e inteligente de pactar de Fernando. ¿Pudo ser traicionado por algunos de sus propios nobles o eclesiásticos? (Que sí, iban a la guerra con armadura y todo)
Igual, al ver que no llegaba el rey mozo a un acuerdo con su cuñado... se dieron cuenta de que con ese zagal iban a ir por mal camino y...
—Vaya, que la montura del zagal corre que se las pela y a nosotros, a todos, se nos han enredado misteriosamente a la vez las riendas de nuestros percherones y...
—Anda Orduño, lo acaban de rodear los navarros... ¡Y no llegamos!
— ¡Ups! —Ven cómo se le echan encima y lo cosen a lanzazos, cierran los ojos fuertemente... y cuando llegan sin poder hacer nada sólo dicen, así, como disimulando: “Joer, no os paséis tanto con el chaval, chicos; que ya está muerto y bien muerto'.
—¿Dónde decíais que estaba Fernando, el marido de la que ahora es reina, que teníamos que decirle una cosa?
Esto podría perfectamente haber pasado, de forma ficcionada para este reportaje; más ligero que un artículo sesudo de Academia –desde luego alejado del lenguaje serio con el que tratan los expertos estas cosas, incluso para la divulgación histórica–, pero con los datos rigurosos de los últimos estudios históricos. Para aprender historia es necesario acudir a los libros de ensayo y a los artículos académicos de Historia, no quedarse en novelizaciones. Y el lector debe de hacerlo, para comprobar si los datos de este reportaje son ajustados o no, en ese tipo de articulos y libros más sesudos y avalados por la investigación histórica de última publicación. Cuidado con los libros antiguos de más de un cuarto de siglo: no incluyen los últimos descubrimientos que pueden cambiarlo todo. Ni qué decir que los del siglo XX y los románticos del siglo XIX o anteriores son mero cuento político que se aprovecha para generar una Castilla irreal y mítica; y una concepción nacional de España que nada tiene que ver con la actual. Lean este reportaje de ILEÓN de 'El extraño caso de la España de Schrödinger en el que el reino de León tiende a cero' para entender qué es España... y desde cuándo se puede decir que existe.
Sancha, heredera de León... ¿Pero reina?
El caso –sigamos con la historia que nos ocupa– es que tras la muerte de Vermudo, la heredera era Sancha como su hermana. La primera reina heredera (o de las primeras) de Europa, a la sazón la mujer de Fernando. Y claro, no iba a reinar una mujer –como hasta que no pasaron 78 años no lo consiguió su nieta Urraca y fue la primera de toda la Europa continental católica– y había que nombrar a su marido rey. Pese a las posibles fallas en la confianza con Vermudo (el que le pudieran traicionar en el campo de batalla), la verdad es que a los leoneses les supo horrible la muerte de su joven monarca.
Así que Fernando tuvo que esperar casi un año para poder entrar en la urbe legionense y poder ser coronado en 1038. El conde Fernando Flaínez –tío de Rodrigo Díaz de Vivar y abuelo de Jimena Díaz, personajes que resonarán mucho en el lector: el Cid y su mujer, que vendrían a ser protagonistas de la siguiente generación del Juego de Tronos Legionense–, tenente de las Torres (como se llamaba a la muralla de los cubos de León), se negó a entregar la ciudad a quien consideraba “un usurpador, o incluso un asesino”.
Según la Crónica Silense, Fernando llegó desde Sahagún, desde “los confines de la Gallaecia”. Finalmente, tras asegurar su posición en la Curia Regia, Fernando y su esposa entraron pacíficamente en León. El 22 de junio de 1038, Fernando fue consagrado en la iglesia de Santa María de León (la primigenia catedral de leño, barro y canto rodado anterior a la románica que más tarde fue sustituida por la actual gótica, repleta de simbología y secretos, incluso que la relacionan directamene con la piedra filosofal de la Alquimia) y ungido como monarca por Servando, el obispo de dicha iglesia.
Fernando tuvo que esperar casi un año para poder entrar en la urbe legionense y poder ser coronado en 1038. El conde Fernando Flaínez –tío de Rodrigo Díaz de Vivar y abuelo de Jimena Díaz, el Cid y su mujer, que vendrían a ser protagonistas de la siguiente generación del Juego de Tronos Legionense– el conde tenente de las Torres (como se llamaba a la muralla de los cubos de León) se negó a entregar la ciudad a quien consideraba "un usurpador, o incluso un asesino" tras Tamarón
Pero los leoneses no estaban dispuestos a perdonar al monarca que extinguió a la dinastía asturleonesa con la muerte en batalla a modo de asesinato con vendetta en el campo de batalla de su querido rey mozo Vermudo, el hijo del recordado Alonso el de los Buenos Fueros.
Se volvieron tan levantiscos y le tenían tanta tirria al nuevo rey que durante los dieciséis primeros años de su reinado, el monarca por rebote del destino no pudo lanzar incursiones contra los mahometanos, ya que estaba ocupado en someter a la nobleza del reino leonés.
La Crónica Najerense lo confirma con estas palabras:
“Ocupado durante dieciséis años en resolver los conflictos internos de su reino y en domar el feroz talante de algunos de los magnates, ninguna incursión fuera de sus fronteras pudo emprender contra los enemigos exteriores.”
El rey Fernando I de León tuvo que enfrentar no solo a la nobleza turbulenta, sino también a varias villas cuyo poderío empezaba a crecer. Hacia 1050, parecía que la tarea de reorganización y sometimiento del reino estaba prácticamente concluida. Durante este tiempo, confirmó el Fuero de León, otorgado por su difunto suegro Alfonso V. Además, ordenó continuar observando el código visigótico como la ley fundamental del reino leonés y se adaptó a los usos y costumbres de su nuevo reino, probablemente aleccionado por su esposa, la reina Sancha.
A partir de ahí, su capacidad militar se impuso y durante sus últimos 15 años de vida, el navarro que tan poco gustaba a los ciudadanos y parte de la nobleza leonesa al principio –y menos al clero llano, porque fomentó el rito católico en contra del rito hispánico mozárabe propio del reino asturleonés elevando a obispos franceses de Cluny a los altos cargos eclesiásticos; para así imponer la reforma cluniaciense que ya había iniciado en Navarra para cumplir el mandato del Papa de Roma cambiando la liturgia de las iglesias–, se ganó nada más y nada menos que el sobrenombre de Fernando el Grande.
Una parte del maquiavélico –bueno, Garcésico porque Maquiavelo aún no había nacido; todavía faltaban cuatro siglos para que escribiera El Príncipe– plan de su padre no sólo se había cumplido a la perfección, sino que había subido él solo de nivel. Había conseguido Sancho Garcés, es cierto que por cierta carambola, que su hijo –que, de nacimiento, nunca habría tenido nada de interés, desaprovechando sus excelentes capacidades de gobierno y militares–, se convirtiera en el rey cristiano más poderoso de toda la península ibérica del siglo XI.
El descalabro del plan de Sancho Garcés tras su muerte
Pero a Sancho Garcés le salió demasiado listo el tercer hijo. Una vez llegó a ser Fernando rey de León –reiteramos que que nunca de Castilla, él no pasó de conde y eso lo certifican muchos historiadores como Gonzalo Martínez Diez, Emiliano González Díez, la propia Margarita Torres-Sevilla y hoy prácticamente la totalidad de ellos– aprendió lo que era el peso y el brillo del solio imperial legionense... y claro, comenzó a arrepentirse de haber tenido que ceder Castilla a su hermano García como pago por que éste le ayudara a combatir a Vermudo en Tamarón.
Como agradecimiento por la ayuda recibida de García, Fernando había tenido que cederle los territorios castellanos entre el Ebro y el mar Cantábrico a Navarra. Sin embargo, García Sánchez III de Nájera aspiraba a controlar todos los condados castellanos, lo que generó nuevas tensiones y eventualmente condujo a la guerra entre él y Fernando. En cuanto se vió libre su hermano pequeño de las disputas internas del reino leonés, en 1054 se dispuso a recuperar sus territorios. El 1 de septiembre chocó con él –con la participación de su hijo mayor Sancho y Roderico Diaz (al que después todos conocerán como el Cid Campeador), los siguientes ajedrecistas en el Juego de Tronos leonés más descarnado– en la batalla de Atapuerca. Exactamente, justo 17 años después de haber matado a Vermudo, Fernando provocó la muerte igualmente en aquella batalla a su hermano García. Como si de una maldición (o fortuna, depende de cómo se mire porque recuperó toda la Castilla que le hizo rey leonés) se tratara.
El all in for navarra de Sancho el Mayor, la partida de cartas jugada magistralmente; echada a perder por su mayor poker de conspiraciones. Su hijo favorito se marcó una escalera de color (rojo de corazones y sangre, como la de su hermano el rey navarro) y con ello cercenó la posibilidad de expansión pamplonesa, que se quedó enclaustrada como se ve hoy en el mapa –incluso absorbido algún tiempo este reino por Aragón durante el reinado de Alfonso I el Batallador, el marido violento de Urraca I de León; y anexado por la fuerza a la Corona de Castilla en 1512 por Fernando el Católico– con la expansión que cortó su descenso hacia el sur como sí hicieron los demás reinos. Por eso a Fernando I lo llamaron el Grande, que es como pasaría a la historia por haber sido marido de Sancha.
El putoamismo del padre se debilitó enormemente cuando le dio por dividir sus posesiones entre sus hijos –algo incomprensible a día de hoy porque él pretendía unir los reinos cristianos en uno, y a su muerte dividió el suyo propio en tres territorios [Spoiler: lo mismo haría su hijo Fernando con consecuencias similares e igual de nefastas para el segundo round de este Juego de Tronos leonés]– y por eso hizo crack el 1 de septiembre de 1037 en Tamarón... y se fue al garete, se desbarató por completo, justo 17 años exactos después: el 1 de septiembre de 1054 en Atapuerca.
Las consecuencias del magnicidio 36 años después: se crea el Reino de Castilla.
Para ir finalizando este relato, este 'True Crime' medieval tuvo unas consecuencias inesperadas para el padre de Fernando I, no llegando a ver a su hijo coronado como rey de León –posiblemente jamás lo hubiera pensado, él habría calculado que fuera vasallo de su hermano García– y mucho menos haber imaginado que se iban a matar entre los dos (bueno, que el pequeño iba a acabar con el mayor).
Fernando I llegó a ser tan grande que el emir de Denia le efectuó un regalo muy especial, la reliquia que los cristianos creían que era el cáliz de la última cena de cristo, venido de Egipto porque los musulmanes lo habían robado de la Iglesia del Santo Sepulcro. El que se vincula con la leyenda literaria del Santo Grial –generada tras la decepción de los Cruzados al no encontrarlo en la primera cruzada en Jerusalem– y que la propia Margarita Torres defiende que la realeza leonesa es la que se menciona como la poseedora del Calix Domini en la literatura artúrica en su libro Los Reyes del Grial; hoy agotado, pese a sus varias ediciones, pero del que prepara una reedición con grandes sorpresas y novedades al respecto. La reliquia sería el cuenco de ónice (y su tapa) del cáliz de doña Urraca (la tía de la reina, la hermana de Alfonso VI, la señora de Zamora) que se puede ver en el recién reformado Museo de San Isidoro de León.
Un reinado de una grandeza tal que ni su padre se esperaba. Pero que, al finalizar, justo a su muerte en el año 1065, sembró la semilla de la desaparición del Reino de León de la Historia.
Siguiendo la tradición navarra, para no dejar a ninguno de sus hijos sin herencia real cometió el mismo y colosal error que su padre: dividió el imperial Regnum Legionense en tres. León para su segundo hijo, Alfonso (el más listo e inteligente), Galicia para su hijo menor (García) y creó un nuevo reino, el de Castilla esta vez sí, para su primogénito Sancho (el más batallador y fuerte, que es como le llamarían en un futuro).
Esto creó una decepción enorme en Sancho el Fuerte (Sancho I de Castilla), que intentó por todos los medios, como primogénito con el carácter indómito e imparable de su padre y de su abuelo recuperar todo el Reino de León bajo su mando, como le correspondía por nacimiento. Lo que demuestra la tesis de Emiliano González Díez de que en realidad Castilla no se independizó en 1065 de León como reino, “si su rey sólo quería ser rey de León y no realizó cambios legislativos” –como demuestra en esta conferencia en la UNED que se puede ver en este vídeo–, quedando supeditado al reino leonés que era el fetén, el molón y el premio que todos querían a partir de 1072 cuando se coronó al fin Regem Legionensis. Y más aún cuando tomó otra vez el poder Alfonso VI el Bueno, que sólo se intituló una vez como rey de Castilla cuando tuvo que jurar el cargo y no volvió a hacerlo nunca más, despreciando su existencia. “Volvió a condición protocolaria de condado, como le pasaba a Galicia; aunque el gallego era mucho más importante por su antigüedad. El castellano era una cosa tan nueva que no tenía ningún abolengo en comparación”, explica Margarita Torres-Sevilla.
Una descarnada guerra civil entre hermanos –Sancho, Alfonso, García, Urraca y Elvira– comenzó tras el fallecimiento de su madre, la reina Sancha en 1067. Que finalizó con la muerte del primogénito, una vez ya coronado rey de León y de Galicia en 1072, a los pies de las murallas de Zamora por el héroe leonés Vellido Dolfos. Una nueva partida de ajedrez en el juego de tronos leonés con protagonistas estelares como Roderico Díaz, el joven aristócrata de la alta nobleza asturleonesa que la leyenda llamó el Cid Campeador y que a su vez... fue (algo que desconoce la mayoría de las personas) abuelo de un rey de Navarra.
Pero eso....
Eso es otra historia.
Post Scriptum: este historión debería de ser una de las series más vistas mundialmente en las plataforas de streaming, pero por ahora podríamos conformarnos con que alguien prepare un buen tour turístico 'true crime' en la capital leonesa con estos mayicidios.