Las claves del experto César García Álvarez para afirmar que “la Catedral de León es la piedra filosofal” de la alquimia

La tradicional estampa de la Catedral de León. Foto: Carlos S. Campillo / ICAL.

Jesús María López de Uribe

Hay afirmaciones que pueden acabar con la carrera de un erudito. Incluso hay investigadores que cuando ven que su trayectoria se acaba realizan declaraciones extemporáneas para intentar retomar la misma. En el caso de César García Álvarez, uno de los más reputados expertos en simbolismo en el arte de España, no parecen ser ni una cosa ni la otra. Por increíble que parezca. Pese a afirmar rotundamente que la Catedral de León “es la propia piedra filosofal”. Algo a priori abracadabrante y, para un profesor de Universidad, aparentemente descalificante.

No es nueva esta aseveración, ya que en octubre de 2018 ya lo hizo en público, y sin anestesia, en una intensa y nutrida conferencia en un ciclo de charlas organizado por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en el auditorio del Ayuntamiento. Pero ahora queda por escrito en el artículo que abre la revista anual de ProMonumenta, y ya no hay escapatoria para echarse atrás.

“Estoy en condiciones de afirmar que la Catedral de León es la propia piedra filosofal”, terminó aquella conferencia, que, lejos de provocar la risa en los asistentes, arrancó un sonoro aplauso porque todo lo que había explicado concordaba como algo lógico y cuadraba a la sorprendente perfección. Nada que decir en contra. Por nadie.

“Sí, la Catedral de León es la base del libro más famoso de la alquimia, por muchas razones; pero sobre todo por la coincidencia de las imágenes de las enjutas absidales con las ilustraciones del 'Libro de las figuras jeroglíficas' de Nicolás Flamel en el que él mismo confiesa que las claves de la alquimia se las desveló un rabino de León llamado Canches y porque en sí misma la Pulchra es un ejemplo de la transmutación de la piedra en luz. Esa sublimación resultaría el equivalente simbólico de la trasformación del plomo en oro”, explica de una forma sencilla esta versión tan compleja y arriesgada.

Misterio desvelado en la revista de ProMonumenta

Es en el último número de la revista de la Asociación Cultural ProMonumenta, el 16, en el que César García Álvarez se extiende más, y de forma más seria y profunda, en el artículo que abre la misma y es protagonista de la portada. En él, con un montón de ilustraciones, va desgranando sus observaciones y razonamientos hasta lanzar su hipótesis.

Es en este pequeño ensayo donde va pormenorizando la coincidencia de las imágenes de las enjutas absidales y de la iconografía de la Seo Legionense con las ilustraciones del libro vinculado a Flamel dedicado a la alquimia. “En la Catedral de León existen una serie de imágenes que guardan una relación muy estrecha con la alquimia. Se hallan presentes en el excepcional conjunto [...] 111 visibles hoy en día de un total original de 121. Configuran una abigarrada y aparentemente desordenada serie de imágenes deslavazadas e inconexas, la cual, sin embargo esconde a su vez diferentes series iconográficas [...]. Entre ellas existe una que alberga iconografías propias de la tradición alquímica”, se puede leer en su artículo.

Aunque en primera instancia reconoce que “a pesar de la pertenencia de todas estas imágenes al imaginario alquímico, no pueden suponer una prueba de que realmente haya existido una significación alquímica”, la clave está en que “resulta extremadamente iluminadora la relación existente entre las enjutas y el protagonista real de este artículo, ligado legedariamente a la ciudad de León y a la alquimia”. Y éste es Nicolás Flamel.

¿Quién era Nicolás Flamel?

La Pulchra Leonina es inesperadamente protagonista de la historia de este 'famoso' personaje parisino del siglo XIV, escribano público, copista y librero —un editor de la época, vamos—, del que se puede leer una sucinta biografía a modo de resumen aquí.

Dicen de este francés medieval que logró poseer una fortuna modesta pero importante, parte de la cual empleó en donaciones y fundaciones piadosas. E incluso financiar al rey de Francia. Algo tan poco habitual en la época pudo ser el origen de la leyenda de que la obtuvo con prácticas alquímicas. Pero esto, obviamente, no se puede demostrar con las fuentes históricas. Aunque un 'editor' de libros podía hacerse inmensamente rico, ya que los libros en esa época valían, como se dice tradicionalmente, “su peso en oro”.

Por su fama de riqueza poco esperada en una figura de su nivel social, lo que ocurrió es que se le adjudicaron varios tratados alquímicos durante el siglo XV y, sobre todo, en el XVII. Es considerado el mayor maestro alquimista, pese a que la realidad es que no existe ninguna prueba válida de que hubiera practicado siquiera ni un sólo aspecto de la llamada 'filosofía hermética'.

De todas maneras, la esencia de la investigación de García Álvarez se encuentra en el mundo simbólico, y en la explicación de los escritos sobre Flamel que narran cómo conoció los secretos de la alquimia en una peregrinación por el Camino de Santiago. Así lo detalla el experto de la Universidad de León en su artículo (tipografía en cursiva).

El propio Flamel relata el episodio clave en su 'Libro de las figuras alquímicas' —explica el experto de la Universidad de León—. En él narra cómo, pese a sus escasos estudios fue merecedor, gracias al apóstol Santiago, de acceder al conocimiento de los secretos de los Filósofos, gracias a que compró, por sólo dos florines, “un libro dorado viejo y amplio”, de tapas de cobre, y hojas de corteza, escrito con caracteres desconocidos para él, y formado por veintiún folios. Cada siete páginas la escritura se interrumpe y en ellas aparecen un total de tres imágenes extrañas. El libro, obra de Abraham Judío, contiene exhortaciones al pueblo judío, instrucciones para transmutar los metales y así hacer frente al pago de impuestos, y descripciones de las imágenes que aparecen en sus páginas, que él mismo demuestra entender como símbolos destinados a la obtención de la Piedra Filosofal.

Cuando, después de muchos años de esfuerzo, Flamel está a punto de desistir, emprende la peregrinación a Santiago, toma el hábito, el bordón y el libro, y, a la vuelta, se encuentra en León con un mercader de Boulogne, quien le presenta a un mercader judío converso, de nombre Maestro Canches, el cual contempla el libro y, lleno de alegría, comienza a interpretar su sentido. Ambos emprenden viaje a Francia, pasando por Oviedo y Sansón (¿Gijón?), con tan mala fortuna que Canches fallece en Orleáns, después de haber interpretado la mayor parte de las figuras hasta los 'misterios mayores'. Flamel regresa a París, y allí, después de años de trabajo, logra completar el 'Magisterio' y la transmutación al oro, el 25 de abril de 1387. Gracias a ello, logra una fortuna que emplea, junto con su mujer, en donar iglesias, hospitales y cementerios a París, y, después de la muerte de Pernelle, en hacer labrar en la puerta del Cementerio de los Inocentes las imágenes fundamentales del arte alquímico al cual debió su fortuna.

Esto no es algo desconocido para los expertos en simbolismo, pero sí para la gran mayoría de ciudadanos; que conocen, con suerte, más a Flamel por Harry Potter o por novelas supuestamente esotéricas de nulo nivel de credibilidad. Sí lo es que León, una ciudad del noroeste de España que parece olvidada y desconocida por completo en el extranjero, tenga este protagonismo crucial en todo esto de la alquimia. “Bien hubiera sido un viaje realmente efectuado por Flamel, o un viaje simbólico, la ciudad de León juega un papel decisivo en el relato, y encierra una serie de aspectos de los que puede extraerse un sentido simbólico revelador”, apunta César García Álvarez.

¿Pero en serio estamos hablando de alquimia en el siglo XXI?

De todas maneras el problema que podría ponerle aquí cualquier persona cultivada y escéptica es que la aseveración de que existe la piedra filosofal, y que encima 'sea' la Catedral de León, choca con el conocimiento científico de la química y la más mínima esencia de la credulidad humana.

Cierto es. La alquimia no es una disciplina que esté validada por la Ciencia, más bien está descartada por completo por mucho que Newton fuera alquimista; pero la cuestión es que en la Edad Media (y bien parte de la Moderna) lo que no existía era la Ciencia Química de la Ilustración, que surgió de criticar e intentar explicar la misma alquimia de la Edad Media.

Es decir, en aquella época medieval de Flamel, y de la construcción de la Pulchra, eran lo mismo; aunque obviamente una disciplina de prueba y error, y más bien de técnicas para, por ejemplo, tintar los magníficos vitrales que hacen famosa hoy a la Seo Legionense; o para las mezclas de los morteros para consolidar las piedras de los edificios. Pero precisamente esa vinculación con las artes de convertir la piedra en luz y la luz en color, en esencia una transmutación en sí misma, son las que hacen a León el lugar perfecto para explicar su protagonismo en el relato de Flamel.

¿Pero cómo que encontró un rabino judío converso precisamente experto en alquimia en León? “El hecho de que se asocie, en la década de 1380, a León con la cábala resulta sumamente significativo, dado que fue Moisés de León, nacido en León en los años centrales del siglo XIII, quien se convirtió, gracias a la redacción del 'Zohar', o 'Libro del esplendor', en el auténtico pilar de la cábala moderna”, plantea el historiador del Arte.

“En este sentido, aunque resulte difícil dilucidar el grado de vinculación de Moisés con la propia ciudad, la elaboración total o parcial del 'Zohar' en León o en Guadalajara, e incluso el lugar mismo de nacimiento de este trascendental cabalista, el texto de Flamel revela la identificación de León con un centro cabalístico de capital importancia, puesto que en él se ubica, precisamente, el lugar de desvelamiento del significado del libro alquímico que su portador llevaba consigo durante la peregrinación a Compostela. Esto supone una prueba, como ha mostrado Raimon Arola, de la trascendencia del saber cabalístico para la comprensión de los secretos de la alquimia, y convierte a la ciudad de León en un enclave esencial para la 'traditio hermética”, revela.

León, una ciudad referente del conocimiento medieval

No hay que olvidar que León —hoy olvidada y desacreditada incluso hasta por muchos de sus propios habitantes—, fue un lugar de conocimiento filosófico, teológico, legislativo, del Derecho de alta importancia en el mundo medieval entre los siglos X y XIII. Con el añadido, gracias a la construcción de sus templos románicos, donde por ejemplo, en la misma portada de San Isidoro hay una iconografía heterodoxa muy extraña y fuera de lo común; imaginería en otros muchos aspectos que se puede descubrir en muchos otros lugares de la ciudad, según García Álvarez.

Con la edificación de la basílica románica de San Isidoro y la catedral gótica, tuvo, además, un gremio importantísimo de la técnica constructiva, con lo que el conocimiento masónico —'mason' en inglés significa albañil, estas agrupaciones no dejarían de ser una especie de asociación de constructores como Agelco, o una agrupación de empresarios como la Fele en la Edad Media, no hay que imaginarse mitos fantásticos extraños— y su simbología, también estaría bien presente.

En especial, resulta evidente si se entra en la Catedral de León —cuya impresión al contemplar que no tiene muros y que la luz se filtra inmensamente colorida es tan impactante para el visitante y el creyente que es un ejemplo vivo de una cierta transmutación, de la catedral legionese se entra de una manera y se sale 'distinto' para siempre—, la cantidad de expertos en saberes tecnológicos y alquímicos de la elaboración de vidrieras que tuvo que haber en la época. Contiene el mayor conjunto del mundo de vidrios medievales tintados de colores unidos por... plomo. El metal que los alquimistas, junto con el mercurio, asiaban convertir en oro.

El Reino de León fue uno de los más importantes de la Europa Cristiana desde el siglo XI al XIII que marcó varios hitos legislativos por lo que hoy se le considera el lugar donde se basó el Derecho del Antiguo Régimen. En 1017 se promulgó el Fuero de León, un texto en el que se consagra, entre otros muchos, el primer atisbo de lo que hoy llamamos 'inviolabilidad del domicilio' y también de la libertad (la paz) de comercio y los primeros derechos de la mujer. Además de la creación de una asamblea 'democrática' dentro de la ciudad, el concejo (que hoy conservan más de 1.200 pueblos en la provincia), donde los ciudadanos aprobaban votando las 'tasas' del mercado (y se supone que otras cosas dentro de la ciudad como el cobro de paso de las puertas de la muralla y asuntos de la misma) cada año.

Unas legislaciones pioneras en Europa que, 171 años después, en 1188 llevaron a la primera vez que el pueblo llano votó junto a los eclesiásticos y los nobles para legislar los Decreta de Alfonso IX en un sistema estamental que duró unos ochocientos años hasta la Revolución Americana de 1775 y la francesa, cuando la Asamblea de la Pelota de 1789 liquidó este sistema que aquellos reinos cristianos medievales fueron copiando a León en los siguientes 125 años después de su primera asamblea estamental. León fue la ciudad que se adelantó al Renacimiento y que la Unesco reconoció como lo que hoy en León llaman 'Cuna del Parlamentarismo'.

Además, un reino repleto de monasterios con una increíble pujanza cultural para la época. Los beatos leoneses son considerados tesoros, y Sahagún se convirtió en la segunda abadía más importante de la Orden Benedictina después de Cluny —que está en Borgoña, el origen de los reyes borgoñones legionenses— y de presencia notable de una comunidad judía en Puente Castro.

León, el 'Zohar' y la cábala

Aquí está la parte del 'león'. La vinculación del reino leonés, y quizás de la ciudad, con la creación del 'Zohar' uno de los libros claves del judaísmo. 'El libro del Esplendor' (que es lo que significa 'zohar') es un tratado de comentarios sobre la 'Torá', el Antiguo Testamento de la Biblia. Y es la base de la no menos conocida cabalística, una de las disciplinas simbólicas más potentes de la humanidad. Y su escritor fue un tal Moshe Sem Tob, más conocido como Moisés de León.

Aunque existen hoy en día dudas de que fuera legionense, la Real Academia de la Historia afirma en su entrada que “nació en esta ciudad hacia 1250 aunque hay quien lo adelanta a 1240, en el seno de una ilustre familia de sabios y rabinos, los Sem Tob, asentados en el 'Castro Iudeorum”.

El autor de esta perfil histórico, Agustín-Vicente Suárez Alonso, afirma de él: “Místico y escritor, autor del 'Zohar' o 'Libro del Esplendor', comparable, según Unamuno 'a Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Lulio y los místicos musulmanes', siendo capaz 'de unir poesía, filosofía y religión”.

La obra cumbre de la cábala judía es 'leonesa'

“El 'Zohar' es la obra cumbre de la cábala judía y uno de los grandes Libros Sagrados de la Humanidad. Escrito en arameo, Moisés de León lo atribuye a Simeón Bar Yohai, legendario rabino tanaíta del siglo II. Su título viene del versículo del Libro de Daniel ”y los sabios resplandecerán como el esplendor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud como las estrellas a perpetua eternidad“ (Daniel, 12, 3)”, afirma Suárez Alonso.

Esta conexión de León con el conocimiento técnico medieval de la época que se puede considerar alquimia, las libertades del reino legionense, el conocimiento de los monasterios y la cábala judía hacen que sea el lugar escogido por Flamel para 'encontrar' al sabio Canches —un remedo fonético a la francesa, posiblemente del apellido Sánchez— y por eso indicar que encontró los secretos del libro de los jeroglíficos aquí, en un lugar donde se albergaban los mejores expertos en los secretos de la cabalística.

Y ese vínculo es ineludible si miramos hacia la iconografía simbológica de la Pulchra Leonina, observándola con conocimiento como ha hecho César García Álvarez desde que era niño; puesto que la ventana de su habitación daba a la fachada de la Seo Legionense.

La clave, las coincidencias de las figuras de la catedral leonesa con las del libro de Flamel

Es de entender que el lector escéptico siga pensando en que las cosas se puede retorcer hasta niveles de escritor de medio pelo de novelas de misterio o películas fantásticas; pero esto no es la búsqueda del 'Necronomicón' —aunque León, en otro de esos sorprentes datos desconocidos, esté también íntimamente relacionado con la traducción hispánica de este libro de los Mitos de Cthulhu de Lovecraft, el 'Alacife'; por no entrar en la disputa del 'Grial'— y César García Álvarez lleva más de treinta años estudiando a fondo la iconografía y simbología de la Pulchra Leonina.

Es muy difícil, para quien lo conozca y haya seguido su trayectoria, no confiar en su interpretación simbólica de la piedra filosofal y su conexión con la Seo Legionense.

Más cuando el experto la expone en 'El laberinto del alma: una interpretación iconográfica de las enjutas absidales de la Catedral de León'. Su prestigio como erudito en la materia —y además un divulgador con enorme éxito entre el público con una participación todos los miércoles en Onda Cero León que merece ser anotada en la agenda para poder escucharla, como se puede hacer en estos 'podcasts' donde habla de música (es profesor de piano por el Conservatorio de Valladolid), arte, cine, leyendas y simbología— lo certifica ser autor de otros tres titulados 'Iconografía fantástica y simbolismo en el Renacimiento', 'El simbolismo del grutesco renacentista' y 'Gaudí: símbolos del éxtasis'. Obras todas en las que demuestra su capacidad para interpretar las claves simbólicas artísticas y de la cultura hermética, interpretando en la última hasta las claves del genio catalán (en este vídeo de una conferencia suya al respecto se puede comprobar), y por lo que es reconocido como un sabio en esta temática en España y el extranjero.

En el primer libro, ya agotado, pero del que saldrá otra próxima edición, ya sugería la conexión alquímica de la Catedral de León; por lo que lleva muchos años 'transmutando' su inaudito 'descubrimiento' simbólico; que también insinúa en sus estudios sobre Gaudí. Del genial arquitecto catalán afirma que sufrió una transformación vital, una transmutación, en la Catedral de León cuando trabajaba en Botines y en el Palacio Arzobispal de Astorga.

Antonio Gaudí sufrió una transmutación radical cuando vivía en León. ¿Qué pudo vislumbrar el genial arquitecto catalán en la 'Pulchra Leonina' para pasar de ser un señorito a un ermitaño embebido en la religiosidad?

Éste cambió radicalmente su vida de señorito para convertirse en el ermitaño místico por el que hoy es conocido por influencia de la Pulchra Leonina. ¿Qué vio Antonio Gaudí entre sus muros y vidrieras que le hizo 'mutar' de forma radical tras una grave y súbita enfermedad?

“Aunque es evidente que muchas de las imágenes que describe Flamel forman parte del repertorio básico de la iconografía cristiana, y que están presentes en una gran cantidad de catedrales góticas, tampoco puede obviarse que un número significativo de ellas se encuentran, precisamente, en la catedral leonesa”, manifiesta en el estudio recién publicado sobre los secretos alquímicos de la catedral en el que enumera y analiza alguna de las más significativas.

Siendo imposible en un reportaje comentarlas todas una por una, lo lógico es leer su artículo completo en la revista de ProMonumenta. En resumen, García Álvarez apunta que ocho de las representaciones del 'Libro de las Figuras Jeroglíficas', de una quincena que tiene, están presentes en la Catedral de León. “Ocho coinciden plenamente. Cuatro tienen coincidencias parciales y tres no coinciden. Curiosamente las seis últimas coinciden totalmente”, y así explica este descubrimiento en dos párrafos del artículo (que se exponen a continuación en tipografía cursiva).

La estrecha similitud que la mayor parte de las imágenes descritas en el Libro de Flamel —con la excepción de las primeras de cada séptimo folio— guardan con la iconografía de la catedral leonesa, resulta sumamente sugestiva. En efecto, el hecho de que Flamel, según su relato, encontrara en León la clave para poder descifrar las imágenes de su libro, invita a pensar si, en realidad, dicho libro no fue elaborado a partir de las imágenes presentes en la catedral leonesa. Las concomitancias de las imágenes de los folios invitan, cuando menos, a plantearlo como hipótesis. De este modo, en función de la consideración que se quiera efectuar sobre la naturaleza real o simbólica del viaje de Flamel, pueden plantearse las siguientes posibilidades:

En primer lugar, que Nicolás Flamel realizara realmente la peregrinación, y que, a su regreso, enriqueciese las imágenes de su libro con las contempladas en la catedral leonesa, las cuales, explicadas por un maestro, le habrían revelado el sentido último de la alquimia. En segundo lugar, que Flamel elaborara en realidad su libro a partir del conocimiento e interpretación de las imágenes catedralicias, que completarían las siete intercaladas, que provendrían de otra fuente. De este modo, el maestro Canches le habría enseñado a Flamel cómo elaborar el libro de los secretos de la alquimia a partir de la revelación del libro de piedra que es en realidad la propia catedral. En tercer lugar, si el viaje fue imaginario y simbólico, cabría pensar entonces que la ubicación en León del hallazgo del desvelamiento del secreto de la piedra filosofal cifraría en forma literaria el lugar en el cual es posible hallar la clave para descorrer el velo de Isis, y acceder así a los arcanos de la sabiduría alquímica. Dado que, en tal caso, la fuente iconográfica primordial para el Libro habría sido la Catedral de León, cabría concluir, por tanto, que la verdadera piedra filosofal es la catedral misma, y de modo aún más preciso, el conjunto formado por el pórtico occidental y las enjutas de las capillas interiores, puesto que en ambos lugares se pueden encontrar las imágenes del Libro. La conclusión, en tal caso, sería tan evidente como reveladora: la catedral de León es la propia piedra filosofal.

La geometría catedralicia también revela sus misterios

El artículo no termina aquí. García Álvarez revela otras características del templo catedralicio que apuntalan su hipótesis. Tiene que ver con la geometría arquitectónica de un edificio de un delicadísimo equilibrio arquitectónico pero con enormes problemas de cimentación —que él mismo explicó en este otro reportaje de ILEON.COM sobre la vieja cúpula que casi derrumba la Catedral de León y, por ello, la convirtió hace 175 años en el primer monumento nacional de España, para salvarla de la ruina— y en el que las enjutas y los hitos simbólicos que se relacionan con el libro de Flamel tienen gran importancia.

“La Catedral de León, cuyos enormes problemas de cimentación y construcción originaron la leyenda del topo, que derruía por la noche lo construido por el día, se basa en la existencia de dos centros generadores geométricos [...]. Mediante la conexión de los tres círculos directores de la planta catedralicia, se revela, a quien sepa percibir su invisible huella bajo la apariencia del templo, el secreto de la fundamentación geométrica de la catedral leonesa, el cual está íntimamente relacionado a su vez con las enjutas”, que podría ser el indicio de un hipotético laberinto “si se siguió el modelo de Reims”, señala.

“Por otra parte, la intersección de los cuatro círculos generadores es idéntica a la del entrelazamiento generador de los sefirot cabalísticos, tal como lo imaginó Ramón Llull, cabalista, alquimista, y legendario visitante del propio templo catedralicio leonés en su peregrinación a Santiago en un año impreciso, pero necesariamente coincidente con la erección del templo, el tallado de las enjutas y la redacción del 'Zohar”, asegura el experto en Historia del Arte.

“La presencia en León de quien fue el más detallado exponente de la fusión de la cábala, la alquimia, la astrología, la mística y el arte de la memoria, unida a la más que sugerente coincidencia entre los círculos generadores de los 'sefirot' y de la planta catedralicia leonesa, eleva a un plano nuevo las especulaciones que estamos aquí llevando a cabo”, confirma.

¿Pero existe una piedra filosofal que convierta las cosas en oro?

Pues sí. Existir existe. Pero no se creó por los procesos alquímicos, ni en la antigüedad. Sino hace bien poco, en el siglo XX gracias a la Ciencia y la Tecnología.

En realidad el 'objeto' que transforma plomo o mercurio en oro es una instalación enorme que se llama ciclotrón, un acelerador de partículas como el Gran Colisionador de Hadrones del CERN, en el que bombardeando átomos con partículas puede llegarse a cambiar su naturaleza. Y la técnica considera que también se podría filtrar el agua del mar para conseguir 'atrapar' los millones de toneladas de átomos áureos disueltos en él. El problema es que, como ocurre con las Médulas hoy en día, es más caro el coste de construirlos y manejarlos que el mismo oro en sí que se pudiera conseguir con estos métodos (y en el caso del bombardeo de átomos, los isótopos de oro resultantes serían extremadamente radiactivos).

Una paradoja que también cuadra mucho con la propia mística de la piedra filosofal. Con todos los alquimistas que perdieron sus vidas —literalmente al aspirar tanto vapor de plomo o mercurio, que son extremadamente tóxicos, entre otras sustancias peligrosas— y su cordura para no conseguir nada... o sí, puesto que gracias a sus estudios nació la química moderna. En esencia, la propia alquimia transmutó en esta disciplina que tantos beneficios ha dado a la humanidad y tantísimo dinero ha hecho ganar a los industriales, convirtiendo ese saber... en 'oro'.

Es importante remarcarlo de nuevo: la alquimia antigua desapareció porque la química la refutó. Lo que hoy es la alquimia es un conjunto de símbolos y códigos que se reflejan en el arte, la arquitectura y la literatura. O sea, un conocimiento hermético (que es poco conocido y sólo unos pocos comprenden) que se imbrica en los estudios de los eruditos y los expertos tanto de lo simbólico como de lo religioso con la cábala.

La 'alquimia' de la piedra filosofal que convierte las cosas en oro al tocarlas cual rey Midas no existe, no es real; aunque algunos aprovechen sus velados misterios para crear textos apócrifos, pseudoalquímicos y charlatanescos que les hagan ganar dinero, lejos de la aprobación de los verdaderos conocedores de lo que significan en verdad sus constructos y lenguaje.

“Las críticas a la alquimia se ciñen, de forma justa, a su parte química y materialista. Pero la más importante, la cual ha existido siempre pegada a esta dimensión material, es la alquimia entendida como trabajo interior y transformación espiritual. Esa es la parte más fecunda, importante, influyente y válida de la alquimia”, confronta César García Álvarez.

La última cuestión, la 'inmortalidad' de Flamel

Para conectar todas las explicaciones de esta chocante hipótesis —es necesario repetir que es más que importante leer en integridad el artículo de García Álvarez en la revista de Promonumenta para conocer toda su argumentación completa, asociación con la que se puede contactar en Facebook o en su página web— queda un último misterio por afrontar.

Y éste necesita responder a la pregunta sobre qué es la transmutación alquímica, porque es un concepto muy complejo. ¿Es crear oro, riqueza o es la búsqueda de la inmortalidad, el elixir de la vida? Lo mismo que ocurre con —no de forma casual— conceptos literarios o cinematográficos como el Grial o la Fuerza de StarWars. La transmutación es un constructo de las ideas en el cual de lo que se habla, de lo que se estudia, de lo que se aprovechan los que lo manejan, no existe como objeto tangible. No es real en el mundo físico ni causa las consecuencias que promete su posesión. Son ideas místicas, literarias o cinematográficas (llamados 'constructos') que convierten, eso sí, en dinero todo lo que tocan; o con las que muchos han hecho 'oro'. Y, ojo, otros se han elevado espiritualmente, que no es oro todo lo que reluce.

García Álvarez pone el foco, como guinda, en una historia extraña muy propia para todo el planteamiento de la investigación. El experto recuerda en su texto de ProMonumenta que “existe un detalle legendario, cuya fuente original no ha sido posible rastrear hasta el momento, que permitiría elevar todo ello a una nueva dimensión. Se trata de la afirmación de que en el laboratorio de Flamel estaban presentes 'extraños planos y dibujos de la catedral de León'. De ser cierta, esta insólita afirmación permitiría convertir a Flamel en un conocedor de la singularísima fundamentación geométrica de la catedral leonesa”.

“Es un pasaje que parece citado en diversos textos impresos y digitales, los cuales, a su vez, no citan la fuente original. Así, por ejemplo, aparece en el libro de Juan Luis Puente 'Mensajes escondidos en la Catedral de León'. El texto se completa con una alusión al supuesto hecho de que Flamel fue visto con vida durante el siglo XVIII, lo cual añadiría el descubrimiento del 'elixir de la vida' al de la piedra filosofal”, puntualiza el profesor.

¿Y cómo interpretar ésto de que Flamel y su mujer 'vivían' cuatro siglos después de haber muerto y seguían estudiando aún los planos de la Pulchra Leonina? El aventajado profesor en Historia del Arte lo afronta así: “En efecto, si Flamel realmente tenía en su laboratorio los planos que desvelaban la estructura geométrica de la catedral leonesa, entonces hubo de hallar, o al menos buscar, la relación entre la catedral y el sentido último de la existencia, cifrado simbólicamente a través de la iconografía cristiana, las imágenes alquímicas, las formas cabalísticas, y la comprensión del mundo como un laberinto [...] encontrase, en León, por medio de un maestro hermético [...] la revelación de la Piedra Filosofal, y, con ella, de la 'rubedo', la fusión mística con la realidad divina, cuya clave se encontraría en los muros de la catedral leonesa, puente así entre la muerte y la vida, la materia y el espíritu”.

¿Tiene que ver el olvido y 'ocultación' de León con la custodia de un gran secreto como éste?

No podría ser un artículo de prensa fuera de todo lo común éste, y que estuviera a la altura de la asombrosa revelación de que la catedral legionense “es la propia piedra filosofal”, sin entrar en disquisiciones imaginarias y hacer preguntas fuera de la lógica y lo que conviene creer o no preguntar para bordear el desprestigio. Es necesario realizarlas sobre el filo del ridículo para comprobar la consistencia de lo afirmado por César García Álvarez. Buscándole las vueltas a ver cómo reacciona.

Y a este periodista que suscribe le surgió ya hace un año la poco apropiada duda, pero que cuadra en esta rocambolesca historia, de por qué una ciudad como la leonesa, tan importante en su tiempo y con una conjunción de historias y objetos místicos y simbólicos tal es completamente desconocida en su propio país y el mundo occidental. Por no decir la existencia de aquel Reino Olvidado, que tanto dio en derechos a la humanidad y que hoy en día, salvo por la presión popular de estos últimos meses, es poco menos que una sombra en el mapa.

Preguntado César García Álvarez por la posibilidad de que para proteger tantos secretos haya una intención de ocultarlo con la táctica de “dejarlo a la vista de todos” —al estilo de 'La Carta Robada' del detective Auguste Dupin escrito por el autor fantástico Edgar Allan Poe—, se sonríe y deja caer un misterioso “es posible”.

“Desde luego León es la gran desconocida del mundo simbólico, y podría ser perfectamente protagonista de cualquier novela o tratado por toda la cantidad de mensajes ocultos y coincidencias de hechos súmamente notables en la Historia. Más bien es digna de una novela de Umberto Eco o de Robert Graves, si vivieran”, reconoce. “Es difícil saber por qué no tiene la importancia que debiera, pero puede ser por muchas cosas, muchas de las cuales tendrán que ver más con la idiosincracia leonesa de ser reservados para todo lo que se ve a simple vista, que nunca se comenta por si acaso se crea un enemigo al hacerlo porque no quiere que se preste atención sobre ello”, sostiene.

Lo cierto es que es apabullante la conexión de tantos hitos del simbolismo, no poco importantes y muy llamativos, y los secretos herméticos de la transmutación simbólica en León, que, además, van entrelazándose y combinándose para que una vez explicados sí parezcan creíbles y sensatas las enunciaciones de César García Álvarez de que es “la Catedral de León es la propia piedra filosofal”.

De una forma simbólica, claro. Esta es la clave.

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Escuche en este audio la Conferencia que César García Álvarez dio en octubre de 2018 en la que afirmó por primera vez en público que “la Catedral de León es la verdadera piedra filosofal”.

Escuche en este audio la Conferencia que César García Álvarez dio en octubre de 2018

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ENTREVISTA

CÉSAR GARCÍA ÁLVAREZ | PROFESOR DE HISTORIA DEL ARTE DE LA ULE

“La Catedral de León provoca una auténtica transformación espiritual, mística, comparable a la transmutación alquímica de la piedra filosofal”

Nacido en León en 1970, de joven se levantantaba todas las mañanas contemplando la fachada de la 'Pulchra Leonina'; ya que vivía en la Plaza de Regla. Es uno de los mayores expertos sobre el templo, y en octubre de 2018 afirmó que la Catedral de León “es la propia piedra filosofal” en una conferencia pública. Historiador del Arte y profesor de la Universidad de León, el último número de la revista de ProMonumenta destaca en portada su investigación en la que defiende y explica tan sorprendente conclusión. En esta entrevista explica por qué no es una locura y sí es consistente lo que sostiene.

— ¿La Catedral de León es la piedra filosofal? ¿En serio está seguro de sostener aquí y ahora esta increíble afirmación?

— La piedra filosofal es una realidad simbólica, no material, y por tanto no se corresponde con un lugar u objeto concreto. La afirmación de que en realidad la Catedral de León es simbólicamente la piedra filosofal se deriva de tres hechos. En primer lugar, que el alquimista más famoso de la Historia, Nicolás Flamel, ubica en León el encuentro con un personaje que le descifra el contenido de un libro que le conduce al supuesto hallazgo de la piedra filosofal; y el propio Flamel escribe un libro de figuras jeroglíficas que traducen simbólicamente los procesos alquímicos, de las cuales un amplio porcentaje pueden encontrarse talladas en la catedral leonesa. En segundo lugar, que en la catedral existe un amplio número de imágenes, sobre todo en las enjutas de las capillas absidales, las cuales, aunque posean de modo primario significados de carácter religioso o moral, pertenecen también al imaginario alquímico, y además pueden ser leídas coherentemente como la traducción simbólica de los procesos propios de la alquimia, tal como se entienden el siglo XIII. En tercer lugar, que toda catedral gótica, y de modo particularmente intenso la de León, reproduce simbólicamente la piedra filosofal al transformar la oscuridad de la piedra en la luz de los vitrales, y al transmutar la propia luz física ('lumen') en luz espiritual ('lux'). Si a eso unimos que la catedral leonesa opera en numerosos visitantes (algunos de gran trascendencia histórica) una auténtica transformación espiritual, mística, comparable a la transmutación alquímica, entonces podemos afirmar que, simbólicamente, la catedral de León es una piedra filosofal.

— Tengo la impresión de que los profesores de Universidad al llegar a los cincuenta tienden a hacer aseveraciones como éstas tan fuera de lo ortodoxo. ¿Por qué cree que es así? ¿No tiene miedo de que le tachen de loco?

— En mi caso no he tenido que esperar a esta edad. He llegado desde hace muchos años a conclusiones heterodoxas en los campos de la Historia del Arte y la Simbología que he investigado; pero simplemente por honradez intelectual, puesto que han sido en cada caso los resultados de mis investigaciones, bien sobre los grutescos, sobre la simbología gótica o sobre Gaudí, entre otras. Así que sí, puede afirmarse que llevo diciendo “cosas raras” toda mi carrera (risas).

— ¿Entonces qué es la piedra filosofal? ¿Y qué no es? ¿No es un objeto que convierte las cosas que toca en oro?

— La piedra filosofal es un símbolo propio de la tradición alquímica, que como todo símbolo posee diferentes sentidos, desde propiamente materiales, en la dimensión de la alquimia llamada operativa, que se corresponde con lo que hoy denominamos química, hasta espirituales, filosóficos, herméticos y puramente fantasiosos. La tradición alquímica acabó identificándola con el agente capaz de operar la transmutación, es decir, la conversión de unos metales en otros, y particularmente en oro, pero también se ha relacionado con el elixir de la inmortalidad, y, en la procelosa imaginación hermética y ocultista, hasta con el Grial y otras realidades simbólicas. Desde el punto de vista de la alquimia más material, esa que los propios alquimistas acabaron por calificar como inferior, la piedra filosofal es, supuestamente, capaz de transformar los metales en oro, lo cual es interpretado simbólicamente como la capacidad de conducir todas las potencias espirituales a un estado de perfección.

— O sea, estamos hablando de cosas dentro del mundo de las ideas. Algo similar al Grial, un objeto que en realidad no existe más que en el mundo literario, o la Fuerza de Star Wars, que todos saben que no es real pero que sirve para contar historias que dan dinero a espuertas...

— Sólo en parte. Insisto, son realidades simbólicas, y por tanto existen en parte de modo ajeno a los procesos de verificación racional, porque son realidades imaginales, ni del todo verdaderas ni del todo falsas, a medio camino entre la ficción y la realidad, como todo símbolo. El Grial es un símbolo que nace en la literatura artúrica medieval a partir de ingredientes previamente existentes por separado, y la Fuerza es una invención cinematográfica que mezcla conceptos científicos, simbólicos y fantásticos anteriores en una realidad nueva. La piedra filosofal pertenece a la tradición de la alquimia simbólica, esto es, aquella que interpreta que los procesos químicos son en realidad símbolos de procesos espirituales, interiores, según los cuales la evolución de nuestro ser puede ser comparada con las transformaciones de los metales. Por otra parte, que los relatos literarios o cinematográficos generen muchos o pocos beneficios no afecta al valor de verdad o de falsedad que puedan tener los símbolos de los que se pueda servir.

— Centrémonos en la alquimia. ¿Lo que hoy consideramos alquimia tiene algo que ver con la de la Edad Media? ¿Con la que vemos hoy en las películas fantásticas?

— Antes del nacimiento de la química moderna, la división entre alquimia y química no tiene en realidad mucho sentido. A partir del desarrollo autónomo de la química como ciencia, las especulaciones alquímicas dejan de tener necesariamente un valor en el mundo material, y pasan a ser entendidas e interpretadas como símbolos de realidades espirituales. De hecho, la alquimia pasa a ser duramente atacada y queda desacreditada durante un tiempo, pero ya en el siglo XVIII se observa un renacer de su dimensión más simbólica y espiritual, la cual resurgirá con fuerza durante el siglo XIX y se reactivará, insospechadamente, pero con inusitado protagonismo, durante el siglo XX. Y es que la alquimia, como la magia, la cábala, la astrología y otras disciplinas que pueden ser encuadradas dentro de lo que podemos calificar como saberes herméticos, en realidad no desaparece nunca de la tradición cultural, sino que la acompaña como una especie de sombra siempre pegada a la espalda del pensamiento racional. Por otra parte, y por desgracia, tenemos muchos menos documentos y evidencias sobre la alquimia medieval de lo que nos gustaría. Especulaciones como las que Fulcanelli vertió en su famosa obra, 'El misterio de las catedrales', mezclan datos reales e interpretaciones personales, en ocasiones sugestivas y certeras, pero en otras totalmente erróneas, sobre la presencia de la alquimia en las catedrales góticas. Además, a veces es problemático el empleo de la terminología. Por ejemplo: ¿Podemos denominar como alquímicos los procesos químicos empleados en la elaboración de las vidrieras, dado que así se denominaba a toda realidad química durante la Edad Media, y dado que además, lógicamente, sus procesos de fabricación formaban parte del secreto que hoy llamaríamos profesional, y por tanto tenían un carácter reservado, secreto?

— ¿Quién era Nicolás Flamel? ¿Existió de verdad? ¿Qué pruebas hay de él? ¿Y la obra alquímica con el que se le relaciona, 'El libro de las figuras jeroglíficas', qué relación tiene con León?

— Flamel es un personaje histórico. Fue un impresor de libros y escribano que vivió durante el siglo XIV y comienzos del XV. Existe documentación fidedigna sobre sus actividades. Aunque algunos autores dudan que el 'Libro de las figuras jeroglíficas', su obra principal, fuera escrito por él, y afirman que es una creación posterior, de finales del XVI, del XVI o incluso de comienzos del siglo XVII, la mayoría sí concede valor de autenticidad a esta obra. Sea como fuere, en ella se recoge la adquisición de un libro misterioso, que Flamel lleva a todas partes con la esperanza de que alguien se lo interprete, lo que acaba sucediendo gracias a la intervención de un maestro judío leonés, llamado Cánchez, quien le revela los secretos del 'Aesch Mezareph', o 'Libro de las cenizas'. Flamel se lleva a París a Canches, quien muere en el trayecto, en Orleans, y gracias a él acaba descubriendo los secretos de la piedra filosofal, lo que le ayuda a conseguir una gran fortuna y, según otros testimonios, también la inmortalidad. Sea todo ello verdadero o falso, lo cierto es que el libro afirma la relación entre León y el desciframiento de la clave de la alquimia. Es más, existe otra leyenda, de la que no he podido encontrar nunca la fuente original, pero que aparece citada en muchos textos, según la cual Flamel alcanza la inmortalidad, es reconocido siglos después y alguien le sigue hasta su estudio, donde trabaja rodeado de figuras geométricas y planos de la catedral de León. Se trata de una afirmación descabellada pero fascinante, que enlaza con las claves geométricas de la catedral leonesa, que analizo en mi libro 'El laberinto del alma', que se volverá a publicar este año aumentado, y en el cual desarrollo precisamente las implicaciones simbólicas de la fundamentación geométrica de la catedral.

— ¿Y el tal rabino Canches quién pudo ser? ¿Cómo pudo haber en León un experto alquimista de ese nivel?

— No lo sabemos, porque la única mención es la que aparece en el libro de Flamel, sea real o apócrifo. Hubo de ser un cabalista, y conocedor de la alquimia. Si es real o inventado tampoco lo podemos saber, pero el caso es que aparece como protagonista del desciframiento del contenido del libro misterioso.

En la ciudad de León, y sobre todo en la Catedral, parecen confluir y sintetizarse muchas tradiciones alquímicas anteriores. Si el texto de Flamel no hubiera apuntado a León como lugar del desciframiento del secreto alquímico, la coincidencia de las figuras del Libro con la iconografía catedralicia no tendría quizá mayor relevancia. Pero el hecho de que así se afirme refuerza poderosamente la conexión

— Explíquenos cómo con esas pistas se puede llegar a tan increíble conclusión de señalar León como, permítame la comparación, 'la Cuna de la Alquimia'.

— Es que León no es la cuna de la alquimia. En ningún sentido. En la ciudad, y sobre todo en la catedral, parecen confluir y sintetizarse muchas tradiciones alquímicas anteriores. Si el texto de Flamel no hubiera apuntado a León como lugar del desciframiento del secreto alquímico, la coincidencia de las figuras del Libro con la iconografía catedralicia no tendría quizá mayor relevancia. Pero el hecho de que así se afirme refuerza poderosamente la conexión. Como, además, en las enjutas aparece una gran cantidad de imágenes que pertenecen al imaginario alquímico, la relación es aún más estrecha. No hay que olvidar que durante el siglo XIII se sientan las bases para comparar los procesos alquímicos con la Pasión y Resurrección de Cristo, y ello puede haber sido una de las claves para comprender la presencia de todas estas imágenes alquímicas en la catedral.

— ¿Cómo es posible que León esté tan relacionado con tantos hitos, mitos y leyendas? Porque Moisés de León, que quizás vivió aquí, fue el creador de la cábala judía, nada menos. Y es el primer lugar donde se legisló hace mil años una cierta inviolabilidad del domicilio. ¿Cuántas otras leyendas hay vinculadas a la ciudad o a la Catedral a las que nadie presta la debida atención?

— León es una tierra de una increíble densidad simbólica, buena parte de la cual yace todavía sepultada por el polvo del olvido. Efectivamente, aquí nace (aunque algunos lo ponen en duda hoy en día) una de las figuras trascendentales de la cábala moderna, Moisés de León, la configuración de cuyo 'Zohar' es coetánea de la construcción de la catedral. Ello parece indicar la existencia de una comunidad cabalística importante, de la que el maestro Canches sería un eslabón más tardío, pero de la cual sabemos poco por la acostumbrada falta de documentación que afecta a casi todo lo que se relaciona con León, y porque tampoco ha sido objeto de estudios académicos sistemáticos. Quedan muchos misterios por desvelar y aclarar. Yo mismo revelo una cantidad creo que muy considerable en 'El laberinto del alma', y otros muchos quedarán para un futuro libro que estoy escribiendo, y en el que la catedral desvelará muchos detalles y significados que han pasado inadvertidos hasta ahora. La ciudad de León, la provincia entera, está llena de misterios y enigmas, pero parece envuelta en una especie de halo críptico y tapada por un velo de Isis que a veces parece resistirse a ser desvelado.

— Pongámonos un poco conspiranoicos: ¿León es una ciudad que ha sido ocultada en la Historia debido a estos asuntos herméticos? ¿Por qué no se le da la importancia que merece? ¿O es que simplemente no es para tanto o nadie ha tenido los arredros de contar este tipo de cosas como usted hace ahora?

— Resulta tentador pensarlo, aunque resulte una idea, en principio, solamente especulativa. Pero lo cierto es que la riqueza simbólica de la ciudad es realmente desbordante, no sólo en sus prodigiosos monumentos principales, como la Catedral, San Isidoro, San Marcos o Botines, sino también en otros aspectos de gran riqueza simbólica, que revelan la presencia latente pero patente de sentidos ocultos casi en cada rincón. Lo cual, unido a la tremenda fuerza de su dimensión religiosa, civil, legislativa, histórica, política y estética, le confieren un carácter realmente insólito.

— Resumamos. ¿Cuál es la importancia de verdad de la 'Pulchra Leonina'? ¿Cuán diferente es de cualquier otra del mundo?

—La Catedral de León es una de las joyas de la arquitectura gótica, y no sólo por las vidrieras, o por el conjunto escultórico de sus portadas y sepulcros. En aspectos concretos puede ser igualada o superada por otras catedrales, pero como síntesis pulcra del estilo gótico prácticamente no tiene parangón. Además, la abundancia y riqueza de imágenes simbólicas, no sólo ortodoxas, sino extrañas, enigmáticas y desafiantes, le otorgan una singularidad realmente única. Parte de esta singularidad se encuentra en el ciclo de enjutas de la cabecera, el que estudio en mi libro, que es el más completo, rico y enigmático de todo el Gótico, y que está lleno de implicaciones simbólicas de todo tipo.

— ¿Y si es así por qué no es Patrimonio de la Humanidad?

— Creo que no sólo la catedral, sino el conjunto monumental de León, y su dimensión cultural, histórica y legislativa, es claramente merecedora de la condición de Patrimonio de la Humanidad. Sobre ese valor conjunto basé el breve informe que redacté el año pasado y que ha servido para superar el primer trámite conducente a dicha declaración, que aportaría gran cantidad de beneficios para la ciudad. En el estado actual de la Unesco es difícil que algún monumento aislado logre dicha declaración, pero una candidatura conjunta, sobre todo cuando logra juntar tantos aspectos importantes como atesora la ciudad de León, puede aspirar a conseguirlo. Solicitar la declaración para la catedral solamente, o para las vidrieras, el Panteón y San Marcos, etcétera, tiene actualmente poco sentido.

— ¿No valdría sólo con esta vinculación a la 'Cuna de la Alquimia'? ¿O ésto sólo lo aprovecharán escritores tipo Dan Brown para forrarse?

— Es que, no, León no tiene que ver con la expresión 'cuna de la alquimia'. No lo es, como dije antes. Sí es un lugar en el que la iconografía alquímica se concentra de modo intenso y llamativo en al menos un monumento. Y un enclave que los propios relatos de la tradición alquímica convierten en un lugar trascendente para su historia simbólica. Lo que hagan escritores mediocres pero exitosos como Dan Brown o similares es cosa suya.

— ¿Por cierto, escribirá un libro académico sobre la vinculación de León con la piedra filosofal?

— Llevo muchos años investigando y escribiendo un libro sobre la alquimia medieval y su presencia en el arte y la arquitectura, particularmente gótica. Es un trabajo lleno de dificultades de todo tipo, la verdad.

— Le damos otra oportunidad: ¿En serio sigue sosteniendo algo tan increíble como que la piedra filosofal está en León? ¿Que es la Catedral? Mire que se juega su carrera. Y su prestigio...

La piedra filosofal no se creó en León, repito, sino que uno de los textos más importantes de la tradición alquímica el que fija en León la clave para el desvelamiento de los secretos de la alquimia. Ese mismo texto desglosa en imágenes jeroglíficas el proceso alquímico, la mayor parte de las cuales están presentes en la Catedral de León, y otros muchos símbolos de la tradición alquímica aparecen en la catedral, sobre todo en las enjutas. Ello, unido por un lado a la posibilidad de comparar anagógicamente toda catedral gótica, y la leonesa en particular, con el proceso alquímico de la transmutación, y por otro al efecto transformador, transmutador, místico incluso, que la catedral produce en numerosos visitantes, permite hablar de la catedral, metafórica, simbólica, alquímicamente, como una piedra filosofal. Pero que nadie piense que si lleva un objeto de plomo a su interior saldrá con uno de oro, salvo que se esté refiriendo a su propio interior. Y de esa capacidad transformadora, alquímica, mística, que la catedral leonesa es capaz de ejercer, puedo dar fe.

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