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Biblioteca internacional a 1.300 metros de altitud

Con menos habitantes que vecinos censados (seis varones y diez mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadística, INE), el Ayuntamiento de Valdepiélago, al que pertenece, echa mano de la literatura de Julio Llamazares para describir en su página web a la localidad: “Valdorria no es un pueblo; es una aparición. Tras la larga subida desde Nocedo, la visión de este pueblo perdido entre montañas puede llegarle a parecer al que lo ve por vez primera un sueño o un espejismo o una ilusión. Las casas de Valdorria cuelgan sobre el vacío de un vertiginoso y complicado laberinto mediante el cual consiguen finalmente no caerse rodando hasta el barranco”.
En medio de ese escenario que describe el autor en 'El río del olvido', el pueblo que presume de paisajes, de montañas (la localidad está a 1.340 metros de altitud), de santo (Froilán), de ser territorio de realengo a cuyos habitantes hace siglos se les concedió la condición de nobles y jurisdicción propia, puede también, desde hace un año, enorgullecerse de ser el que alberga la única biblioteca del municipio y del entorno en muchos kilómetros a la redonda.
El antiguo local de la escuela rural, cedido por el pueblo y que llevaba muchos años cerrado fue el lugar elegido para poner en marcha un 'oasis de cultura' en este pequeño pueblo en el que en los meses de invierno se cuentan menos de una docena de habitantes. Ahora, dicen, hay 14 residentes (de 99 años la más veterana). Los fines de semana y en verano llegan casi otros tantos y son muchos más los turistas atraídos por el paisaje, el río o la ermita que se dejan caer ocasionalmente por sus calles y entorno.
El impulsor
Rafael Millán, docente de profesión, es el impulsor, junto a su mujer Carmen y algún otro conocido de esa biblioteca, recogida, coqueta e inesperada que exhibe curiosos ejemplares y que es también un escaparate gráfico de los esfuerzos de cuatro amigos que crearon una asociación de vecinos y se pusieron a buscar algo que hacer por y para el pueblo. Dicho y hecho. Empezaron a acondicionar el inmueble y a recabar apoyos institucionales “para intentar dar un poco de relevancia a un sitio tan pequeño”.
“Primero nos dirigimos a la Casa Real y queriendo buscar libros institucionales empezamos a comunicarnos con las comunidades autónomas. La respuesta fue sorprendente, magnífica. Nos llegó primero de Castilla y León, libros muy interesantes del Camino de Santiago y de palacios de la Comunidad y luego del País Vasco, con el saludo del lendakari, Íñigo Urkullu”. También el Principado de Asturias remitió varios ejemplares. Millán exhibe satisfecho el envío remitido por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, “que es de lo mejor que tenemos, del Tricentenario de la Biblioteca Nacional”.
Llamar a las puertas del mundo

Después del trabajo patrio, se plantearon ir más allá y solicitar aportaciones a los países extranjeros donde hay inmigración de Valdorria. Méximo, Argetina, Francia y Alemania fueron requeridos y contestaron positivamente, como reflejan los libros recibidos y los saludos remitidos para este pueblo leonés desde distintas instancias de los vecinos europeos y del otro lado del Atlántico. Con aires norteamericanos llegó otro envío... “En Estados Unidos tenemos unos amigos que se hicieron miembros de la asociación y el nieto de un señor que había nacido aquí... y la embajada nos remitió una foto de Obama y unos libros”, detalla Millán, que añade que ahora anda detrás del Reino Unido y de Rusia para que pongan su granito de arena en este oasis de lectura y cultura que es también un pequeño Babel.
El Ayuntamiento de Valdepiélago “se volcó desde el principio, con libros de temática de la zona, que es lo que más ha corrido de casa en casa”. Los habitantes de Valdorria también han contribuido a incrementar unos fondos que ahora alcanzan los 1.200 clasificados y otros tantos pendientes. Millán espera jubilarse en breve y poder dedicar más tiempo a esta tarea. Y avisa. Va a llamar a varias puertas, en la provincia y fuera para conseguir que crezca el proyecto. “Quiero recabar ayuda de las instituciones; necesitamos, por ejemplo, estanterías”, dice.
Utilizan un rudimentario sistema de préstamo (libreta) “gratuito, como en cualquier biblioteca” y además de contabilizar como usuarios a los vecinos, veraneantes y curiosos, “ya han salido libros para los pueblos de alrededor”. Lo que más llama la atención, asegura, son los libros institucionales. “Estamos saliendo de lo tradicional, del parchís, las cartas, la tele y fútbol. Es la única biblioteca del municipio y del entorno también. Lo importante no es tanto que se lea como que haya la posibilidad de hacerlo”, concluye.