Bibliobuses pioneros: 50 años de libros viajeros por la provincia de León

Imagen de archivo del primer bibliobús en pleno servicio, en la localidad de Prioro en la Montaña de León.

Elena F. Gordón / ICAL

El primer bibliobús de la provincia de León se estrenó el lunes 28 de enero de 1974, para recorrer la ruta del entorno de Los Oteros, atendiendo 122 pueblos en los que se lograron 3.690 socios. A los usuarios se les ofrecía entonces la posibilidad de acceder a 8.500 volúmenes procedentes de “orígenes dispersos”.

Así lo recoge en ‘Historia del Servicio de Bibliobuses de León, 1974-1996’ el Jefe de Sección de Coordinación de Bibliotecas del Instituto Leonés de Cultura, Roberto Soto Arranz, quien conoce como nadie un servicio del que, recalca, “su principal valor es su humanidad”. “Gestionado por personas, pensando en personas, en las más desfavorecidas. Sin duda alguna, una parte segura de la solución a la despoblación”, añade.

En la actualidad se visitan 393 localidades y muchos de sus colegios y los bibliobuses llegan a cerca de 120.000 personas de toda la provincia -casi una por kilómetro- que el pasado año formalizaron 11.694 préstamos y cuyas actividades complementarias de animación de la lectura -desde cuentacuentos a teatro, música, poesía o talleres- lograron más de 6.000 asistentes, superando en más de 900 los del año anterior. Enmarcado en el Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas, dependiente del Instituto Leonés de Cultura, cuenta con un presupuesto anual de 1,1 millones, está atendido por cerca de una veintena de personas y enriquece y renueva sus fondos de forma permanente.

El buen hacer de estos autobuses-bibliotecas que acercan la lectura a casi todos los rincones del territorio leonés les ha hecho merecedores de distintas distinciones de las que poder enorgullecerse y referente para otras instituciones interesadas, por ejemplo, en cuestiones como la geolocalización de la que disponen. También puede presumir la provincia de contar con la tercera mayor flota de bibliobuses de España, solamente superada por Madrid y Barcelona y seguida de Murcia, y ocupar la misma posición en cuanto a personal y volumen de negocio. En Castilla y León fue Palencia la pionera en contar con este servicio y en la actualidad dispone de tres autobuses. Valladolid, Zamora y Salamanca tiene cuatro; Soria, Burgos y Segovia dos y Ávila uno.

El día a día

El bibliobús anuncia su llegada a cada pueblo con canciones tradicionales que suenan por la megafonía del vehículo. Así ocurre una desapacible mañana de enero en Villamañan, donde cuenta con un nutrido grupo de usuarios, integrado principalmente por alumnos del Colegio Público donde hace su primera parada. Los pequeños suben por turnos a devolver y a elegir libros y cuentos. “Mi hermano también sabe leer” comenta uno y otro explica que le gusta leer “pero jugar todavía más” y muestran los títulos que entregan o se llevan para casa: ‘El conejo que perdió su manta’, ‘Hambre de lobo’, ‘La Tierra’, La luna ladrona’, ‘Monstruo triste. Monstruo feliz’…

Los de más edad ofrecen más explicaciones. Mario, de diez años, y Valeria, de once, comentan que gracias al bibliobús no tienen que desplazarse a la biblioteca de Valencia de Don Juan (si no quieren, porque el carné les da derecho a hacer uso de ella) y que “la gente es muy maja” y en él “tienen un montón de libros”. “¿No te lo has leído ya 30 veces?” pregunta un chaval a su compañero mientras señala el libro elegido y éste le responde: “No, dos o tres nada más”.

Isabel Simó, la maestra que les acompaña aporta su opinión sobre qué supone este servicio que cumple ya cinco décadas en la provincia. “Sobre todo para los niños de las zonas rurales significa poder acceder a libros, audiovisuales, revistas... El cole tiene biblioteca, pero no tenemos tanto fondo. Normalmente acuden los que quieren y cuanto más pequeñitos son quieren mucho más. Se llevan dos o tres y al mes los devuelven y también se llevan algún DVD para ver películas”, señala. También los docentes son usuarios. “Pido libros para todos y me envían fondos para poder leer con los niños y para que tengan libros iguales ellos. Y los mayores también los utilizan. Nos resulta útil individualmente y como aula”, resume.

A pie de escalera, esperando a que los escolares regresen a las aulas, se encuentra Julia, de 87 años, que acude desde hace décadas. “Antes compraba de vez en cuando algún libro y mi hija me traía alguno y cuando empezó a venir el bibliobús ya le dije que no comprara, que los tenía aquí.

Hay de todo un poco… algunos no están muy, muy que tal y se pasa página; algunos están muy bien“ comenta antes de contar que hoy lleva ”tres gorditos para devolver“, entre ellos, ‘La templanza’ de María Dueñas.

“Los hay que al empezar ya te enganchan y otros que hasta que no llegas a la mitad no” comenta y quiere dejar clara su afición. “Para leer no hace falta que me anime nadie. Toda la vida, desde que me doy cuenta, me gusta leer. Todavía tengo la Enciclopedia y está viejina, que da pena verla, pero cuando no me acuerdo bien de algo la miro”, cuenta mientras le llega el turno.

Las estanterías del bibliobús presentan un menú amplio y variado en el que además de la clasificación por edades en el caso del material destinado a los escolares se ofrece al lector una serie de secciones que identifican claramente su contenido, tales como Idiomas, Animales, Cómic, Filosofía, Arte, Fondo Local, Leonés, Narrativa, Economía, Cocina, Religión, Policíaca, Geografía, Música o Deportes. Revistas y películas también forman parte de los fondos disponibles para los usuarios.

“No tendría presupuesto para tanto”

En la segunda parada, la de la plaza, las mujeres son las protagonistas indiscutibles. María Pellitero, de 65 años, lo tiene claro: “Me gusta la lectura y no tendría presupuesto para tanto. Es un servicio estupendo para los pueblos que no tienen biblioteca. Leo de todo; ahora estoy leyendo a Miguel Delibes y Almudena Grandes”, detalla y recuerda que el tope para cada carné son tres préstamos en cada visita. Ella, su marido y sus dos hijos son socios veteranos.

Menos tiempo lleva como ‘clienta’ Tina Merino, quien asegura que le encanta leer y antes no disponía del tiempo que le gustaría para hacerlo. “Me parece un servicio fundamental, porque disponemos de una cantidad de libros prácticamente ilimitada; los que no trae una vez los encargas y te los trae la siguiente. Es estupendo. Leyendo se pasa uno un rato maravilloso; se olvida uno del aburrimiento y de los problemas”, afirma sonriente.

Tampoco se pierde la cita mensual con el bibliobús Pilar Rujas. “A los que les gusta leer se lo recomiendo. Vienes, puedes elegir, te recomiendan y si te orientan es mucho mejor. Te atienden muy bien” asegura después de señalar que es socia desde que su marido se jubiló y regresaron al pueblo, donde están “de maravilla”.

“Para un pueblo, que están olvidados los pueblos, es un servicio muy útil. Los tres de casa somos socios. Ellos trabajan y me toca a mí venir”, dice Dolores Ugidos, que hace memoria para comentar que acude desde niña al bibliobús. Otra mujer, Ángeles Nistal, comparte sus impresiones. “Me lo paso bien y de lo que me acuerde, me acuerdo. ‘Los últimos días en Berlín’ me gustó mucho y le he pedido ‘La sonata del silencio’, pero hoy no lo tiene. Me dijo una que estaba muy bien, pero debe estar prestado”.

Julio Francisco es el conductor que visita Villamañán. Lleva en esa ruta un año y medio. “Hay que verlo desde dentro para saber lo que es. La ilusión con la que salen los niños del colegio para coger los libros. Si no lo conoces dices: ‘bah, servicio de bibliobús; van y dejan libros. Pero no. Luego la gente mayor que viene y te cuenta sus historias; no es solo dejar el libro, es algo más. Les das un poco de conversación, vas a pueblos donde normalmente no va nadie. Están solas y te cuentan”, detalla y confirma que son mujeres la mayoría de las personas que hacen uso del servicio.

También hizo una ruta en El Bierzo durante algunos meses y recuerda alguna anécdota vivida allí.

“Vas a un pueblo, el último de la carretera y salen a coger los libros. Recuerdo una vez en Espina de Tremor, que llegué con una nevada impresionante con la chica que iba del bibliobús. Tira, tira, que la carretera está bien… y estaba bien la general, pero después no pudimos entrar, tuvimos que dar la vuelta, empujando la nieve y nos venían las señoras del pueblo con botas y madreñas a recoger los libros”, apunta.

Sara Calvo llega tres años al frente y, entre usuario y usuario, comenta que su trabajo consiste, fundamentalmente en “atender a la gente y ayudarles en lo que pueda. En los colegios es un poco locura. Básicamente es escucharlos, ir conociéndolos y más o menos sabes qué necesitan, qué les puedes traer. La gente te lo agradece”.

Lo que más le gusta son las paradas de los colegios porque “los niños son sinceros, son divertidos y el resto de la gente también… los pueblos son comunidades. Vienen cuatro, se recomiendan entre ellas, se juntan a tomar el café después. Hay hombres también, pero son muchas más mujeres” coincide con su compañero de ruta.

A por Gaudencio, el último de Arcayos

“Discuten entre ellas, que si se cuelan, se pican con algún libro que esté de más actualidad. Te cuentan su vida; problemas, todo”, señala y reconoce una faceta de psicóloga en una labor en la que la parte cultural comparte protagonismo con la vertiente social. “Hay gente que viene solo por hablar un rato. En un pueblo, Arcayos, tenemos a un único usuario, Gaudencio, y vamos por él”, cuenta con naturalidad antes de subrayar que el bibliobús “llega donde no llega nadie. Hay pueblos a los que vamos en los que no hay nada, ni tienda ni banco, ni colegio, ni bar ni nada. A esa gente, yo creo, es a la que más cuidamos. También a gente enferma o con poca movilidad. Acabas conociendo a todo el mundo”, manifiesta.

Las palabras de Sara coinciden con las consideraciones de Roberto Soto. “La cultura es la excusa para hacer una gran labor social en la provincia. Es un servicio polivalente que llena los huecos que dejan otros servicios. Se fomenta el acceso a la lectura, la formación y el conocimiento. Se ofrece compañía, conversación y se escucha”, concluye.

También el diputado de Cultura, Arte y Patrimonio, Emilio Martínez, habla del bibliobús con conocimiento de causa. El también alcalde de Cabrillanes fue socio hace décadas y hoy en día lo es uno de sus hijos. “Era un motivo de alegría cuando llegaba al colegio y salíamos a por los libros nuevos y sigue siendo motivo de alegría. No es un adorno; es un servicio de primera necesidad social que abre otras puertas, de otros mundo a través de los libros”, apunta.

“Es una de las apuestas de la Diputación y de lo poco que nos queda en pueblos en los que se pierden otros servicios. La gente sale al bibliobús lo mismo que al frutero o al panadero y es un momento de reunión y de encuentro”, afirma.

La Diputación de León quiere premiar la fidelidad de quienes se mantienen como usuarios desde aquel 1974 y la próxima semana rendirá un homenaje a esos 65 socios cuyo carné se expidió hace 50 años y les agradecerá con un obsequio su permanencia. Además, la institución presentará un video que recoge testimonios de personajes destacados de distintos ámbitos de la sociedad leonesa que fueron usuarios.

En 50 años de trayectoria los bibliobuses de León -alguno de los cuales será renovado en próximas fechas- suman una distancia recorrida que equivale a 320 vueltas al mundo y contabilizan cinco millones de documentos prestados. Cifras que seguirán creciendo mientras se mantenga la voluntad de la institución provincial de llegar “donde nadie llega”.

Etiquetas
stats