Un paseo por el interior del Congreso de los Diputados

Entrada del Congreso de los Diputados (Imagen: Juan J. Martínez, Wikimedia)

Ángela Bernardo

645,9 metros. Ésa es la altura sobre el mar a la que se encuentra el Congreso de los Diputados, según el Instituto Geográfico Nacional. Una altura a la que no ha estado, precisamente, una gran parte de la clase política española. Las críticas, al principio como chascarrillos y luego como comentarios airados, se dejan oír en la cola para acceder a la Cámara Baja en su Jornada de Puertas Abiertas.

“Venimos del Senado, donde no tuvimos que esperar casi nada”, comenta Manuel, un jubilado que bromea sobre la situación política en España. “En la Cámara Alta nos dieron un café a primera hora, a ver qué ofrecen aquí con el frío que hace”, dice. Tiene razón. Madrid ha amanecido frío, y las bajas temperaturas se notan entre las personas que forman una larga cola, que baja por el Paseo de San Jerónimo y llega a rodear el Museo Thyssen.

Una señora, situada justo detrás de Manuel, afirma con la cabeza. “Aquí poco café nos van a dar”, murmura. “Si acaso algún chorizo”. Sus palabras sirven para iniciar una animada charla sobre la actualidad, donde se mezclan comentarios sobre Ana Mato, la trama Gürtel y los ERE de Andalucía. “No hacen más que robar”, se oye más atrás. La gente que espera para entrar al Congreso no es ajena a la realidad, y forma parte de esa ola de indignación que recorre la geografía española.

El salón de los pasos perdidos

Tras más de dos horas y media de cola, la fila deja la calle Fernanflor para situarse a la entrada de la puerta trasera de la Cámara. A la derecha del Congreso, una sábana en un balcón saluda a los viandantes. “Ladrones: ¡Dimisión!”, puede leerse. Parece que el cansancio popular se hace letra a unos metros del acceso. Como adivinó Manuel, los ujieres del Congreso piden a los asistentes que les entreguen sus documentos de identidad y pasen por el detector de metales. El premio al frío y al cansancio viene en forma de caldo caliente.

Accedemos a la Cámara por la fachada principal, custodiada por los dos conocidos leones de bronce. Esta puerta sólo se abre en fechas señaladas, como la Jornada de Puertas Abiertas o en la apertura solemne de cada legislatura, presidida por el Rey. Los diputados y las visitan entran al Congreso por una verja situada en el lado izquierdo del edificio.

Al pasar la puerta, llegamos al vestíbulo principal. Aquí podemos contemplar retratos de algunos políticos famosos, como Cánovas, Canalejas, Pi i Margall o Alcalá Zamora. Lo más destacado, sin duda, es una estatua de la Reina Isabel II al lado de una pequeña mesa, donde se encuentra un ejemplar facsímil de la Constitución de 1812, más conocida popularmente como 'la Pepa'. De camino al Salón de los Pasos Perdidos, puede verse el primer recuerdo macabro del 23-F.

Se trata de una rejilla de ventilación tiroteada durante el golpe de Tejero. La pieza recibió un impacto de bala de uno de los guardias civiles que participó en el 23-F, y fue retirada en noviembre de 2013. Desde entonces reposa en una urna de metacrilato, no demasiado lejos del ejemplar de la Constitución de 1978.

Después de este espacio, llegamos al Salón de conferencias, más conocido como Salón de los pasos perdidos. Esta zona está reservada para actos solemnes, recepciones oficiales o lugar de encuentro entre los diputados, miembros del Gobierno o personalidades.

En el centro, por ejemplo, podemos observar una mesa de madera, adornada con incrustaciones de bronce y nácar. Se trata de un regalo de boda del Zar de Rusia a Isabel II, que a su vez la donó en la inauguración del Palacio en 1850.

La bóveda del salón, realizada por Vicente Camarón, cuenta con diversas alegorías sobre los cuatro continentes, la ley, la justicia, la religión y la abundancia. También se pueden contemplar 28 medallones de destacados políticos del siglo XIX y XX, así como 12 cuadros con alegorías de los Reinos, provincias y ríos españoles. En la esquina del fondo a la derecha, como se aprecia en la imagen, también hay hueco para la historia de León.

En el recorrido pasamos de este salón a una zona con dos grandes escritorios simétricos. El primero es conocido como Escritorio del reloj, en referencia al al reloj astronómico que destaca al lado de la mesa, construido en 1857 por Alberto Billeter. Un poco más allá, el Escritorio de la Constitución, antesala del Hemiciclo, donde encontramos un manuscrito de la Carta Magna de 1978.

El Hemiciclo, lugar de sesiones, acuerdos y discusiones

El plato fuerte de la visita llega, sin duda, cuando accedes al Salón de Sesiones o Hemiciclo. La primera sensación es abrumadora, pues podemos contemplar la impresionante bóveda y ver en la realidad lo que solemos contemplar por la televisión.

El paso al Hemiciclo también supone el comienzo de flashes continuos. “Hazme la foto aquí sentada”, se oye. “No, mejor que se vea el tapiz”. “Fíjate qué pantallas usan para votar”. Los ujieres controlan a los visitantes, impidiendo que se sienten en los bancos azules, asignados a los miembros del Gobierno.

Puedes, sin embargo, sentarte y pasear por la bancada roja y conocer el lugar donde se sitúan nuestros diputados. Hay, desde luego, grandes curiosidades. Pedro Sánchez y Eduardo Madina, por ejemplo, se sitúan cada uno en un extremo de las filas socialistas. Ana Mato y Manuel Chaves conservan de momento su escaño, con su pantalla reflejando sus datos personales. Algún despistado se confunde con un tal 'Antonio Cantó García', el famoso actor y político de UPyD, Toni Cantó.

También podemos ver una imagen irrepetible: la del escaño de Alfonso Guerra, que no volverá a ocupar su lugar cuando empiece el período de sesiones en 2015. Es el fin de la vieja política, la que cambió este país para que “no lo reconociera ni la madre que lo parió”. Los tiempos dirán si el próximo curso y las elecciones traen consigo nuevos aires. Quizás en la próxima Jornada de Puertas Abiertas los bancos y escaños se repartan de forma bien distinta.

Sentada en el Hemiciclo, busco de nuevo las huellas del 23-F. Algunas, como la rejilla del Salón de los Pasos Perdidos, fueron retiradas o pintadas. Hay, sin embargo, tres marcas que aún persisten: los impactos de bala en forma de pintura saltada sobre la bóveda de Carlos Luis Ribera. Contemplar esas señales supone también volver la vista atrás a un pasado que muchos no conocimos. Da miedo pensar que aquella intentona golpista pudo fracturar de nuevo el país y que por fortuna, estamos muy lejos de aquellos tiempos.

“Zona libre de corruptos”

Tras el Hemiciclo, nos dirigimos a la parte final de la visita. Accedemos a la planta superior, donde nos encontramos con la Sala Constitucional, un espacio que da sensación de mayor amplitud que el propio Hemiciclo.

Esta zona se usa como reunión en las visitas de Jefes de Estado extranjeros, y como lugar de encuentro y trabajo de grandes delegaciones de otros países, al contar con traducción simultánea. Presiden la mesa varios cuadros de los 'padres de la Constitución'.

El recorrido nos lleva hacia una de las zonas reservadas para los despachos de los diputados y sus gabinetes de prensa. En el espacio ocupado por UPyD, se lee en la pared un cartel que dice “zona libre de corruptos”. Los pasillos, sin embargo, están separados por muros, dando una sensación fría de distanciamiento entre el público y la actividad política.

Lo mismo ocurre en la entrada al Congreso, rodeada normalmente por vallas. Parece que existe un abismo entre la sociedad de hoy y los parlamentarios, y tal vez sea ésa la mejor metáfora del alejamiento y la indignación con la clase política.

Al final de la visita, en la zona presidida por un gran busto de Ernest Lluch, socialista asesinado por ETA, nos encontramos con una pequeña exposición sobre las Constituciones españolas, desde 1812 a 1978. Podemos ver, por ejemplo, la reedición de 'la Pepa' realizada por Fernando VII, que la mandó imprimir en formato de 'polvera'. También hay bolsas de terciopelo de los antiguos Secretarios de Despacho o el Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la II República.

El paseo por el interior del Congreso deja, sin duda, una sensación bipolar. Por un lado, es fácil sentirse abrumado ante la abundancia de arte, cuadros, obras y tapices que encontramos en cada esquina. Por otro, resulta curioso observar desde dentro lo que vemos por las cámaras de televisión. Pero quizás el sentimiento más fuerte se conjugue en futuro: ¿qué vendrá después? Nos queda un año electoral muy interesante y emocionante por delante. Seguro que la próxima Jornada de Puertas Abiertas resulta intrigante para toda la ciudadanía.

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