El papel aprendido de objetivo presidencia

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Marta Cuervo

La nueva política, renovada, de rostros jóvenes, ¿existe de verdad? Quizás una nueva política pero que asume vicios de sus viejos rivales. Es cierto que han surgido fuerzas con ilusión, y también ilusionantes, en un momento que parece que han adoptado como suyo, la hora de dar más voz al ciudadano, propuestas más sociales y sin miedo al ataque de los poderosos: “Luis, sé fuerte”. Pero, al igual que dan 'zascas', como ayer los denominó la periodista moderadora del debate “decisivo” entre los tres candidatos de PSOE -Pedro Sánchez-, Ciudadanos -Albert Rivera- y Podemos -Pablo Iglesias-, y la vicepresidenta del Gobierno del PP -Soraya Sáenz de Santamaría-, los reciben, ya que la popular contestó a Iglesias con un “paga Monedero, paga”.

Líder de audiencia, y con un desarrollo impecable por parte de los moderadores Ana Pastor y Vicente Vallés, se fueron sucediendo temas que determinarán el futuro del país, y que son las principales preocupaciones de los españoles que este próximo domingo (20 de diciembre) acudirán a votar a las urnas para elegir a su representante durante los siguientes cuatro años.

Corrupción, educación, pactos, economía, impuestos, reforma laboral y amnistía fiscal, entre otros asuntos por los que los candidatos y representante del ausente Rajoy, luchaban en ser los más diestros, con mejores soluciones y buscando un ansiado reconocimiento que les acerca a una presidencia, en algunos casos, pero les aleja del juego del debate, sin demasiados ataques por imponer una mejor política, sin un toma y da, que se limitaba al típico: “yo a usted no le he interrumpido”, “déjeme hablar” y “estén tranquilos, no se pongan nerviosos”. Un papel aprendido, con ciertos momentos más gloriosos quizás por las fuerzas emergentes, pero respaldadas por las encuestas y la presión que éstas conllevan con la decisión de voto.

¿Existe un ganador real del debate?

Concluido el debate, escasos minutos después, las encuestas y algunos comentaristas ya daban por vencedor a Pablo Iglesias, seguido por Sáenz de Santamaría y con Sánchez a la cola. En cambio, como siempre ha ocurrido en este tipo de debates, cada grupo político vio a su líder como el mejor orador, solvente, tranquilo.

Los cuatro, con sus ataques y defensas, han salido bastante airosos del 'combate', ¿era eso lo que se esperaba? “Podemos no va a ganar las elecciones”, proclamaba un Sánchez cargado de propuestas, pero cuya sonrisa recurrida llegaba a cansar; “Que gobierne la lista más votada”, se escudaba una número dos del Partido Popular, atacada principalmente por la corrupción de su partido, y por Rivera, que delató que se trataba de la razón principal de la ausencia de Rajoy.

Hay que reconocer que sí hubo “enfrentamientos”, pero rifirrafes que no pueden sacarse de un plató televisivo, al menos no para desembocar en un Parlamento, en la Moncloa, o en una discusión de Estado. Como punto positivo de la noche, la unión que los tres hombres y la única mujer en el punto de mira demostraron ante el tema de la tolerancia cero frente a los casos de violencia machista, y la despedida de Pablo Iglesias, unos cuantos “no olvidéis” claros y muy directos hacia las pestes políticas de los últimos años, acompañados de otros tantos “sonreíd” a modo de guiño a la sociedad, por la esperanza y como bandera a su “sí se puede”.

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