La insolente “verdad” de los políticos

Los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno en el debate a cuatro de ayer.

Máximo Soto Calvo

“Así, en plural, parece que atañendo a todos, pero no por igual.

Dicen que están ahí por los votos recibidos, y eso es verdad; presumen de ello, esto hasta se puede comprender, pero cuando alardean de saber interpretar (a su antojo) el parecer y el compromiso de cada votante y en colectividad depositado en las urnas, ese su prepotente saber rechina demasiado.

Lo cierto es que, elegidos a través de listas cerradas propuestas por cada líder, su compromiso individual para con el votante, si es que de alguna manera lo hubo en determinado momento “mitinero”, queda sofocado por el deber partidista que le viene obligando tácitamente desde el momento de la “foto” en la que su mandamás le incluyó.

De acuerdo a lo antedicho, su postura comienza a desembocar en ninguneo al ciudadano, tan sólo una pieza que al político le interesa por aquello del sufragio electoral, quien, por otra parte, como tal, ya no está en disposición de hacerle reclamación alguna, pues una vez depositada la papeleta, acaba de perder su voz y su fuerza. Culminada cada “fiesta de la democracia”, ¡ya no hay posibilidad ciudadana de revocación!

Los votos ciudadanos depositados en las urnas, proceden del posicionamiento ideologizado de muchos votantes, los más, me atrevo a decir; y de aquellos que tremolándoles la papeleta en la mano, ante el espantajo de catástrofes que han sabido sembrar en su temeroso subsistir, tal como “el caos o nosotros”, del PP, que no son pocos; más los que lo hacen por inercia, sin enterarse de nada; llevan a cada partido a conseguir una cosecha fruto de la sementera bien orquestada.

Conviene recordar cómo se llega a líder partidista político: “Por herencia”, también conocido como dedazo. Mediante primarias, o por aclamación más o menos dirigida. Lo del carisma; bueno, vale, pero no parece imprescindible. Vemos el caso de Rajoy y la inflexibilidad partidista; con su dejar dormir los temas avanza mediante silencios bien calculados, no sin el “esfuerzo” previo de acumular aquéllos en la carpeta de lo imposible, para que maduren, y cambien de etiqueta hacia la posibilidad por aburrimiento.

O como el caso de Pedro Sánchez, que ha de crecerse ante el intento de control al que parece querer someterle buena de parte de la baronía socialista en activo, y los que lo fueron, que presionan lo suyo, para que, aun saliéndose de la vía izquierdista, considere la conveniencia “para España”, de ayudar de una u otra manera a Rajoy, algo que no deja de ser un intento de coarta su poder en el partido.

Recordemos que los políticos a pesar de su papel de conseguidores, del que abusan de hecho y de palabra, democráticamente no les hemos trasladando autorización para todo. Tan sólo les hemos dada la mano y la han toman hasta el codo. Y que, cada vez que reciben nueva cosecha de votos en las urnas, no queda convalidado su proceder anterior ni por cuanto han prometido, y rara vez cumplido, de modo especial en el llamado bienestar social; y mucho menos quedan exonerados por las malas prácticas personales y de partido tan profusamente contadas en los medios, como las del PP.

En los momentos actuales, pretende Rajoy que le invistan primero, y que le apoyen después otras fuerzas políticas, para que salga adelante él con su programa de gobierno, por el bien de España, dice. Y hasta tilda de irresponsables a los socialistas por que anuncian un No a su candidatura, sin tener en cuenta que se está refiriendo a la mano política que le es antagónica

El liderazgo que le viene por herencia, le posibilita imponer autoridad partidista, pero está decayendo en su obligación “in vigilando”, al hacer caso omiso a algo más de lo exigido a la “mujer del César”, pues el partido que preside está inmerso en muy graves problemas de malas prácticas, de presunta corrupción, en fase de investigación, y que la justicia, siempre lenta, irá dictando sentencias. Todo un cúmulo de razones más que suficientes para que su petición de ayuda política ¡no sea tenida en cuenta!, siendo preceptivo un mea culpa previo, muy lejos de pronunciarse, pues les parece que al no hablar del problema éste no existe.

Donde dije digo, digo diego... Ahí tenemos al líder de Ciudadanos, impetuoso y joven, cofundador e impulsor de la formación, se pasó la última campaña electoral rechazando a Rajoy. Con él: ¡para ningún tipo de negociación! Alardeó de ello e incluso llegó a decírselo directamente en algún debate televisivo! Ahí está grabado.

Impertérrito ahora, y diciendo “diego” sus segundos, enmascarando su postura con seis “imposiciones” al PP, que son de libro del estatus actual, para ayudar a Rajoy, cual si “mataran la osa” y fueran a ser ambos los salvadores de España. Cuando además, en virtud de no sé qué urgencia nacional, se hace imprescindible pactar la investidura de Rajoy... Y así sueltan un centenar y medio de propuestas añadidas para empezar a negociar cuestiones gobierno antes de que la “osa” deje de estar libre.

El señor Iglesias, de Podemos, una formación de izquierdas que se ha implantado con fuerza popular a partir del anuncio del empoderamiento ciudadano, se ha llenado de vanidad, puede que fruto de la suma transversal de aquél al no ser “transferido” por distintas circunstancias a los ciudadanos. Está Pablo dirigiendo la formación, no sin algún conato de crítica interno a determinados movimientos o actuaciones suyas.

El PSOE y Ciudadanos, sumidos en un baño de buenas intenciones, o así vendido, habían pactado al alimón, en anterior momento, 20D, unas normas o ideas de gobierno, que llevarían a Pedro Sánchez a ser investido como presidente del gobierno; pero las cuentas en escaños no daban para ello y ser acordaron de Podemos. El ofrecimiento adolecía de una faceta a considerar, algo así como “lo firmas, te adhieres y ya está, que, sin duda, no eran maneras, más bien una especie de trágala.

No obstante mi percepción al valorar éste y otros posicionamientos de Pablo, es de que le está faltado humildad, sin duda se ha adelantado a los acontecimientos; pues, para poder pactar hacen falta además de razones, maneras. Apunta carisma, le faltan “paseíllos toreros”.

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