La huella de Sierra Pambley

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Si Francisco Fernández Blanco y Sierra Pambley levantara la cabeza un siglo después de su muerte y pudiera observar los progresos de Dely con la lectura y escritura en el Aula de Estimulación Cognitiva para adultos de Hospital de Órbigo, comprendería la importancia de su legado. Después de una vida dura, Dely -lo dice con orgullo- ya es capaz de leer los carteles indicativos de los pueblos cuando se desplaza por la Ribera del Órbigo. No es fácil para nuestras mentes del siglo XXI ponerse en la piel de quien no sabe interpretar los signos que aparecen en los libros, las vallas publicitarias o en el paquete de arroz, pero viendo la cara de esta asturiana afincada en Hospital, saber lo que ponen debe de ser alucinante.

Dely ha dejado de pertenecer al colectivo de más de 700.000 personas analfabetas en España, del que el 67% son mujeres, gracias a su tesón, su valentía y a maestros y profesionales de la enseñanza, que como María del Carmen Rodríguez Calzado trabajan en la sombra con ahínco para formar adultos no sólo en los conocimientos académicos básicos, sino en mejorar el desarrollo personal trabajando aspectos cognitivos emocionales, la comunicación o la relación con el entorno con el objetivo de mantener una buena calidad de vida.

María del Carmen Rodríguez, “sor Ángela de la Cruz”, como le llama cariñosamente el alcalde de Hospital de Órbigo, Enrique Busto, por el trabajo social que desarrolla como concejala de Servicios Sociales en el Ayuntamiento, prepara a conciencia cada semana las clases para que Dely y sus 25 compañeros de clase entre los 40 y 91 años recuperen el gusto por aprender. El aula que dirige forma parte del proyecto educativo que la Cooperativa 'Helios82' plasma en el caserón del número 10 de la calle Sierra Pambley en Hospital de Órbigo desde 1980, siguiendo el espíritu del fundador de la escuela puesta en marcha en 1890.

Quien no se pierde un día la clase es Bautista, el 'benjamín'. A punto de cumplir los 91 años acude puntual cada jornada para “aprender lo que no sé y conservar lo que sé”, asegura. Llegó a la localidad de la Ribera desde Grajal de Campos para vivir con su hija, después de una vida trabajando en Vigo y León como ferroviario. Es de los pocos hombres en un aula claramente feminizada, a la que Bautista acude no sólo a refrescar sus conocimientos de lengua o matemáticas, sino también a reflexionar sobre lo que ocurre a su alrededor.

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“Aquí no se viene a perder el tiempo”, asegura la profesora mientras muestra las carpetas con el trabajo del trimestre, “en escritura hemos trabajado con la frase de Pitágoras ”educa niños y no castigarás hombres“, que les dio pie para analizar la noticia aparecida en los medios de comunicación sobre la batalla que libran ”los padres de un niño a quien el colegio echó por no querer adaptar los exámenes para disléxicos. Vimos lo importante que es la educación y cómo la administración machaca a los padres y los profesores. Intento ser crítica, les digo que de lo que lean siempre saquen sus propias conclusiones“. Las noticias que más les impactan son las relacionadas con la crisis de los refugiados sirios.

Bautista y la mayoría de sus compañeros y compañeras forman parte de la generación en la que sobrevivir era lo importante y dos manos eran más importantes que saber geografía o historia. Más de 50 años después, se han puesto manos a la obra para reaprender lo que prácticamente tenían olvidado, como Esther, que ya lee bien pero las matemáticas se le siguen atravesando a pesar de seguir cuadrando al milímetro las cuentas de su casa, “sé de toda la vida que cuando la cosa no llega hay que dividir y restar”.

Una labor educativa en la comarca del Alto Órbigo

Los 25 alumnos del centro 'Sierra Pambley' forman parte de una de las 11 aulas repartidas por toda la comarca natural del Alto Órbigo, desde Llamas de la Ribera hasta San Cristóbal de la Polantera, que se mantienen con las aportaciones económicas del Estado y de los ayuntamiento de la zona, explica Fernando Quintanilla, uno de los responsables de la Cooperativa 'Helios82'. Estas aulas comenzaron con el Colegio Familiar Rural de 'El Villar' en 1974 en Villanueva de Carrizo, después permanecieron un año en La Milla del Río, hasta que en el curso 1978-79 la Fundación Sierra Pambley revive y se establece en Hospital de Órbigo, ya que “por fines pedagógicos, eran afines” a la institución fundada por el filántropo a finales del siglo XIX. “La fundación cedió las instalaciones al colegio, cuyos titulares era la asociación de padres, para impartir la FP agraria; se funcionaba de forma asamblearia”, recuerda Quintanilla.

La peculiaridad determinante por la que surgió y se mantiene es “el compromiso de los profesores en el desarrollo de la zona trabajando con los agricultores, dando cursos, haciendo teatro, folclore. Al principio no sólo dábamos clase, había internado, hacíamos hasta la comida. Teníamos talleres de Cerámica, teatro, editábamos el periódicos 'El Cuzo'. Era un planteamiento participativo” que trascendía lo educativo en aquellos momentos de efervescencia política y sindical, “fuimos colaboradores activos en las tractoradas de la UCL (el extinto sindicato agrario Unión de Campesinos Leoneses)”, recuerda Fernando Quintanilla. El proyecto fue avanzando y en 1987 'Sierra Pambley' se introduce en el programa de educación de adultos provincial que funcionó hasta 1996. El aula actual comenzó su andadura en 2003.

Un municipio volcado en lo social

Muy cerca de donde los aplicados alumnos están enfrascados en el aprendizaje de los conocimientos básicos, se encuentra el centro cívico 'Felicísimo González del Campillo' de Hospital, donde el centro 'Sierra Pambley' y el Ayuntamiento de Hospital desarrollan una labor imprescindible para el mantenimiento de la población de este área rural. En las dos plantas, los más mayores y los más pequeños del municipio juegan y aprenden las normas básicas de convivencia en el Servicio de Respiro, en la Ludoteca y en las clases de gimnasia donde se mantienen en forma las 'abuelas' de la localidad.

Quienes ya peinan canas acuden al servicio puesto en marcha este curso para dar un respiro a las familias. Desde hace tres meses, Clara Martínez y Silvia Olalla trabajan con las personas mayores para conseguir que sigan siendo lo más autónomos posible, para ello se dedican a mantener activas la atención y memoria, así como la psicomotricidad y el movimiento. Orgullosos del jardín de plastilina que han moldeado esa semana, hoy juegan a las cartas.

“Ahora tenemos siete personas, pero esperamos llegar a nueve. Nuestro objetivo es que se retrase la edad de ingreso en una residencia -explica Clara Martínez-. Queremos que se puedan quedar en sus casas, tengan su ocio”, para ello estan poniendo todos sus conocimientos y su esfuerzo para dar contenido a este servicio de prevención que familiarmente le llaman 'El saloncito', toda una declaración de intenciones de cómo pretenden que se sientan quienes acuden diariamente a él.

El alcalde, Enrique Busto, que saluda uno por uno a sus vecinos, asegura que “el Ayuntamiento no puede abandonar” este tipo de iniciativas que hacen más fácil la vida de los habitantes del municipio, “no podemos negarnos ante estos proyectos”.

La preocupación social de este municipio asienta sus pilares en la persona que lleva el nombre del centro. Felicísimo González del Campillo fue “una persona que dependía de Sierra Pambley, fue el director del colegio y vio claro el potencial del asociacionismo, creó la sociedad recreativa de jóvenes, la asociación de agricultores 'La Unión”, explica Busto.

Estamos en las escuelas viejas, “donde todos aprendimos a leer”, asegura el regidor, quien recuerda que fueron recuperadas por un Ayuntamiento que en la actualidad destina 13.000 euros del presupuesto municipal a este cometido.

La actividad en este centro cívico se complementa todas las tardes con la ludoteca y las clases de gimnasia, todo un lujo para un núcleo rural en el corazón de la provincia.

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